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jueves, 24 de diciembre de 2015

Algunas lecciones de las derrotas electorales de la izquierda en América Latina






En forma sintética presento algunas de las lecciones que, desde una perspectiva solidaria pero crítica, he elaborado con ocasión de las recientes derrotas electorales que han sufrido los gobiernos de izquierda en Bogotá (alcaldía), Argentina (presidencia) y Venezuela (parlamentarias). Además, algunas de estas enseñanzas podrían servir para otros “procesos de cambio” que pasan por dificultades como en Brasil y revisar diversas prácticas que en países como Ecuador y Bolivia podrían convertirse en trabas para avanzar. 
No sobra decir que valoramos los esfuerzos realizados por los “gobiernos progresistas” para enfrentar las políticas antipopulares que impone la globalización neoliberal, así como las acciones para redistribuir una parte de los recursos canalizados por el Estado en el marco de una situación económica boyante en ingresos obtenidos de la exportación de materias primas (petróleo y otras), pero es claro que la caída de los precios de las commodities, ha sacado a relucir que la conquista de una verdadera autonomía (política y económica) requiere nuevas acciones y un replanteamiento a fondo de nuestras estrategias transformadoras.
Ésta presentación resumida de las “lecciones” exige la elaboración de un documento más largo que intentaremos trabajar en el corto plazo. Se trata de aportar al debate necesario para responder a los retos inmediatos con base en una evaluación sana, propositiva y solidaria pero sincera, franca y crítica, haciendo el esfuerzo por identificar los errores y las limitaciones que se han cometido o que sufren los “procesos”, tratando de no caer en las descalificaciones personales pero señalando sin temor lo que se consideran desviaciones burocráticas y tendencias dañinas que aparecen inevitablemente dentro de nuestras luchas.
Primera lección
Un verdadero partido o movimiento revolucionario no puede pretender dirigir la revolución con las mismas personas que están al frente del “Estado heredado”. Son funciones incompatibles. El equipo de gobierno (ejecutivo, legislativo y otros) debe estar subordinado a una fuerte organización política y sobre todo, más que todo, a un amplio movimiento democrático, que debe ser autónomo y capaz de controlar y cambiar –si es del caso–, a los “gobernantes” con la participación de toda la sociedad. Por eso en Colombia también estamos fracasando: los parlamentarios, los alcaldes, los gobernadores de “izquierda”, son a la vez, los “jefes” de los partidos o grupos.
Segunda lección
Hay que gobernar para el conjunto de la sociedad. Construir fuerza ciudadana amplia, incluyente y participante con base en realizaciones y soluciones concretas. Con ética y transparencia. Con sentido común, práctico y pedagogía política basada en el hacer más que en el decir. Bajarle a lo épico y al heroísmo individual. Las grandes transformaciones estructurales no parten del “Estado heredado”, ni de una persona por más brillante que sea, solo podrán hacerse con una sociedad organizada y movilizada. Mucha paciencia estratégica.
Tercera lección
Recuperar “lo público” y los “bienes comunes"” para la sociedad requiere un poder más fuerte y consistente que el que otorgan los votos. Los grandes capitalistas, poderosos constructores, monopolios de la tierra, inmensos conglomerados de comerciantes y financieros, sus politiqueros de oficio y medios de comunicación privados, no respetan ni su propia democracia. Se necesita unificar y organizar a las grandes mayorías ciudadanas y populares para poder derrotarlos, tanto en lo electoral como en la presión de calle organizada y pacífica. Es una tarea titánica que requiere visión estratégica, poco afán de figurar, nueva ética política y combinación creativa de la gestión “desde arriba” (Estado heredado) con la organización “desde abajo” (Nuevo Estado Comunitario y Colaborativo). Lo primero sin lo segundo lleva a la cooptación burocrática y a la frustración; lo segundo sin lo primero lleva al desgaste, aislamiento del conjunto de la sociedad y a la derrota.
Cuarta lección
El líder caudillista le hace un enorme daño a los procesos de cambio. Acaba con el espíritu crítico. Así él no lo desee, siempre termina rodeado de áulicos. Éstos se convierten en una barrera entre el líder y la gente. Poco a poco el “caudillo” convertido en gobernante, termina aislado de la realidad. Los áulicos convierten todo en intriga, envidia y burocracia inepta. El líder caudillista anula a las personas y no permite el surgimiento de otros liderazgos que lo cuestionen o le hagan sombra. El “caudillo” que no responde a la disciplina de un partido, acaba con los procesos de organización social y convierte a las organizaciones políticas en un nido de cortesanos. El líder caudillista es dañino para los procesos de emancipación de los trabajadores y los pueblos. El antídoto es la verdadera amistad, el pensamiento crítico, la organización democrática y la permanente evaluación.
Quinta lección
A pesar de las buenas intenciones de los gobernantes podemos afirmar que toda la política social y de lucha contra la pobreza impulsada por los “gobiernos progresistas” ha sido de tipo asistencialista y paternalista. No rompe con la matriz neoliberal y capitalista. Debemos diseñar planes y programas que desarrollen una visión integral y compleja de la vida. La formación para la vida, educación, salud, vivienda, recreación, apropiación del territorio, labor creativa, relación con su entorno ambiental, servicios públicos, proyectos productivos, deben ser repensados y trabajados con una visión integral. La única forma de salir de la pobreza es con una verdadera dignificación de la vida y del trabajo. Con subsidios asistencialistas y nuevos clientelismos nunca construiremos una nueva sociedad.
Sexta lección
El socialismo no se puede “construir” desde el gobierno, debe surgir desde el seno de la sociedad. Lo único que pueden hacer los gobiernos democráticos, progresistas y de izquierda es crear –con paciencia–, condiciones para que vayan apareciendo formas de Economía Colaborativa que superen a las formas capitalistas de producción en eficiencia y rentabilidad económica, social, cultural y ambiental, promoviendo nuevas prácticas de democracia directa, deliberante y participativa, en el marco de una democracia representativa controlada (cargos revocables, ningún privilegio, control social).
Esas condiciones para desarrollar un verdadero nivel de decisión participativa de las gentes requieren que los partidos y movimientos políticos que impulsan los “procesos de cambio” no se hagan ilusiones con los “Estados heredados”, comprendan que sólo llegan al gobierno y no al Poder, que para construir una Nueva Hegemonía se necesita un trabajo de largo aliento, que implicará triunfos y derrotas en el terreno electoral, y nuevas formas organizativas que combinen creativamente el pensamiento crítico, la acción política, el trabajo administrativo al interior del Estado Heredado, y la construcción paralela de nuevos espacios de Poder popular y ciudadano.
Para poder avanzar en esta enorme tarea deberemos derrotar dentro de nosotros mismos el paradigma que nos empuja a unas minorías a hacer cosas a nombre de las mayorías, o sea, a actuar como “salvadores supremos”. La base ideológica judeo-cristiana debe ser derrotada plenamente para poder desarrollar capacidades creativas de nuevo tipo.
@ferdorado

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