Opinión
Por
estos días proliferan por doquier en San Juan de Puerto Rico y otras
ciudades de la isla anuncios de la puesta en venta de viviendas fijados
por más de 144.000 puertorriqueños que están abandonando la isla para
marchar al exterior en busca de empleo. Algunos de estos carteles
expresan, como pretendida represalia a los causantes de su desgracia: “Se vende esta casa, pero no a los americanos”.
La
grave situación actual de Puerto Rico, por dolorosa que sea, pudiera
constituir el augurio de un nuevo despertar de la conciencia patriótica
del pueblo borinqueño que le abra merecido paso a su plena inclusión en
la parte de América a que pertenece por derecho propio. No se puede
responsabilizar por desgracias como la actual crisis a los
puertorriqueños, cuando el comercio exterior, la moneda, las
comunicaciones, las leyes y procedimientos de ciudadanía y
nacionalidad, la navegación interna y externa, los procedimientos
migratorios, laborales y salariales, la tierra, los espacios aéreos,
las costas y fronteras, los puertos, los bosques, el subsuelo mineral,
así como el servicio militar ciudadano y la defensa del país, son de la
incumbencia de un poder extranjero.
Desde la invasión
estadounidense de la Isla en 1898, Puerto Rico ha conocido,
sucesivamente, la ocupación militar en los dos primeros años; un
gobierno civil con gobernador y juez supremo nombrados por el
presidente de Estados Unidos hasta 1948; un gobernador nativo de
orientación anexionista (Luis Muñoz Marín), igualmente designado por
Washington, con un cuerpo Legislativo bicameral restringido a
propietarios bilingües sujeto a veto imperial, y un “Estado Libre
Asociado”, instaurado en 1952 para enmascarar el status colonial,
otorgando a la Isla derecho a una Constitución y a la elección de
gobernador y parlamentarios, pero manteniendo y asegurando la
subordinación colonial a Estados Unidos.
Actualmente hay
en el reducido territorio de Puerto Rico unas 15 bases norteamericanas
bajo el mando US Atlantic Command (LANTCOM). La actual situación de
bancarrota en la que ha caído Puerto Rico obedece, ha dicho su
gobernador Alejandro Padilla, a que el país no tiene dinero para pagar
su deuda de 73 mil millones de dólares a sus acreedores, cifra que
representa el 100 por ciento de su PIB (Producto Interno Bruto). No ha
podido siquiera cancelar en fecha reciente un pago parcial de 58
millones de dólares a la CFP (Corporación para el Financiamiento
Público) del que sólo logró desembolsar una fracción de 628 mil
dólares. El Gobierno colonial se ha declarado oficialmente incapacitado
para pagar la deuda (default) sin que se vislumbre solución por el
momento. Ni Washington ni el Fondo Monetario Internacional se han
pronunciado sobre el asunto ni han aportado soluciones remediales que
eviten que el país se declare insolvente hacia el fin de este verano.
Según
criterio de la periodista peruana Vicky Peláez en la revista rusa
Sputnik, “en realidad la deuda del país empezó a crecer desde los años
1970. Su economía desde la mitad del siglo pasado estaba basada
principalmente en la industria farmacéutica pero con la aparición de
las maquiladoras en México y en Asia, este sector empezó a trasladarse
a aquellas regiones en búsqueda de la mano de obra más barata y de
mayor productividad. Para atraer las corporaciones multinacionales a la
isla, Washington las exoneró del pago de impuestos y con ello debilitó
aún más a la economía local”. La crisis hipotecaria al comienzo del
Siglo XXI afectó aún más al país con su política de liberalización de
la hipoteca.
En 2006, el gobernador de Puerto Rico,
alarmado por el débil crecimiento del PIB tomó la decisión de suspender
la exención fiscal a las corporaciones lo que provocó el éxodo y el
cierre de las compañías. El país entró en recesión y la emigración de
boricuas, principalmente a la Florida y Nueva York creció
alarmantemente. Hoy, un 45 por ciento del total de 3,5 millones de
habitantes de la isla vive en la pobreza y el 83 por ciento de los
niños habitan en áreas pobres.
Puerto Rico sufre las
consecuencias del coloniaje clásico, aquel en el que un país extranjero
decide y tiene capacidad violenta y política para administrar la vida
pública y colectiva de otro país. Pero las noticias que llegan de allí
reflejan una profundización de la conciencia de que la eliminación del
sistema colonial a que ha estado sometido por Estados Unidos durante
los últimos 117 años es el único camino hacia el logro de la
independencia y el ejercicio pleno de su soberanía nacional,
propiciadores del reconocimiento y apoyo internacional indispensables
para el desarrollo del país.
Agosto 22 de 2015.
- Manuel E. Yepe http://manuelyepe.wordpress.com/
http://www.alainet.org/es/articulo/171894
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