Miguel Marín Bosch
El
pasado viernes concluyó en Nueva York una conferencia más de los países
que integran el Tratado sobre la no proliferación de las armas
nucleares (TNP). El desarme nuclear es un tema prioritario de la
comunidad internacional pero hay muchos obstáculos en el camino hacia
esa meta. La cuestión se discute en las Naciones Unidas y en teoría
debería negociarse en la Conferencia de Desarme (CD) en Ginebra. Sin
embargo, hace dos décadas que la CD ha dejado de funcionar. Lo mismo
ocurre con las conferencias del TNP.
Hagamos un poquito de historia (aunque sea un poquito aburrida). La
era atómica o nuclear se inició en 1945, cuando Estados Unidos ensayó
el primer artefacto atómico y luego lanzó sendas bombas sobre Hiroshima
y Nagasaki. La Unión Soviética adquirió una capacidad nuclear en 1949,
el Reino Unido en 1952, Francia en 1960 y China en 1964.
Durante esas dos décadas se desató una desenfrenada carrera
armamentista entre Estados Unidos y la Unión Soviética. Fabricaron
decenas de miles de armas nucleares y desarrollaron proyectiles cada
vez más precisos para transportarlas. A esto se llamó la proliferación
vertical. Al mismo tiempo aumentó la preocupación por la proliferación
horizontal, es decir, la adquisición de armas nucleares por más y más
países.
En 1962 inició sus trabajos un comité para negociar acuerdos de
desarme que luego se convertiría en la CD. Y ahí se planteó la
elaboración de un tratado multilateral para prevenir la proliferación
de las armas nucleares en todos sus aspectos. El TNP se concluyó en
1968 y entró en vigor en 1970. Por distintas razones ni Francia ni
China participaron en la negociación y durante años rehusaron
suscribirlo, al igual que muchos otros países sin armas nucleares.
Hoy el TNP cuenta con la adhesión de 191 estados. Uno (Corea del
Norte) se retiró del tratado y adquirió una capacidad nuclear muy
limitada, y otros tres que poseen armas nucleares (India, Israel y
Pakistán) no lo han suscrito. Sudán del Sur, un país recién
independizado, todavía no lo ha firmado.
El TNP fue un pacto basado en tres acuerdos fundamentales: primero,
los estados con armas nucleares se comprometieron a negociar acuerdos
para reducir (y eventualmente eliminar) dichas armas; segundo, los
países sin armas nucleares se obligaron a no adquirirlas, y tercero,
todos aceptaron impulsar la cooperación internacional para promover la
utilización de la energía nuclear con fines pacíficos.
Para asegurar su buen funcionamiento el TNP introdujo dos
disposiciones novedosas. Una fue la celebración de conferencias
quinquenales para examinar si las partes estaban cumpliendo con sus
obligaciones, sobre todo en materia de desarme nuclear. La primera de
dichas conferencias se llevó a cabo en 1975.
Otra cláusula innovadora del TNP fue la relativa a su duración. Se
decidió que estaría en vigor durante 25 años, cuando las partes
decidirían si se prorrogaba por otro periodo definido o si lo
convertirían en un tratado permanente. Pero el TNP no es cualquier
tratado y sus integrantes no nucleares querían pruebas fehacientes de
desarme nuclear antes de descartar la opción nuclear para siempre.
En
la primera conferencia de examen en 1975, que fue precedida por varias
sesiones de un comité preparatorio, se sentaron las bases de lo que se
convirtió en un ritual quinquenal carente de resultados tangibles. En
los comités preparatorios no se abordan los temas de fondo. En las
conferencias, que duran cuatro semanas, hay un debate general y luego
una revisión pormenorizada de los tres aspectos fundamentales del TNP.
Ese proceso culmina (así ocurrió en 1975) en la aprobación por consenso
(sin objeción formal de nadie) de una declaración final.
Para no pocos países la aprobación de una declaración ha significado
que la conferencia ha sido un éxito. Sin embargo, dichas declaraciones
suelen ser ejercicios de redacción, de acrobacias verbales, para
disimular las profundas diferencias que dividen a los integrantes del
TNP en materia de desarme nuclear. Su valor político es mínimo. Además,
cabe subrayar que no siempre ha sido posible aprobar una declaración
final. En 2015 tampoco se pudo, pero el TNP ahí sigue.
Es obvio que los estados nucleares del TNP no van a negociar medidas
de desarme nuclear en el contexto de las conferencias quinquenales del
tratado, como tampoco lo harán en la CD en Ginebra. Los estados no
nucleares del TNP perdieron su único instrumento de presión en 1995
cuando aceptaron que el tratado permanecería en vigor de manera
permanente. Eso era lo que les interesaba a los países nucleares:
atarles las manos a países como Alemania, Japón, Italia, Suecia,
Argentina y Brasil, entre otros.
Los estados nucleares consideran que sólo ellos pueden decidir
cuándo y cómo van a negociar medidas de desarme nuclear. Es cierto que
Estados Unidos y la Unión Soviética (luego Rusia) entablaron y
concluyeron pláticas para limitar y luego reducir sus arsenales
nucleares. Pero lo hicieron a partir de 1970 porque la producción de
armas nucleares se había convertido en una actividad irracional. ¿De
qué sirve aumentar un arsenal de 20 a 30 mil cabezas nucleares? Hoy
cada uno tiene unas 8 mil armas nucleares. China, Francia y el Reino
Unido poseen entre 200 y 300 cada uno.
El ambiente político internacional, sobre todo entre Moscú y
Washington, no parece muy propicio para avanzar en materia de desarme
nuclear. Y los otros tres estados nucleares del TNP han dicho que sólo
se sentarán a negociar una vez que Estados Unidos y Rusia reduzcan
sustancialmente sus arsenales.
Al resto de los países sólo les queda levantar la voz en la ONU y
otros foros multilaterales. Tal es el caso de las tres conferencias
recientes (Noruega, México y Austria) sobre los efectos humanitarios de
las armas nucleares. En la última de ellas en diciembre pasado el
gobierno austriaco propuso un
compromiso humanitariopara promover la prohibición y eliminación de las armas nucleares. Al término de la conferencia del TNP el pasado viernes 107 países lo habían suscrito.
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