Eric Nepomuceno
La Jornada
Los
días previos a la marcha que la derecha –con pleno respaldo de los
partidos de oposición– preparó para hoy en todo el país para exigir la
destitución de Dilma Rousseff, una figura clave de la política
brasileña volvió al centro del escenario: Luiz Inacio Lula da Silva.
Concretamente, el ex presidente asumió la defensa del fragilizado
gobierno de su sucesora, que también en los últimos días parece haber
abandonado la inercia que la llevó a un aislamiento peligroso y a la
casi parálisis de su gestión.
Además de reunirse con parlamentarios, Lula participó en actos de
apoyo a la mandataria y confirmó que, a partir de ahora y como había
anunciado en junio, pasará a viajar por todo el país para defender
programas del gobierno. Lula se reunió, en Brasilia, con el
vicepresidente y articulador del gobierno junto al Congreso, Michel
Temer, y también con el presidente del Senado, Renan Calheiros, que
luego de haber actuado de manera oscilante desde febrero parece haber
regresado a la alianza de los partidos con el PT. Además, participaron
del encuentro caciques del PMDB, principal partido aliado, en un
intento de contener los brotes de rebelión que amenazan al gobierno.
La inestabilidad que persiste desde el inicio del segundo mandato de
Dilma Rousseff se mantiene, pero al menos en este primer momento no
parece dar muestras de agudizarse. En las últimas semanas el gobierno
sufrió severas e importantes derrotas en la Cámara de Diputados, cuyo
presidente, Eduardo Cunha, del PMDB, actúa como incendiario enfurecido.
La idea es movilizar a los senadores, buscando un contrapunto. Y en ese
caso, la actuación de Lula da Silva se hace esencial.
En público, el ex presidente defiende que se intente un acercamiento
a Eduardo Cunha. Pero en la intimidad sabe que se trata de algo
imposible, y que la principal esperanza para neutralizarlo es que la
procuraduría general de la Unión presente una denuncia formal, junto a
la Corte Suprema, como consecuencia de la investigación judicial en
curso, a raíz de denuncias de corrupción. Con eso, el parlamentario se
vería forzado a abandonar la presidencia de la Cámara. Eduardo Cunha
tiene una vasta historia de denuncias en su contra, pero siempre logró
controlarlas. Ahora se encuentra bajo amenaza real y concreta, y por
eso reacciona tratando de inviabilizar al gobierno.
Dilma Rousseff parece haber finalmente decidido atender las súplicas
de Lula y defenderse de las presiones. Lo que no se puede prever de
momento es si la mandataria no tardó demasiado para salir de su
inercia. Es importante recordar que las investigaciones sobre
corrupción en Petrobras y otras empresas estatales, principalmente en
el sector eléctrico, siguen avanzando, y nuevas revelaciones gotean
cada día. Las denuncias contribuyen con fuerza para mantener al
gobierno y al PT bajo presión permanente, en un desgaste que ya provocó
que Dilma tenga los menores índices de aprobación de cualquier
presidente desde el retorno de la democracia, hace 30 años.
Hace
unos días, el presidente del Senado, Renan Calheiros, en un claro gesto
de acercamiento al gobierno, divulgó un paquete de medidas económicas,
cuyo objetivo es calmar al empresariado y a la opinión pública. En
realidad, son medidas polémicas, elaboradas por el ministro de
Hacienda, el neoliberal Joaquim Levy, y por el economista Delfim Netto,
quien fue llamado de zar de la economía en la dictadura
militar y se transformó en interlocutor privilegiado de Lula y de
Dilma. Las medidas tendrán que ser aprobadas por el Congreso. Eduardo
Cunha, como era esperado, ya anunció que las derrotará en la Cámara de
Diputados. Lula cree que logrará convencer a un número suficiente de
parlamentarios para que las aprueben.
También como forma para salir del aislamiento y de la parálisis, se
espera que Dilma finalmente entienda la urgente necesidad de una
reforma radical de su gabinete. Es otro aspecto en el cual Lula viene
insistiendo desde hace meses: que la mandataria se haga rodear por
ministros expresivos, en lugar de la formidable colección de
mediocridades que la acompaña. El número de ministros y secretarios con
rango ministerial –nada menos que 39– también podrá ser reducido.
Además de la incertidumbre, la falta absoluta de iniciativa en la
casi totalidad de los ministerios hace que resulte difícil retomar
acciones que recuperen al menos parte de la popularidad perdida.
Al mismo tiempo, las constantes denuncias que involucran al PT en
actos de corrupción impiden que el partido reconquiste un espacio vital
que fue perdido, el de las calles.
Con Lula, hace pocos días, al menos parte de esa tradición pareció
volver: en un acto en Brasilia, 30 mil personas se reunieron para
escucharlo. Pero cuando se sabe que la derecha pretende poner al menos
un millón de manifestantes en más de un centenar de ciudades para
exigir la destitución inmediata de Dilma, ese número se hace casi
insignificante.
De todas formas, la reaparición de Lula da Silva en el centro del
escenario puede significar un nuevo intento de recuperación. Ojalá
resulte
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