Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme
Si
fue un error de juicio de Estados Unidos y la Unión Europea (UE) haber
subestimado la capacidad de respuesta de Rusia en la era del zar Putin
–en la fase post Crimea del despliegue del nuevo orden mundial
multipolar–, sería un mayor error minimizar el poderío nihilista letal
de Washington, que no se quedará con los brazos cruzados ante las
veleidades libertarias de Alemania y Francia, que se han acercado a
Rusia mediante el acuerdo de Minsk-2, donde brilló la notable ausencia
de Gran Bretaña y Estados Unidos (http://goo.gl/O8CRB0).
Una serie plural del relevante think tank Brookings Institution (BI) –
El orden que proviene del caos: la política exterior en un mundo turbulento– aborda el papel que deberá asumir Estados Unidos frente a Rusia en la crisis de Ucrania.
Jeremy Shapiro –anterior miembro del Departamento de Estado y hoy becario de la BI– arguye que
en lugar de armar a Ucrania, Estados Unidos debe escoger entre dos opciones, no tres, porque ni siquiera considera la guerra nuclear: la “nueva guerra fría del siglo XXI” mediante la cual
Occidentecontiene a Rusia; y/o un acomodamiento con Moscú al concederle una esfera de influencia en su vecindad con una mayor voz en la arquitectura de seguridad europea.
Debido al elevado riesgo de un conflicto militar entre Estados Unidos y Rusia, Jeremy Shapiro se pronuncia por el
acomodamiento, que no goza buena prensa en
Occidentedesde 1930, pero que es preferible a una nueva guerra fría (http://goo.gl/nz08KY).
Thomas Wright, director del Proyecto sobre el Orden Internacional y
Estrategia de la BI y anterior director ejecutivo del Chicago Council
on Global Affairs, juega al malabarismo geoestratégico que suena hasta
contradictorio: “Cómo contener a Rusia sin una nueva guerra fría” (http://goo.gl/BlsYHQ).
Más allá del contencioso de Ucrania oriental, a juicio de Thomas Wright, la
fractura de la relación entre Rusia y Occidentetiene que ver ante todo
con la diferencia fundamental sobre como constituir el orden de la seguridad europea.
Admite que
Kiev no puede ganar la lucha contra los separatistas en Donbass, por lo que
Estados Unidos y sus aliados europeos deben enfocarse en defender el resto de Europa(todo el resto que controla Kiev bajo el acuerdo de Minsk-2).
Favorece la peregrina idea de la tóxica amazona israelí-polaco-estadunidense Anne Applebaum –de The Washington Post y esposa del superhalcón y rusófobo ex canciller de Polonia Radoslaw Sikorski–, quien aboga por
construir una Muro de Berlín alrededor de Donetsk en forma de una zona desmilitarizada y tratar el restante como lo fue Alemania occidental.
¿Un nuevo Muro de Berlín en Ucrania no equivale a una nueva guerra fría?
Thomas Wright desecha cualquier perspectiva de guerra nuclear entre
Estados Unidos y Rusia, pero reclama el fortalecimiento de la OTAN en
su cerco económico a Rusia, cuyo PIB equivale hoy a 12.5 por ciento del
de Estados Unidos, mientras que su participación del
PIB globales de sólo 3.4 por ciento, cuando en la etapa de la URSS había alcanzado 60 por ciento. ¡La prestidigitación de las cifras sin armas nucleares!
Se detecta que el ataque masivo de Estados Unidos se centrará en el
talón de Aquiles de Rusia: su maltrecha economía y sus vulnerables
finanzas.
Thomas Wright se pronuncia por la reducción de la influencia de Moscú en
Europa centralmediante una
moderna contenciónaplicada por Washington y sus aliados europeos, mientras rechaza los altos costos de una guerra fría, así como las
consecuencias catastróficas del regreso del orden de las esferas de influencia en Europa.
Para Wright la
contención modernacomporta tres características: debe ser regional (confinada a Europa central), basada en armas convencionales sin armas nucleares y dirigida contra Putin y no contra Rusia. Sin contar sus exorcismos pueriles, Wright exhibe exageradas contradicciones y acrobáticos malabarismos que no toman en cuenta la nueva doctrina nuclear estratégica del Kremlin (http://goo.gl/C7HiIK).
La flagrante contradicción de Thomas Wright es que su “contención sin guerra fría” será equiparada justamente como “una nueva guerra fría” por
Rusia, que tampoco se quedará con los brazos cruzados, como ha
demostrado fehacientemente desde 2008 en Osetia del Sur, Abjasia,
Crimea y ahora en Donbass.
Fiona Hill –directora del Centro sobre EU y Europa en la BI– es de
las pocas académicas de Estados Unidos que no desprecian los alcances
de Rusia en Europa, en la era de Vlady Putin, como
consecuencia de su triunfo estratégico en Ucrania mediante el acuerdo
Minsk-2 y la derrota estrepitosa del ejército del régimen de Kiev en
Debaltsevo: “así como Estados Unidos festejó su victoria en la guerra fría, ahora es el turno de Occidente de ser humillado”, cuando
Putin intenta que Rusia trace las nuevas fronteras de Europa.
Para Fiona Hill la
historia de Rusia, su nostalgia imperial, su religión y valores han probado ser potentes instrumentos para que Putin reafirme la posición de Rusia.
No lo dice, pero la historia milenaria de Rusia se inicia en el siglo IX desde la región de
Kiev Rus, la matriz eslava de Rusia y Ucrania, para alcanzar su máxima extensión territorial en el apogeo de los imperios zarista y soviético, para luego caer en el
agujero negro(Zbigniew Brzezinski dixit) de su balcanización en su recorrido de 11 siglos (video interactivo: http://goo.gl/2xeWTD).
A juicio de Hill, el
objetivo de Putin es jalar a los europeos lejos de Estados Unidos, dividirlos entre ellos y obtener que la UE levante las sanciones, todo sin conceder algo en Crimea y sin resolver la guerra en Ucrania.
Fiona Hill ostenta muchas coincidencias con mi tesis sobre la multipolaridad del nuevo orden mundial:
Putin desea que Europa entienda, como declaró en un discurso a los embajadores de Rusia en 2014, que el orden unipolar encabezado por Estados Unidos había finiquitado.
También otra coincidencia conmigo es la prevalencia de un sutil
orden tripolar geoestratégico entre Estados Unidos, Rusia y China:
EU está sobrextendido después de más de una década de guerras en Afganistán y en Irak, y parece incapaz de tratar con las crisis en el Medio Oriente, mientras
China es el jugador dominante enl este de Asia.
Europa perdió su aureola de antaño y a los ojos de Putin, según Hill, no juega cuando la
crisis de la eurozona ha socavado a la UE política y económicamente.
Fiona Hill, especialista en la relación trasatlántica entre Estados
Unidos y Europa, juzga que hoy el presidente Putin ve a Rusia como
un país muy diferente, mientras
Occidente le parece débil, por lo que
desde su punto de vista la mesa se volteó(http://goo.gl/sv50tk).
Llamó la atención que Qu Xing, embajador de China en Bélgica (¡nótese el lugar!), haya declarado que
las naciones occidentales deberían atender las preocupaciones legítimas de seguridad de Rusia en Ucrania(http://goo.gl/6BknTh).
A mi juicio, la tripolaridad geoestratégica es consecuencia de la
decadencia de Estados Unidos, la resurrección de Rusia y el ascenso
irresistible de China, quienes tienen la suprema responsabilidad de
definir sus respectivas esferas de influencia sin nuevos muros de
Berlín ni nuevas guerras frías, lo cual, en suma, (re)clama el
acomodamientodel nuevo orden multipolar que parece definirse en su cúpula como un G-3 que no se atreve a pronunciar su nombre.
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