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viernes, 2 de mayo de 2014

Neoliberalismo y debilitamiento de la clase trabajadora


El Salvador


Milton Friedman, principal referente intelectual del neoliberalismo, solía recomendar a sus seguidores estar atentos a cualquier crisis que pudiera presentarse en una sociedad, porque estas crisis pueden convertirse en oportunidades para que lo políticamente imposible se vuelva políticamente inevitable.

En su opinión, toda crisis (guerras, golpes de Estado, atentados terroristas, desastres naturales, hiperinflación, desempleo, etc.) conlleva una situación de confusión, temor y/o ansiedad, en la cual, las sociedades están dispuestas a aceptar (o a no oponerse) a propuestas económicas novedosas de solución a los problemas cotidianos de su existencia. Estas coyunturas serían las oportunidades para que las ideas neoliberales sean puestas en práctica a través de reformas económicas, que pueden contar entonces con el apoyo y/o el consenso de grupos que, en otras circunstancias, se opondrían a estas ideas y a estas reformas. Esto podría ser lo que está ocurriendo en la sociedad salvadoreña, y la marcha oficial del 1º de mayo parece confirmarlo.

Según el paradigma neoliberal, la gran tarea del Estado es la creación y mantenimiento de las condiciones del “clima de negocios” que las empresas necesitan para innovar, invertir, y crear empleos. La construcción de este clima de negocios puede abarcar acciones como el aseguramiento de los derechos de propiedad privada individual (como la protección de derechos de autor, la autorización de patentes), la creación y mantenimiento de una institucionalidad del libre mercado y del libre comercio (como los acuerdos de comercio e inversión), la apertura de nuevos espacios para la acumulación de capital (privatizaciones y concesiones de bienes y servicios públicos), así como la aprobación de reformas laborales, económicas, fiscales y sociales que disminuyan los costos de operación de las empresas e incrementen su tasa de ganancia.

De manera específica, este clima de negocios exige un cambio en las relaciones de poder entre la clase capitalista y la clase trabajadora, para que la segunda no se convierta en un obstáculo para las nuevas formas de inversión de capital de la primera. Es por ello que las reformas neoliberales consideran la aplicación de reformas en el mercado laboral para “flexibilizar” las condiciones de contratación y de despido de la fuerza de trabajo, y para debilitar el poder de las organizaciones sindicales.

La flexibilización laboral tiene diversas modalidades, como por ejemplo los contratos temporales o de tiempo parcial, contratos por servicios profesionales, subcontrataciones, remuneración por metas de producción o por desempeño personal, empleo a domicilio, entre otras. Estas modalidades de flexibilización laboral se encubren invocando diversas justificaciones, como la necesidad de modernización del mercado laboral, la modernización de la función pública y/o las políticas de conciliación. Pero cualquiera sea la modalidad y/o la justificación de la flexibilidad laboral, su resultado es el mismo: abaratar los costos laborales de las empresas (y del Estado) y debilitar la capacidad de defensa y de lucha de las organizaciones sindicales, mediante el fomento de la competencia entre la clase trabajadora, el debilitamiento de la conciencia de clase y la reducción de la membresía de sindicatos.

En El Salvador, durante el período 1989-2009 la creación de este clima de negocios favorable para el fortalecimiento de la clase capitalista y para el debilitamiento de la clase trabajadora, estuvo a cargo de los gobiernos del partido ARENA. Durante todo este tiempo, en mayor o menor medida, la mayoría de organizaciones sindicales y populares se opusieron y/o resistieron al neoliberalismo, y con ello, lograron mantener viva la esperanza de qué otra manera de organización de la economía era posible. No siempre lograron llevar a cabo con éxito esta tarea, pero es innegable la consecución de importantes hitos, como el retroceso de la privatización de los servicios médicos del Instituto Salvadoreño del Seguro Social (ISSS) y la no aprobación de la jornada de 12 horas de trabajo en las maquilas.

Sin embargo, esta oposición y esta resistencia sindical y popular al neoliberalismo, se ha ido agotando progresivamente a partir de 1 de junio de 2009, de forma coincidente con la llegada del primer gobierno del partido FMLN. Este gobierno, que logró imponerse electoralmente gracias al apoyo de una importante base del movimiento sindical y popular, no ha dudado en realizar una gestión económica basada en la continuidad de las reformas neoliberales de las dos décadas anteriores, al mismo tiempo que ha asumido nuevos compromisos con el gobierno de Estados Unidos y con los organismos financieros internacionales, para avanzar a una nueva etapa de reformas estructurales de corte neoliberal, como el Asocio para el Crecimiento, el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea y los Asocios Público Privados.

Finalmente, este 1º de Mayo en El Salvador se ha concretizado lo que previamente era impensable. Un bloque importante de sindicatos y organizaciones sociales populares (ambientalistas, feministas, cooperativistas, defensores de derechos humanos, etc.) ha marchado con la dirigencia del partido FMLN a la cabeza, y de esta manera han respaldado las políticas económicas neoliberales que está llevando a cabo este gobierno y que el próximo gobierno ha adelantado que mantendrá en curso.

Entre estas medidas se puede mencionar por ejemplo la Ley de la Función Pública, que se ha incorporado en el acuerdo de Asocio para el Crecimiento como una condición para estimular la inversión privada y el crecimiento económico en los próximos años. Esta ley facilitara la reforma laboral en el sector público bajo el argumento de la búsqueda del aumento de la eficiencia de la burocracia estatal. Este objetivo se pretende lograr mediante la sustitución de la conciencia y la solidaridad de clase por el individualismo y por el desempeño competitivo, y mediante la sustitución de la organización de clase por la organización profesional. Por supuesto, que esta “modernización” es considerada una condición previa para que los capitales privados se decidan a invertir en los asocios público privados, puesto que dentro de esta lógica se debe evitar que los sindicatos en el sector público puedan oponerse a la reducción de costos laborales y al aumento de las ganancia privadas en la explotación de los bienes públicos, los servicios públicos y/o en los servicios de interés general.

Parece pues que la crisis originada por la violencia, la criminalidad, la corrupción y el miedo al desempleo y a pobreza, ha conducido a un segmento significativo de la clase trabadora salvadoreña, a una especie de shock individual y colectivo, que le ha hecho perder temporalmente la memoria histórica sobre el rol que el neoliberalismo ha tenido en la configuración de su problemática actual y/o a aceptar finalmente al neoliberalismo como una realidad política inevitable. (ver: La doctrina del shock, Nahomi Klein, Editorial Paidos, 2007)

Ojalá en unos años esta dirigencia sindical y popular no tenga que preguntarse: ¿adonde estábamos mientras se realizaban estas nuevas reformas neoliberales y perdíamos los derechos conquistados con tanta sangre, sufrimiento y sacrificio? Podría ser una sorpresa desagradable darse cuenta que, mientras estas reformas se gestaban y/o se ponían en práctica, ellos y ellas estaban en la plaza, al pie del monumento al Salvador del Mundo, apoyándolas y vitoreando a quienes las hicieron posible.

Julia Evelyn Martínez es profesora de la escuela de economía de la Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) de El Salvador
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

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