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domingo, 28 de agosto de 2011

El botín del saqueo en Libia: "fondos soberanos de riqueza", divisas, hidrocarburos, oro y agua

Bajo la Lupa
Alfredo Jalife-Rahme

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Ciudadanos libios celebran la liberación del distrito de Qasr Bin Ghashir, ayer en la capital TrípoliFoto Ap

Con el colosal botín de la riqueza libia bajo el control de la OTAN hay que releer La IIiada y La Odisea de Homero. La escenografía cleptomaniaca no ha variado desde entonces, con la salvedad de una coreografía más letalmente tecnológica (los bombardeos humanitarios) y una inversión del orden: hoy las guerras son primero financieras –debido al modelo imperante de la globalización financierista–, luego viene el golpe de gracia militar.

La suerte del coronel Kadafi se selló cuando cayó en la trampa financiera que le tendieron Baby Bush, Blair y Sarkozy a finales de 2003 gracias a su insensata apertura de los hidrocarburos libios, la privatización neoliberal de sus 16 bancos estatales y el control del banco central por los recursos humanos formados en la banca londinense.

El documento No. 126 de Wikileaks en mis manos –Libia progresa en su reforma bancaria, de Chris Stevens, encargado de negocios (sic) de Estados Unidos en Trípoli– festeja la privatización foránea del banco estatal Wahda y se alegra de las oportunidades para una mayor cooperación entre la banca privatizada libia con los bancos de Estados Unidos, lo cual ayudará a entrenar (sic) su próxima generación de banqueros. Ni más ni menos que el síndrome Fobaproa/IPAB (organizado por Córdoba-Ortiz Martínez-Zedillo, en ese orden), que ya padecimos en México, cuando las guerras posmodernas son ante todo financieras. El control petrolero viene después.

El cable de marras se congratula del progreso sólido entre Farhat Omar Bengadara, entonces gobernador del banco central libio en Trípoli, y su consejero estratégico (sic), la consultora McKinsey (señalada como un instrumento de la CIA), además de los servicios de la mafiosa empresa contable KPMG (al unísono de Oracle y KPMB) y la bendición calificadora de las descalificadas S&P y Moody’s.

Llama la atención el grado de ingenuidad aldeana en finanzas israelí-anglosajonas de la oclocracia del coronel Kadafi, quien acabó acostándose con sus enemigos, quienes lo exprimieron para luego arrojarlo a las fauces de las fieras bancarias de rapiña de la globalización neoliberal.

Ya echada a andar la maquinaria devoradora financiera israelí-anglosajona –bancos, consultoras, empresas contables, calificadoras, oligopolios multimediáticos (el síndrome Rothschild-Murdoch-Sky), etcétera–, el gobernador del banco central libio, Farhat Omar Bengadara – formado en los circuitos financieros británicos (universidades de Garyounis y Sheffield)–, se pasó al lado rebelde en febrero pasado.

En una entrevista histórica a The Financial Times (17/5/11), Farhat Omar Bengadara anunció que su labor de socavamiento de las finanzas del coronel Kadafi había resultado muy exitosa en 96 por ciento (¡súper sic!), por lo que sus días estaban contados puesto que los traslados de los cuantiosos fondos libios (mayormente colocados en bancos de Estados Unidos, Gran Bretaña y Europa continental) habían sido bloqueados ya que las sanciones habían sido extremadamente (sic) efectivas.

Farhat Omar Bengadara (el Guillermo Ortiz Martínez libio) se jacta de que había paralizado las finanzas del coronel Kadafi, quien para colmo no podía imprimir sus billetes (dinares), hechos en Londres por una firma británica, De La Rue, que rompió pérfidamente su contrato.

No importó que los haberes libios hayan sido pésimamente colocados en cuentas nocturnas (sin generar intereses), lo cual arrojó una pérdida por 2 mil millones de dólares (que obviamente fueron ganados por los banqueros israelí-anglosajones).

Farhat Omar Bengadara reconoce la existencia de 155 toneladas de oro en las arcas del banco central libio (hoy bajo control de la banca de la OTAN). ¿Por qué, entonces, no se los entregan a los rebeldes, hoy muertos de hambre? (Financial Times, 9/8/11).

El primer movimiento de la banca de la OTAN consistió en crear un insólito banco central rebelde en Bengasi, al unísono de la intervención militar (Alex Newman, The New American, 30/3/11).

El saqueo de la riqueza libia por la banca israelí-anglosajona había comenzado tiempo atrás con las cuantiosas cuan extrañas pérdidas que sufrieron los fondos soberanos de riqueza (FSR) –provenientes de los inmensos ingresos petroleros y gaseros del coronel Kadafi–, calculados mínimamente en 150 mil millones de dólares (FinancialTimes, 26/5/11)–, independientes de las otras reservas de divisas (el lugar 22 del mundo), por 107 mil millones de dólares (hasta diciembre de 2010), extrañamente evaporadas cuando no pignoradas por Estados Unidos y Europa.

Para no variar, el saqueo demoledor lo inició la vilipendiada Goldman Sachs, quien contra todas las reglas de probabilidad, perdió 98.5 por ciento (¡extra súper sic!) de los FSR depositados cándidamente por los banqueros del coronel Kadafi (Forbes, 31/5/11), formados en Gran Bretaña, y cuyo aparente aldeanismo financiero llegó hasta colocar parte de su fortuna con el Grupo Carlyle (del nepotismo bushiano) y hasta con Och-Ziff Capital Management Group (instrumento del sionismo jázaro en Nueva York). El daño irreparable estaba ya consumado.

La técnica del caballo financierista de Troya de Goldman Sachs –que aplicó exitosamente en Grecia para iniciar la balcanización del euro– fue repetida con los FSR libios, en colusión con Citigroup y Banca Santander.

Forbes registra que la pérdida de los FSR de la Libyan Investment Authority arrojaron a finales de mayo 53 mil millones de dólares (¡súper sic!), mientras el gobierno de Estados Unidos hipotecó otros 37 mil millones de dólares, los cuales, a mi muy humilde entender, jamás devolverá, por estar sencillamente quebrado.

La diabólica Goldman Sachs ya había clavado a un interno, un vulgar topo muy bien remunerado, en la Libyan Investment Authority: Haitem Zarti, hermano de Mustafá, su anterior vicedirector (Financial Times, 13/6/11).

La fortuna en liquidez libia ascendería a la suma descomunal de un billón de dólares, según el portal israelí Debka (25/8/11), la cual, a mi entender, pronto se encargará la empresa estadunidense contable KPMG de volatilizar, cual su costumbre en las arenas numéricas del desierto libio.

Manlio Dinucci, del rotativo italiano Il Manifesto (22/4/11), había profundizado el impacto en África que tiene ya el asalto a los FSR de Libia y sus inversiones en minería, manufactura, turismo y telecomunicaciones de 25 países africanos, 22 de ellos subsaharianos, que seguirán esclavizados bajo la férula neocolonial y el control financierista de la banca de la OTAN.

El botín de Libia es colosal: FSR podados por lo pronto a la mitad (antes de que se extingan mágicamente en su totalidad); fenomenales reservas de divisas mermadas y/o esfumadas; 155 inciertas toneladas de oro; 60 mil millones de barriles de petróleo de la mejor calidad ligera; mil 500 millones de metros cúbicos de gas, y pletóricas reservas de agua fresca (el mayor manto acuífero subterráneo del planeta).

Las acciones de la italiana ENI, la española Repsol, la francesa Total y la británica BP (la depredadora del Golfo de México) se dispararon el día de la caída de Trípoli.

Además de constituir la primera cabeza de playa histórica del Africom (Comando de África, del Pentágono), el inmenso desierto de Libia constituiría una las reservas ideales de la energía solar y eólica para el continente europeo, en búsqueda angustiosa de alternativas.

¿Cuantas Libias más necesita la banca de la OTAN para intentar salvarse de su quiebra financiera y su inexorable decadencia?

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