El Salvador
Milton
Friedman, principal referente intelectual del neoliberalismo, solía
recomendar a sus seguidores estar atentos a cualquier crisis que
pudiera presentarse en una sociedad, porque estas crisis pueden
convertirse en oportunidades para que lo políticamente imposible se
vuelva políticamente inevitable.
En su
opinión, toda crisis (guerras, golpes de Estado, atentados terroristas,
desastres naturales, hiperinflación, desempleo, etc.) conlleva una
situación de confusión, temor y/o ansiedad, en la cual, las sociedades
están dispuestas a aceptar (o a no oponerse) a propuestas económicas
novedosas de solución a los problemas cotidianos de su existencia.
Estas coyunturas serían las oportunidades para que las ideas
neoliberales sean puestas en práctica a través de reformas económicas,
que pueden contar entonces con el apoyo y/o el consenso de grupos que,
en otras circunstancias, se opondrían a estas ideas y a estas reformas.
Esto podría ser lo que está ocurriendo en la sociedad salvadoreña, y la
marcha oficial del 1º de mayo parece confirmarlo.
Según el
paradigma neoliberal, la gran tarea del Estado es la creación y
mantenimiento de las condiciones del “clima de negocios” que las
empresas necesitan para innovar, invertir, y crear empleos. La
construcción de este clima de negocios puede abarcar acciones como el
aseguramiento de los derechos de propiedad privada individual (como la
protección de derechos de autor, la autorización de patentes), la
creación y mantenimiento de una institucionalidad del libre mercado y
del libre comercio (como los acuerdos de comercio e inversión), la
apertura de nuevos espacios para la acumulación de capital
(privatizaciones y concesiones de bienes y servicios públicos), así
como la aprobación de reformas laborales, económicas, fiscales y
sociales que disminuyan los costos de operación de las empresas e
incrementen su tasa de ganancia.
De manera específica, este
clima de negocios exige un cambio en las relaciones de poder entre la
clase capitalista y la clase trabajadora, para que la segunda no se
convierta en un obstáculo para las nuevas formas de inversión de
capital de la primera. Es por ello que las reformas neoliberales
consideran la aplicación de reformas en el mercado laboral para
“flexibilizar” las condiciones de contratación y de despido de la
fuerza de trabajo, y para debilitar el poder de las organizaciones
sindicales.
La flexibilización laboral tiene diversas
modalidades, como por ejemplo los contratos temporales o de tiempo
parcial, contratos por servicios profesionales, subcontrataciones,
remuneración por metas de producción o por desempeño personal, empleo a
domicilio, entre otras. Estas modalidades de flexibilización laboral se
encubren invocando diversas justificaciones, como la necesidad de
modernización del mercado laboral, la modernización de la función
pública y/o las políticas de conciliación. Pero cualquiera sea la
modalidad y/o la justificación de la flexibilidad laboral, su resultado
es el mismo: abaratar los costos laborales de las empresas (y del
Estado) y debilitar la capacidad de defensa y de lucha de las
organizaciones sindicales, mediante el fomento de la competencia entre
la clase trabajadora, el debilitamiento de la conciencia de clase y la
reducción de la membresía de sindicatos.
En El Salvador, durante
el período 1989-2009 la creación de este clima de negocios favorable
para el fortalecimiento de la clase capitalista y para el
debilitamiento de la clase trabajadora, estuvo a cargo de los gobiernos
del partido ARENA. Durante todo este tiempo, en mayor o menor medida,
la mayoría de organizaciones sindicales y populares se opusieron y/o
resistieron al neoliberalismo, y con ello, lograron mantener viva la
esperanza de qué otra manera de organización de la economía era
posible. No siempre lograron llevar a cabo con éxito esta tarea, pero
es innegable la consecución de importantes hitos, como el retroceso de
la privatización de los servicios médicos del Instituto Salvadoreño del
Seguro Social (ISSS) y la no aprobación de la jornada de 12 horas de
trabajo en las maquilas.
Sin embargo, esta oposición y esta
resistencia sindical y popular al neoliberalismo, se ha ido agotando
progresivamente a partir de 1 de junio de 2009, de forma coincidente
con la llegada del primer gobierno del partido FMLN. Este gobierno, que
logró imponerse electoralmente gracias al apoyo de una importante base
del movimiento sindical y popular, no ha dudado en realizar una gestión
económica basada en la continuidad de las reformas neoliberales de las
dos décadas anteriores, al mismo tiempo que ha asumido nuevos
compromisos con el gobierno de Estados Unidos y con los organismos
financieros internacionales, para avanzar a una nueva etapa de reformas
estructurales de corte neoliberal, como el Asocio para el Crecimiento,
el Acuerdo de Asociación con la Unión Europea y los Asocios Público
Privados.
Finalmente, este 1º de Mayo en El Salvador se ha
concretizado lo que previamente era impensable. Un bloque importante de
sindicatos y organizaciones sociales populares (ambientalistas,
feministas, cooperativistas, defensores de derechos humanos, etc.) ha
marchado con la dirigencia del partido FMLN a la cabeza, y de esta
manera han respaldado las políticas económicas neoliberales que está
llevando a cabo este gobierno y que el próximo gobierno ha adelantado
que mantendrá en curso.
Entre estas medidas se puede mencionar
por ejemplo la Ley de la Función Pública, que se ha incorporado en el
acuerdo de Asocio para el Crecimiento como una condición para estimular
la inversión privada y el crecimiento económico en los próximos años.
Esta ley facilitara la reforma laboral en el sector público bajo el
argumento de la búsqueda del aumento de la eficiencia de la burocracia
estatal. Este objetivo se pretende lograr mediante la sustitución de la
conciencia y la solidaridad de clase por el individualismo y por el
desempeño competitivo, y mediante la sustitución de la organización de
clase por la organización profesional. Por supuesto, que esta
“modernización” es considerada una condición previa para que los
capitales privados se decidan a invertir en los asocios público
privados, puesto que dentro de esta lógica se debe evitar que los
sindicatos en el sector público puedan oponerse a la reducción de
costos laborales y al aumento de las ganancia privadas en la
explotación de los bienes públicos, los servicios públicos y/o en los
servicios de interés general.
Parece pues que la crisis
originada por la violencia, la criminalidad, la corrupción y el miedo
al desempleo y a pobreza, ha conducido a un segmento significativo de
la clase trabadora salvadoreña, a una especie de shock individual y
colectivo, que le ha hecho perder temporalmente la memoria histórica
sobre el rol que el neoliberalismo ha tenido en la configuración de su
problemática actual y/o a aceptar finalmente al neoliberalismo como una
realidad política inevitable. (ver: La doctrina del shock, Nahomi
Klein, Editorial Paidos, 2007)
Ojalá en unos años esta
dirigencia sindical y popular no tenga que preguntarse: ¿adonde
estábamos mientras se realizaban estas nuevas reformas neoliberales y
perdíamos los derechos conquistados con tanta sangre, sufrimiento y
sacrificio? Podría ser una sorpresa desagradable darse cuenta que,
mientras estas reformas se gestaban y/o se ponían en práctica, ellos y
ellas estaban en la plaza, al pie del monumento al Salvador del Mundo,
apoyándolas y vitoreando a quienes las hicieron posible.
Julia
Evelyn Martínez es profesora de la escuela de economía de la
Universidad Centroamericana “José Simeón Cañas” (UCA) de El Salvador
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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