Introducción: Lo que no cuentan
Cumplidos diez años del desembarco de la Misión de las Naciones Unidas
para la Estabilización de Haití (MINUSTAH) y a cinco años y medio del
terremoto del 12 de enero de 2010, se conocen poco las razones de fondo
que subyacen y explican la crisis política, social, y económica
haitiana.
La mención de Haití en la mayoría de los medios
masivos de comunicación se hace como referencia exclusiva a las
penurias, enfermedades y ayudas internacionales que recibe.
Problemáticas como la inseguridad de Haití, acrecentada desde la
ocupación de las llamadas “fuerzas de paz”, sólo aparecen en la agenda
mediática cuando se trata por ejemplo de la muerte de un militar chileno
integrante de la MINUSTAH en la zona de la frontera con República
Dominicana, muy oportunamente para culpar a las manifestaciones
populares que se estaban desarrollando y para que Chile anuncie la
continuidad de sus tropas en Haití.
Otro tema del que poco se
habla son las responsabilidades que tiene la MINUSTAH en la realidad
socio-económica angustiante de Haití junto a las numerosas ONGs
instaladas en el país caribeño luego del terremoto.
De manera
muy diferente a la amplia repercusión y divulgación que tuvieron los
episodios de revueltas conocidos como “primaveras árabes”, el clima de
agitación y movilizaciones populares imperante actualmente que exige la
realización de elecciones en Haití es ignorado casi por completo por los
contenidos de la información existente.
Ninguna omisión es
gratuita ni casual, cuestiones como la riqueza de los yacimientos de oro
y plata, la extranjerización de la economía agrícola, la propiedad de
la tierra, el mantenimiento del país como mercado para empresas
extranjeras y la vigencia de toda una estructura de dependencia
neocolonial del país caribeño con respecto a las potencias occidentales
(y sus organismos internacionales), se conjugan en ese silencio.
A continuación desarrollaré los ejes anteriormente mencionados sin
intención de ser exhaustiva pero con el propósito de demostrar que si
relacionamos información real sobre esos temas podremos llegar a una
comprensión del porqué del aislamiento de Haití en los medios de
comunicación sistémicos.
La militarización de Haití: La MINUSTAH no se quiere ir
La MINUSTAH se creó el 1 de junio de 2004 tras el golpe de Estado
llevado a cabo por Estados Unidos, Francia y Canadá que derrocó a
Jean-Bertrand Aristide, el presidente elegido democráticamente
perteneciente al partido Fanmi Lavalas. Tras vencer claramente los
sufragios en las dos elecciones en las que había participado, Fanmi
Lavalas fue ilegalizado en las elecciones 2010, que «ganó» el candidato
favorito de Estados Unidos, Michel Martelly.
La suma que
el Departamento de Estado estadounidense destinó a la ocupación militar
con fines de realizar “actividades de mantenimiento de la paz” fue de
117.111.216 dólares en el año 2013 y en la actualidad según el
economista y docente haitiano Camille Chalmers, el presupuesto de la
MINUSTAH ronda los 600 y 700 millones de dólares.
Por
Resolución del Consejo de Seguridad de la ONU 2180 del 2014 se resolvió
mantener la MINUSTAH en Haití hasta octubre de 2015 y con intenciones de
extender la ocupación al 2016 llegado ese momento.
En la
Resolución se decide que la dotación total máxima de la MINUSTAH (que
está integrada por soldados de 39 países) sea de 2.370 efectivos y un
componente de policía de hasta 2.601 efectivos, y se exhorta al
Secretario General a que se asegure de que se mantenga en el país una
dotación de efectivos cercana a la dotación actual hasta que presente su
próximo informe al Consejo de Seguridad.
La Resolución
fundamenta la permanencia de la MINUSTAH en el país isleño en el
mantenimiento de la “seguridad” pero no evalúa su “inacción” o falta de
avances en el flagelo del narcotráfico que ha aumentado. En este punto
viene a tema lo dicho por el Dr. Camille Chalmers quien asegura que
Haití se ha convertido en un país de tránsito de droga que va hacia
EEUU, “el 12% de la cocaína que ingresa a EEUU transitó por Haití
gracias a la presencia de la MINUSTAH”. Tampoco se menciona en la
Resolución como objetivo de trabajo, la recuperación del funcionamiento
de las instituciones, algo comprensible teniendo en cuenta las
relaciones que algunos establecen entre la MINUSTAH y el fraude en las
elecciones que llevaron a Martelly al poder.
Si se considera la
naturaleza de muchas de sus actuaciones, la MINUSTAH puede
caracterizarse como fuerza de ocupación ya que desde el principio sus
operaciones de «mantenimiento de la paz» implicaron la represión
política de los partidarios de Fanmi Lavalas. Recientemente ha disparado
fuego real contra manifestantes.
En América Latina, gracias al
programa IMET (Programa Internacional de Educación y Entrenamiento
Militar), proporcionado por la Universidad Nacional de Defensa de EEUU y
para la formación de cuadros militares en todo el mundo, trabajando
para crear una red militar multinacional en América Latina, se ha
capacitado a 10.000 estudiantes en doce países. Esto, por ejemplo,
permitió a los Estados Unidos poder reemplazar rápidamente sus tropas en
Haití MINUSTAH por soldados que son en su mayoría chilenos, argentinos y
brasileños.
El cólera
Esta formación militar
enviada por la ONU no ha contribuido a evitar los atropellos de los
derechos humanos y para colmos de males diversas investigaciones
científicas revelaron que los soldados de Nepal de la fuerza de la ONU
son los responsables de la introducción del Vibrio cholerae en Haití,
revelan diversas investigaciones científicas.
“A lo largo de
estos diez años la MINUSTAH ha recopilado un historial horrible de
violaciones de los derechos humanos entre las que se incluyen, entre
otras, las ejecuciones extrajudiciales, una epidemia de agresiones
sexuales contra hombres, mujeres y niños haitianos, la represión de
manifestaciones políticas pacíficas, además de haber desencadenado
debido a una negligencia criminal una epidemia de cólera que provocó la
muerte de más de 9.000 personas y la infección de otro millón de
personas.”-explican el Dr. Ajamu Nangwaya y Kevin Odmonds,
investigadores canadienses.
Si bien antes del terremoto
preexistían carencias sanitarias importantes de la población con
respecto al acceso a agua potable, procesamiento de excretas y acceso a
servicios de salud, la llegada del cólera de la mano de soldados
nepaleses integrantes de la MINUSTAH, desató una verdadera epidemia que
ya lleva un trágico saldo de 8000 muertos y no se vislumbra solución a
corto plazo.
El robo, el mantenimiento deficiente, la
corrupción y la falta de inversión, combinada con la falta de
saneamiento, han contribuido a la degradación de los sistemas, y a la
vulnerabilidad de Haití al cólera. Lo paradójico es que Haití es rica en
recursos hídricos, según un estudio realizado en 1999 por el Comando
Sur del Ejército de EE.UU., llamada Evaluación de los Recursos del Agua
de Haití. El ejército de los EE.UU. estudió el agua de Haití "para
proporcionar a Haití y a los planificadores militares de EE.UU. la
información precisa para la planificación de varios ejercicios conjuntos
de entrenamiento militar y ejercicios cívicos humanitarios de
ingeniería de asistencia."
El agua no es considerada un “bien
público” y a eso se ha sumado la sucesiva dependencia económica de los
gobiernos -préstamos y subvenciones- lo que significa que también están
sujetos a la buena voluntad de los "donantes".
Por ejemplo, un
contrato de préstamo de 54 millones dólares con el Banco Interamericano
de Desarrollo (BID), firmado en 1998, no entró en acción hasta hace muy
poco, porque Washington "enlenteció" toda la ayuda del gobierno con el
fin de presionar al gobierno de Jean-Bertrand Aristide. El préstamo
rehabilitaría y ampliaría los sistemas de agua en dos de las grandes
ciudades de Haití.
Las ONG, los préstamos y el negocio de la ayuda humanitaria
El plan de eliminación del cólera en Haití necesita de $ 2,2 mil
millones de dólares. Para los años 2013 y 2014, Haití estaba solicitando
unos $ 444 millones de ayuda económica.
Según el ex Primer
Ministro Lamothe , no se concretó el 52% de la ayuda económica que
muchos países se comprometieron a donar luego del terremoto y esto
impide la recuperación de Haiti. El F.M.I, por su parte, les prestó en
2010 (no les donó) 114 millones que deben empezar a devolver ya que han
pasado los cinco años y medio de gracia.
Las “ayudas” de EEUU o
Europa se materializaron en inversiones que fueron depositadas a obras
que realizan empresas de sus respectivos países, sin incluir a empresas
nacionales.
La ayuda internacional ha funcionado en Haití como
una empresa lucrativa disfrazada de obra de caridad. Aproximadamente el
80% de los fondos de la ayuda internacional consagrada a los países en
desarrollo acabó en las arcas de las empresas y ONG de los países
donantes. Lejos de ayudar, esta dinámica creó una relación de
dependencia que obstaculiza el desarrollo de las mismas estructuras que
podrían liberarlos de esta relación colonial.
Como explica
Fabrizio Lorusso en su artículo en Rebelión.org “Después del terremoto,
empezó una competencia de solidaridades y donaciones. ¿Quién daría más?
La Organización de las Naciones Unidas (ONU), gobiernos, empresas,
ciudadanos, sitios web, asociaciones y las más de diez mil
Organizaciones No Gubernamentales (ONG) presentes en el país vertieron
una masa de promesas y buenas intenciones, estimadas en cerca de 11
billones de dólares. Después de un año, sólo 5% de éstas había sido
presupuestado y la verdadera competencia se dio, entonces, para ganar
las licitaciones de las obras”.
La gestión del dinero fue
otorgada a la Comisión Interina para la Reconstrucción de Haití (CIRH),
bajo el mando del ex presidente de Estados Unidos, Bill Clinton, y el
primer ministro haitiano, un puesto que quedó vacante por más de un año,
tras la crisis política que sobrevino en 2011.
En los primeros
dos años de “reconstrucción”, no hubo prácticamente ningún avance, la
ciudad estaba igual, como a principios de 2010.
El hambre
Aunque es difícil de verificar existen informes que estiman que el
hambre en Haití hoy ha alcanzado su mayor extensión en los últimos
cincuenta años.
Sin embargo, las donaciones aportan millones de
dólares en “ayudas alimentarias”, “para el desarrollo” y la “asistencia
humanitaria”, y controlan programas de fomento que no tocan las causas
estructurales del hambre. Algunas fundamentales son : la pobreza, la
precariedad salarial y la privatización de todos los servicios; la
inexistencia de un registro de la propiedad de la tierra y su uso
clientelar; el impacto negativo de la “asistencia” internacional que
actúa según coyunturas y emergencias, por sus propios intereses, fuera
del poder del gobierno local
Actualmente, se siguen aplicando
las mismas políticas que llevaron a la quiebra a la industria del arroz
en Haití con la imposición de la eliminación de aranceles (al azúcar,
arroz y pollo haitianos) en 1995, lo que implica un deterioro permanente
al modelo de vida campesino e impide cualquier ensayo de soberanía
alimentaria. En la década del 70, Haití autoabastecía su consumo de
arroz, producto esencial en la dieta nacional. En cambio, actualmente,
importa el 82% de EEUU y el 50% del resto de comida que consume.
Los programas de ayuda han obligado a abrir el mercado haitiano y a
crear así millones de nuevos consumidores de productos estadounidenses,
como el arroz, las aves de corral, el cerdo y otros productos, al tiempo
que destruyen la producción agrícola local y cambian los hábitos
alimentarios de la población haitiana.
Organización popular y elecciones
La periodista haitiana Dady Chery describió la llegada del actual presidente de Haití así:
“Clinton y sus compañeros había empezado a buscar otra manera de seguir
manteniendo su dominio sobre el país y para ello era necesario un
presidente haitiano conveniente que, más concretamente, fuera popular
entre los jóvenes, pero careciera de patriotismo. Encontraron a su
hombre en el músico mediocre Michel Martelly”. Su elección se convirtió
en una simple formalidad después de que una comisión electoral excluyera
la participación del partido Fanmi Lavalas, que atraía al 80% del
electorado. Observadores de la Comunidad del Caribe (CARICOM) y de la
Organización de Estados Americanos (OEA) legitimaron los resultados a
pesar de las muchas irregularidades y de contar solamente con los votos
de aproximadamente el 20% del electorado en los críticos días
post-terremoto.
El presidente actual representa a lo más
atrasado de la oligarquía haitiana. Como tal, formó parte de las fuerzas
conservadoras locales muy ligadas a EEUU que perpetraron el golpe
contra Jean-Bertrand Aristide. Además, ha gobernado negando la
Constitución de 1987, y sin convocar a elecciones legislativas, ni de
ningún tipo. Creó una situación de vacío político e institucional
funcional al plan de retroceso político para anular conquistas
democráticas. Durante estos últimos cuatro años, el gobierno de Martelly
ha tenido excelente relación con toda la llamada comunidad
internacional, representado en el país por la Minustah. Este hecho
refleja la fuerte alianza entre las fuerzas conservadoras locales e
internacionales.
Sin embargo, llegado el momento de vencerse el
mandato de Martelly, el pueblo haitiano es parte de mucha agitación,
movilización e incertidumbre. El reclamo principal e ineludible es la
realización de los comicios para no caer en una “etapa de transición” de
38 meses prevista. Según Camille Chalmers quien es parte de Pati kan
pep la (Partido Político del Campo Popular), existe una gran
incertidumbre y descontento que puede desembocar en una subversión
popular si Martelly no llama a elecciones.
La crisis y falta de
legitimidad de Martelly vino aumentando desde 2011 y a fines de 2014
logró la renuncia del Primer Ministro Laurent Lamothe y su reemplazo por
Evans Paul, un líder de centro-izquierda que había luchado contra la
dictadura de los Duvalier y había sido alcalde de Puerto Príncipe por el
Frente Nacional por el Cambio y la Democracia encabezado por Aristide
en 1990. Martelly anunciaba la conformación de un gobierno de consenso y
la puesta en marcha de un órgano electoral para llevar a cabo las
elecciones municipales y legislativas, entre las ruidosas
manifestaciones de opositores que pedían su dimisión y el retiro de la
MINUSTAH.
Dos modelos en pugna
Según
Chalmers hace treinta años que Haití se debate entre dos modelos de
país. Uno es el proyecto del movimiento social y popular, el que derrocó
a la dictadura de Jean-Claude Duvalier en 1986. Éste tiene el objetivo
de construcción de un país democrático, que transforme las actuales
estructuras de desigualdad, opresión, exclusión y dominación que fueron
conformadas desde 1915, con la primera intervención militar de EEUU.
Frente a esto, se contrapone el proyecto del imperialismo
norteamericano, sumado al de otros imperialistas y a la oligarquía
haitiana.
El sistema neoliberal y de crisis institucional
actual se forjó gracias a tres grandes intervenciones militares: en
1994, con el regreso de Jean-Bertrand Aristide; en 2004, con el
establecimiento de la Minustah; y en 2010, con la excusa de terremoto.
Lo que peligra en esta pugna según Chalmers es “el legado de la
revolución antiesclavista fue que la tierra quedó en manos de los
campesinos. Por eso, hoy en día una de las ofensivas más importantes es
el intento de quitarles la tierra a los campesinos para transferirla a
las multinacionales aprovechándose de Martelly y de la coyuntura post
sismo”. En este punto se explica el temor y rechazo popular a una etapa
de transición preferida por fuerzas internas y externas que desean
reformar la Constitución de 1987 para permitir que entidades extranjeras
puedan ser propietarios de la tierra haitiana.
Después del
terremoto de enero de 2012, se observa una penetración y avance del
capital sobre todo en áreas económicas como la minería, el turismo de
lujo, las exportaciones agrícolas, así como la constitución de una zona
franca al norte. Respecto de la minería, se confirmó que en Haití hay
yacimientos muy importantes de metales como el oro y la plata, entre
otros, en el norte del país, y rápidamente nueve empresas mineras
extranjeras se instalaron.
Conclusiones
Como
vemos, las causas de la situación actual de Haití son mucho más
complejas que el reduccionismo de atribuir sus desventuras al terremoto
de enero de 2010.La “ayuda humanitaria” le ha acarreado una ocupación
militar que casi no ha aportado soluciones pero sí se ha inmiscuido en
su deteriorada institucionalidad y mantenido en el poder con dudosa
legitimidad a Martelly; las ONG y empresas extranjeras han obtenido
beneficios de las donaciones que tampoco han cumplido con los montos
prometidos. El proceso de neoliberalismo que se estableció en la isla
mediante los golpes de Estado y ocupaciones que atenta contra la
agricultura local presionando para la eliminación de aranceles, ahora
puso en su mira las riquezas mineras y en la enajenación del territorio.
Pero también Haití es sede de resistencias, agitaciones y
movilizaciones populares. Y es que pese a haber transcurrido en estos
últimos once años un proceso de cooptación e instrumentalización de los
movimientos sociales existentes por las ONG y Agencias de “Ayuda” de
EEUU y Europa, persisten formas de organización y protesta popular.
Todo está por verse hablando del primer país que se independizó en
América Latina con su Revolución negra en 1804. Ubicada en un punto
geoestratégico clave entre los proyectos más paradigmáticos y
contestatarios del imperialismo de América (Cuba y Venezuela), Haití
deberá crear su propio modelo emancipatorio con la inspiración en estos
vecinos legendarios con quienes ya mantiene fructíferas relaciones de
cooperación y mucho sustento por parte del Petrocaribe que integra.
Los periodistas y medios alternativos o que al menos no estamos
sometidos a los intereses del imperialismo mundial nos cabe el deber
ético de mostrar lo que se oculta de Haití, de sacarla del aislamiento
de la omisión.
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