Joan Martínez Alier *
El
13 de agosto marché por las calles de Quito con varios amigos y decenas
de miles de personas. Tras conversar estos días con defensores y
opositores al presidente Correa, creo, en primer lugar, que la
popularidad de Correa desciende. (En la encuesta de Cedatos está en
poco más de 40 por ciento, durante siete años se mantuvo por encima de
60 por ciento en el mismo sondeo).
Un factor principal es su agresividad verbal, su prepotencia. Otro
factor es la percepción de la crisis económica, que se da también en
otros países sudamericanos. El déficit de la balanza comercial de
Ecuador será el doble este año que en 2014. Las exportaciones no pueden
ya pagar las importaciones. El país vende petróleo por adelantado. La
última venta con Tailandia: cobrar hoy para entregar en el futuro.
Ecuador se endeuda. Además, está dolarizado, no puede devaluar, como lo
hace Colombia, un importante socio comercial.
En segundo lugar, regresan las manifestaciones en la calle. En
Guayaquil esas marchas son más de derecha que en Quito. La movilización
del 13 de agosto en Quito fue liderada por indígenas y tuvo mucha
participación indígena. Contó también con participación de sindicatos,
partidos marxistas, médicos de bata blanca y abundante clase media. Las
peticiones eran diversas: anulación del Decreto 16 contra las
organizaciones no gubernamentales, apoyo a escuelas de educación
bilingüe, apoyo a la caja del seguro social y a los jubilados. Una
petición general es el rechazo a enmendar la Constitución de 2008 no
por referendo, sino por aprobación de la Asamblea (el Parlamento).
Entre esas enmiendas constitucionales, algunas son triviales. La más
importante es la que permitiría la relección presidencial. Correa lleva
de presidente desde enero de 2007 con muchos éxitos de gestión, pero
con poca perspectiva para continuar repartiendo las rentas de la
exportación de productos primarios, cuyos precios han bajado. Tiene en
su pasivo político casos de corrupción en su gobierno y decisiones
antiecologistas, como la de explotar el petróleo del Yasuní y la
minería de cobre en la cordillera del Cóndor y en Intag (¿pero con el
cobre a 2.5 centavos por libra y con fuerte oposición local, quién va a
invertir?).
Según con quien uno hable, el presidente Correa tiene otros defectos
u otras virtudes. Pero el tema político crucial va a ser la propuesta
de cambiar la Constitución para permitir la reelección. Si Correa no
fuera tan terco, respondería a las manifestaciones callejeras y a los
cortes de ruta, no imaginando conspiraciones para derribarlo por la
fuerza (cosa que no se plantea), sino con un anuncio público de que
renuncia a la enmienda que permitiría la relección presidencial. Eso
inmediatamente calmaría los ánimos y abriría un panorama político
distinto. Sería también una sabia decisión para mejorar su lugar
histórico.
Al no
atreverse a poner esa enmienda en un referendo, la deberá pasar por la
Asamblea (donde Alianza Pais tiene mayoría absoluta desde 2013). Tiene
plazo hasta diciembre de 2015, con vistas a la elección de 2017. El día
que eso ocurriera habría 100 mil personas delante de la Asamblea
(totalmente blindada por las fuerzas del orden). Resonaría el popular
grito que escuché hace unos días:
Quito no se ahueva, carajo!Habría enfrentamientos, donde la izquierda, los indígenas, los ecologistas, pondrían las víctimas en beneficio de la derecha neoliberal. ¿Es eso lo que quiere Alianza Pais?
El gobierno de Correa se encamina por una senda de represión. Para
muestra, el 13 de agosto la policía detuvo, maltrató y anunció la
deportación de Manuela Picq, periodista brasileña y pareja de Carlos
Pérez, dirigente de Ecuarunari y veterano opositor de Correa por la
minería de oro en Quimsacocha. La policía también detuvo y golpeó a
Salvador Quishpe, prefecto de la provincia de Zamora Chinchipe.
¿Es capaz Correa de tragarse su vanidad y renunciar a la relección,
ayudando a preparar un nuevo candidato para 2017? Dentro de su partido,
Alianza Pais, Correa no ha dejado sobresalir a líderes de distintas
inclinaciones. Todas y todos han sido políticamente infantilizados por
el gran jefe.
Se dice que un candidato posible de Alianza Pais podría ser Lenin
Moreno, vicepresidente en los primeros seis años de Correa, persona
apacible, nada agresiva, muy popular y muy eficaz en programas de ayuda
a discapacitados. En segundo lugar, el guayaquileño Ricardo Patiño,
canciller y, a la vez, hombre de partido, o el quiteño economista
Fánder Falconí, un fundador de Alianza Pais, ex canciller que dimitió
por defender el Yasuní.
También se habla de Ramiro González, del partido Avanza, estrecho
aliado de Alianza Pais hasta que en abril de 2015 se desmarcó al
oponerse a la decisión del gobierno de no contribuir a la caja de los
jubilados como debería hacer.
* Profesor de la Universidad Autónoma de Barcelona
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