Vargas Llosa una figura cada vez más devaluada
Mario Vargas Llosa
una vez definió el oficio del escritor como el de alguien que escribe
mentiras que parecen verdades. Tal es el empecinamiento con que el
novelista ha cultivado esta práctica que se le ha vuelto costumbre cada
vez que se interna en la crónica o el ensayo político. El más reciente
ejemplo de esta malsana actitud lo ofrece su nota “El fin de Evo
Morales”, publicada en El País de Madrid el 1º de
Diciembre y en donde da rienda suelta a su odio visceral contra el
depuesto presidente boliviano [1]. Enumerar y refutar cada una de las
mentiras volcadas en ese artículo me obligaría a escribir otro libro, y
la verdad es que con uno ha sido suficiente. Es una figura cada vez más
devaluada porque sus silencios ante las masacres perpetradas por sus
amigos Piñera y Duque y, ahora, el brulote lanzado en contra de Evo
Morales han tenido la virtud de mostrar que tras la máscara amable de un
liberal “aggiornado” se encuentra un energúmeno reaccionario, racista y ganado por el odio. Por eso seré breve en la enumeración de sus mentiras.
Primera, cuando dice que “los bolivianos se han librado de él no porque
sea “indio” (que no lo es, nos dice)” y, además tampoco “es el primer
presidente indígena en la historia de Bolivia... y que Bolivia ha tenido
varios presidentes indígenas (algunos dictadores), como Perú, México,
Ecuador y Guatemala.” Dado que la antropología y en general las ciencias
sociales no son precisamente su fuerte el escritor cree que cualquier
gobernante de tez morena es un indio, con lo cual la galería de
presidentes indígenas de Latinoamérica y el Caribe sería interminable.
Pero lo cierto es que hubo un solo caso anterior al de Evo: Benito
Juárez, indígena zapoteca que llegó a ser presidente de México. Pero
nadie más. No sólo en ese país sino en Meso y Sudamérica. Por otra parte
sólo una mente ofuscada por el odio amalgamado con una maligna
conveniencia política puede negarle a Evo su condición de indígena. Es
que para un señorito de la decadente e hipercolonizada aristocracia
arequipeña un indio es un homínido que corre semidesnudo por las sierras
cazando conejos. Si habla, razona, persuade y se convierte en un
referente político nacional e internacional no puede ser un indio, tiene
que ser otra cosa. Según sus palabras: “un mestizo cultural como lo
somos buena parte de los latinoamericanos, en muy buena hora.” O sea,
Vargas Llosa y Evo Morales están milagrosamente hermanados gracias a la
magia del mestizaje cultural.
Segunda mentira, Evo fue
destituido por una enorme rebelión popular provocada “porque mediante
amaños múltiples se las arregló para permanecer 14 años en el poder, en
contra de la Constitución boliviana” y porque se “disponía, mediante un
fraude grotesco… a quedarse indefinidamente en el Gobierno.” Al
referirse a los amaños múltiples el peruano debe estar pensando en las
elecciones que ganó Evo en el 2005 (con el 53.7 % de los votos); 2009
(64.2 %); 2014 (61.3 %) y la última en 2019 (47.08 %) en donde le sacó
10.57 %de ventaja a Carlos Mesa, un probo hombre de la democracia y la
república que antes de las elecciones había declarado que no reconocería
otro resultado que no fuese el que lo consagrara como triunfador. Evo
obtuvo una proporción de votos menor a lo habitual, pero aún así se
impuso con holgura y por más de los diez puntos que establece la
Constitución Política del Estado Plurinacional para designar al ganador
en primera vuelta. Una diferencia de 0.17 % fue suficiente para
catapultar a John F. Kennedy a la Casa Blanca. En cambio, los 0.57 % de
Evo fueron sólo el preludio de un golpe de estado que venía siendo
cuidadosamente preparado a lo largo de los últimos años. En cuanto a las
supuestas intenciones del líder boliviano de eternizarse en el poder es
llamativo que Vargas Llosa jamás haya manifestado la menor preocupación
durante los catorce años de gobierno de su amigo Felipe González; o los
también catorce de Ángela Merkel para no hablar de Helmut Kohl, quien
tuvo que renunciar por un escándalo de corrupción después de permanecer
algo más de 16 años en el gobierno de Alemania; o por el desaforado afán
por “perpetuarse en el poder” del neoliberal Jaime Nebot que permaneció
19 años en la intendencia de Guayaquil, dato despreciado por Vargas
Llosa más impaciente por hostilizar a Rafael Correa que por tomar nota
de nimiedades como las de Nebot. Claro que ninguno de estos es indígena y
en cambio son todos neoliberales. Lo que es virtud en algunos se
convierte en vicio en el caso de Evo. La inmoralidad y la chapucería de
este doble rasero es evidente y exime de mayores comentarios.
Volviendo al tema del supuesto fraude es preciso reconocer que
efectivamente hubo algunas irregularidades en la transmisión rápida de
los datos pero éstas nunca alcanzaron una magnitud capaz de volcar el
resultado de la elección o hundir la diferencia que obtuvo Evo por
debajo del diez por ciento. En el Informe de 95 páginas de la OEA sobre
las elecciones bolivianas del 2019 la expresión “fraude” o “fraudulento”
que con tanta ligereza emplea el hechicero de la tribu (en seis
ocasiones en su libelo) no aparece ni una sola vez [2]. Sería bueno que
para conservar algo de la poca credibilidad que le queda don Mario se
informe bien antes de escribir tonterías. Ya antes del demorado Informe
de la OEA el prestigioso Center for Economic and Policy Research (CEPR)
de Washington produjo un informe en donde “no se encuentra evidencia de
que hubo irregularidades o fraude que afecten el resultado oficial que
le dio al presidente Evo Morales una victoria en primera vuelta”.[3] El
departamento de Ciencia Política de la Universidad de Michigan, el más
renombrado en el estudio del comportamiento electoral, publicó un largo
estudio en donde demuestra que Evo ganó en buena ley.[4] El profesor
Walter R. Mebane Jr., una autoridad en el análisis de los fraudes
electorales, comprobó la existencia de “irregularidades estadísticas que
podrían indicar fraude sólo en 274 de las 34.551 mesas de votación y
que (esto) no se diferencia mucho de patrones vistos en otros comicios
en Honduras, Turquía, Rusia, Austria y Wisconsin. Incluso si se excluyen
los votos fraudulentos, el MAS tiene una ventaja superior al diez por
ciento”, sentenció al final de su extenso trabajo.
Tercera
mentira: decir que “Bolivia está en calma”. Los 23 muertos son una
macabra refutación de sus dichos. Por empezar ya suman 31. Las hordas
fascistas incitadas y protegidas por los compinches de Vargas Llosa –los
Mesa, Camacho, Ortiz, Murillo, Añez y otros de esa ralea, a los que se
unieron los militares y policías corruptos- asolaron y aterrorizaron las
principales ciudades del país; incendiaron y saquearon hogares de
ministros, funcionarios y parlamentarios del MAS y tomaron de rehenes a
sus parientes (en algunos casos adolescentes o ancianos) que bajo
amenaza de muerte, suplicaban a sus mayores que renunciasen a sus cargos
o traicionaran al líder depuesto; apresaron y apalearon a periodistas y
dando muestras de su coraje y espíritu democrático humillaron a las
“señoras de pollera”. Esta valiente turba de exaltados “vargasllosistas”
–¿serán estos a los que alude en La Llamada de la Tribu?-
descargó su odio sobre Patricia Arce, la alcaldesa de Vinto, una
pequeña ciudad del departamento de Cochabamba. La pobre mujer fue
arrastrada por las calles descalza, le cortaron su pelo a tijeretazos y
cuchillazos, la embadurnaron con pintura roja, le destrozaron su ropa y
la exhibieron por horas postrada en el suelo como se hacía en los
tiempos de la colonia con los indígenas rebeldes o insumisos. O como
hasta hace poco hacían los criminales del Estado Islámico en Oriente
Medio, fotografiando y filmando a las víctimas de sus ejecuciones. La
infame policía que se amotinó contra Evo se limitó a observar,
inmutable, toda esa barbarie. Demoró cuatro horas en aparecer en escena y
“restaurar el orden”, o la supuesta “calma” de la que habla el
novelista.
Estos rufianes son los protagonistas de la
recuperación democrática de Bolivia que con sus venenosas palabras
enaltece Vargas Llosa desde Madrid mientras recibe un guiño aprobatorio
de la derecha mundial. Una “calma” obtenida luego de que la policía y
las fuerzas armadas garantizaran “zonas liberadas” para que las
pandillas de la restauración neoliberal creasen el caos requerido para
que los jefes policiales y militares le comunicasen a Evo que debía
renunciar. Fuerzas de represión cobardes y corruptas cuyos jefes no
tardaron sino un par de días en huir con las generosas pagas
desembolsadas por “la embajada” buscando refugio, como tantos otros
maleantes (Gonzalo Sánchez de Lozada, responsable junto a Carlos Mesa de
la masacre de al menos 70 personas en la guerra del gas en octubre de
2003) en Estados Unidos. Huyeron después de destruir la economía más
próspera de Latinoamérica en los últimos diez años, de asesinar a 31
bolivianos, dejar centenares de heridos, decenas de desaparecidos muchos
de ellos secuestrados ante los ojos de sus familiares, de haber
encarcelado a más de mil personas, de haber gaseado a procesiones de
dolientes que iban a enterrar a sus muertos, de haber reprimido con saña
a gentes que salieron a defender una institucionalidad pisoteada por
una derecha que jamás creyó, ni creerá, en la democracia. Que para ese
sector social, producto de la descomposición del orden colonial, aquélla
sólo es admisible siempre y cuando sus privilegios e intereses se
encuentren salvaguardados y el incondicional sometimiento de Bolivia a
las directivas del imperio no sean puestas en cuestión.
Tres
mentiras graves de un mentiroso incorregible. Un escritor
desgraciadamente ganado por la furia y el fanatismo propio de los
conversos. En este caso su desgraciado periplo desde el marxismo
sartreano al liberalismo que justifica y exalta a la sociedad más
injusta de la historia de la humanidad y en la que el 1 por ciento de la
población mundial detenta más riqueza que el 99 por ciento restante.
Cólera del converso que se potencia con el resentimiento elitista que le
produjo la bochornosa derrota sufrida a manos de un desconocido, el
“chinito” Alberto Fujimori en las elecciones presidenciales peruanas de
1990. En el balotaje de esa elección el novelista apenas si obtuvo el 37
por ciento de los votos de la ciudadanía. O sea, fue repudiado por dos
de cada tres peruanos, una afrenta de la que no se recobrará jamás y que
alimentará el fuego eterno de su odio a todo lo que huela a plebeyo. No
pudo ser presidente del Perú como su arrollador egocentrismo lo llevó a
anhelar durante tanto tiempo, mientras que Evo, el humilde indígena
aymara, sí lo fue. Y para colmo, para ahondar su herida narcisista, éste
fue el mejor presidente de la historia de Bolivia y Vargas Llosa quedó
para siempre convertido en un animador cultural de las tertulias de los
ricachones de España y de los cortesanos del rey Juan Carlos que premió
sus servicios ungiéndolo como marqués. Devenido también en un embaucador
profesional al servicio del imperio, encargado de apelar al hechizo de
sus palabras para ofuscar, deformar y adormecer las conciencias de las
víctimas del imperialismo. De ahí el odio que enceguece su inteligencia y
que lo lleva a escribir piezas tan vergonzosas como las que estamos
comentando y de las cuáles debería retractarse lo antes posible para
rescatar parte de la honorabilidad perdida a causa de sus escritos
políticos.
Releo estas notas y me vienen a la memoria unas
lóbregas palabras de otro converso, aunque no tan reaccionario como
Vargas Llosa. En su novela distópica 1984 George Orwell
hace decir a O’Brien, uno de sus malignos protagonistas, que “las viejas
civilizaciones afirmaban que se basaban en el amor o en la justicia. La
nuestra se basa en el odio. En nuestro mundo no habrá otras emociones
que no sean el miedo, la ira, el triunfo y la humillación. Destruiremos
todo lo demás, absolutamente todo” [5]. Eso es lo que el capitalismo
está haciendo en nuestro tiempo; es lo que acaba de hacer en Bolivia,
contando con la complacencia, o complicidad, de intelectuales como Mario
Vargas Llosa. La humanidad deberá reaccionar antes de que sea demasiado
tarde.
Notas:
[1] La nota puede leerse en https://elpais.com/elpais/ 2019/11/28/opinion/1574952319_ 840849.html?prod=REGCRART&o= cerrado#
[2] El Informe puede consultarse en http://www.oas.org/es/sap/ deco/Informe-Bolivia-2019/0.1% 20Informe%20Final%20-% 20Analisis%20de%20Integridad% 20Electoral%20Bolivia%202019% 20(OSG).pdf
[4] “Evidence Against Fraudulent Votes Being Decisive in the Bolivia 2019 Election”, disponible en http://www-personal.umich.edu/ ~wmebane/Bolivia2019.pdf
[5] 1984, edición electrónica disponible en: www.philosophia.cl / Escuela de Filosofía Universidad ARCIS, p. 217.
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