Opinión
En
las elecciones primarias del domingo estaba claro que el Frente para la
Victoria (FPV) obtendría el triunfo, superando a la alianza Cambiemos
(PRO-UCR-CC) de Mauricio Macri, y UNA de Sergio Massa. La incógnita de
cara a octubre se centraba en la diferencia que lograría descontar la
oposición respecto a la propuesta del kirchnerismo sin candidato K. Las
PASO funcionan en Argentina a modo de gran encuesta nacional; sirven
para comenzar a reordenar las voluntades para la elección definitiva.
Con el 97,84% escrutado, el Frente para la Victoria se impuso a nivel
nacional con 38,41% obteniendo victorias en 20 de las 24 provincias del
país. Scioli aventajó a Macri por 14 puntos, pero no consiguió superar
el 40% al que apuntaba para alejar el fantasma del ballotaje en
octubre. Scioli ganó, pero no logró instalar la idea de ser posible
candidato electo en primera vuelta en las presidenciales (para lo cual
debería obtener más del 45% o diez puntos de diferencia sobre el
segundo logrando al menos el 40%). El 24% que obtuvo Macri también le
sabe a poco para proyectarse como posible presidente, aunque si suma a
sus aliados de Cambiemos, llega al 30%, y entonces, la distancia se
acorta. Por su parte, Massa, si bien quedó a 24 puntos de Scioli,
venció en su interna y logró su objetivo de romper la polarización
entre el FPV y el PRO. A nivel nacional la suma de su alianza UNA
obtuvo un 20%, lo que representa un buen caudal de votos para volver a
meterse en la pelea por un lugar en el ballotaje, o incluso ante un
escenario de segunda vuelta entre Scioli y Macri.
Así, el
escenario está abierto de cara a octubre. Pero las definiciones en
Argentina no sólo se mueven en el plano de la disputa electoral por qué
fuerza política ocupará el sillón presidencial, sino que hay mucho en
juego también al interior de la propia fuerza gobernante. A partir del
10 de diciembre, la asunción del próximo presidente marcará un relevo
en el gobierno tras 12 años de presidencias K, entre Néstor y Cristina
Fernández. Este es sin duda uno de los mayores desafíos que enfrentan
los gobiernos de nueva izquierda en la región: la sucesión presidencial.
En
el caso de Argentina, Scioli no es para CFK lo que Dilma para Lula,
mucho menos lo que Maduro para Chávez. Nunca fue un hombre de su plena
confianza, aunque siempre mantuvieron una alianza política. Ante la
imposibilidad constitucional de ser reelegida, Scioli -resistido hasta
hace muy poco por el núcleo duro de votantes K- fue ungido por CFK como
único precandidato presidencial, en una fórmula que incluye como vice a
Carlos Zannini, expresión más representativa de ese núcleo duro. Pero
si Zannini representa al kirchnerismo “puro”, Scioli expresa la otra
pata del proyecto político en el gobierno, la identidad del peronismo
“clásico” readaptada a la época K.
Llegó a la política de
la mano de Carlos Menem y Eduardo Duhalde en los '90 proveniente del
mundo del deporte, con un gran peso mediático como único capital
político. Durante los 12 años del kirchnerismo mantuvo una relación
orgánica pero por momentos distante con el gobierno, con diferencias
más notorias con CFK que con Néstor. Es cierto que fue Kirchner quien
lo puso en la gobernación de Buenos Aires en 2007, pero esa decisión
probablemente se explique más en lo pragmático-electoral que en el
plano de afinidad político-ideológica. Y probablemente esa performance
electoral de Scioli, su alto grado de conocimiento entre los votantes y
su capacidad para enrolar a los sectores más anquilosados del
justicialismo, también haya sido determinante en la definición de
Cristina Kirchner.
Si bien el kirchnerismo tiene un
origen y una pertenencia indiscutida en el peronismo, 12 años de
gobierno con sello propio y con fuertes liderazgos presidenciales,
sobre todo de Cristina Fernández, fueron dando forma a una identidad
política con características propias como la política de derechos
humanos, la política regional e internacional y el rol de la juventud.
Es
decir, la diferencia entre Cristina Fernández y su probable sucesor no
es sólo de “estilo” sino también política. Y esto se percibió anoche en
el festejo por el triunfo, al que la presidenta no asistió. Con una
estética diferente a lo que el kirchnerismo acostumbraba, Scioli y
Zannini subieron al escenario acompañados solo por sus esposas, sin la
presencia de ministros y funcionarios. El discurso de Scioli ratificó
lo que ya había comenzado a delinear en su cierre de campaña. Con el
eje puesto en el desarrollo, la inversión, el progreso y la
“previsibilidad”, sostuvo que está dispuesto a profundizar lo que haya
que profundizar y a cambiar lo que haya que cambiar, y a hacerlo “a su
manera”, buscando comenzar a fortalecer una impronta propia. Dedicó su
triunfo a Néstor Kirchner, y un agradecimiento más moderado a CFK. A
Zannini, le agradeció por su “acompañamiento” y “consejos”, marcando
claramente los roles que espera a futuro. Scioli se mueve muy cómodo en
la no confrontación como marca de estilo político. Sin referencias a la
identidad política kirchnerista, no sonó tan forzado su mensaje a
votantes de otros candidatos de sectores del peronismo no K para que lo
acompañen en octubre, como sí lo pareció su primer guiño a la
“juventud”, uno de los pilares del kirchnerismo.
En el
camino hacia octubre Scioli necesita ampliar su caudal electoral para
intentar imponerse en primera vuelta. Este 38% nacional está todavía
muy alejado del 50% que había obtenido Cristina Fernández en las PASO
de 2011. Incluso en la provincia de Buenos Aires, el 39,5% de Scioli
quedó a diez puntos de lo él mismo que había obtenido en las PASO a
gobernador de 2011 (en esa ocasión, igual que ahora, las elecciones
locales y nacionales fueron simultáneas por lo cual compartía boleta
con CFK). De aquí en más, habrá que ver si en este camino que se abre
hacia la Casa Rosada, Scioli decide apelar a consolidar el núcleo de
votantes del kirchnerismo o si elige mostrarse más moderado para buscar
adeptos dentro de lo que es hoy el espectro de la oposición, como
pueden ser sectores del peronismo no K (como los que integran la
alianza de Massa, UNA). En definitiva, la principal incógnita para los
próximos años no es tanto quién gobernará Argentina sino cómo será de
aquí en más el kirchnerismo sin Néstor y sin Cristina Kirchner.
http://www.alainet.org/es/articulo/171622
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