Catherine Samary
De entrada quisiera adherirme a la delaración de La Vía Campesina con motivo de la COP25
desplazada de Santiago de Chile a Madrid: "[La Vía Campesina] une su
voz de resistencia a la del pueblo chileno" y "con derechos y en
democracia, seguiremos haciendo justicia social y climática". Al igual
que La Vía Campesina, hay que denunciar "la cooptación de la CMNUCC por
corporaciones transnacionales y sus gobiernos defensores", que es la
causa de "las múltiples contradicciones en el Acuerdo de Paris (COP21),
incluyendo su carácter no vinculante y su incapacidad de superar lógicas
de mercado". Son estos, "mecanismos de mercado que permitirán a algunos
países –y sus transnacionales- seguir contaminando sin cesar a costa
del clima y de los derechos", los que determinan de antemano el fracaso
de la COP25.
Ahí reside también la responsabilidad criminal de las políticas que aceptan los Tratados de pseudo-libre
cambio (entre desiguales) elaborada desde hace años y que no respetan
ni los derechos sociales ni medioambientales, mientras que sus
tribunales privados ad hoc protegen el "derecho de competencia"
impulsado por las multinacionales. Desde hace décadas, las instituciones
de la globalización y las fuerzas políticas que las impulsan han
expandido este denominado derecho, legitimándolo de forma pseudo-científica (por consiguiente, indiscutible) en nombre de un pseudo interés general
que derivaría de la competencia "libre y no distorsionada": mediante
una trasposición paradójica, la protección de los derechos sociales y
medioambientales, que deberían ser objetivos universales, son tratados
como corporativos, mientras que los criterios de la competencia mercantil se presentan como de ¡interés general!
Esto es también lo que se supone que la Comisión europea debe
incorporar en nombre de la lógica de los Tratados de la Unión Europea. Y
es esto lo que tenemos que deconstruir, deslegitimar y poner en
cuestión: contra los climato falsificadores del ámbito científico y los poderes dominantes, "con derechos y en democracia".
Comparto en lo fundamental los análisis de Daniel Tanuro tanto sobre el imposible capitalismo verde como que [la crisis climática] no deriva de una fatal naturaleza humana en el Antropoceno 1/.
Desarrollaré el debate partiendo sobre el llamado giro neoliberal que
se impuso en Chile contra Allende y cuyo epicentro estaba en el corazón
de un orden imperialista en crisis en aquellos momentos. Es partiendo
de lo que amenazaba en los años 1960-1970 ese orden como se pueden
encontrar las raíces del llamado giro neoliberal. Tras describir sus
rasgos más generales, quisiera plantear las causas más profundas del
antropoceno para combatir todo fatalismo sobre la naturaleza humana o el productivismo.
Crisis de costes, pero ¿para quién?
Las llamadas políticas neoliberales impuestas en los países
dominantes desde los años 1980 tenían como objetivo dar una respuesta a
la manifiesta crisis de costes de los años 1970. Pero, lejos de ser técnica o de naturaleza económica
abstracta, esta crisis encubría las transformaciones en la relación de
fuerza sociales y geopolíticas mundiales en dos ámbitos fundamentales
para los beneficios: las relaciones salariales y las relaciones
coloniales mundiales subyacentes a la producción/distribución de la
energía. Todo ello en medio de un incremento de la puesta en cuestión de
las relaciones de dominación a nivel mundial.
Se trataba pues de un sistema de dominación que estaba amenazado. El nuevo capitalismo, fruto de los profundos cambios de los años 1980, al liberar el trabajo del Estado social" (peor, socialista!)
y de sus garantías (no para mejorarlas, sino para destruirlas),
pretendió responder a las aspiraciones de autonomía, sobre todo de la
juventud, frente a unas relaciones estatales y burocráticas,. Al
hacerlo, se pusieron en cuestión todos los derechos colectivos que
permitían resistir a la pura lógica del beneficio mercantil, se
tratara de los derechos laborales o los servicios públicos. La
revolución tecnológica, la financiarización de la economía y la
organización de la competencia de la fuerza de trabajo a nivel mundial
se pondrán al servicio de ese objetivo. En paralelo, en esa misma fase
histórica, las nuevas guerras de civilización camuflaron
objetivos estratégicos de reconquista neocolonial para el control de los
recursos energéticos. Estos no sólo eran (ni en principio) escasos, y por tanto caros, como afirman los esquemas
dominantes: en primer lugar, se hicieron más caros para los países
dominantes confrontados a la rebelión de los países productores frente a
las multinacionales estadounidenses que durante décadas impusieron un
precio administrado para la distribución del petróleo con el objetivo de maximizar sus beneficios.
Por tanto, la denominada crisis del petróleo de los años 1970
fue, de entrada, una crisis de la dominación imperialista de EE UU y del
dólar en el contexto de un ascenso de las revoluciones
anticolonialistas y de la guerra en Vietnam, que en esos años estaba muy
cuestionada por la juventud en el seno de todas las grandes potencias
capitalistas. Así pues, esta crisis encareció los costes del conjunto
del aparato productivo y de consumo que a nivel mundial se basaba en un
petróleo barato. Desgraciadamente, como se pudo comprobar después, los petrodólares derivados
de esta nueva renta no beneficiaron a las poblaciones de los países
productores. Y en los países dominantes la estanflación (ralentización
del crecimiento + inflación debida a múltiples causas) reforzó la puesta
en cuestión ideológica de las políticas de inspiración keynesiana, que
habían sido dominantes hasta entonces, desde una perspectiva neoliberal.
La dinámica antisocial y, por consiguiente, antidemocrática que se
impuso durante los años 1980 se vio reforzada por la ausencia de una
alternativa socialista coherente 2/.
Frente a una crisis del orden mundial derivada de la crisis de los
beneficios en los países capitalistas dominantes, el contraataque a
todos los niveles significó encaminarse hacia unas relaciones sociales
propias del siglo XIX: el capitalismo del siglo XXI liberó a las grandes empresas y a los Estados de lo que se ha denominado cargas sociales y de una mentalidad asistencial,
fruto de los derechos sociales conquistados con gran esfuerzo y lucha
en el siglo XX. Quienes tomaban las decisiones sobre los intercambios
internacionales siguieron con su acción filantrópica, pretendidamente para alimentar el planeta, como forma de acaparar mercados
que hasta entonces habían escapado a los intercambios mercantiles
internacionales; sobre todo, la agricultura, la posibilidad de extraer
nuevas fuentes de energía y las inversiones financieras. Fuera cual
fuera el coste social y medioambiental. Esta lógica destruyó la
producción de alimentos, muchos bosques y cualquier posibilidad de soberanía alimentaria
para los pueblos. Al mismo tiempo, trajo la privatización del agua y de
las tierras más fértiles combinada con la puesta en cuestión de la
relación con la naturaleza de las poblaciones indígenas que fueron
pisoteadas para apoderarse de los recursos y sus saberes, que hasta
entonces constituían un bien común.
Este sistema saquea y contamina los comunes naturales porque su fuerza motriz se encuentra en los valores mercantiles bursátiles,
indiferentes a los derechos sociales y medioambientales. La raíz de
estas políticas destructoras se encuentra ahí y en la medida quer no son
fruto de ninguna fatalidad natural, se pueden combatir.
El origen de lo que se denomina antropoceno viene de más lejos
No hay necesidad de entrar en las controversias bizantinas sobre este
tema. Deberíamos lograr un consenso sobre la cuestión principal, que
combine la doble dimensión, física y socio-económica, de las grandes
fases geo-políticas de transformación del mundo.
Este gráfico muestra en qué consistió el despegue del consumo de energía/persona desde 1860 a 2016 3/
(en un sentido amplio y material del consumo tanto productivo como
improductivo); es decir, de la principal parte de los recursos naturales
finitos. Abarca varias fases de la globalización a las que hay que
caracterizar como capitalistas para distinguirlas de las épocas
previas de la globalización colonial o pre-industrial asociadas,
sobretodo a partir del siglo XVI, a las alianzas mercantiles
entre grandes mercaderes y fuertes Estados monárquicos dotados de
ejércitos y armadas, que gobernaban sociedades en gran parte
pre-capitalistas. Estas potencias coloniales se vieron afectadas de
forma desigual por las revoluciones burguesas anti-feudales y por la
lógica de acumulación primitiva del capital mercantil 4/. En lo que respecta al saqueo colonial y a las relaciones sociales de los países afectados, estas épocas no fueron ni mejores
ni menos violentas que las que les siguieron. Aquí solo tratamos de
decir que no pudieron ejercer sobre los recursos naturales los efectos
sin precedentes que imprimiría la industrialización capitalista.
En efecto, el despegue y las modalidades en la utilización de la
energía del antropoceno puede relacionarse a tres dimensiones
propiamente capitalistas de la industrialización del siglo XIX y a sus
consecuencias posteriores: el productivismo, la necesidad de
expansión imperialista y la generalización de las relaciones
mercantiles. Es necesario traerlas a colación remarcando al mismo tiempo
que el anticapitalismo no suficiente para ofrecer una alternativa
socialista/comunista coherente. Así pues, hay que abordar los problemas
de forma concreta.
¿Qué productivismo?
Una dinámica específica asociada a las relaciones sociales de propiedad y de clase empuja al capitalismo al desarrollo de las fuerzas productivas.
Sobre todo a la innovación tecnológica y al maquinismo: ahí se
encuentra el originen profundo del incremento sin precedente en el uso
de las diversas fuentes de energía. Bajo la presión de la competencia
entre distintos capitales, este sistema necesita aumentar la capacidad
productiva del trabajo y reemplazar el trabajo vivo por máquinas cuando
se imponen los incrementos salariales arrancados por la lucha; el paro(o
la precarización masiva) se convierten en un arma para bloquear las
reivindicaciones salariales. Esta es la primera dimensión capitalista de lo que se denomina de forma insatisfactoria productivismo.
Desde hace mucho tiempo, el movimiento obrero, sobre todo marxista, y
también la experiencia de los países que se reclamaban del socialismo,
han estado marcados por una visión insuficientemente crítica de este crecimiento de las fuerzas productivas (en su dimensión social, técnica y medioambiental) y la errónea hipótesis de una fase comunista en la que reinaría la abundancia
como condición para superar las relaciones mercantiles. Hay que
reconocerlo y hacerse cargo de ello a la hora de buscar alternativas
anticapitalista a partir del balance de los defectos y fracasos de las
revoluciones del siglo XX. Por una parte, el recurso a un acceso gratuito
(no mercantil) a los servicios básicos –educación, sanidad,
transporte…- no depende más que de opciones sociales y políticas en
torno a la financiación de la producción y distribución de estos
servicios, y no del nivel de desarrollo de las fuerzas productivas.
Por otra parte, los recursos naturales, supuestamente abundantes, no
son inagotables, y los principios de la economía deben integrarse
plenamente en la producción y usos planificados a todos los niveles de
la sociedad y a nivel internacional. Por último, la finalidad
emancipadora de un proyecto anti-capitalista contra todas las formas de
dominación, pueden y deben ser defendidas y aplicadas antes incluso que
se de el cambio de sociedad –en y contra el capitalismo- para tener
alguna opción de triunfar conscientemente después. Contra toda visión etapista
y ciega, o contra toda jerarquía prefijada en el rechazo de las
relaciones de dominación, de lo que se trata es de rechazar todas las
relaciones de explotación, de opresión y discriminación, sin esperar a
la revolución que al día siguiente solo celebraría el fin del reino del beneficio. El Manifiesto feminista para el 99% expresa bien esta exigencia.
Evidentemente, a nivel global es necesario aplicar la exigencia de
poner en evidencia las lógicas socio-económicas concretas tras el
mercado o el plan, en las instituciones y en las asociaciones, contra
todo productivismo devastador, capitalista o no capitalista.
Daniel Tanuro ha puesto de relieve los considerables estragos
medioambientales (por ignorancia o por burocratización) que se dieron en
las sociedades que se reclamaban del socialismo 5/.
La lógica de la planificación socialista no estaba exenta de las
ilusiones en lo que respecta a la abundancia de los recursos naturales,
ni estaba protegida de la ignorancia sobre los ecosistemas; más aún en
la medida en que el mundo y los saberes campesinos fueron denigrados o
ignorados. Nada de todo ello deriva necesariamente del pensamiento
marxista 6/, ni de la experiencia socialista; diríamos que incluso está en contradicción con ellos y los debilitan.
La expansión mundial (neo)colonialista del capitalismo
La dimensión capitalista del antropoceno abarca una segunda dimensión orgánicamente vinculada a la primera (productivista): la necesidad intrínseca de una internacionalización del sistema de dominación.
Es importante caracterizar la globalización capitalista del siglo
XIX: se trata de enfatizar una nueva fase en la cual el motor de la
expansión colonial se convirtió en la búsqueda de una solución a las
crisis orgánicas (de sobreproducción de mercancías y de sobreacumulación
de capital) del capitalismo industrial allí donde nació: las nuevas
potencias rivales que estarán en el epicentro serán Francia y sobre todo
el Reino Unido del siglo XIX y después EE UU en el siglo XX. Las
diferencias internacionales se ampliarán históricamente por la
combinación del colonialismo (o neo-colonialismo cuando los países
dominados eran formalmente independientes) y las opciones y condiciones
de producción e intercambio fundamentalmente determinadas por las
necesidades específicas de los países industriales imperialistas dotados
de su industria armamentística y su armada. La relaciones de dependencia económica
van a marcar las condiciones de explotación (y de distribución mundial)
de las materias primas: desde el trigo que determina el precio del pan
y, con ello, el de los salarios, hasta las diferentes fuentes de
energía, pasando por los metales preciosos.
A la legitimación racista de la esclavitud y los saqueos coloniales y
a la relación de fuerzas mercantiles, se añadirán o se combinarán la
fuerza devastadora de lo que se teorizó como una división de trabajo pacífica y justa, según las ventajas comparativas que poseían las distintas naciones en el marco de intercambios supuestamente igualitarios. Este supuesto
librecambio fue teorizado por el economista británico David Ricardo
(1772-1883): el comercio internacional se presentaba como una juego de
suma positiva (donde todo el mundo gana). A menudo se olvida subrayar
que Ricardo (o con él, el Reino Unido del siglo XIX) inventó el librecambio: se trataba de una nueva política económica de hecho (pero no explícitamente) asociada orgánicamente a la tendencia a la baja de la tasa de beneficio
analizada por Ricardo antes que Marx, en el contexto de la lucha de
clases. Ricardo enfatizaba sobre todo el impacto del ascenso del precio
del trigo, por tanto del pan, en Inglaterra debido a la explotación de
tierras cada vez menos fértiles: la razón para abolir las Corn Laws (Leyes sobre el trigo) fue importar trigo más barato.
Marx retendrá de Ricardo la teoría del valor-trabajo y el
planteamiento sobre las clases para radicalizar el análisis de la
explotación y las contradicciones capitalistas desde el punto de vista
de las y los dominados. Pero hasta el presente, quienes defienden el
orden capitalista dominante sólo retendrán la división internacional del trabajo
y la cobertura ideológica de los intercambios internacionales
propugnados. Es decir, las condiciones de extracción y apropiación de
las materias primas en los países dominados. Sin embargo, también hay
que subrayar que las tesis del librecambio de Ricardo –por consiguiente la puesta en cuestión teórica de las prácticas mercantilistas
de los Estados hiper proteccionistas- fueron rechazadas por los países
rivales de Inglaterra, fueran Estados Unidos o Alemania. El economista
alemán Friedrich List fue, contra Ricardo, el gran teórico de la
protección de las industrias nacientes. Pero se trataba de un punto de vista de clase y colonialista que se aplicará más allá de las condiciones limitadas de las industrias nacientes, y siempre limitadas a los países con pretensiones dominantes o civilizadoras.
Así pues, en el siglo XIX, tanto las fuerzas políticas dominantes en
Estados Unidos como en Alemania criticaron la política impulsada por el
Reino Unido afirmando que abolirían su proteccionismo (o el equivalente a
sus Corn Laws) cuando sus países alcanzasen la misma posición dominante que Inglaterra.
Lo que en la práctica caracteriza a un país del centro (dominante o imperialista según la concepción marxista), se reclame o no del librecambio,
es la capacidad para decidir (y eventualmente camuflarlo
ideológicamente) lo que quiere proteger en su país con todo el poder de
un Estado fuerte y su capacidad económica, financiera y
político-militar, al tiempo que impone a otros la supresión de barreras
proteccionistas. De ahí los mitos y las paradojas de los intercambios internacionales analizados remarcablemente por Paul Bairoch en sus diferentes fases 7/.
Pero ello remarca también el carácter oscuro de la pseudo alternativa entre librecambio y proteccionismo, mientras no se defina quién decide, con
qué objetivos, prioridades y derechos en las relaciones de producción e
intercambio nacionales y mundiales y, por consiguiente, en base a qué
relación entre los pueblos y con la naturaleza. El rechazo progresista del librecambio
debe plantearse como una puesta en cuestión de los criterios del
derecho a la competencia por encima de las cuestiones sociales y
medioambientales. Ahora bien, estas cuestiones también pueden ser
dejadas de lado por los proteccionismos nacionales. Una población
que quiera romper con (o no someterse a) los criterios de acumulación y
a las relaciones de dominación capitalistas puede tener necesidad de
intercambios con los países capitalistas, pero los mismos han de estar
supeditados a la opción y el control soberano, democrático y
popular. Lo que le enfrenta a las clases dominantes nacionales e
internacionales. La noción –defendida fundamentalmente por La Vía
Campesina- de la soberanía alimentaria pone el acento en las
objetivos populares que pueden ser sociales y ecológicas, determinados
de forma democrática, que pueden volverse incluso contra el agronegocio
del país exportador.
Esta posición puede fortalecerse mediante alianzas internacionalistas
y luchas supranacionales contra la mercantilización del planeta, del
agua, de la energía, de la tierra, y por el respeto de los derechos de
los campesinos y campesinas y la satisfacción de las necesidades básicas
para todos y todas. Esta noción de soberanía alimentaria es mucho más pertinente y progresiva que el proteccionismo nacional,
en la medida que se centra en un tema concreto, defendible desde un
punto de vista no nacionalista sino universal y bajo el control
solidario y popular de las decisiones. Decisiones que pueden abordar
explícitamente las necesidades y los derechos esenciales que deben
satisfacerse, incluido el respeto por los bienes comunes.
Queda por determinar en cada caso cuáles son los medios financieros,
las técnicas, las alianzas sociales y el nivel territorial (o más bien
los niveles territoriales articulados) adecuados para la satisfacción de
las necesidades y los derechos específicamente determinados. Pero es
necesario debatir más sobre los aspectos sociales y ambientales de la
tercera dimensión de la globalización capitalista.
Mercado y mercados – valor y riqueza…
El mercado (la moneda) existía antes del capitalismo y poca gente
pensaba que se podría prescindir de él después. Pero ¿qué mercado y qué
moneda? ¿Para hacer qué? ¿En qué sistema? Como anotó Karl Polanyi, el
capitalismo transformó en mercancía la fuerza de trabajo, la tierra (la
naturaleza) y la moneda: se trata de tres ámbitos fundamentales e
imbricados del modo de producción capitalista en cuanto tal, que transformó profundamente las sociedades, de forma diferente en el tiempo y el espacio según los contextos.
Es la generalización y el dominio de las relaciones mercantiles las que parecen imponer las leyes económicas que
van a caracterizar el nuevo sistema en torno a la transformación
específica de la moneda en capital dinero. Lo primero que hay que hacer
es escribir mercado en plural, como lo dijo Diane Elson 8/ en el debate de Alec Nove con Ernest Mandel en la New Left Review sobre
el socialismo en los años 1980. Pero es necesario hacerlo comenzando
(como lo hizo Polanyi) por contraponer y poner en cuestión de forma
consciente la mercantilización de los seres humanos, la naturaleza y la
moneda. El post-capitalismo depende de ello. Y también depende de una
vuelta al dominio de las opiniones y criterios sobre los valores de uso y las relaciones humanas concretas frente el reino del dinero y de las mercancías.
Al igual que lo hicieron los primeros teóricos del capitalismo
industrial (Smith y Ricardo), Marx retomó de Aristóteles la distinción
entre el valor de uso (susceptible de satisfacer necesidades concretas) y el valor de cambio
de las mercancías dotadas de un precio. Igualmente distinguió, como
Aristóteles, la moneda que servía al intercambio y la dedicada a la
acumulación. Estas nociones permitían, por una parte, no asimilar la riqueza
con la simple posesión del dinero y, por otro, no reducir toda riqueza a
los valores de cambio (a las mercancías). Marx se opuso sobre todo a
quienes consideraban que el trabajo era la única fuente de riqueza,
destacando que la naturaleza lo era también y de manera preciosa 9/.
Los modelos económicos dominantes han tenido tendencia a considerar
los recursos naturales como inagotables y, por consiguiente, sin precio.
Y, como hemos dicho más arriba, la división internacional de trabajo
derivada de las condiciones de expansión capitalista del siglo XIX, fue
legitimada teóricamente en nombre de la abundancia del trabajo (es decir, un factor de producción barato) asociado a la producción de materias primas, contra la abundancia de capital
asociada a la producción de bienes manufacturados. Pero los mercados de
bienes de producción y de materias primas no desempeñan la misma
función ni transformac-on en relación a sus precios. Y tras la
producción de los bienes manufacturados y de la tecnología hay
conocimientos: el desarrollo de la educación es totalmente fundamental
para cualquier control a ese nivel.
En los años 1960 los teóricos de la dependencia analizaron el ascenso de la descolonización y la afirmación del Tercer Mundo, el desarrollo en el subdesarrollo. Esta fue la raíz de las contradicciones socialmente explosivas del desarrollo desigual y combinado,
mezcla de una industrialización capitalista extravertida y de
estructuras arcaicas, de regímenes dictatoriales que imponían el
mantenimiento de condiciones sociales de explotación y opresión de la
fuerza de trabajo obrera y campesina en condiciones de existencia e
ingresos de miseria en esos modelos económicos debido a su abundancia.
No se puede comprender por qué las revoluciones anticapitalistas del
siglo XX resultaron victoriosas en la semi-periferia del capitalismo
ocultando estas realidades.
Marcaron una ruptura con la fatal espiral de la dependencia hacia los
créditos de los países dominantes (es decir, contra la deuda), que,
mucho antes que existiera el FMI, permitió a los países dominantes
ofrecer sus préstamos condicionados –no sin recurrir a la fuerza militar y política- facilitando que las potencias coloniales ganaran en distintos ámbitos:
· La sobreacumulación de capital encontró una salida bajo la forma de
créditos hacia los países dependientes… condicionados a la compra de
bienes manufacturados.
· De esta forma también garantizaban mercados para la sobreproducción de bienes
· Los países dependientes tenían que devolver los préstamos
exportando sus materias primas –producidas en condiciones de
sobreexplotación; es decir a precios muy por debajo de las producciones
equivalentes en los países dominantes.
· Por tanto estos la importación de estos productos baratos
contribuyó a reducir los costos de producción en los países
imperialistas y a restablecer el beneficio…
Se trata de nuevas relaciones de dependencia orgánica (que legitiman la utilización del concepto de economía mundo de Immanuel Walleestein, incorporando en él una visión marxista 10/), de nuevas desigualdades y desposesiones impuestas por el imperialismo como fase del capitalismo, analizado desde el punto de vista anti-colonialista (o decolonial), marxistas o no.
Para concluir… Por una planificación socialista autogestionada por
las comunidades afectadas y articulada a todos los niveles
territoriales necesarios
En un artículo titulado –con razón- "Por qué el crecimiento verde es una ilusión" 11/,
los investigadores Enno Schröeder y Servaas Storm nos decían: "Nada,
salvo una movilización masiva a favor de una descarbonización profunda
de la economía mundial, puede evitar la catástrofe climática inminente".
Remarcaban que su "análisis estadístico mostraba que para evitar la
catástrofe climática, el futuro debe ser radicalmente diferente al
pasado. La estabilización del clima necesita perturbar de raíz la
producción de la energía a base de hidrocarburos y de las
infraestructuras de transporte, una puesta en cuestión total de los
intereses acumulados en la energía y la industria de los combustibles
fósiles, así como inversiones pública a gran escala; y todo ello en el
menor tiempo posible". El problema de la mayoría de los economistas,
añadían, es que todo esto "huele a planificación, coordinación e
intervención pública", lo que, enfatizan, va contra las convicciones
sobe la eficacia de la regulación a través del mercado que comparte la
mayoría de entre ellos. No solo los economistas dominantes no poseen la
solución, sino que son parte del problema 12/. Y con ellos, las grandes instituciones de la globalización.
Ahora bien, ¿de qué planificación se trata? ¿Controlada por quién y a qué nivel? Si se quieren establecer puentes (transición)
entre la situación actual, de experiencias parciales, y el futuro
deseado (de derechos y objetivos), es necesario tener un mínimo debate
sobre estas cuestiones. Al igual que Daniel Tanuro, defiendo la idea de
que una planificación socialista autogestionada es contraria al
estatismo pero que tampoco se puede reducir a procesos de decisión
descentralizados y atomizados, aunque sean autogestionados localmente.
Todo eso hay que debatirlo en base a objetivos y experiencias concretas 13/.
Las luchas actuales forman parte de la experiencia. La de los chalecos amarillos, como
también las explosiones sociales en el mundo entero, han puesto al
descubierto que los gobiernos actuales (ellos también, no solo los
economistas) son parte fundamental, del problema. Y no se pueden separar
tres cuestiones fundamentales orgánicamente asociadas: la urgencia
social, medioambiental y democrática. Los impuestos sobre los
carburantes impuestos a la gente que tiene dificultades para llegar a fin de mes
son injustos e ineficaces, sin que, por otra parte, ello garantice que
este tipo de impuestos sirva para responder al desafío climático ni que
serán utilizados en los presupuestos del Estado para responder a ese
desafío.
"La historia nos ha enseñado que las soluciones vienen del pueblo",
dice La Vía Campesina, añadiendo "pero demandamos que aquellos que
deberían representarnos asuman sus responsabilidades en lugar de ser
serviles al capital".
Esto quiere decir que las soluciones no pueden ser la suma de cambios
individuales o locales o incluso fruto de una gestión de los comunes
que se satisfaría con islas de bienestar para algunos y algunas,
indiferentes a las catástrofes y miserias medioambientales. En todo
caso, es crucial subordinar el dinero, las finanzas y la banca a la
satisfacción de las necesidades sociales y medioambientales. Al igual
que lo es el control plural y democrático de la sociedad sobre las
decisiones a adoptar.
"Con derechos y en democracia, seguiremos haciendo justicia social y
climática". Tenemos que hacerlo de fomra socialidaria, desde el ámbito
local al planetario, pasando por el continental para que el mundo cambie
de base.
4/12/2019
http://csamary.fr
Traducción: viento sur
Notas:
1/ Además de su trabajo principal "El imposible capitalismo verde" (2012, viento sur – La Oveja Roja), léase su entrevista en Ballast que sintetiza bien los principales problemas actuales: https://www.revue-ballast.fr/daniel-tanuro-collapsologie-toutes-les-derives-ideologiques-sont-possibles/
2/
En los países que se reclamaron del socialismo, la restauración
capitalista fue facilitada por la represión burocrática de los
movimientos destinados a reducir la brecha entre las promesas, las
aspiraciones socialistas y la opresión del gobierno de un solo partido;
cf. https://www.contretemps.eu/pologne-tchecoslovaquie-yougoslavie-1968/
3/
Tomo prestado este gráfico muy expresivo del ingeniero politécnico
francés Jean-Marc Jancovici (cuyas interpretaciones "económicas" son más
que ligeras, pero que enfatiza con razón la importancia de la energía
mal evaluada por los economistas dominante) https://jancovici.com/transition-energetique/l-energie-et-nous/lenergie-de-quoi-sagit-il-exactement/
4/
Así, diferentes "mercantilismos" también se traducirán en una
utilización diferente de las conquistas coloniales (y su saqueo) en las
políticas de industrialización emergentes de acuerdo con lo que sucederá
políticamente en las monarquías españolas, portuguesas, francesas o del
Reino Unido ...
5/ Desarrollé este análisis crítico de la noción de productivismo en las sociedades capitalistas o que se reclaman del socialismo en https://www.pressegauche.org/Des-degats-du-productivisme-a-la-planification-ecosocialiste-autogestionnaire-14790
6/ Leer en relación a Marx respecto a este tema, Michel Husson: https://www.vientosur.info/spip.php?article13543
7/
"Paul Bairoch analiza las islas de librecambio en el océano
proteccionista del mundo desarollado mientras que el librecambio se
impso en los países dependientes" Mythes et paradoxes de l’histoire économique, La Découverte, 2005.
8/ Diane Elson "Market Socialism or socialisation of the Market?", NLR n° 172, 1988
9/ Además del artículo de Michel Husson ya citado, los trabajos de Jean-Marie Harribey sobre el valor y la riqueza; sobre todo: http://harribey.u-bordeaux4.fr/travaux/valeur/richesse-valeur.pdf
10/ El concepto de sistema mundo
o de economía mundo capitalista de Wallerstein hay que diferenciarlo de
la noción descriptiva de la economía mundial. Es interesante
caracterizar como "todo" (sistema) la parte (evolutiva) del planeta que
está orgánicamente integrada a las relaciones de dominación capitalista
impuestas por los países del centro (estados dominantes rivales) a los países periféricas (colonias) o semiperificadas. Pero este concepto no es una teoría
y puede usarse de acuerdo con enfoques divergentes sobre lo que
caracteriza las relaciones capitalistas y, por lo tanto, también las
periodizaciones de varias fases históricas. Los debates sobre este tema
no pueden discutirse aquí. Utilizo este concepto para mí incorporando el
análisis de las relaciones de producción específicamente capitalistas e
imperialistas (y no solo el intercambio).
11/ "Why ‘Green Growth’ is an illusion", http://tankona.free.fr/schroderstorm18-.pdf.
12/ .En
su trabajo "Comparaison des modèles météorologiques, climatiques et
économiques : quelles capacités, quelles limites quels usages ?", los
investigadores especializados en los temas energéticos, Alain Grandjean
et Gaël Giraud subrayan hasta que punto los modelos económicos
dominantes "recurren a teorías económicas no siempre explícitadas y cuya
validez es más que discutible". http://www.chair-energy-prosperity.org/publications/comparaison-modeles-meteorologiques-climatiques-economiques/
13/ Comparto ampliamente los principios generales de planificación socialista democrática descritos por Pat Devine cf. https://www.oxfordhandbooks.com/view/10.1093/oxfordhb/9780190695545.001.0001/oxfordhb-9780190695545-e-45
Y planteo a debate mis propias contribuciones sobre este tema; en
especial, "Décolonial Communism, Democracy and The Commons" y mi balance
de la experiencia yugoslava.
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