Promulgadas la Ley Federal de Telecomunicaciones y Radiodifusión y la Ley del Sistema Público de Radiodifusión del Estado Mexicano, denominadas leyes secundarias aunque a juicio de especialistas enmiendan la plana a la reforma constitucional, la Cámara de Senadores entró a laborar 12 horas diarias para aprobar cuatro dictámenes en materia energética y cerrar así con broche de oro la parte sustantiva de la ola legislativa reformadora que arrancó el 1 de diciembre de 2012.
Da clara idea de cómo legislan los muy bien pagados senadores, con alrededor de medio millón de pesos de ingresos al mes aunque nominalmente ganen menos, cuando nadie que labore con seriedad puede presumir de tener capacidad para exponer, debatir, escuchar y responder argumentos durante la mitad de un día y menos hacerlo durante cuatro días. Esto en un tema decisivo para el presente y el futuro de varias generaciones, como es la estratégica reforma energética, en su legislación secundaria.
Claro que si el compilador y prologuista de Ideas e ideales de Enrique Peña Nieto, Heriberto M. Galindo Quiñones, divulga que los principales hombres y mujeres del actual gobierno “trabajan mucho, hasta l8 horas diarias”, pues queda clarísima la capacidad intelectual y física para tomar decisiones atinadas y coherentes con los intereses de México, no básicamente los de la de plutocracia. De ser veraz la información, la elite del funcionariado retrocedió a 1970-76.
Pero tampoco crea usted, paciente lector, que Luis Echeverría Álvarez fue caso único en cuanto a maratónicas jornadas laborales desde que era el secretario de Gobernación del genocida Gustavo Díaz Ordaz. Recuerdo que un ayudante de Beatriz Paredes cuando despachaba como subsecretaria, la última de las tres veces que lo fue en aquella dependencia, decía que comían tortas en su camioneta por exceso de trabajo. Si no tienen tiempo para tomar los sagrados alimentos en paz, que se dediquen a otra cosa, no a la administración pública que exige o debiera exigir concentración y calidad. O usted se imagina a Barack Obama o Ángela Merkel haciendo tales despropósitos. Los jefes de Estado o de gobierno en papeles de presuntos súper hombres son característicos del subdesarrollo, propios de la simulación y hasta de la demagogia.
Millones de mexicanos sin empleo formal e informal, desearían contar con ocho de las 18 horas que dicen los propagandistas que laboran los del primer círculo gubernamental. Y, sobre todo, con la décima parte de los ingresos que perciben nominalmente, de los otros habrá noticia y escándalo durante 2018 o después, como es la perversa e inducida costumbre mediática.
Y no se diga en México que, desde hace décadas, requiere de alrededor de un millón de plazas laborales para hacer frente a las demandas de las nuevas generaciones. Pero no sólo la economía muestra incapacidad estructural para crearlas, sino las que genera son mal pagadas y sin las prestaciones sociales básicas, práctica que permite la Ley Federal del Trabajo reformada en mancuerna por Felipe Calderón y Enrique Peña.
Para fortuna de los desempleados, Peña informó de la “generación exponencial” de empleo durante el primer semestre de 2014, es decir 403 mil nuevas plazas, lo que significa 36 por ciento de crecimiento respecto a 2013. Aseguró que son empleos “de mayor calidad, empleos mejor remunerados”, pero la ausencia de más datos es notable, sobre todo cuando México destaca en la aldea global por tener salarios demasiado bajos y que desplazó a China como destino de los inversores a base de abaratar el trabajo asalariado.
Acuse de recibo
“He leído su Utopía 1417, Morena (14-VII-14), y aunque no estoy afiliada a ningún partido político, pienso que el licenciado Martí (Batres) tiene razón en decir que Morena no se construyó sobre la base de vaciar al PRD, sino que el enemigo está en el gobierno federal y nuestras baterías están enfocadas a... cambiar el rumbo del país”. Sería tonto y una verdadera pérdida de tiempo, dinero y esfuerzo, construir un partido político sólo para quitarle sus afiliados a otro. Y a López Obrador se le puede acusar de obstinado, pero nunca de ser un hombre o un político tonto”. La opinión anterior es de la médica Abigail Bello Gallardo… Complot contra un proyecto de nación (Ediciones Quinto Sol, 2004) está próximo a cumplir una década y sigue dando de qué hablar a pesar de ser un libro de coyuntura. Escribió Teresa Gil en Uno más Uno, el domingo 13: “La obra es una de las cronologías más completas que se han hecho sobre un político, al grado de que el autor marca hasta las horas en las que suceden los hechos. Es una narración larga, compleja, con muchos nombres, fechas y datos, errores de AMLO incluidos, exhibidora de las muchas fuerzas, tendencias y miserias que existen en la política, que valdría la pena actualizar en una nueva edición, por las muchas referencias que retratan a un personaje tan singular como López Obrador. Ibarra no deja fuera nada ni a nadie.”
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