Rubén Aguilar Valenzuela (*)
MEXICO DF - La China de los últimos 20 años ha tenido altas tasas de crecimiento y ha sido capaz de reducir sus niveles de pobreza, aunque después de la India sigue siendo el país que en números absolutos concentra el mayor número de personas en pobreza extrema y pobreza. El éxito ha tenido costos muy altos que normalmente se ignoran o minimizan y que no salen a la luz muy frecuentemente. Enumero algunos:
Deterioro ambiental. Más de la mitad de las ciudades chinas sufren de lluvia ácida y una sexta parte de los ríos más importantes tienen niveles de contaminación tan altos que no pueden utilizarse en la agricultura. El agua de Shanhgai, Guangzhou y Tianjin, entre otras, está “gravemente contaminada”. De las 471 ciudades controladas sólo el 3.6% registran aire del máximo nivel de limpieza. Todos datos del Ministerio del Medio Ambiente.
Envenenamiento por plomo. Los casos se multiplican por todo el país. La población vive cerca de fábricas con condiciones laborales mínimas o talleres que no guardan ninguna norma de seguridad, para producir al menor costo. Millones de niños se han intoxicado con plomo, de acuerdo con la organización Human Rights Watch (HRW). Los funcionarios locales minimizan el problema e impiden que los afectados se hagan análisis para ocultar la realidad. El Ministerio del Medio Ambiente lo califica de “asunto grave”.
Huelgas y manifestaciones crecientes. Las autoridades llaman a estos hechos “incidentes de masas”. En 2006 hubo 60,000 y 80,000 en 2007. Desde entonces no se han publicado nuevas cifras. Los analistas plantean que éstos son producto de la frustración y el descontento de la población ante la desigualdad creciente, la corrupción, los abusos del poder, las expropiaciones ilegales del suelo, reclamaciones de salarios no pagados, y últimamente el aumento de los precios de los alimentos y la vivienda. El primer ministro, Wen Jiabao, reconoce que se ha creado un “gran resentimiento” social.
Crece el gasto en seguridad interior. El gobierno “nervioso” ante el descontento social ha elevado los gastos en seguridad interna, que ascienden ahora a 95 mil millones de dólares, un 13.5 % superior al del año anterior, y que por primera vez superan al presupuesto de defensa. Ante los llamamientos “desconocidos” que invitan a la población a manifestarse, el gobierno ha reaccionado advirtiendo a los ciudadanos que no se dejen engañar sumándose a las posibles protestas.
Premio a los delatores. La policía ofrece dinero y permios de residencia por denunciar a quienes protesten. Es bien conocido el caso de la ciudad de Zengchenge, zona de confección de ropa, donde ante la represión de la policía hubo manifestaciones violentas en junio pasado. Las autoridades ofrecieron entre 540 y 1,080 euros quien ofreciera pistas que llevaran a la detención de los manifestantes.
Esta la otra cara de la muy exitosa China. ¿Hasta cuándo seguirá pagando estos costos? ¿Podrá sostener su crecimiento? ¿El “capitalismo de Estado” seguirá reduciendo la pobreza extrema con la misma rapidez de los primeros años? ¿Cuándo se dejará de perseguir a quien piensa diferente? ¿Cuándo se permitirá la oposición? ¿Cuándo hará elecciones verdaderas?
(*) Columnista de ContraPunto
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