Bases metodológicas para las escuelas de cuadros en comunicación
Una
clave de la “epistemología” revolucionaria radica en intervenir
críticamente sobre la acumulación, la ordenación, la jerarquización y
la producción social del conocimiento y convertirlos -de raíz- en
herramienta para la lucha emancipadora. Hay que conocer, también, las
“torres de marfil” del conocimiento burgués y desde ellas identificar
todas sus falencias de método y de alcances en la contradicción
reinante entre el “saber” mercantilizado y el saber para resolver los
problemas sociales. Aprovechar los mejores avances y torcerles el rumbo
para que se subordinen al buen vivir socialista. Las escuelas de
cuadros y los cuadros deben probar sinceramente que tienen voluntad de
aprender. Sobre todo conocer los clásiscos del marxismo, sus tesis y
sus métodos “…sin teoría revolucionaria no hay práctica revolucionaria”. Lenin.
No hay saberes asexuados ni los hay neutros, ni in vitro.
Enseñar, aprender y saber no son acontecimientos “inocentes”. Todo
conocimiento contiene intereses históricos, de tipo muy diverso, y
contiene tradiciones teórico-metodológicas de las cuales es tributario
y emblemático. “Sólo el que matiza sabe”, dicen algunos jesuitas, y eso
implica, en el “saber”, el reconocimiento de sus partes y de su todo en
acción histórica y en cumplimento de objetivos. Especialmente implica
romper los oscurantismos y las jergas de secta ideadas, entre otras
cosas, para distanciar de los pueblos el “saber”. Dígase lo que se diga
el problema epistemológico profundo consiste en quebrar y superar el
cuerpo ideológico burgués que convirtió el conocimiento en mercancía.
El capitalismo, que es (también) una fábrica de púlpitos,
no despreció a las escuelas, ni a la vida académica en general, como
una de sus armas de guerra ideológica contra los pueblos y contra la
clase trabajadora. Se constituyó en dador de saberes y en
licenciatario plenipotenciario para formar a sus “cuadros” y admitir
entre sus filas a todo aquel capaz de aprender “bien” lo necesario y
ser capaz de sentirse agradecido por los títulos y los oropeles
académicos del sistema. Súbditos educados para progresar en reino de
las mercancías y el amor a la propiedad privada (del “amo”). Hay que
ver lo que las universidades burguesas dicen de sí mismas. [1]
Por eso las escuelas de cuadros, revolucionarias, no pueden ser -sólo-
ámbitos de partidos políticos, además deben ser herramientas dinámicas
multi-presentes y creativas dispuestas a trabajar en barrios, fábricas,
talleres... y en todas las áreas del conocimiento para resolver la
crisis de dirección revolucionaria que agobia a la humanidad en garras
del capitalismo. Incluso dentro de las instituciones educativas. Eso
implica, principalmente, la formación metodológica que permita actuar,
crítica y revolucionariamente, en todas las áreas del saber e
identificar las disputas teóricas que se mueven (no pocas veces
embozadas) en el corazón mismo del todo conocimiento para rescatarlo
hacia el campo social al cual debe servir como premisa ética suprema. Y
no confundir las tácticas con los principios. Nada más y nada menos.
Haría mucho bien dedicar espacio suficiente a la formación histórica
con la metodología que permita entender el desarrollo humano desde y
por sus luchas emancipadoras, sus ascensos y tropiezos, sus agendas de
ayer y la relación ellas con el presente y el futuro. Otorgar tiempo y
espacio a desnudar todas las trampas ideológicas que el capitalismo ha
inventado para confundirnos, acomplejarnos y arrodillarnos ante sus
ídolos y sus idolatrías. Dedicar tiempo a la cultura y a las artes por
el encuentro entre el saber y el placer que son herramientas muy
poderosas para enriquecer el espíritu y la moral de lucha. Y dedicarnos
a trabajar en los problemas de organización y en los problemas de
movilización para cambiar al mundo. En lo concreto y sin fetichismos.
Asumir el desafío de convertirnos en democracia verdadera, en dirección
y en gobierno y entender cómo debemos atender problemas energéticos,
educativos, culturales, de vivienda, de salud y laborales… y del estado
del ánimo, entre otros muchos.
Hay que dar importancia máxima
a las “escuelas de cuadros”, asignarles recursos económicos suficientes
y equipos humanos con formación y militancia probadas. Asignarles
espacio y prestigio. La “escuela de cuadros” es mucho más que un motor
de propagandistas y agitadores; es, principalmente, usina científica y
creativa trabajando como organizador social reviolucioario de
organizaciones políticas y sociales. La escuela de cuadros no es un
“club de discusión” para la diletancia sino una organización que
discute y combate preparándose y preparando a sus cuadros tanto en la
teoría como en la práctica, en el arte de la guerra (de todas las
batallas) y para ayudar al triunfo del proletariado en la lucha de
clases. Formador del ejército proletario en las ciencias, en las artes,
en la defensa militar y en la revolución artística que entre otras
cosas ayudará a nuestra victoria en la revolución socialista mundial.
Estudiar, en clave de lucha, con el objetivo supremo de derrotar al
capitalismo. Colocar las piedras angulares de la ciencia que los
socialistas deben impulsar, en todas las direcciones, si es que no
quieren quedar rezagados de la vida... de la buena vida.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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