Cualquiera dir á al leer este artículo que no es momento de fijarse en
pequeñeces, que hay que acuerpar la lucha porque el enemigo es grande,
que lo del racismo y el clasismo se irá resolviendo en la marcha como
parte del cambio social; lo más seguro y que me sucede siempre cuando
escribo del sistema de clases que nos infesta como pueblo, de la doble
moral y de la discriminación, es que me digan que soy una resentida,
que odio a los que sí han tenido la oportunidad de vivir una infancia
feliz y relajada y de haber egresado de una universidad, me dirán que
como siempre escribo con el hígado y que debo ser racional y no
emocional. Me dirán que aprenda a debatir emitiendo mis juicios basados
en fundamentos. Y por supuesto también me dirán misa. O tal vez no
digan nada, o tal vez digan: pobre loca de mierda.
Pero este
artículo no es para hacer conjeturas de comprensión lectora y mucho
menos para hablar de mí. Llevo desde el 20 de mayo día que se realizó
la marcha campesina en la ciudad capital, con el deseo de escribirlo
pero dejé pasar los días precisamente para calmarme y no escribir con
el hígado. Siento cólera, esa furia milenaria con la que hemos vivido
los marginados durante siglos de explotación y humillación, pero lo que
me ahoga es el desconsuelo de saber que Guatemala nunca dejará de ser
una letrina clasista y racista. Nunca.
Empezando porque
intentaron descalificarla por ser campesina, unos cuantos pelones del
movimiento universitario que ha unido a las privadas con la pública se
hicieron presentes, no tuvo la difusión que le dieron los medios a la
marcha urbana el sábado 16, el pretexto fue el destape de la red del
IGSS y dieron prioridad. Y por supuesto es importantísimo para nada
intento disminuir la trascendencia, pero el punto tampoco es ése. Pero
hablo de la marcha explícita del 20 de mayo porque no se hizo en los
departamentos como sucede regularmente, y como está lejos pues la
proyección es distintita. Como ver el robo de jade en Zacapa y la
minería en La Puya en las cercanías de la capital.
Algunos no
estaban de acuerdo con ese movimiento indígena por razones políticas y
de ideología, pero curiosamente sí apoyan las marchas urbanas y el tema
de denuncia es el mismo: la corrupción. ¿Entonces?
En
Guatemala lo de la equidad se queda en mero discurso clasemediero. Han
ido a manifestar, se toman la foto del recuerdo con los campesinos que
llevan siglos manifestando en soledad, como si ellos fueran una postal,
también de pronto saludan a los obreros y proletarios que marchan al
unísono, pero no quieren a ninguno de ellos en los puestos de gobierno,
no en los principales. A los pueblos milenarios los quieren solamente
para el folklore. Los quieren para que sigan cargando sobre sus
espaldas los desperdicios que les lanza la clase media y la oligarquía.
Los quieren para que pongan el pecho mientras los otros reculan. Para
que se curtan las manos. Para que se pudran la vida mientras los niños
bonitos en sus privilegios acuden a sus universidades privadas a
cultivar sus neuronas. Jamás a hacer florecer sus conciencias.
Qué va en Guatemala nunca tendremos a un Nicolás Maduro de presidente,
(piloto de autobús, proletario) y mucho menos a un Evo Morales
(campesino de los Pueblos Indígenas) porque nos corroe el racismo,
porque el clasismo nos divide, porque hay quienes se creen de sangre
azul y que porque tienen un cartón de universidad también superiores en
inteligencia y conocimiento. Lo único cierto es que están cagados.
Toda mi vida he sido escéptica de cualquier iniciativa de la clase
media donde incluya el tema conciencia y equidad, porque pertenezco a
las parvadas de parias que esa misma clase ha menospreciado, pero para
las marchas recientes en las que ha tomado las calles capitalinas quise
darle el beneficio de la duda, quise creer que un cambio era posible y
que ésta sentiría el dolor de la marginación que llevamos los “nadies”
y los “hacelotodo, los vendelotodo, los comelotodo.” Nosotros que
guanacos o no somos unos hijos de la gran puta.
Con todas las
fuerzas de mi ser quise creer que enmendarían, que por fin iban a
sentir el dolor ajeno, que por fin nos hermanaríamos, que el cambio
venía y sería de fondo desde la vena y desde la repulsión de la
opresión. Quise que ese “ojalá” se hiciera realidad. Pensé que esos
retumbos de ríos revueltos nos llenarían de solidaridad y que
abrazaríamos por igual todas las causas en un solo corazón, en una sola
lucha: humanos todos. Pero como siempre hay sueños inalcanzables y el
de ver una Guatemala en equidad, libre de discriminación y clasismo es
probablemente uno de ellos. Lo será así hasta que de verdad nos nazca
la conciencia y todos nos enteremos que nadie es más importante que el
otro.
Esa Guatemala que en el papel es: pluricultural,
plurilingüe y multiétnica en acción no existe. Viene este artículo como
mi análisis personal de lo que he visto en los últimos días,
capitalinos de universidades privadas con sus comentarios racistas
creyendo dar cátedra a los campesinos de cómo se debe manifestar
pacíficamente, para su información les digo que los campesinos también
manifiestan en forma pacífica, que el gobierno con sus brazos armados
los reprima y los medios vendidos cambien la versión de los hechos y
que ustedes se la traguen sin masticar, es otro paisaje.
Que
ustedes tengan la suerte de estar manifestando sin que el gobierno
interfiera directamente con balas para arremeterlos, no significa que
si llegara a suceder ustedes tengan los mismos arrestos que los
campesinos para poner el pecho y defender la causa, lo más seguro es
que corran a esconderse a sus casas y nunca más salgan a manifestar. En
cambio ellos, saldrán una y otra vez como lo han hecho durante siglos.
Ésa es la diferencia entre ustedes y ellos: la entereza y esa no se
aprende en los salones de universidades. ¿Ven que no son tan superiores
como piensan?
También he leído comentarios en las redes
sociales de los niños bonitos clasemedieros explicando con manzanas a
estudiantes de institutos públicos, cómo se organizan las marchas, ajá,
¿alguno de esos niños bonitos respaldó las marchas de los estudiantes
cuando el Ministerio de Educación les eliminó la carrera de Magisterio?
Ellos también marcharon pacíficamente y el gobierno los reprimió a
fuerza de palos y balas. No me vengan a joder con que ustedes por
instruidos lo hacen mejor. Además han sido esos jóvenes de los
institutos públicos los que en las décadas más terribles del
Enfrentamiento Armando Interno pusieron el pecho y manifestaron,
mientras ustedes niños bonitos veían la vida pasar en sus salones de
universidad privada, sin inmiscuirse para no ensuciarse sus zapatitos y
para no poner en riesgo su comodidad.
¿Acaso creen que por
manifestarse por la corrupción son más dignos que los que pusieron el
pecho por la vida de los masacrados y los torturados y las violadas?
Por favor, están cagados. No pretendo desestimar las marchas actuales
pero tampoco me voy a quedar callada viendo cómo ustedes atacan a los
que durante siglos han sacado el pecho por todos. ¿Por marchar ahora se
sienten gallitos de pelea y gallinitas inglesas? Ustedes la conciencia
real aún no la conocen, lo que están viviendo es el repello nada más.
Por algo se empieza es cierto, que hoy sea la corrupción porque les
dolió en los bolsillos, pero para cuándo serán las causas que curten el
alma, las de verdad. El estiércol ya rebalsó las reposaderas y las
aguas negras nos llegan al cuello, ¿para cuándo seremos capaces de
cambiar el sistema de raíz desde nuestra entraña personal y
colectivamente?
He visto un hervidero en las redes sociales
donde estos clasemedieros ya nombran ternas para los puestos de
gobierno y en ninguna incluyen a indígenas, cuando se les pregunta por
qué no, contestan que porque no hay indígenas capaces, por supuesto
también sus ternas son exclusivas de universidades privadas. Ajá,
¿entonces dónde quedó lo de “somos pueblo”? Como siempre nosotros los
guatemaltecos, a la hora de partir el pastel viendo quienes se quedan
con la mayor tajada. El divisionismo, azadones, el protagonismo y el
oportunismo. Algo así como decir: que marchen los campesinos, los
obreros y los proletarios pero eso sí, a la hora de los nombramientos
solo nosotros los de la foto, los de los privilegios. ¿Así cuándo
saldrá Guatemala del agujero donde nosotros mismos la tenemos?
¿Vieron?, el cambio tiene que empezar por nosotros mismos. Aún no
renuncia el genocida Otto Pérez Molina y ustedes ya viendo cómo
repartirse el motín, aún no se hace efectiva la reforma a la Ley
Electoral y de Partidos Políticos y ustedes ya jugando a la lotería,
para que siga la corrupción solo que en otras manos y en otras cuentas
bancarias. Siempre en la clase media y seguro que rindiéndose a la
oligarquía. Pretenden ser los protagonistas de un cambio por el que han
venido luchando los campesinos lleva palo, lleva bala y aguantando
hambre.
El cambio en Guatemala se dará cuando aprendamos que
todos los seres humanos tenemos el mismo valor, que todas las voces
cuentan, que toda lucha es necesaria y que la solidaridad y la unión
son básicas para avanzar. Que cada uno puede aportar desde su
conocimiento y experiencia. Que lo mismo vale una profesión que un
oficio. Que vale lo mismo la voz de un vendedor de atoles que la de un
licenciado. Que la misma sangre tiene una trabajadora sexual de los
bares de Amatitlán que una doctora de hospital privado. Que las manos
de un albañil son tan necesarias como las de un artista plástico y un
pianista.
Cuando dejemos la vanidad, la arrogancia, la apatía
y el sistema de castas para hermanarnos como humanos y caminar todos
hacia un mismo objetivo, humildes y comprometidos, entonces tal vez en
Guatemala exista una oportunidad para que vuelva a florecer. No antes,
no así como estamos ahora, peste.
No se logra ninguna
revolución sin la conciencia que duele y que mata. Aquí no estoy
hablando que sea más capaz un indígena que un ladino, ni viceversa,
aquí se trata de la discriminación. Aquí se trata que todos expelemos
el mismo hedor cuando nos vamos a la tumba. ¿De qué nos sirve la
avaricia y la vanidad? Para ni mierda.
Escribir este artículo
me ha dolido en la vena, en mi raíz de campesina, de obrera y de
proletaria. Bueno, sigamos pues porque lo que tenemos que enfrentar es
más que la corrupción, a ver si es cierto que podemos y que amamos
Guatemala y que lloramos de alegría y de esperanza y que el cambio
viene. El cambio somos nosotros mismos. Cambiar el sistema significa
cambiar nosotros mismos. Atacar la corrupción significa dejar la
avaricia propia y de clase. Pensar en Guatemala es renunciar al racismo
y hacer realidad la inclusión. De lo contario seguiremos siendo una
enorme letrina de racismo y clasismo que lleva siglos rebalsándose.
Con amor del bueno para los parias de siempre, curtidos de tanto pijazo.
Nota: en ningún momento pretendo generalizar, hay letrados que honran
el título, hay gente de la clase media que sí es cabal, hay indígenas
que es mejor enviarlos a cárcel perpetua por traición a su pueblo.
@ilkaolivacorado
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