Por: Enrique Atiénzar Rivero
El 21 de octubre de 1959 pasó a la historia como una fecha inolvidable y de reafirmación revolucionaria de los camagüeyanos.
Miles de hombres y mujeres, junto a Fidel, escenificaron la
mañana de ese día la primera marcha combatiente por sus principales
calles hasta llegar al otrora regimiento militar “Ignacio Agramonte”,
donde el traidor Hubert Matos, sin que se derramara una gota de sangre,
fue detenido con anterioridad por el Comandante Camilo Cienfuegos.
Poníase fin a una maniobra fraguada por el liderzuelo, nacido en el
poblado de Yara el 29 de noviembre de 1917, quien buscaba debilitar la
Revolución y entorpecer la aplicación de la Ley de Reforma Agraria,
bajo el manto del anticomunismo.
El jefe militar de la plaza venía dando señales de apego a las
tendencias reaccionarias y entronizó el culto a la personalidad, pero
no transcurrió mucho tiempo en que hombres leales a la Revolución y a
Fidel, entre ellos Jorge Enrique Mendoza Reboredo, delegado en Camagüey
del INRA, pusieran al descubierto sus planes tenebrosos.
Cada paso en falso de Hubert Matos era de dominio de Fidel. Por ello
al Líder Histórico de la Revolución no le sorprendió la carta-renuncia
que a título de privada le enviara y recibiera en la tarde del 19 de
octubre. En la práctica fue toda una estratagema engañosa. El contenido
del documento era de conocimiento notorio en algunas capas que lo
apoyaban.
En el libro: “Victoria sobre una traición”, de la Casa Editorial
Abril, Jorge Luis Betancourt Herrera, autor de la obra, explica que la
tarde del 20 de octubre, Fidel logró hacer alto en sus obligaciones y
redactó la respuesta en un tono y con una determinación que hubiera
querido ahorrarse.
De la lectura de ese y de otros párrafos de tu carta creo tener
motivos más que suficientes para pensar que eres incapaz de comprender
lo tolerante y generoso que he sido contigo y que olvidas la parte
considerable que debes a los demás en el papel que hoy desempeñas.
Actúas como si te dejaras perder por la idea de que en un proceso como
este se pueden alcanzar las cumbres por otros medios que no sean el
mérito, el desinterés y el sacrificio.
Fidel después de señalarle la deslealtad y que solo le preocupaba el
daño a la Revolución anunció que el Comandante Camilo Cienfuegos
recibiría el mando como ocurrió.
La noche de ese día Camilo fue localizado con urgencia para que se
presentara en Ciudad Libertad. Cuando llegó al lugar Fidel y Raúl
hicieron un aparte con él. La misión que se le encomendaba era
trasladarse para Camagüey, donde, incluso Matos seguía dando señales de
insubordinación a la Revolución.
En la Plaza de los Trabajadores se había convocado un acto para
conmemorar un aniversario más del asesinato por la Manati Sugar Company
del líder campesino Sabino Pupo. No se personó aun cuando fue convocado.
Terminado el acto, en medio de discursos vacilantes, Mendoza informó a
Fidel la situación imperante, mientras todo se alistaba para la partida
de Camilo hacia Camagüey.
Él explicó a sus subordinados la situación que acontecía, bajó a la calle y habló a los soldados en formación:
“Compañeros, ha llegado el momento de hacer otros
sacrificios por la patria. Fidel y Raúl nos han dado la misión de
partir enseguida para Camagüey, donde tendremos que defender una vez
más la Revolución, ahora de una vil traición. Debemos ir con el mismo
espíritu de la Sierra, de la Invasión, porque es posible que haya que
pelar. El que esté dispuesto que dé un paso al frente”.
Lo cierto es que ninguno quedó atrás.
Muchos momentos trascendentales transcurrieron el 21 de octubre con
la llegada del Señor de la Vanguardia y luego de Fidel Castro, quien
sabiendo la importancia de mantener informado al pueblo convocó a
Mendoza a decir por la Radio la verdad de lo que sucedía.
Fidel al hablar ese día agradeció la actitud mostrada por el pueblo, al que calificó de leal y revolucionario.
Al parecer no fue casual la interconexión que pudiera haber entre la
actitud asumida por Matos cuando el último avión de Trujillo llegó al
Escambray, en el que se le ocupara informes confidenciales que le traía
el cura a William Morgan en el que se emplean términos: “el desembarco
tenía que ser al final de un movimiento de este tipo, como el que se
estaba planeando en Camagüey”.
“…ningún movimiento interno deberá realizarse sin contar con estos
elementos, pues un desembarco desde fuera sería el “puntillazo” final
para determinar las tropas que permaneciesen leales a Castro, por el
impacto psicológico que esto produciría entre los barbudos y el pueblo
en general”. (página 212:”Victoria sobre una traición”.
No olvido en este minuto una expresión de Camilo: Hombres traidores
habrá, pueblos no, menos el de Camagüey, en mensaje que dirigió a
Adelante y este medio de prensa publicara el 22 de octubre de 1959.
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