El
19 de mayo de 1895, hace 120 años, cayó en combate José Martí, no solo
Apóstol de la independencia de Cuba sino el iniciador indiscutible del
antimperialismo moderno en América Latina y el Caribe. Como también
continuador de las ideas de plena soberanía, unidad e integración
latino-caribeñas de Miranda y Bolívar, que enriqueció a lo largo de su
fecunda vida.
Martí llegó a los veintidós años “al México
republicano, liberal y juarista de Lerdo de Tejada, que le abrió los
brazos y lo sentó al lado de Guillermo Prieto, Manuel Altamirano,
Ignacio Ramírez el Nigromante, Juan José Baz, Vicente Villada,
Manuel Mercado, fogueados en las luchas contra la intervención
francesa, y de hombres de la nueva generación como Justo Sierra y Juan
de Dios Peza”, ha escrito el doctor Alfonso Herrera Franyutti, ilustre
biógrafo de su relación con México y estudioso consagrado de su vida y
obra.
Aquí el cubano investigó muy en serio la civilización
mesoamericana y comprendió que “cuando eche a andar el indio, echará a
andar América”. Idea presente en parte importante de su obra junto a la
de que “no hay razas”, al defender la identidad universal del ser
humano y criticar en su fundacional ensayo “Nuestra América” (1891) a
las repúblicas oligárquicas surgidas de la primera independencia por
haber marginado al indio, al negro y al mestizo.
En su primera
estancia mexicana entre 1875 y 1876 Martí forjó una amistad para toda
la vida con el michoacano Mercado, su anfitrión y confidente siempre. A
él escribe la carta póstuma el día antes de ser alcanzado mortalmente
por el fuego enemigo, considerada su testamento político, en la que
expone de manera muy clara la naturaleza de su proyecto estratégico,
que “en silencio ha tenido que ser”.
“Mi hermano queridísimo”
inicia la misiva y dos líneas después sentencia: ya estoy todos los
días en peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que
lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con
la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados
Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América.
Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso.
Esta concepción
martiana era fruto de haber vivido intensamente por más de una década
en el “norte revuelto y brutal” durante los años de impetuoso
desarrollo industrial, concentración capitalista, y gestación del
imperialismo, que describe y disecciona magistralmente en sus “Escenas
Norteamericanas”, publicadas en diarios de México a Buenos Aires,
además de otros muchos textos memorables. El desaparecido historiado
marxista estadunidense Phillip Phoner le manifestó a este cronista que
ningún otro autor, incluidos los marxistas, había escrito con la
profundidad de Martí sobre esa época en Estados Unidos.
El proyecto político, filosófico y cultural martiano plasmado en “Nuestra América” (http://biblioteca.clacso.edu.ar/clacso/osal/ 20140310040752/14Marti.pdf)
ha alcanzado un avance asombroso en los últimos años, como se acaba de
demostrar en esa expresión de independencia y rebeldía ante el imperio
que fue la VII Cumbre de las Américas.
Ello habría sido
inconcebible sin más de medio siglo de resistencia de Cuba ante la
hostilidad de Washington y los pujantes movimientos antineoliberales de
los pueblos latino-caribeños. Esos que hicieron surgir presidentes y
gobiernos cuyas políticas se han alejado del Consenso de Washington,
que unidos por el genio y empuje de Hugo Chávez, consiguieron edificar
una cultura política y una arquitectura de unidad, integración e
independencia regional en década y media como no se había alcanzado
desde que estas ideas fueran enarboladas por Bolívar y luego por Martí.
La Revolución Cubana liderada por Fidel y Raúl Castro tiene su
cimentación principal en las recias luchas cubanas contra el
colonialismo y el imperialismo y en el pensamiento de Martí. Él se
propuso frenar, con la independencia de Cuba y Puerto Rico, el
expansionismo de Estados Unidos, iniciado por el despojo a México de
más de la mitad de su territorio. Quien echó su suerte "con los pobres
de la tierra” aspiraba a una república que uniera su destino al de sus
hermanas de nuestra América, agrupadas en un solo haz para frenar las
pretensiones neocoloniales estadunidenses y servir de contrapeso para
lograr el "equilibrio del mundo".
Raúl Roa dijo de él que
"vio, previó y postvió". Por eso es tan exacta la rotunda afirmación de
Fidel de que Martí había sido el autor intelectual del ataque al
cuartel Moncada (1953).
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