La respuesta del Imperio
ante la ola migratoria
Los gringos han cerrado filas ante la oleada de migrantes centroamericanos
que han llegado a Estados Unidos. Tanto que altos funcionarios suyos se han
desplazado a los países del istmo para verificar que esas oleadas sean frenadas
por sus gobiernos lacayos instalados en México, Guatemala y Honduras. Aunque el
presidente de ésta última nación abogó por una reunificación familiar más que
una vil y despreciable deportación. De El Salvador todavía no se sabe su
reacción que por la línea política de su nuevo presidente se espera sea más
digna y firme. Al fin y al cabo los millones de mexicanos y centroamericanos
que viven y trabajan en el norte son los que hacen los trabajos más pesados e,
incluso más agotadores y deprimentes, ganando muchos de ellos, menos que los
ciudadanos norteamericanos. Sin embargo, eso no importa. Tan es así que solo en
Guatemala, según el informe más reciente de su Banco Central, las remesas, que
es el dinero expresado en dólares proveniente de Estados Unidos fruto de los
ingresos de los migrantes, legales e ilegales, se incrementaron en un 9%. Cifra
que supera a los ingresos que generan los agroexportadores con todo y la gran
propiedad que poseen, las facilidades que les da su Estado benefactor y el
tráfico de influencias. Sin contar en ello, la evasión fiscal a que están
acostumbrados la cual provoca un enriquecimiento superlativo entre sus miembros
que, en comparación numérica con la mayoría de guatemaltecos, es ínfima. Dicha
evasión también se traduce en la escasez y deterioro de los servicios públicos
esenciales que usa esa gran mayoría.
Esas remesas enviadas por los trabajadores centroamericanos en Estados
Unidos son las que hicieron que el Producto Interno Bruto, solo en Guatemala,
creciera un 3.4%, sin que el mérito se lo den a estos quienes son fuertemente explotados
en el Norte y que para enviarlas a sus familias en su país de origen, se abstienen
de vivir mejor con tal de que esos dólares les sirvan a sus seres queridos quienes,
si no fuera por ellos, tendrían una existencia mucho más difícil de cómo la
experimentan cotidianamente. Ese crédito, los medios de propaganda, en total contubernio
cínico y rastrero con la oligarquía, lo atribuyen a los “exitosos” empresarios
de estos países que no hacen más que perpetuar una estructura productiva
primitiva en comparación a la de los países desarrollados. Dependientes de una
fuerza de trabajo macilenta a la cual le exprimen no solo su sangre sino hasta
lo más sagrado como son sus hijos.
Por eso, en el caso guatemalteco, que nos atrevemos a decir, es muy similar
a los tres países limítrofes, México, Honduras y El Salvador, los adultos han
tomado la determinación de migrar al norte en busca de mejores prerrogativas para
no morir ellos y sus familias pausadamente de miseria. Pues, los ingresos que
resultaban suficientes en años anteriores, se han visto rebasados ante el
incremento acelerado y sostenido de los productos de la canasta básica resultado
del desmantelamiento de las unidades productivas que nutrían el mercado interno
como son las del pequeño campesinado, las cuales fueron desapareciendo
gradualmente al ser despojados aquellos de sus exiguos medios de producción, en
especial la tierra, para dotar de ella, ancestral, descontaminada y productiva,
a las empresas transnacionales, donde la oligarquía participa activamente como
socia menor, con el fin de dedicarla al mercado de agro exportación y de commodities
(siembra de caña de azúcar como materia prima para fabricar etanol; palma
africana para elaborar aceite no solo para consumo humano sino industrial;
hidroeléctricas para producción de energía eléctrica barata para los grandes
consorcios manufactureros y extractivos más no para las poblaciones adyacentes;
metales preciosos y energéticos, así como petróleo, que sirven de materias
primas en la industria y la demanda de objetos ornamentales de lujo como el oro
que en el mercado internacional alcanza un precio que fluctúa entre 14 y 16 mil
dólares la onza troy y que, sin embargo, a nuestros países le dejan, aparte de
contaminación de sus fuentes de agua y territorios, superficies baldías y
deforestadas, problemas de salud en la población y militarización de las áreas
donde se asientan, un risible ingreso a las cajas públicas del Estado mientras
dichas corporaciones se llevan la parte del león y un poco más). Todo esto en el marco del cumplimiento fiel del
Tratado de Libre Comercio con el Norte –CAFTA-, por sus siglas en inglés.
Ese neo despojo ha incidido en un
incremento de la miseria en las comunidades rurales que sumado a la herencia de
los conflictos armados que han dejado engendros como las bandas paramilitares que
otrora fueron subvencionadas por los Ejércitos de nuestros países y por el
gobierno de Estados Unidos en su momento de contención del comunismo
internacional, ahora han mutado en bandas criminales que, cual lo hacían sus
similares en los páramos medievales donde el Estado no existía, hoy, en pleno
siglo XXI, asolan las comarcas campestres robando y exigiendo los pocos bienes que
dichas poblaciones poseen o echándolas de sus territorios a través del
mecanismo de la extorsión, los vejámenes y el asesinato bajo las ordenes de los
oligarcas. Eso ha devenido entonces, en que muchas personas de esas poblaciones
asediadas, migren hacia los centros urbanos de sus respectivos países, formando
nuevos cinturones de miseria con sus consabidos problemas referentes a la carencia
o escasez de servicios públicos, seguridad en el plano extendido de la palabra
y el desarrollo. Y, otros muchos más, allende de nuestra fronteras patrias como
los que se aventuran hacia Estados Unidos a cuyo territorio tienen como meta
llegar, no buscando el sueño americano propio de un ideal de los años 50 del
siglo pasado como nos quieren hacer creer los medios de propaganda genuflexos
al gran capital, sino por la esperanza de una mayor tranquilidad con respecto a
su ambiente y por la simple ventaja económica de ver transformado el fruto de
su trabajo en 8 veces más de lo que percibirían en sus países de origen si es
que consiguen trabajo formal. Por ejemplo, en Guatemala un dólar vale lo que valen 8
unidades de su moneda, por lo que el interés por ese canje resulta sumamente atractivo.
En los demás países las razones son similares.
Como la ferocidad de las bandas armadas en el campo y las ciudades se ha
vuelto un problema social que los Estados no han podido erradicar; ni quizá lo deseen
por los beneficios a corto plazo que esto conlleva al evitar con dicho clima de
inseguridad la sublevación de la sociedad, ahora los migrantes también han
pensado en mandar a traer a sus hijos o llevarlos consigo. Esa decisión se ha
tornado en un incremento de la ola migratoria de menores de edad, poniendo en
apuros al gobierno gringo que se ha visto rebasado en su fuero racista al ver
como personas, a quienes considera inferiores, llegan en grandes cantidades a
su territorio y, de las cuales prefiere tener un flujo determinado para evitar
que sus ciudades se atiborren de tugurios similares a los de las urbes
latinoamericanas donde fácilmente crece el germen del crimen pero también el de
la revuelta social. Lo que obvio, mermaría sus ganancias al tener que gastar
más sus elites en seguridad y vigilancia. También ha puesto en evidencia a las
oligarquías locales de estos países tercermundistas y dependientes, a quienes no
es que les importen los migrantes, sean de la edad que sean, sino que con ello se
descubren ante el mundo en su inoperancia e ineficiencia. Incapaces de
propiciar un ápice de desarrollo y seguridad a sus ciudadanos, aún dentro de
relaciones capitalistas.
Esto, no obstante, también demuestra al mundo la podredumbre y la
descomposición que el capitalismo, como sistema productivo, distributivo y de
consumo, va sufriendo. Especialmente, en sus zonas periféricas como las
nuestras, a medida que se contrae a nivel mundial en su hálito desarrollista,
trayendo como corolario una ausencia cada vez más sustancial en todos los
ámbitos donde antes hacía presencia su figura de Estado, para concentrarse ahora
solo en las metrópolis y dentro de éstas, en sus zonas ricas, exclusivas y
urbanizadas claramente definidas pero bajo un modelo policiaco para
resguardarlas de la plebe amenazante. De tal manera que como una premonición luxemburguiana, la barbarie va ganando
cancha poco a poco a la civilización burguesa.
Es tal esta desintegración capitalista que en la antaña rica y ejemplar
Europa, sus estados de bienestar han dado paso a la mercantilización burda de
sus servicios más elementales –educación, salud, seguridad social- dejando
desamparados a miles de sus otrora orgullosos ciudadanos los cuales hoy se
suman al paro el cual oscila entre 25 y 30% elevándose al doble en su población
joven. En Oriente Medio, dicha descomposición se evidencia más dramática, pues
en su región el imperialismo y sus secuaces, se devanean con auxilio de
ejércitos mercenarios y fundamentalistas armados por ellos por la conquista y
control de sus recursos energéticos, especialmente el petróleo, no
importándoles propiciar e inmiscuirse en guerras étnico-religiosas que
desangran a sus diferentes pueblos que en un pasado mediato cohabitaban
pacíficamente. No les importa, recurrir a lo que antes se cuidaban de no
asociarse en público: el fascismo, para imponer a sangre y fuego su dominio
militar que es lo único que les va quedando al verse seriamente cuestionada su modelo
productivo y su moral.
Volviendo a nuestros países, ahora la estrategia está basada en más de lo
mismo: la militarización como respuesta a los flujos migratorios. Se instalarán,
en las fronteras de Honduras y El Salvador, sendos cuarteles castrenses que
albergarán fuerzas armadas de tarea para controlar a los locales y extranjeros
que osen viajar a la metrópoli imperial como ya está instalada en la frontera
con México cuyo estado, obviamente, hará lo suyo. Se anuncia así, criminalizar
a los llamados coyotes, polleros, etcétera que es como se denominan
popularmente a los traficantes de migrantes, entre los que no nos sorprendería
se incluyan a los mismos padres y familiares de los niños que van con ellos
desesperados por el clima de ingobernabilidad. Es así como responde un Estado
terrorista como el de Estados Unidos junto a sus lacayos de México, Guatemala y
Honduras, ante una situación que ellos mismos han creado pero de la cual ahora
reniegan y tratan de culpar a otros. Por ello, como ejemplo de ese cinismo, no
solo es insolente sino risible y caricaturesco, la postura de la esposa del
Presidente de Guatemala que llegó a culpar a la madre del niño que murió en las
inmediaciones de McCallen, Texas por deshidratación cuando, en pos del sueño
americano, aquel quería alcanzar al final del camino, una estabilidad económica
jamás gozada en su aldea perdida en un paraje lejano incrustado en las montañas
de los Cuchumatanes en la provincia de Chiantla, Guatemala, con cuya base,
poder sufragar los gastos médicos en que se incurrieran para tratar la
incurable epilepsia de su madre. ¿Será que la encopetada y desfachatada esposa
del presidente Pérez Molina llegará a ese paraje lejano en que vive la humilde,
doliente y endeudada familia del niño héroe para, en principio solidarizarse con
ella por la pérdida del hijo y para, en segunda instancia, ayudarla
económicamente para salir de las deudas y procurar por su medio, asistencia
médica, cuya obligación es responsabilidad de los que como ella, detentan el
poder en ese país de miserables? Jamás, son farsas como las que vienen
expresando los miembros de su clase parásita y anodina y sus lacayos como la
que pronunció su Ministro de Relaciones Exteriores al afirmar que el Estado, a
través del gobierno del Cambio, haría los esfuerzos pertinentes para asegurar
un futuro mejor para los niños de su país que serán deportados de Estados
Unidos, tal como se acordó con los gringos y todos los que viven en Guatemala.
Palabras huecas que no hacen más que repetir las promesas y mentiras que propalan
y han venido propalando, por lo menos desde hace 60 años, en plena época
contemporánea, los verdugos del pueblo que lo mantienen en esas condiciones de
miseria para ellos asegurar su bienestar y derroche a través de la apropiación del
fruto del trabajo de esos a quienes ahora culpan y persiguen.
En conclusión, ante las contradicciones que provoca un sistema de
explotación, expoliación y saqueo cuyos artífices y continuadores son el
gobierno de Estados Unidos y las oligarquías locales de estos países serviles
al Imperio, su solución es la misma: represión, persecución, asesinato,
confinamiento y ultraje.
México, Guatemala, Honduras y El Salvador serán transformados ahora en
grandes cárceles de donde se prohibirá a sus ciudadanos más pobres escapar
contradiciendo uno de los pilares fundamentales del libre comercio al que
aseguran defender a capa y espada: la libre movilidad de las mercancías, entre
ellas la humana.
Por esa minúscula arista negativa más las muchas que corroe al capitalismo,
un mensaje para los que aún creen que este sistema solo necesita unos ajustes:
¡Urge la Revolución Socialista!
COLECTIVO LA GOTERA
Guatemala, julio 10 de 2014
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