Después de varios análisis
denunciando el golpe de Estado en Bolivia, y el saldo sangriento de más
de 30 personas asesinadas y mil detenidas, es hora de empezar a
analizar los errores cometidos por el proceso de cambio boliviano,
errores sobre los que se han montado los golpistas para no volver a
cometer los mismos en el escenario político y electoral que se viene en
los próximos meses.
Este análisis (auto)crítico parte también desde el más absoluto
compromiso con el proceso de cambio que transformó Bolivia durante 13
años, y desde la lealtad al MAS-IPSP y a su líder Evo Morales, siempre
acompañado por Álvaro García Linera, y en contra de cualquier
utilización perversa de la crítica, como se ha venido haciendo desde
ciertos sectores de centro-izquierda, o desde algunos feminismos
latinoamericanos.
Los procesos hay que vivirlos, hay que conocerlos desde el barro de
la militancia, y no criticarlos desde la academia o una supuesta
equidistancia, mucho menos si esa crítica sirve para terminar
justificando un golpe de Estado.
Mucho se habla estos días del supuesto error de Evo al forzar su
repostulación en 2016. Incluso una funcionaria que ha cobrado dinero
público por muchos años escribe ahora:
Ese es el tamaño del daño que le ha hecho a nuestra democracia el intento de repostulación del ex presidente Evo Morales. El primer gran error fue colocar en el Estado a gente sin ningún compromiso que a las primeras de cambio se ha dado la vuelta y apoya o cuanto menos contemporiza con el gobierno golpista. Sustituir el instrumento por el Estado, por funcionarios mediocres sin compromiso político, es un primer error. El MAS-IPSP se convirtió en un instrumento de ascenso social (impregnado de corrupción, además).
Bajar banderas, de la mano de estos funcionarios mediocres, para
querer hablar a las clases medias desde el liberalismo, fue un segundo
error determinante. Más que atraerlas, se reforzó su conservadurismo. La
apuesta siempre debía haber sido volcarse sobre el núcleo duro, el
movimiento indígena originario campesino, y no sobre las clases medias,
que ya estaban perdidas, pues no sólo no veían los beneficios inmediatos
del proceso, al contrario de los sectores populares, sino que además
iban siendo politizadas contra el proceso por los medios de
comunicación.
El tercer error fue justamente confiar en los medios de comunicación,
todos ellos justificando hoy a los golpistas, y así como en los medios,
también en las élites económicas cruceñas, que apoyaron mientras el
gobierno tenía músculo, pero se dieron la vuelta rápidamente.
El cuarto error fue confiar en la Organización de Estados Americanos
(OEA). Pensar que como no se había hecho fraude, el Ministerio de
Colonias del Imperio nos iba a dar la razón. Ya hace mucho nos avisaron
que al imperialismo ni un tantito así, pero no aprendimos. Y este error
terminó siendo determinante en el golpe de Estado, junto con la
confianza excesiva en la policía (golpista estructural) y militares.
Y el quinto error, volviendo al inicio, no fue buscar la
repostulación de Evo, sino el momento en que se hizo (a un año de haber
ganado con 61 por ciento de los votos) y no comunicar bien para qué se
hacía (terminar lo que se empezó con una agenda clara de pobreza cero y
derechos en 2025, Bicentenario de Bolivia). La no repostulación no
estaba en la Constitución, fue fruto de la correlación de fuerzas en la
constituyente, impuesta por una derecha que incluso en el referendo sólo
pudo ganar 51-49 por ciento gracias a la mayor campaña de guerra sucia y
fake news de la historia de Bolivia. Quienes no son demócratas
son ellos, desde el proceso siempre se buscaron fórmulas legales y
constitucionales para volver a postular al único líder que permite la
cohesión y unidad de los sectores tan heterogéneos que componen el
MAS-IPSP.
¿Qué hacer?
Dos frentes de batalla se abren ahora. En primer lugar,
seguir denunciando el brutal golpe que tanta sangre boliviana ha
cobrado. Denunciar todas las vulneraciones de derechos humanos de los
golpistas e impulsar la vuelta de Evo Morales a Bolivia para poder
ordenar los diferentes intereses corporativos que se expresan en el MAS,
incluida la propia Asamblea Legislativa Plurinacional.
En segundo lugar, levantar las banderas originales del proceso, que
nunca debieron ser arriadas. Las y los candidatos deben ser quienes han
estado ahí desde el inicio, el núcleo que nunca te abandona, quienes han
peleado en las calles de Bolivia contra el golpe o han sido fieles a
Evo cuando todo se desmoronaba.
Hay que estar claros de que no han dado un golpe de Estado, con la
complicidad e impulso estadounidense, para entregar el poder en abril en
unas elecciones. Es necesario, por tanto, prepararse para una travesía
por el desierto, como hizo el kirchnerismo en Argentina, o está haciendo
el correísmo en Ecuador. Toca resistir desde la Asamblea, y
atrincherarse en lo territorial, ganando todos los municipios y
gobernaciones que se pueda, demostrando que el MAS-IPSP es la mayor
fuerza político-electoral del país.
Quizás sea necesario discutir si el golpe de Estado en Bolivia ha
sido fruto de un exceso de democracia que provocó una escasez de
oportunidades de ascenso social para los históricamente privilegiados,
pero de lo que no hay duda es de que también es parte de una estrategia
imperial donde el gas, y sobre todo el litio, también tienen mucho que
ver.
*Ciudadano vasco, con nacionalidad boliviana y carnet de militante del MAS-IPSP.
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