Elaine Tavares
Adital
El
Ecuador vive días de mucha turbulencia por cuenta de las protestas
indígenas que están en todo el país desde principios de agosto. En
primer lugar, se organizó una marcha que salió desde varios lugares
del país en el 02 de agosto hacia la capital, Quito. Fueran más de
mil kilómetros recorridos por sendas de Ecuador, con la
participación de los indígenas, campesinos, jubilados y
trabajadores urbanos. En la pauta de reivindicaciones estaban las
demandas indígenas sobre el territorio, sobre la necesidad de
consultas públicas, en contra de las leyes de minería, educación,
agua y herencia. También estaba la agenda de los trabajadores
urbanos en lucha contra la política económica y social del
gobierno, incluyendo el corte de 40% de las pensiones. Buscaban aún
la suspensión de las negociaciones sobre el acuerdo comercial que
está en curso entre el gobierno ecuatoriano y la Unión Europea, que
creen ser muy perjudicial para el país.
No
es de hoy que las comunidades indígenas luchan contra numerosos
proyectos y leyes del gobierno federal. Desde el final del primer
mandato de Rafael Correa han surgido las primeras escaramuzas en
función de la propuesta de ley de minería que, en opinión del
indígena abrió el territorio para la destrucción y la
contaminación de los ríos. A lo largo del gobierno de Rafael Correa
él ha propuesto una "explotación sostenible" de petróleo
y minerales dentro de un proyecto de "desarrollo sostenible”, que
fue tomando el control. Pero con el pasar del tiempo la gente se ha
dado cuenta de que no tenía nada sostenible en eso desarrollo y que
no respetaba el principio básico, garantizado por la Constitución,
de consultar a los pueblos indígenas sobre el proceso de minería en
sus tierras.
Así
que muchas tierras fueron cedidas a empresas transnacionales para la
exploración de petróleo y otros minerales. Se detectó la
utilización incluso del mercurio en muchos de estos proyectos
mineros que han comenzado a contaminar los ríos, que son la base
para la supervivencia de muchos pueblos indígenas y campesinos,
además de tener fuerte sentido espiritual, pues son en los ríos que
nacen los dioses.
Con
el tiempo las luchas de los pueblos indígenas empezaran a crecer y
la respuesta del gobierno de Correa, en lugar de diálogo, fue la
descalificación del movimiento e incluso la persecución. Un ejemplo
fue el desalojo de la CONAIE, una de las más importantes
organizaciones indígenas del país, de un edificio público que la
entidad ocupa desde los años 80. Hasta ahora la gente indígena aún
lucha para asegurar su estancia en el hogar histórico que ha servido
como base para de grandes levantamientos políticos, incluyendo el
derrocamiento de Lucio Gutiérrez en 2005, y apoyo a la elección del
entonces joven economista Rafael Correa.
Otro
ejemplo de la persecución de los indígenas aparece en el cierre de
la Universidad Intercultural Amautay Wasy, una institución creada
por los pueblos originarios para una formación desde la lógica
indígena del equilibrio con la tierra y del conocimiento compartido.
Fue cerrada por no estar dentro del modelo de educación colonizada,
que es combatido por los movimientos.
Debido
a esta falta de correspondencia entre el discurso socialista de
Correa y la realidad en el trato con las demandas indígenas, las
peleas fueron profundizando. Por un lado, el presidente siguió con
la política de descalificación, señalando los movimientos como
desestabilizadores como instrumentos de la derecha, como parte de un
golpe de estado contra la democracia. Y por parte de los indígenas,
los movimientos siguieron presentando sus demandas , sin rendirse
ante el discurso intimidatorio de Correa.
En
este mes de agosto, la Marcha por la Dignidad era más uno de esos
momentos de lucha legítima de los pueblos indígenas por el derecho
a vivir de acuerdo a sus enseñanzas y su manera de organizar la
vida. Pero también había un descontento del movimiento social y
sindical sobre la política económica y social que aplica el
presidente, y se buscó la integración de las luchas que culminaron
luego en un "paro general," en el 13 de agosto, en Quito.
Nada más y nada menos que las manifestaciones normales dentro de un
estado democrático.
Resulta
que el gobierno decidió enfrentar las manifestaciones como si fueran
actos de desestabilización y el 13 de agosto se transformó en una
plaza de guerra en la capital. Con la policía actuando en la
represión violenta, la reacción de los indígenas fue natural, de
resistencia. Cualquiera que conozca la historia de Ecuador es muy
consciente de que los movimientos indígenas son guerreros y no
intimidados por la fuerza. Incluso cuando están en minoría actúan
con firmeza, cerrando carreteras, tirando piedras, enfrentando a la
policía sólo con sus cuerpos. Es un pueblo acostumbrado al choque.
Vívelo desde la época de la invasión española y sabe muy bien que
no hay alternativa para garantizar el derecho a vivir su cultura a
menos que haga la lucha.
La
jornada del 13 de agosto tuvo el "kit básico" de la
violencia institucional. Una gran cantidad de personas heridas,
líderes golpeados, personas arrestadas, entre ellas la
periodista brasileña Manuela Picq, quien también es compañera de
un de los líderes indígenas, Carlos Pérez. El descontrol de Rafael
fue tan grande que la intención era expulsar a la brasileña, por el
simple hecho de que era la mujer de Pérez, en otro acto de venganza
que sólo aún no se ha materializado debido a la reacción inmediata
de la gente.
Desde
los días antes de la llegada de la marcha hacia Quito el presidente
ecuatoriano hizo declaraciones rimbombantes, descalificando los
indígenas y dijo que la acción sería insignificante. No lo fue. Y
por lo que no era, acabó por usar la fuerza extrema.
Los
acontecimientos del 13 desataron una serie de levantamientos
indígenas en todo el país y desde aquel día distintas partes de
las comunidades de Ecuador están en rebelión, con el cierre de
carreteras y con la reivindicación de que el gobierno respete la
gente indígena y sus d demandas. La represión ha sido violenta y
despiadada.
Correa,
en lugar de diálogo, continúa con la misma política de
intimidación y represión. En los pueblos hay numerosos casos de
indígenas que hacen frente a la policía. En la televisión nacional
y en los medios de comunicación internacional, el presidente insiste
en la idea de que hay un intento de golpe de estado en curso.
Nadie
es ingenuo para no saber que la vieja derecha ecuatoriana vibra y
participa en muchas de estas protestas que tienen lugar en el país.
Pero es la postura de Rafael Correa delante de las demandas populares
que en realidad ha sido responsable por los enfrentamientos. Si
alguien está haciendo el juego a la derecha, al parecer es Correa,
que prefiere descalificar a los indígenas, intentando colar en ellos
la responsabilidad de un "golpe de Estado" y de la creación
de focos de violencia en todo el país.
Para
los pueblos originarios no hay novedades en eso. Como se ha dicho,
desde la llegada de los invasores españoles ellos son vistos como
personas de la segunda línea. Y a pesar de que han tratado de
resistir a las masacres que siguen desde hace cinco siglos, su manera
de vivir la vida no encuentra respeto entre los blancos bien-nacidos
y criados en la cultura colonizada. Mientras que están ocultos en
los valles, está bien. Pero si por casualidad están reivindicando
algo, entonces el panorama se cambia.
En
Ecuador, después de las grandes rebeliones de los años 90 y en los
2000, el movimiento indígena ha crecido y se convirtió en una
fuerza considerable en el proceso constitucional durante el primer
gobierno de Correa. Y tanto así que dejó su huella en la
Constitución que garantiza los derechos a la naturaleza, la
plurinacionalidad y pone el Sumak Kausay (bien vivir) como un
principio nacional.
Pero,
en la práctica, la presencia indígena en la Constitución parece
ser simplemente decorativo. La naturaleza sigue siendo destruida en
nombre del progreso, los indígenas son tratados de nuevo como
salvajes que buscan evitar el desarrollo y cualquier movimiento que
hacen gira a "la derecha".
Ecuador
- a través de sus fuerzas hegemónicas - muestra que aún no ha
entendido el mundo indígena, como Rafael dijo que entendía, incluso
llegando a hablar la lengua quichua. Parece que era apenas una escena
para buscar el apoyo electoral de los pueblos indígenas. En
realidad, la manera de vivir indígena – el bien vivir - no es
comprendido o aceptado. Más bien, es llamado irónicamente como
"pachamamismo", es decir, visto como una i-razón, una idea
anacrónica y poco práctica. Muchos intelectuales de izquierda,
incluso piensan así, incapaces de darse cuenta de que el mundo
indígena requiere otra episteme que sea entendido.
En
un país como Ecuador, de mayoría indígena, si no hay una verdadera
comprensión del ethos cultural que sobrevive y se impone, uno no
puede gobernar. Y, por supuesto, ahora, no va a ser por la acción de
la derecha o por la intervención de Estados Unidos. Será por
incapacidad política pura.
Todavía
hay un largo camino - incluso en la izquierda – para que se llegue
a la comprensión de que los conceptos colonizados no encajan en la
estructura del mundo indígena.
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