Pedro Echeverría V.
1. Como todos los días me levanto minutos antes de las cinco de la mañana; conecto el internet y de inmediato me voy a mis correos, a la página de Rebelión y a La Jornada. Mientras la máquina prende me lavo la cara y me preparo un café. Hoy me llamó la atención el correo de Ricardo Andrade haciéndome un llamado urgente: “Lee con atención La Jornada y vente a México en el primer avión, lo más inmediato que puedas, para que nos ayudes aquí en el Zócalo de la Ciudad de México”. Nunca he usado celular ni poseo direcciones y he viajado por años Mérida-México por cualquier gran movilización o asamblea.
2. Al abrir La Jornada me encuentro con dos grandes titulares: “Decenas de miles de gentes han tomado el Zócalo para pedir la renuncia de Peña Nieto; parece que esto es definitivo porque al fin la Coordinadora (CNTE) logró unificar a zapatistas, electricistas, lópezobradoristas, mineros y campesinos de diversas regiones. Se exige la renuncia de todo el gabinete y durante la tarde no se ha podido localizar a nadie para hacer declaraciones”. El otro titular dice: “Obama está en dificultades porque decenas de miles de personas de raza negra exigen castigo a los asesinos de sus dos hermanos hace dos días y no están dispuestos a ceder”.
3. Mi corazón latía aceleradamente y me preparé para seguir las instrucciones de mi amigo Ricardo, escritor y actor en obras de teatro revolucionario que en sus diarios artículos para la prensa ha demostrado una gran valentía y coherencia. Avisé en la casa que en ese momento salía para el aeropuerto, me vestí, me hice de algo de dinero, tomé mis medicinas para el corazón y salí corriendo. Alcancé un avión –no sé si era Volaris o Interyet, si era propiedad de Miguelito Alemán, Pedro Aspe o Televisa, pero pude llegar a las nueve horas al DF. Fui el primero en salir del avión y el aeropuerto para abordar un taxi que pasaba por la avenida.
4. Las avenidas Aeropuerto y Zaragoza estaban muy llenas y el taxi se internó a la colonia Moctezuma para llegar más rápido al zócalo. Ni en el avión ni en el taxi comenté nada: en el vuelo porque pensé que los que venían eran empresarios y priístas; en el taxi porque no tenía caso si estaba a punto de arribar al zócalo. Sin embargo desde cuadras antes no se veían ni se oían protestas, nada de mantas y al llegar al cruce de las calles de Tacuba y Brasil se me derrumbó el ánimo. Bajé del taxi, corrí la cuadra al zócalo y no vi nada. De inmediato me dirigí a la Sección IX democrática a unas seis cuadras de allí. La emoción había hecho que mi sangre le diera fuerza a mis piernas.
5. Al llegar con los compañeros de la sección Novena, que comenzaban a prepararse para una reunión y luego para marchar en protesta contra la mal llamada Reforma Educativa, les pregunté sobre lo que La Jornada había publicado diciéndoles que me había venido con prisa de Yucatán. Mis compañeros de la Instancia de Oaxaca, del DF y Michoacán, se echaron de carcajadas recordándome que aquella publicación respondía al festejo del día 28 que marcaba en el calendario “los santos inocentes” y que yo había caído como una “inocente palomita”. El teatrero Ricardo nunca estuvo en la ciudad de México y su correo fue enviado desde su domicilio convertido en teatro de Mérida, Yucatán.
6. Pinche Ricardo –seguramente en medio de la risa confirmando mi ingenuidad y además sabiendo que no uso celular- me hizo gastar una lana que no estaba programada. La Jornada se llevó un diez de calificación al dar una noticia el “día de los inocentes” para poner contentos por un día a todos los incautos que quisiéramos ver en las calles protestando y luchando a nuestro pueblo que por siglos ha sido engañado. No me cabe la menor duda que muchos que nos decimos objetivos y “científicos” sigamos viviendo de ilusiones creyendo que un día amaneceremos con un país a punto de hacer su nueva revolución, en esta ocasión autogestiva, sin dirigentes ni jerarquías. Bueno cumpliré con estar aunque fuera una semana. (28/XII/15)
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