Carlos Maldonado
Debemos estar alerta sobre los movimientos que el Imperio y sus secuaces, eufóricos por su eventual triunfo sobre Libia, llevan a cabo en esta parte del globo contra gobiernos y líderes que en pos de la independencia de “nuestra América” se han desmarcado de sus designios y convertido en virtuales enemigos. Por todos los medios llevan a cabo una campaña de desacreditación, vinculándolos con el terrorismo internacional que ellos mismos patrocinan, para luego, con el argumento de constituir “una amenaza para la seguridad nacional de Estados Unidos” sean objetos de acciones militares.
Libia y Siria, son las alertas tempranas que, para las democracias de América que se han apartado de los designios de Washington, deben hacer sonar la alarma para la organización y la coordinación con el objetivo de ir puliendo las armas políticas, comunicacionales y de defensa ante un potencial ataque del Imperio.
Con esa presunción que, para muchos puede ser un disparate, urgente es estudiar y analizar los acontecimientos, dejando de lado la petulancia intelectual de muchos pensadores “progres”, incluso de izquierda, quienes volando por encima del bien y del mal y de procesos históricos condenan más a los pueblos agredidos que a sus agresores. Lo cual no sirve más que para confundir a las masas, convirtiéndose en auténticos baluartes del imperialismo para desmovilizar y dividir a los pueblos.
Con la ayuda de esos think tanks, el Imperialismo logra multitudes desorientadas, despolitizadas y fraccionadas que, más allá de hacerse a un lado o no definirse a apoyar decididamente la lucha de su patria por su soberanía, respaldan pasiva o decididamente a sus agresores. Ya sea como informantes, torturadores y combatientes; pero más peligrosos, son los propagandistas quienes a través de los medios propalan abierta o subliminalmente, las virtudes de la democracia imperial. De esas experiencias ha habido miles de ejemplos a favor de variantes históricas del imperialismo actual: el fascismo de Mussolini, la Alemania nazi, la España franquista, para citar unos cuantos.
Enseñanza que, a pesar de su repetición histórica, debemos interiorizarla para no correr el peligro de caer en la condena de Sísifo.
Lo que está sucediendo en Libia y Siria fue fraguado primero en el campo de la comunicación. Para los intelectuales al servicio del Imperio que ayudaron a montar la farsa pre-ataque, la opinión de las vacas sagradas progress o de izquierda light que, si bien establecen que hay una agresión imperial, es más importante señalar los defectos y “excesos” del líder, en este caso específico de Muammar Gaddafi, les cae de perlas. Con ello, establecen que la agresión, a pesar de ser mortífera, destructora y arrolladora de los más elementales derechos de los pueblos -la vida, los bienes y la tranquilidad de los libios- lleva implícita bondades en el marco de la democracia y la libertad que gozarán las nuevas generaciones de ese pueblo agredido. Ese mensaje es la cáscara del huevo que guarda la serpiente: ese pueblo será alineado y alienado hacia el consumismo aparte de convertirse en administrador de sus recursos naturales y energéticos cuando antes era propietario. De esa cuenta, entonces, se entienden las palabras del cínico primer ministro británico que expresó: “las muertes de civiles en Libia a raíz de los bombardeos de la OTAN, eran necesarias para derrocar al régimen de Gaddafi”. Entre líneas se sustituye a Gaddafi para poner un gobierno títere, administrador de nuestras posesiones. Lo demás es coser y cantar.
Claro que Gaddafi cometió errores y los más grandes que todo líder en un mar capitalista y con fuerte respaldo popular puede cometer: 1) confiar demasiado en el derecho internacional dominado por las potencias imperialistas a través de esa legalidad que le proporciona el cascarón de la ONU y, 2) desarmarse a tal punto que la agresión aérea no hubiera podido ser posible de haber contado con el armamento idóneo para hacerle frente. Hubiera sido otra la historia.
Los intelectuales de la izquierda light, en sus sesudos análisis, obvian que Libia era el país más avanzado del continente Africano, con el PIB más alto de esa región y con el mejor nivel de vida en sus habitantes. Que la mayor parte de la renta petrolera fue para modernizar y mantener ese nivel de vida; que el billonario proyecto de entubar y llevar el agua desde el lago subterráneo más grande de agua dulce en el mundo ubicado en su subsuelo era para lograr hacer del desierto una zona cultivable así como para su consumo en las ciudades. No, se atascan en que el líder, quien ni siquiera ostentaba cargo formal alguno más que el designado por las tribus, ya llevaba 42 años “gobernando” Libia, soslayando perversamente, el derecho de los pueblos para escoger la forma de gobierno que deseen consignado en la Carta de las Naciones Unidas. Perversidad que apuntalaba el objetivo de allanar el camino hacia la estructuración de la tiranía mundial a cuya cabeza está Estados Unidos quien, perdiendo aceleradamente la guerra económica no solo por sus falencias en su plana productiva sino con su crisis de insolvencia fruto del derroche y el desperdicio, urge a través de la guerra imponerse y recomponer a su favor el Nuevo Orden Internacional.
Eso es invisibilizado por los intelectuales orgánicos del Imperio y tímidamente tocado por los progress y los ligth. Ni unos, por servilismo, ni los otros por ignorancia y creer que la democracia occidental es mejor que otras en el mundo, se atreven a cuestionar el tiempo que la dupla tiránica imperial de Estados Unidos –republicanos y demócratas- llevan de gobernar a sangre y fuego el planeta, imponiendo su particular visión del mundo desfigurando y desgajando culturas milenarias y ricas en conocimiento para trocarlas por la suya, superficial y consumista, en aras de mantener y agrandar el circulo pernicioso de la mercancía el tiempo que más puedan.
Ea pues, menester poner las barbas en remojo. Blindarse económicamente contra la crisis del Imperio a través de políticas soberanas regionales como las que se están adoptando por parte de la UNASUR y la CAN y dotarse con armamento de última generación que no sea de fabricación total o que tenga componentes provenientes de Estados Unidos o de sus secuaces para evitar sabotajes posteriores que los harían obsoletos. Los pueblos tienen derecho a su defensa y en el marco de él, no deben dar explicaciones a los imperialistas. Total los que han roto el marco del derecho internacional y el mínimo respeto a la convivencia pacífica son ellos que en su desenfreno y desesperación aumentados por su crisis endémica, se han pasado por alto, incluso las resoluciones que se adoptan en su propia madriguera –el Consejo de Seguridad de la ONU-, como lo hicieron con la Resolución 1973.
El imperialismo se ha descarrilado; en su loca carrera trastumbante de agresión y ultraje a los más elementales derechos de las naciones y los pueblos abrió la puerta de la guerra global. Por tanto, adoptar posiciones para una legítima defensa contra él y sus incondicionales internos es un derecho ineludible y obligado de todo país que se respete a sí mismo.
Carlos Maldonado
Colectivo “La Gotera”
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