Aunque Ana Jara y Nadine Heredia lo nieguen empeñosamente, es claro que “el caso” López Meneses se ha convertido en una papa caliente para el gobierno del Presidente Humala.
Se trata de un fenómeno poco frecuente en la política peruana: un “ciudadano de a pie”, que no ostenta ninguna representación oficial ni cargo alguno, pero que tiene el privilegio de una custodia equivalente a la de “protección de dignatarios”, premunida de hombres, armas y vehículos. Nadie sabe quién dispuso otorgarle ese “status”, ni por qué los uniformados resolvieron acampar en la cuadra en la que vive - “Batallón Libres”- en el distrito de Surco. Sólo, que ostenta poderes especiales y que se jacta de ser “amigo de medio mundo”.
Pareciera que, en efecto, en algún momento estuvo cerca de quien hoy es el Jefe del Estado, a través de un vínculo no precisado con su “principal consejero”, el Comandante Adrián Villafuerte, quien perdió el cargo precisamente cuando se puso en evidencia el “nivel de protección” del que gozaba, sorprendentemente, Oscar López Meneses.
Como los secretos no abundan en el escenario político, ha sido posible reconstruir por lo menos algunos elementos del itinerario de este personaje, que hoy es plana principal en órganos de la “prensa grande”.
Se sabe, por ejemplo que en los años 90 del siglo pasado, trabajó estrechamente vinculado a los Servicios de Inteligencia, a la sombra del principal “asesor” en la materia -hoy reo en cárcel-. En esa época frecuentó ciertos predios universitarios y segmentos profesionales que le dieron rédito.
Pero, curiosamente, su nombre no aparece en ninguno de los seis volúmenes que contienen las conversaciones del “doc” con sus “allegados” en la “Salita del SIN”. Pareciera que alguna mano traviesa de dio el lujo de espulgar los documentos de manera cuidadosa y sofisticada para asegurar que no quede huella de su paso por esos delicados avatares. Hoy, no obstante, se le enrostra sin mayor reparo la condición de “montesinista”, aludiendo a sus correrías por aquellos predios por casi 10 años.
Después, y en el ocaso del régimen neo nazi de entonces, el año 2000 -y de eso sí hay constancia escrita- el hombre fue “asesor” de la bancada parlamentaria del fujimorismo, con lo cual confirmó los vínculos que -quizá- buscaba, púdicamente, ocultar.
Anduvo un buen tiempo en esos trotes y tuvo la posibilidad de conocer -y frecuentar- a mucha gente que, en ese entonces, “hacía noticia”. De ahí sus relaciones con unos y con otros, y sus cantados vínculos con quienes hoy lo usan para comprometer en manejos turbios al Jefe del Estado.
Eric Frattini, un periodista español que fuera corresponsal en el Oriente Medio para Tele Madrid y otros servicios, publicó recientemente un libro que podría ayudarnos a comprender algunos fenómenos. Es claro que este Frattini no cita tanpoco a López Meneses, pero nos revela actividades de los servicios secretos de los Estados Unidos, altamente sugerentes. Aludiendo a ellos, el ex presidente norteamericano Dwight D. Eisenhower solía decir: “En la CIA se hacen cosas que es mejor no intentar comprender, ni explicar”.
Aludía, ciertamente, a palabras mayores: a las maniobras de la agencia secreta norteamericano para asesinar a Patricio Lumumba, revelar la identidad del agente soviético Yuri Nosenko, acabar con la vida de Fidel Castro y muchas otras acciones consideradas como “las joyas de la corona” por los jefes de la institución yanqui encargada de tales fines.
Al abordar esos temas, el investigador ibérico alude a los métodos de los que se valen los servicios secretos centralizados en Langley: “fabricar drogas alucinógenas capaces de controlar la ente y la voluntad de las personas”, “crear un asesino que ejecute acciones criminales respondiendo apenas a una sola palabra”,”fabricar, infiltrar y destruir aparatos de información en diversos países del mundo y en cada continente”.
La experiencia vivida en las últimas décadas, nos permitió conocer algunas de estas creaciones que pueden parecer fantásticas pero que son el resultado del trabajo de la pandilla de locos que tiene en sus manos los resortes de la inteligencia que nutre a la Casa Blanca.
Ellos crearon, en la Escuela de las América, en Panamá, “servicios especiales” que servían para “detectar comunistas a distancia”, y acabar con ellos; crearon un ejército “liberador” en Honduras, que ingresó a Guatemala en 1954 para derrocar a Jacobo Arbenz y reimponer una administración al servicio del Imperio; inventaron una “organización radical” -Vanguardia Organizada del Pueblo. VOP- para secuestrar y asesinar al genera Schneider en Chile, en 1970, y adjudicar el crimen a los anarquistas; infiltraron el entorno de Velasco colocando a su vera a quien lo derrocaría para restaurar el Perú Oligárquico.
En otras áreas, se valieron en la cúpula del entonces Poder Soviético de quien comenzó como un simple dipsómano y terminó como un valioso agente: Boris Yeltsin; al tiempo que alentaron a Mijail Gorbachov a despegar su “Perestroika·” como “un avión que parte sin saber si tendrá pista de aterrizaje en su punto de destino”, como él mismo lo confesara en 1987.
Si es hoy un lugar común -y comprobado- decir que “el doc” trabajó para la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos y que, incluso, fue el virtual Jefe de su estación en el Perú en los años 90 del siglo pasado ¿Por qué no deducir que quienes trabajaron en aquellos años a su sombra, son hoy los operadores que tienen sus manos los recursos -y los resortes- de ese omnímodo Poder?
Ellos podrían perfectamente mantener “en la clandestinidad” a personajes como Rodolfo Orellana, o Benedict Jiménez; como mantienen hace muchísimos años en el misterio y la impunidad al “Comandante Camión”, a Augusto Blacker Miller, o al general Víctor Malca y varios más. Después de todo, el López Meneses que hoy hace noticia en el Perú, estuvo casado, precisamente, con la hija del general Malca, y fue el uniformado el que lo “ligó” al “doc” en aquellos años convulsos.
La embajada USA tiene, en cualquier país del mundo, redes informáticas diversificadas. Trabaja, para algunos efectos, a través de la DEA; pero también USAID. Cuenta, además, con bases militares establecidas -en nuestro país hay varias en el Alto Huallaga y en el VRAE, la más importante de las cuales es Santa Lucía-; y con firmantes civiles, algunos de los cuales son asiduos comentaristas de la Tele local. Posee, también por cierto, operadores específicos que “infiltran” el escenario nacional en todos los niveles.
A la sombra de la representación yanqui, y eso es público, opera la oficina de la CIA que funciona en cada país. Sus acciones están “formalizadas” porque, de acuerdo al protocolo establecido, se trata del “servicio de un país amigo”, que merece la más alta consideración. En el pasado se mencionó en documentos formales a ex ministros de García como vinculados a esa estructura. Y es que ella ”infiltra” todo el edificio político, desde las oficinas públicas hasta los partidos de todos los matices.
Desde el 2006 para los servicios secretos de los Estados Unidos, Ollanta Humala era un factor de preocupación. Por eso hicieron los mundos para asegurar que fuera Alan García el que disputara con él en la segunda vuelta electoral, y lo venciera. Hay quienes aún recuerdan el desolado llanto de Lourdes Flores saliendo de la casa del embajador yanqui en abril de ese año.
El 2011, jugaron a varias cartas “por si las moscas”, y luego tuvieron que rendirse ante el triunfo de Humala en las ánforas. Ante su gobierno, mantuvieron dos líneas de trabajo: Buscaron aislarlo y debilitarlo al máximo para tornarlo anodino; pero le tendieron la mano para “traerlo” a su lado o, por lo menos impedir que se vaya en busca de otros aliados.
Es posible que en esos episodios, López Meneses y otros como él, hayan estado “cerca” jugado algún papel. Pero ellos también hicieron la doble carta de la agencia. Por eso asoman ligados al fujimorismo, y al APRA.
Tienen, entonces en sus manos “información” y “recursos” Y pueden “patear el tablero” cuantas veces quieran. Y “asustar” a los que tengan miedo. Pero, sobre todo, no pueden ser puestos en evidencia ni sancionados por nadie. Gozan de la impunidad que les otorga su “status”. De ahí que sea soberbios, presumidos, malcriados, agresivos… y peligrosos.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
Se trata de un fenómeno poco frecuente en la política peruana: un “ciudadano de a pie”, que no ostenta ninguna representación oficial ni cargo alguno, pero que tiene el privilegio de una custodia equivalente a la de “protección de dignatarios”, premunida de hombres, armas y vehículos. Nadie sabe quién dispuso otorgarle ese “status”, ni por qué los uniformados resolvieron acampar en la cuadra en la que vive - “Batallón Libres”- en el distrito de Surco. Sólo, que ostenta poderes especiales y que se jacta de ser “amigo de medio mundo”.
Pareciera que, en efecto, en algún momento estuvo cerca de quien hoy es el Jefe del Estado, a través de un vínculo no precisado con su “principal consejero”, el Comandante Adrián Villafuerte, quien perdió el cargo precisamente cuando se puso en evidencia el “nivel de protección” del que gozaba, sorprendentemente, Oscar López Meneses.
Como los secretos no abundan en el escenario político, ha sido posible reconstruir por lo menos algunos elementos del itinerario de este personaje, que hoy es plana principal en órganos de la “prensa grande”.
Se sabe, por ejemplo que en los años 90 del siglo pasado, trabajó estrechamente vinculado a los Servicios de Inteligencia, a la sombra del principal “asesor” en la materia -hoy reo en cárcel-. En esa época frecuentó ciertos predios universitarios y segmentos profesionales que le dieron rédito.
Pero, curiosamente, su nombre no aparece en ninguno de los seis volúmenes que contienen las conversaciones del “doc” con sus “allegados” en la “Salita del SIN”. Pareciera que alguna mano traviesa de dio el lujo de espulgar los documentos de manera cuidadosa y sofisticada para asegurar que no quede huella de su paso por esos delicados avatares. Hoy, no obstante, se le enrostra sin mayor reparo la condición de “montesinista”, aludiendo a sus correrías por aquellos predios por casi 10 años.
Después, y en el ocaso del régimen neo nazi de entonces, el año 2000 -y de eso sí hay constancia escrita- el hombre fue “asesor” de la bancada parlamentaria del fujimorismo, con lo cual confirmó los vínculos que -quizá- buscaba, púdicamente, ocultar.
Anduvo un buen tiempo en esos trotes y tuvo la posibilidad de conocer -y frecuentar- a mucha gente que, en ese entonces, “hacía noticia”. De ahí sus relaciones con unos y con otros, y sus cantados vínculos con quienes hoy lo usan para comprometer en manejos turbios al Jefe del Estado.
Eric Frattini, un periodista español que fuera corresponsal en el Oriente Medio para Tele Madrid y otros servicios, publicó recientemente un libro que podría ayudarnos a comprender algunos fenómenos. Es claro que este Frattini no cita tanpoco a López Meneses, pero nos revela actividades de los servicios secretos de los Estados Unidos, altamente sugerentes. Aludiendo a ellos, el ex presidente norteamericano Dwight D. Eisenhower solía decir: “En la CIA se hacen cosas que es mejor no intentar comprender, ni explicar”.
Aludía, ciertamente, a palabras mayores: a las maniobras de la agencia secreta norteamericano para asesinar a Patricio Lumumba, revelar la identidad del agente soviético Yuri Nosenko, acabar con la vida de Fidel Castro y muchas otras acciones consideradas como “las joyas de la corona” por los jefes de la institución yanqui encargada de tales fines.
Al abordar esos temas, el investigador ibérico alude a los métodos de los que se valen los servicios secretos centralizados en Langley: “fabricar drogas alucinógenas capaces de controlar la ente y la voluntad de las personas”, “crear un asesino que ejecute acciones criminales respondiendo apenas a una sola palabra”,”fabricar, infiltrar y destruir aparatos de información en diversos países del mundo y en cada continente”.
La experiencia vivida en las últimas décadas, nos permitió conocer algunas de estas creaciones que pueden parecer fantásticas pero que son el resultado del trabajo de la pandilla de locos que tiene en sus manos los resortes de la inteligencia que nutre a la Casa Blanca.
Ellos crearon, en la Escuela de las América, en Panamá, “servicios especiales” que servían para “detectar comunistas a distancia”, y acabar con ellos; crearon un ejército “liberador” en Honduras, que ingresó a Guatemala en 1954 para derrocar a Jacobo Arbenz y reimponer una administración al servicio del Imperio; inventaron una “organización radical” -Vanguardia Organizada del Pueblo. VOP- para secuestrar y asesinar al genera Schneider en Chile, en 1970, y adjudicar el crimen a los anarquistas; infiltraron el entorno de Velasco colocando a su vera a quien lo derrocaría para restaurar el Perú Oligárquico.
En otras áreas, se valieron en la cúpula del entonces Poder Soviético de quien comenzó como un simple dipsómano y terminó como un valioso agente: Boris Yeltsin; al tiempo que alentaron a Mijail Gorbachov a despegar su “Perestroika·” como “un avión que parte sin saber si tendrá pista de aterrizaje en su punto de destino”, como él mismo lo confesara en 1987.
Si es hoy un lugar común -y comprobado- decir que “el doc” trabajó para la Agencia Central de Inteligencia de los Estados Unidos y que, incluso, fue el virtual Jefe de su estación en el Perú en los años 90 del siglo pasado ¿Por qué no deducir que quienes trabajaron en aquellos años a su sombra, son hoy los operadores que tienen sus manos los recursos -y los resortes- de ese omnímodo Poder?
Ellos podrían perfectamente mantener “en la clandestinidad” a personajes como Rodolfo Orellana, o Benedict Jiménez; como mantienen hace muchísimos años en el misterio y la impunidad al “Comandante Camión”, a Augusto Blacker Miller, o al general Víctor Malca y varios más. Después de todo, el López Meneses que hoy hace noticia en el Perú, estuvo casado, precisamente, con la hija del general Malca, y fue el uniformado el que lo “ligó” al “doc” en aquellos años convulsos.
La embajada USA tiene, en cualquier país del mundo, redes informáticas diversificadas. Trabaja, para algunos efectos, a través de la DEA; pero también USAID. Cuenta, además, con bases militares establecidas -en nuestro país hay varias en el Alto Huallaga y en el VRAE, la más importante de las cuales es Santa Lucía-; y con firmantes civiles, algunos de los cuales son asiduos comentaristas de la Tele local. Posee, también por cierto, operadores específicos que “infiltran” el escenario nacional en todos los niveles.
A la sombra de la representación yanqui, y eso es público, opera la oficina de la CIA que funciona en cada país. Sus acciones están “formalizadas” porque, de acuerdo al protocolo establecido, se trata del “servicio de un país amigo”, que merece la más alta consideración. En el pasado se mencionó en documentos formales a ex ministros de García como vinculados a esa estructura. Y es que ella ”infiltra” todo el edificio político, desde las oficinas públicas hasta los partidos de todos los matices.
Desde el 2006 para los servicios secretos de los Estados Unidos, Ollanta Humala era un factor de preocupación. Por eso hicieron los mundos para asegurar que fuera Alan García el que disputara con él en la segunda vuelta electoral, y lo venciera. Hay quienes aún recuerdan el desolado llanto de Lourdes Flores saliendo de la casa del embajador yanqui en abril de ese año.
El 2011, jugaron a varias cartas “por si las moscas”, y luego tuvieron que rendirse ante el triunfo de Humala en las ánforas. Ante su gobierno, mantuvieron dos líneas de trabajo: Buscaron aislarlo y debilitarlo al máximo para tornarlo anodino; pero le tendieron la mano para “traerlo” a su lado o, por lo menos impedir que se vaya en busca de otros aliados.
Es posible que en esos episodios, López Meneses y otros como él, hayan estado “cerca” jugado algún papel. Pero ellos también hicieron la doble carta de la agencia. Por eso asoman ligados al fujimorismo, y al APRA.
Tienen, entonces en sus manos “información” y “recursos” Y pueden “patear el tablero” cuantas veces quieran. Y “asustar” a los que tengan miedo. Pero, sobre todo, no pueden ser puestos en evidencia ni sancionados por nadie. Gozan de la impunidad que les otorga su “status”. De ahí que sea soberbios, presumidos, malcriados, agresivos… y peligrosos.
Gustavo Espinoza M. Colectivo de Dirección de Nuestra Bandera.
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