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jueves, 17 de julio de 2014

Paraguay: el fracaso de un diálogo

diálogo entre el gobierno paraguayo y las centrales sindicalesPor Javier Rodríguez *
Asunción (PL) El diálogo que acaba de fracasar entre el gobierno paraguayo y las centrales sindicales, las cuales llevaron adelante la huelga general del pasado 26 de marzo es, como se dice en estos casos, un desenlace anunciado.
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Hay que empezar por recordar la paralización nacional desarrollada por los sectores obreros y campesinos del país guaraní en aquella ocasión, la cual mostró, evidentemente, una revitalización de las acciones unitarias de los sectores sociales frente a la política económica y social del Ejecutivo.

Otra cosa no puede decirse si se analizan cuáles fueron las demandas fundamentales que permitieron obtener un triunfo popular en aquella medida de fuerza y encendieron, para el gobierno de Horacio Cartes, un botón de alarma y le hizo pensar inmediatamente en buscar alguna negociación.

Por primera vez en mucho tiempo se unieron en las calles y ciudades del país, confluyendo finalmente en una poderosa demostración en Asunción, las seis grandes centrales sindicales paraguayas, la importante Federación Nacional Campesina, las organizaciones indígenas y otros sectores.

Pero más importante que esa coincidencia en la acción resultó, en la demostración de marzo, el respaldo unitario a las consignas principales y a las demandas presentadas al gobierno.

Entre ellas se destacó, en primer lugar, el reclamo de la derogación de la Ley de Alianza Público-Privada, aprobada por el Congreso y promulgada por el presidente de la República, pero considerada por la mayor parte de los representantes de la sociedad como privatizadora y contraria a la imprescindible defensa de la soberanía nacional.

La legislación, impulsada directamente por Cartes, quien hizo presión sobre los congresistas para lograr su rápida aprobación, pone a disposición de los grandes intereses nacionales y extranjeros, éstos últimos preferentemente, 16 grandes sectores de la economía y los servicios.

Por disposición exclusiva del Poder Ejecutivo, sin control por el Congreso, se podrán concesionar y eventualmente privatizar esos sectores sensibles, incluso con mayoría accionaria para los capitales foráneos.

Entre los que se consideran en peligro por los trabajadores se cuentan los aeropuertos internacionales, hidrovías, dragado de ríos y mantenimiento de su navegabilidad y la construcción, rehabilitación y mantenimiento de rutas y autopistas nacionales, incluso para su posterior explotación.

Incluye construcción, extensión y operación del servicio de líneas ferroviarias, generación, transmisión, distribución y comercialización de energía eléctrica, infraestructura vial de Asunción y área metropolitana y lo referente a hospitales, unidades educativas, penitenciarías, acueductos, poliductos, oleoductos y gasoductos.

Para completar el paquete, que se ha ido ofertando hace meses por los altos funcionarios del gobierno en una ofensiva calzada con viajes al exterior, están los servicios de telecomunicaciones, producción y comercialización de cemento, producción, refinación y comercialización de hidrocarburos, combustibles y lubricantes.

Junto al nunca atendido planteamiento de derogación de dicha ley, los sindicatos tropezaron con la negativa oficial al aumento en 25 por ciento del salario mínimo, sólo incrementado en 10 por ciento en definitiva, y el equivalente a oídos sordos en cuanto al cese de los desalojos campesinos y de la criminalización de la lucha social en todas sus formas.

La transformación de jubilación docente para lograr un aumento en ella a los de la tercera edad, y la abstención a descontar de los salarios de los maestros los días de huelga, tampoco fueron aceptados aplicándose rígidamente la ley vigente.

Varios de los participantes en la huelga de marzo se negaron a asistir a las conversaciones propuestas por el gobierno advirtiendo se trataba sólo de ganar tiempo por parte del Ejecutivo y de desmovilizar el movimiento unitario logrado durante la medida de fuerza.

Ellos fueron, fundamentalmente, la FederaciÃ�n Nacional Campesina, la Central Corriente Sindical Clasista, la Organización de los Trabajadores de la Educación y otros.

Sin embargo, las centrales sindicales restantes decidieron dar la oportunidad a la contraparte de mostrar su buena voluntad acudiendo a las conversaciones que, por parte del gobierno, fueron encabezadas por el vicepresidente de la República, Juan Afara.

Inicialmente, aún sin mucho acuerdo por la parte sindical, se dividieron las tratativas en una serie de comisiones que analizarían la temática por sector para emitir conjuntamente con los delegados de los ministerios correspondientes una propuesta final.

Más de tres meses después, tras numerosas exhortaciones públicas a acelerar la toma de decisiones y presentar resultados a la masa sindical y campesina, los delegados obreros decidieron abandonar las conversaciones y convocar a un Congreso Unitario para el 8 de agosto, ya con el fín de evaluar las condiciones con vistas a llevar adelante un nuevo paro nacional.

Para el gobierno representa ver ante sus ojos un panorama difícil, ya complicado por la tragedia de los desbordes de los principales ríos y las afectaciones, que significa más de un cuarto de millón de damnificados existentes.

A eso se une que, hasta ahora, resultaron muy pocos los capitales dispuestos a participar en las inversiones esperadas y sólo el futuro dirá si esa situación cambia.

Mientras tanto, trabajadores, campesinos e indígenas se aprestan a librar otra gran movilización de apoyo a sus demandas, ahora rechazadas en la mesa de negociaciones.

*Corresponsal de Prensa Latina en Paraguay. arb/jrr

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