Carolina Escobar Sarti
Un día de esta semana amanecí sin agua. Es en días como ese cuando se toma aún más conciencia de que el agua no nace en el chorro. De pronto, se encuentra una ofreciendo en silencio mil “penitencias” que no son sino obligaciones en términos de nuestra solidaridad humana: no pasar mucho tiempo bajo la ducha, no desperdiciar agua cuando se lavan platos, no lavar el carro todos los días, no regar los jardines por horas, no usar la lavadora todos los días, ahorrar dinero para hacer de la casa un lugar más amigable con el medio ambiente, de tal manera que pueda reciclarse el agua que usamos en la cocina y en la ducha, entre muchas otras cosas.
Son esos momentos los que obligan a preguntarse qué hacen cotidianamente los casi mil millones de seres humanos que carecen de agua potable en el mundo. Número que puede duplicarse en una sola generación si la demanda de agua supera en 40 por ciento el suministro sostenible. En Guatemala, casi dos millones de personas no tienen agua en sus viviendas y no es exageración decir que muchas de ellas no han tenido jamás un chorro a la mano. La humanidad usa cada vez más agua de la necesaria y ha agotado a paso acelerado las reservas no renovables, acumuladas por más de mil años en los mantos acuíferos profundos. En Estados Unidos se habla de un promedio de consumo diario por persona de 330 litros de agua, cifra que rebasa en mucho lo que realmente necesitamos usar.
“No se puede crear agua, sólo gestionarla”, dijo la especialista Margaret Catley-Carlson, ex funcionaria canadiense de la Organización de las Naciones Unidas (ONU). Lo dijo mucho mejor que yo. Gestionar el agua quiere decir administrarla bien dentro de un territorio determinado, para garantizar su provisión equitativa y eficiente en cantidad, calidad y tiempo para todas las demandas humanas, que incluyen desde el consumo humano hasta los usos productivos, ecológicos y recreativos, entre otros. Es aquí donde reside el problema.
En Guatemala, los esfuerzos de la gestión se han centrado, hasta ahora, en el consumo humano, lo cual representa sólo un 2.5% del total de agua que utilizamos. “Conforme estudios del Banco de Guatemala (Banguat) y del Instituto de Agricultura, Recursos Naturales y Ambiente (Iarna-URL), el resto, considerando el agua de lluvia, se utiliza por la agricultura (50%), la industria manufacturera (35%), el suministro de electricidad, gas y agua (10%) y las otras actividades económicas (2.5%). Los cultivos bajo riego de caña de azúcar, banano y palma africana son los mayores consumidores de agua en el segmento agrícola, mientras que en el de industrias manufactureras, el beneficiado de café utiliza el 87% del segmento. Estos usos, prácticamente, carecen de gestión alguna que garantice el bien común.” (J.Gálvez/ www.plazapublica.com.gt/25-3-11)
Traducción: se destina mucho más agua para un cañaveral o una plantación de palma africana que para el bienestar de una comunidad entera de seres humanos. Estamos en pleno siglo XXI, rebasados por la tecnología, extasiados por la física cuántica, enfrascados en debates sobre la modernidad y la posmodernidad, alienados por el consumo obsesivo de todo lo que nos pongan enfrente, y mil millones de personas no tienen agua potable en el planeta. Dice Gálvez que en nuestro país “el uso del agua es totalmente anárquico. (…) Es preciso definir marcos de política pública así como instrumentos legales e institucionales que asuman una visión nacional y una gestión territorial.”
En el mundo, el uso doméstico del agua sólo representa 8% del consumo. La industria es el consumidor No. 2. No hay producto que no tenga un componente hídrico; es el “agua virtual” que se usa para fabricarlo. Nicholas Parker, presidente de Cleantech Group, dice: “Una computadora de escritorio, por ejemplo, requiere de 1.5 toneladas —mil 500 litros— de agua, un par de (pantalones) vaqueros, más de seis toneladas, un kilogramo de avena, una tonelada, uno de pollo, entre tres y cuatro toneladas y uno de carne, de 15 a 30 toneladas.” El comercio mundial de esta “agua virtual” ya superó los 800 mil millones de toneladas, equivalente a 10 ríos Nilo. (S. Leahy, www.ipsnoticias.net). No tengo más que decir por ahora.
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