Noticias Aliadas
Adital
Víctor Liza Jaramillo
Desde el inicio del presente siglo, los conflictos sociales
por minería y medio ambiente en el Perú han sido una constante. Una historia que
puede cambiar de lugar y protagonistas, pero que mantiene el mismo guión aún en
el actual mandato del presidente Ollanta Humala, quien durante la campaña electoral
del 2011 prometió resolver dichos conflictos con diálogo y respetar la voluntad
de las comunidades.
Muertos y heridos en violenta represión policial contra ciudadanos que protestan contra el proyecto minero Tía María, en Arequipa. |
Los casos de Conga en Cajamarca y Espinar en Cusco (2012)
son la muestra que los presidentes cambian, pero la lógica de muertos y heridos
se mantiene. En el primero, el gobierno pretendió darle el visto bueno al proyecto
minero Conga, impulsado por la minera Yanacocha, que fue ampliamente rechazado por
la población cajamarquina. Las protestas continuaron y hubo gran represión policial,
que terminó con cinco muertos. En Espinar, los habitantes de esta provincia cusqueña,
encabezados por su entonces alcalde Óscar Mollohuanca, se movilizaron contra la
contaminación producida por un proyecto de la minera suiza Xtrata-Tintaya. Aquí
también hubo muertes por la represión.
El más reciente conflicto social ocurre en la provincia de
Islay, en el sureño departamento de Arequipa. La población, mayormente campesina,
se encuentra en paro indefinido desde el 23 de marzo contra el proyecto minero Tía
María, impulsado por la minera Southern Copper, de capitales mexicanos, debido a
que afectará los ríos y la actividad agrícola y ganadera. Los enfrentamientos han
producido tres muertes (dos civiles y un policía), además de centenares de heridos.
Pese a esto, el presidente Humala ha optado, en un reciente mensaje a la nación,
por dejar que la empresa "decida” si sigue o no con el proyecto, la cual anunció
luego que lo suspenderá por 60 días, hecho que ha generado más indignación en los
manifestantes.
Al respecto, el abogado y activista de derechos humanos Wilfredo
Ardito, comentó a Noticias Aliadas que este problema "se está dando con mucha fuerza
en los últimos 10 o 12 años, en los cuales se toman medidas para neutralizar a los
opositores a los proyectos, tratándolos como delincuentes, pero también se producen
acciones contra estos, que llegan a ser verdaderos crímenes”.
A fines de marzo, Julio Morriberón Rosas, vocero de la empresa
minera Southern Copper, calificó a los manifestantes como "terroristas antimineros”.
El término ha sido repetido por la prensa, diferentes líderes de opinión y parlamentarios
de derecha, como Juan Carlos Eguren, del Partido Popular Cristiano (PPC), quien
incluso se atrevió a vincular a los opositores al proyecto con el grupo terrorista
Sendero Luminoso.
A esto se añade la "carga discriminatoria” que según Ardito
existe en la represión de las protestas. "En Lima los manifestantes son golpeados
o heridos y ninguno ha muerto hasta hora; pero en el interior hay actos de violencia
mayores que terminan con muertos, cuya abrumadora mayoría son de zonas andinas o
indígenas. Esto pasa porque en Lima no se reprime con el mismo nivel de violencia
que en otros lugares del país”, explicó, agregando que los medios de comunicación
contribuyen a la discriminación en el sentido de estigmatizarlos como "manipulados
o insensatos, haciendo que los campesinos sean vistos como necios, tercos, ignorantes
y violentos”
Imposición de la
bala
Comunidades dicen NO al proyecto minero Conga, en Cajamarca, desarrollado por la multinacional Yanacocha. |
Más allá de la descalificación de la protesta social, que
influye en la opinión pública, los principales dirigentes de las organizaciones
opositoras a los proyectos extractivos son responsabilizados de supuestos actos
vandálicos, y por ende denunciados ante la Fiscalía y el Poder Judicial. Esto gracias
a que durante el segundo gobierno de Alan García (2006-2011) se pusieron en vigencia
una serie de decretos para criminalizar la protesta. En eso consiste la imposición
de la bala.
]En el 2007, fue aprobado por mayoría el Decreto Legislativo
982, que modifica el artículo 20 del Código Penal, declarando inimputables a los
integrantes de las Fuerzas Armadas y Policía Nacional que durante "el cumplimiento
de su deber y en uso de sus armas en forma reglamentaria” causen lesiones o muerte
a cualquier persona. Vale decir, tienen carta blanca para herir o y hasta matar.
El decreto también considera que la extorsión, entendida como
la obtención de una ventaja económica basada en una amenaza, incluye "ventajas de
otra índole”, en palabras de Ardito, como las protestas y bloqueos de carreteras,
lo cual distorsiona el término. Quienes toman estas acciones son sancionados con
penas de entre cinco a 10 años de cárcel; y si se actúa en grupo, como ocurre normalmente,
puede llegar a los 25 años.
Otras normas son la Ley 30151, que permite la impunidad del
personal militar y policial en caso de violaciones a los derechos humanos, y el
Decreto Legislativo 1095, que autoriza a las Fuerzas Armadas a intervenir en los
conflictos sin necesidad de la declaración de estado de emergencia.
En el caso de los funcionarios públicos que participan en
las protestas, como alcaldes o gobernadores regionales, no sólo se exponen a la
penalización, sino a la inhabilitación pública. En el caso de Mollohuanca, este
fue detenido y trasladado a una cárcel ubicada a 800 kn de Espinar. La Fiscalía
pidió 10 años de prisión para el exalcalde.
Además de las autoridades, numerosos dirigentes de organizaciones
sociales, también tienen pedidos de prisión. Por ejemplo, hay 53 acusados —entre
los que figura Santiago Manuin, dirigente de la comunidad awajún— por lesiones y
muerte de los efectivos del orden durante el llamado "Baguazo”, la protesta de comunidades
amazónicas ocurrida el 5 de junio del 2009 en la localidad nororiental de Bagua,
contra una serie de decretos legislativos que permitían el reparto de la Amazonia
bajo la forma de grandes concesiones mineras, petroleras y madereras que se sobreponen
a territorios indígenas y reservas naturales y que causó la muerte de 23 policías
y 10 civiles, señala Juan José Quispe, abogado del Instituto de Defensa Legal (IDL).
"Por una presión política se esta llevando a juicio a personas
que no tenían nada que ver con estos actos vandálicos derivados del desalojo en
la Curva del Diablo”, cuestionó Quispe, y que tanto la entonces ministra del Interior,
Mercedes Cabanillas; el general de la Policía a cargo del operativo, Luis Muguruza;
y el exdirector de la Policía, José Sánchez Farfán, sólo figuren como testigos en
otro de los procesos.
Decretos inconstitucionales
El presidente de Perú, Ollanta Humala, es llamado traidor por criminalizar las protestas sociales y beneficiar a las empresas mineras. |
En el caso de las recientes protestas en Islay, uno de los
dirigentes sociales, Pepe Julio Gutiérrez, ha sido detenido por supuesto delito
de cohecho, luego que aparecieran dos audios en los que presuntamente un abogado
de la Southern Copper, impulsora del proyecto Tía María, intentara sobornarlo a
cambio de que detenga las protestas. Al respecto, Quispe indicó que esa detención
"es extraña, porque si se hace esto con quien presuntamente está negociando para
dejar sin efecto una medida de protesta contra una empresa privada, el abogado también
debió ser detenido”.
Gutiérrez fue expulsado de su organización partidaria, el
izquierdista Tierra y Libertad, en rechazo por su conducta presuntamente delictiva.
Las organizaciones no se han quedado de brazos cruzados ante
estos hechos. Ardito destacó que se están realizando campañas de recolección de
firmas para que los polémicos decretos sean declarados inconstitucionales, así como
la exposición de esta situación en foros como Naciones Unidas. Además, recordó que
también se ha denunciado esta situación ante la Comisión Interamericana de Derechos
Humanos.
Por su parte, Quispe añadió que tanto el IDL junto a otras
organizaciones defensoras de derechos humanos han expresado su preocupación respecto
a un decreto que, en caso el Congreso otorgue facultades al Poder Ejecutivo solicitadas
por el jefe de gabinete Pedro Cateriano, permitiría que el uso de la fuerza fuera
igual tanto con el crimen organizado como contra las personas que protestan.
"Ese decreto debe ser modificado porque no diferencia ese
tipo de empleo de la fuerza, teniendo en cuenta que el uso de cualquier arma de
fuego o granada no puede ser utilizado en un control de disturbios en una protesta
social”, sostuvo.
Pese a estas iniciativas, la cancha parece estar inclinada
a favor del gobierno —y las empresas extractivas— gracias a las polémicas normas.
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