Ángel Guerra Cabrera
El
ex guerrillero José Dirceu, jefe de gabinete del primer gobierno de
Lula da Silva ha sido arrestado por orden del juez Sergio Moro. La
fiscalía lo acusa de ser autor intelectual y beneficiario del presunto
esquema de corrupción en la estatal Petrobras que sacude a Brasil desde
el año pasado.
El hecho marca un hito en la gigantesca operación de desprestigio de
la derecha y los pulpos mediáticos brasileños contra la presidenta
Dilma Rousseff, su administración y el gobernante Partido de los
Trabajadores (PT).
Curiosamente, pese a que hay políticos de todos los grandes partidos
involucrados en la trama, a los únicos que machacan el juez Moro y los
medios corporativos son a los del PT y sus aliados en el gobierno.
Juristas de prestigio no simpatizantes del gobierno han expresado dudas
sobre la imparcialidad y apego a la ley de Moro, que está apoyando sus
acusaciones en testimonios obtenidos a cambio de reducción de sentencia.
Pero no es Dilma el más importante blanco de la operación. No, el
objetivo principal es Lula, único líder popular en Brasil con carisma,
prestigio y capacidad para reconstituir el proyecto de justicia social,
soberanía nacional y apoyo a la unidad e integración latino-caribeña
iniciado en su dos mandatos y para ganar cómodamente una elección a
cualquiera de los candidatos de la derecha.
La prueba es que mientras la feroz y bien orquestada conspiración
derechista, y, también, la situación económica y errores del gobierno,
han hecho hundirse estrepitosamente la popularidad de Dilma y del PT,
la de Lula sigue indemne. En círculos políticos y periodísticos se
afirma que después de la detención de Dirceu puede venir la de Lula en
cualquier momento. Aunque el ex presidente todavía no ha sido acusado
de nada, Dirceu fue su asesor y hombre de confianza hasta que renunció
en 2005, secretario general del Partido de los Trabajadores de 1995 a
2002 y jefe de su campaña cuando llegó a la presidencia. La oposición
ha convocado a una marcha el 16 de agosto supuestamente contra la
corrupción en Petrobras que considera el preámbulo del juicio político
a Dilma.
Dirceu ya estaba en prisión domiciliaria desde 2012, urdida por
jueces y medios de difusión venales, que entonces, igual que ahora,
intentaban acabar políticamente con Lula. Se basaron en un caso real de
corrupción que involucraba de lleno al PT y llevó a Dirceu a la
renuncia. La corrupción es particularmente consustancial a buena parte
de la política brasileña.
El
juez Moro es una ficha de la cadena O Globo y de la derecha local,
dedicados a tiempo completo a lograr la restauración neoliberal en el
país. No es casual que el magistrado haya sido nombrado Personalidad
del Año por esa corporación mediática y que se haya convertido en la
estrella rutilante de la gran prensa brasileña: reaccionaria,
proimperialista y enemiga jurada de Lula desde que era candidato.
Pero esta operación, en la que participan el capital financiero
internacional y casi seguramente los servicios secretos de Estados
Unidos –que espiaron descaradamente a Dilma–, no lleva sólo dedicatoria
a Brasil. Puesto que si Lula fuera procesado y condenado, la
restauración conservadora en el gigante sudamericano parecería
imposible de detener, lo que implicaría, a su vez, un rudo golpe a la
unidad e integración de América Latina y el Caribe (ALC).
La ofensiva oligárquico-imperialista en nuestra región ya lleva
tiempo. Condujo a los golpes de Estado y derrocamiento de los
presidentes de Honduras y Paraguay, Manuel Zelaya y Fernando Lugo.
Mucho más, a intentos golpistas contra todos los gobiernos
posneoliberales, excepto el de Uruguay, y hoy, además de en Brasil,
continúan los aprestos desestabilizadores en Ecuador, Argentina, El
Salvador y, por supuesto, Venezuela, adonde Washington y la derecha
internacional dirigen el golpe principal dado su carácter de puntal del
proceso de unidad e integración regional, además de poseer las mayores
reservas de petróleo en el planeta.
En Ecuador y Argentina se corrobora estos días que la derecha y el
imperialismo solamente aceptan el juego democrático cuando es funcional
a sus intereses. Imposibilitados de derrotar electoralmente a Correa o
al kirchnerismo, su arma principal es el llamado golpe blando mediante
las campañas de calumnias de las corporaciones mediáticas y, también la
violencia, con tal de echar abajo a proyectos que han demostrado cuánto
bienestar puede proporcionarse al pueblo aplicando políticas distintas
a las neoliberales.
Twitter: @aguerraguerra
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