Por Daniel Urbino *
Managua (PL) El
19 de julio de 1979 triunfó la revolución sandinista en Nicaragua y
comenzó una nueva era repleta de ilusiones, esperanzas y conflictos.
Fue Salvador Allende quien dijo que las revoluciones no pasan por la
universidad, sino por las grandes masas, la hacen los pueblos, la hacen,
esencialmente, los trabajadores, y este país no fue la excepción.
Jóvenes, hombres y mujeres de todos los sectores hicieron una
revolución que puso fin a la dictadura de Anastasio Somoza, el último
tirano de una dinastía que había comenzado 45 años atrás y que se negó
de mil maneras a ceder una mínima porción de la enorme cuota de poder
que manejó.
Aunque la historia recuerda el 19 como el día del triunfo, los sucesos previos a la toma del poder fueron complejos.
ÚLTIMOS DÍAS DEL SOMOCISMO
Dos
días antes, el 17 de julio de 1979, Somoza abandonó el país y puso su
avión rumbo a Estados Unidos, no sin antes negociar hasta el más mínimo
detalle de su partida con el embajador norteamericano de turno, Lawrence
Pezzullo.
El dictador accedió a dejar la silla presidencial
pero legó el poder a Francisco Urcuyo, quien fue investido por el
Congreso de la República ese mismo día en horas de la madrugada.
El papel de Urcuyo era cubrir el vacío de poder y traspasar el mando a
la Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional, algo que debió suceder
sin grandes contratiempos, tal y como se pactó.
Sin embargo, los hechos no sucedieron de esa manera.
Por alguna razón y contra todo pronóstico, el fugaz jefe de Estado se
tomó muy en serio su ascenso y desechó lo acordado, a la vez que pidió
la rendición a las fuerzas sandinistas que estaban a las puertas de
Managua, muestra de su incapacidad para entender con cabalidad la
situación en la que se encontraba.
En esos momentos la
correlación militar favorecía considerablemente al Frente Sandinista de
Liberación Nacional (FSLN), que controlaba puntos estratégicos del
territorio nicaragüense.
Managua era apenas un último reducto y
en diferentes puntos de la capital se combatía y varias columnas
enfilaban sus tropas hacia ese destino para dar el último golpe al
régimen.
Debido al cambio de planes, la Junta de Gobierno que
debió tomar el poder de manos de Urcuyo viajó de Costa Rica a León, a
unos 140 kilómetros de Managua, y se instaló en esa ciudad para forzar y
acelerar la caída de los restos del somocismo.
La correlación
política también favorecía al Frente, que contaba con el respaldo de la
comunidad internacional y había sido reconocido por diferentes
gobiernos, a la vez que las naciones del Pacto Andino presionaban con un
bloqueo petrolero.
Para salvar la honrilla, Estados Unidos
-hasta entonces fiel aliado de los Somoza- cambió el guión a última hora
y comenzó a amenazar a Anastasio Somoza con declararlo persona non
grata si no influía sobre Urcuyo para que entregara el poder a la Junta.
La presión sobre el presidente provisional aumentaba cada minuto para
que cediera el poder y evitara un baño de sangre innecesario.
Los cancilleres del Pacto Andino "conminamos a Urcuyo a que acate la
obligación de transferir el poder, único motivo por el cual lo detenta.
Pues su permanencia en él, sólo contribuirá a que la contienda actual
adquiera nuevas y más violentas dimensiones bélicas", declararon.
Unas 43 horas después de asumir la presidencia, el último gobernante de
la era somocista cedía ante la certeza de una victoria de la fuerzas
sandinistas y ponía rumbo a Guatemala.
A partir de ese momento,
sucedió lo inevitable. La Guardia Nacional huyó desbandada de todas las
plazas que continuaban en sus manos, los frentes avanzaron hacia la
capital donde la población comenzó a celebrar la llegada de los nuevos
tiempos, el triunfo de la revolución.
EL TRIUNFO FUE SOLO EL PRINCIPIO
Aunque
la gesta militar y la toma del poder por las armas fue un hito, solo
fue el principio de un período interesante no solo para el país, sino
para la región.
Para el secretario general de la Federación de
Profesionales Docentes de la Educación Superior, Fredy Franco, este fue
el comienzo de un camino de transformaciones profundas.
Fue un asalto al cielo, el inicio de un período de cambios profundos en Nicaragua, dijo a Prensa Latina.
Por vez primera el pueblo llegó al poder y desde allí se hicieron
transformaciones profundas que implicaron establecer un gobierno, un
ejército y una policía popular, recordó.
Se impulsó la cruzada
de alfabetización y una profunda reforma agraria, que en su opinión
afectó de manera profunda el latifundio y al sector terrateniente, por
solo mencionar algunas de las acciones que se realizaron en esa etapa.
La población ejerció un protagonismo, participó y ejerció el poder
real, el popular, desde abajo, señaló el también académico y profesor de
Historia.
Además, Nicaragua estableció relaciones diplomáticas
con una importante cantidad de naciones y se sumó al concierto de países
que demandaba un cambio en el orden económico y político internacional.
Luego vino la guerra y el bloqueo.
Según Franco, ambos fenómenos -financiados y orquestados por Estados
Unidos- afectaron la dinámica de las trasformaciones, "aunque se
continuó avanzando y los derechos fundamentales del pueblo se
mantuvieron", dijo.
DESDE ABAJO y HACIA ARRIBA
La guerra
y la situación económica pasaron factura y en 1990 el FSLN perdió en
las urnas ante una coalición que aglutinaba a todas las fuerzas
políticas opositoras y entregó el poder que obtuvo por la vía de las
armas.
Para Franco, la pérdida del gobierno no significó la de la revolución.
Gobernamos desde abajo, luchando contra el neoliberalismo, organizando
al pueblo y utilizando los espacios que mantuvo el Frente Sandinista en
diferentes esferas de la política.
No obstante, durante 17 años
el escenario fue difícil y complejo. Diferentes administraciones
impulsaron privatizaciones y recortes sociales en áreas como la salud y
la educación, por mencionar algunas, en un desmontaje del proceso que
comenzó en 1979.
Pero en 2007, el FSLN ganó los comicios y regresó al poder.
Una nueva etapa que a dio continuidad a las transformaciones iniciadas con el triunfo de la Revolución, opinó Franco.
A pesar del complejo contexto económico internacional, en poco tiempo
se redujo significativamente la pobreza y la desigualdad y se
restituyeron los derechos perdidos en la época neoliberal, señaló.
Hubo un impulso para la economía, los programas sociales y la
estabilidad laboral, entre otros avances. El Gobierno -destacó-
impulsó un plan nacional de desarrollo humano que se enriquece hoy con
proyectos estratégicos como la construcción de un canal interoceánico y
otros que buscan alcanzar la independencia energética a mediano plazo.
Trabajamos en distintas áreas de la economía para lograr que el proyecto tenga un sustento material, recalcó.
Aún hay mucho por hacer. Un proyecto social en un país tan pobre como Nicaragua tiene muchos escollos que superar para avanzar.
Sin embargo, Franco es optimista. Hacemos camino al andar, concluyó.
*Corresponsal de Prensa Latina en Nicaragua.
arb/las/urb
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