Don dinero es el principal elector en Estados Unidos, donde 158
familias, por supuesto multimillonarias, son los principales donantes en
la actual campaña de demócratas y republicanos para ganar la Casa
Blanca en 2016.
Recientemente Juan Williams, un analista político de Fox News
Channel, en el título de un artículo, “Política, un deporte para
multimillonarios”, recoge la imagen que ilustra la actual puja por el
gobierno.
Según Tom Perkins, un capitalista multimillonario republicano, usted
paga un millón de dólares en impuestos y obtiene un millón de votos.
Williams amplía en su comentario que desde 2010 solo 195 individuos y
sus cónyuges dieron casi el 60 por ciento de los mil millones de
dólares canalizados a super-PAC.
Esto es algo posible luego que la Corte Suprema estadounidense
dictaminó que las contribuciones ilimitadas están protegidas por el
secreto, por un problema de libertad de expresión.
El propio puntero en las encuestas entre los aspirantes republicanos,
Donald Trump, estima que ese dinero que llega a los candidatos a través
de grupos de apoyo es una estafa.
Hasta ahora el dinero carcome al sistema político estadounidense, a
la vez que viola la ley y los derechos de millones de personas que
buscan ser representadas por políticos honestos, algo raro en el país.
En Iowa, la aspirante y favorita entre el electorado demócrata,
Hillary Clinton, lanzó una advertencia: “”Haré todo lo que pueda para
nombrar a los jueces del Tribunal Supremo que protejan el derecho a
votar y no protejan el derecho de los multimillonarios para comprar
elecciones”.
El papel del dinero en los comicios es recurrente en los medios de
prensa estadounidenses, en cuyos artículos son asiduos protagonistas
magnates como los hermanos Charles y David Koch.
Los Koch son dueños de una amplia fortuna que impulsa a candidatos
republicanos tanto para la presidencia como para todo cargo electivo en
las elecciones de noviembre.
Según sostuvo Williams en su comentario sobre el deporte de los millonarios, el problema es una tormenta a punto de estallar.
Un articulo del diario The Washington Post señala que las grandes
donaciones de los super-ricos tienen el potencial de deformar el sistema
político, entre otras cosas porque son personas que verían afectados
sus capitales por gobiernos que no respondan a ellos y quieren tener
“hacedores de políticas” que los representen.
De los candidatos republicanos, el que presuntamente tiene más dinero
es Trump, quien califica de “títeres” a sus contrarios que buscan el
apoyo de los Koch, entre otros grandes donantes.
Una investigación de Pew Research encontró que ahora el uno por
ciento de las personas controlan más del 80 por ciento de la riqueza
nacional y muchos ponen ese capital en función de protegerse y ampliar
sus fortunas.
Mientras, encuestas de 2012 mostraron que los votantes con ingresos
anuales familiares menores de 51 mil dólares, pobres y de clase media,
componen el 41 por ciento del electorado del país y sufragaron por el
presidente Barack Obama un 22 por ciento más que por el republicano Mitt
Romney.
Eso lógicamente preocupa a los republicanos y a grandes familias de
esa filiación política, que no escatiman recursos para darle un vuelco a
la situación.
Documentos fiscales muestran cómo el dinero secreto infecta las
campañas de ambos lados, republicanos y demócratas, según comentarios de
prensa.
Dichos documentos confirman que operadores políticos continúan
utilizando falsas organizaciones de bienestar social para bombear
decenas de millones de dólares anónimos en las elecciones.
Algunas fuentes señalan que el secreto del gasto hace más difícil que
los funcionarios electos rindan cuentas al interés público y respondan a
los votantes en lugar de a los donantes de campaña que sólo conocen
ellos.
En este acápite destacan los mencionados hermanos Koch, quienes a
través de un sofisticado entramado se preparan para pasar cerca de 889
millones de dólares y favorecer intereses en las batallas políticas
hasta noviembre de 2016, usando organizaciones independientes no sujetas
a las leyes como los comité de los partidos.
La misma configuración del proceso electivo en Estados Unidos es algo
que favorece estas prácticas, pues obliga a los candidatos a buscar
dinero para poder avanzar en su empeño.
Para estar en las boletas electorales de cada estado, un candidato
enfrenta una tarea “costosa y compleja” pues algunas demarcaciones
requieren miles de firmas a fin de calificar y otros cobran decenas de
miles de dólares.
A nivel nacional, el precio para el acceso a la boleta puede elevarse mucho más allá de un millón de dólares.
No hay duda de que los republicanos de primer nivel con grandes
operaciones de dinero, Jeb Bush, Marco Rubio, Ben Carson, Ted Cruz y
Donald Trump, estarán en la boleta electoral en todo el país.
Pero para todos los demás, incluyendo Chris Christie, John Kasich y Rand Paul, el acceso al voto es un desafío costoso.
Si bien los candidatos no tienen que competir en todos los estados
para ganar la nominación, la realidad política es que cada fracaso en
aparecer en una boleta socava la credibilidad de un candidato como una
figura nacional.
En este escenario revuelto, los que más tienen salen a pescar y el pescado se vende al mejor postor.
Luis Beatón
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