Traducido para Rebelión por Silvia Arana
El
capitán José Guillén Araque, de la Guardia Nacional de Venezuela, le
alertó a Maduro sobre la ofensiva nazi, diciendo: "el fascismo debe ser
derrotado antes de que sea demasiado tarde". En represalia por esta
advertencia profética, el patriótico y joven capitán fue atacado por un
asesino respaldado por EE.UU. en las calles de Maracay, en el estado de
Aragua, el 16 de marzo de 2014. Su muerte elevó a 29 la cantidad de
soldados y policías asesinados desde que comenzaron las revueltas
fascistas. El asesinato de un oficial prominente y patriótico en una
calle principal de una capital de provincia es una indicación más de
que los fascistas venezolanos están en la ofensiva, confiados en el
apoyo de Washington y de una amplia franja de la clase alta y media de
Venezuela. Son parte de una minoría electoral que no tiene ilusiones de
tomar el poder por la vía constitucional usando medios democráticos.
El capitán Guillén Araque dio un paso al frente recordándole a Maduro
que, en la historia contemporánea, en el camino hacia el poder de los
grupos totalitarios fascistas y nazis yacen los cuerpos de demócratas y
social-demócratas bien intencionados pero incapaces de usar los medios
constitucionales para aplastar a los enemigos de la democracia.
La historia del avance del fascismo en las democracias
En Venezuela, el término "fascista" se aplica apropiadamente a los
grupos políticos organizados y violentos que llevan adelante campañas
masivas de terror para desestabilizar y derrocar al gobierno
bolivariano, que fue elegido democráticamente. Los académicos puristas
podrían argumentar que los fascistas venezolanos no tienen la ideología
nacionalista y racista que imperaba entre sus predecesores de Alemania,
Italia, España y Portugal. Es cierto, y es a la vez, irrelevante. El
tipo de fascismo existente en Venezuela es altamente dependiente del
imperialismo estadounidense y de sus aliados, los caudillos militares
colombianos; y actúan bajo sus órdenes. El racismo de los fascistas
venezolanos se pone de manifiesto en los ataques directos contra las
clases obrera y campesina, que son multirraciales y afro-indígenas
-como quedó demostrado por las vitriólicas expresiones racistas contra
el fallecido presidente Chávez.
La conexión esencial con los
movimientos fascistas precedentes se centra en los siguientes puntos:
1) profunda hostilidad de clase contra la mayoría del pueblo;
2) odio visceral hacia el Partido Socialista Chavista, que ganó 18 de las 19 elecciones pasadas;
3) uso de la toma armada del poder por una minoría que actúa en representación de las clases dominantes locales y de EE.UU.;
4) intención de destruir las instituciones y los procedimientos
democráticos, a los que, al mismo tiempo, usa con fines
propagandísticos, para ganar espacio político;
5) se enfoca
en la destrucción de las instituciones de la clase trabajadora
-concejos comunales, asociaciones barriales, clínicas médicas y
dentales, escuelas públicas, transporte, almacenes subsidiados de
alimentos, centros de discusión política, cooperativas bancarias,
sindicatos y cooperativas de campesinos;
6) y por el apoyo que recibe de la gran banca, y de las corporaciones del agro y firmas manufactureras capitalistas.
En Alemania, Italia, España, Francia y Chile, los movimientos fascistas
también comenzaron como pequeños grupos terroristas, que consiguieron
el apoyo financiero de la élite capitalista gracias a la violencia
ejercida contra las organizaciones de la clase trabajadora y las
instituciones democráticas, y que reclutaron adeptos principalmente
entre los estudiantes universitarios de la clase media, los
profesionales de la elite (especialmente doctores) y los oficiales
militares de alto rango en actividad y en retiro -unidos por su
hostilidad contra el orden democrático.
Trágicamente y con
demasiada frecuencia, los líderes democráticos de los gobiernos
constitucionales, tienden a ver a los fascistas como "simplemente otro
partido", y se niegan o no tienen voluntad para aplastar las pandillas
armadas, que combinan el terror en las calles con las elecciones para
ganar el poder estatal. Los demócratas constitucionalistas han
fracasado o no tuvieron la voluntad para ver al brazo político, civil,
de los nazis como parte integral de un enemigo orgánico y totalitario;
entonces negociaron y debatieron una y otra vez con las elites
fascistas, que durante el proceso, destruían la economía mientras que
los terroristas atacaban los cimientos político-sociales del estado
democrático. Los demócratas se negaron a enviar a sus millones de
simpatizantes para frenar a las hordas fascistas. Peor aún, hasta se
vanagloriaban de haber encarcelado a los policías y soldados acusados
de haber usado "fuerza excesiva" al confrontar a los pandilleros
fascistas.
Por ello, los fascistas se movieron fácilmente de las calles
al poder del estado. Los demócratas elegidos por voto estaban tan
preocupados por las críticas de los medios internacionales
capitalistas, de los críticos de la elite y de las auto-llamadas
organizaciones de derechos humanos, que contribuyeron a facilitar la
toma del poder de los fascistas. El derecho del pueblo a la defensa
armada de la democracia ha sido subordinado al pretexto de respetar las
normas democráticas -¡normas que ningún estado burgués bajo ataque
hubiera respetado! Los demócratas constitucionalistas fallaron en
reconocer cuan drásticamente había cambiado la política. Ya no tenían
enfrente de ellos a una oposición parlamentaria preparándose para la
próxima elección; se enfrentaban a terroristas armados y a saboteadores
que usaban la lucha armada para tomar el poder por cualquier medio
-incluyendo golpes de estado violentos.
En el léxico fascista, conciliación democrática
significa "debilidad", "vulnerabilidad" y una invitación a incrementar
la violencia; explotan eslóganes como 'paz y amor' y 'derechos
humanos'; llaman a 'negociaciones' como preámbulos de la derrota; y
'acuerdos' como preludios de la capitulación.
Los políticos
democráticos que alertan sobre una "amenaza fascista" se vuelven
blancos de los ataques violentos de los terroristas, que mientras tanto
actúan como si estuvieran participando en "negociaciones
parlamentarias".
Así es como los fascistas llegaron al poder
en Alemania, Italia y Chile, mientras los demócratas
constitucionalistas, hasta el final, se negaron a armar a los millones
de trabajadores organizados que podrían haber rechazado a los
fascistas, y salvado la democracia preservando a la vez sus propias
vidas.
El fascismo en Venezuela: una amenaza letal en la actualidad
La advertencia del héroe y mártir, capitán Guillén Araque, de un
inminente peligro fascista en Venezuela tiene un fundamento sólido.
Mientras que las olas de violencia terrorista van y vienen, las
estructuras básicas del fascismo en la economía y en la sociedad
continúan intactas. Como también siguen en su lugar, las organizaciones
subterráneas que financian y organizan la provisión de armas a los
fascistas.
Los líderes políticos de la oposición juegan un
doble juego, se mueven constantemente entre las protestas legales y la
complicidad con los terroristas armados. No hay dudas de que, en todo
golpe fascista, la oligarquía política emerge al final como la
verdadera dueña del poder -compartiendo cuotas de poder con los líderes
de las organizaciones fascistas. Mientras tanto, su 'respetabilidad' le
provee cobertura política; sus campañas de 'derechos humanos' para
liberar a los pandilleros encarcelados les gana el apoyo de los 'medios
internacionales', mientras hacen el papel de intermediarios entre las
agencias de EE.UU. que los financian y los terroristas que están en la
clandestinidad.
Al medir el alcance y la profundidad del
peligro fascista, es erróneo limitarse a simplemente contar la cantidad
de bombas, incendios y francotiradores sin incluir la logística, la
retaguardia, los grupos periféricos de respaldo y los apoyos
institucionales detrás de los actores que dan la cara.
Para
"derrotar al fascismo antes de que sea demasiado tarde" el gobierno
debe evaluar realistamente los recursos, la organización y el código
operativo del comando fascista; y rechazar los pronunciamientos
excesivamente temperamentales y triunfalistas emitidos por algunos
ministros, consejeros y legisladores.
Primero, los fascistas
no son simplemente una pequeña banda que se limita a golpear cacerolas
y atacar a trabajadores municipales en los barrios de clase media alta
de Caracas para el beneficio de los medios corporativos e
internacionales. Los fascistas están organizados a nivel nacional; sus
miembros son activos en todo el país.
Sus blancos de ataque son las instituciones y la infraestructura esenciales en numerosas ubicaciones estratégicas.
Su estrategia está coordinada por un comando central; sus operaciones están descentralizadas.
Los fascistas son una fuerza organizada: su financiamiento, armamento y
acciones son planificados. Sus acciones no son espontáneas, no son
organizadas localmente en respuesta a la 'represión" gubernamental como
las describen los medios burgueses e imperialistas.
Los
fascistas reúnen a diferentes corrientes cruzadas de grupos violentos,
combinando frecuentemente profesionales de derecha, pandillas de
delincuentes a gran escala y traficantes de droga (especialmente en las
zonas fronterizas), grupos paramilitares, mercenarios y conocidos
delincuentes. Ellos son la "avanzada fascista", financiada por los
principales especuladores con el tipo de cambio, protegidos por
autoridades locales, amparados por los inversionistas en bienes raíces
y los burócratas universitarios de alto rango.
Los fascistas
son "nacionales" e "internacionales": incluyen a matones pagados
localmente y a estudiantes de familias de clase media-alta; a
paramilitares colombianos, a mercenarios, a profesionales de todo tipo,
a francotiradores asesinos de fuerzas de "seguridad" de EE.UU. y a
miembros encubiertos de las Fuerzas Especiales de ese mismo país; y a
fascistas "internacionalistas" reclutados en Miami, América Central y
el resto de América Latina y Europa.
Los terroristas
organizados tienen dos santuarios estratégicos para lanzar sus
operaciones violentas -Bogotá y Miami, donde dirigentes locales
prominentes, como el ex presidente Álvaro Uribe y legisladores de
EE.UU., les proveen respaldo político.
La convergencia de
actividades económicas delictivas y altamente lucrativas, y el
terrorismo político representa una temible amenaza de dos facetas para
la estabilidad de la economía y la seguridad del estado venezolano...
Los criminales y los terroristas hallaron un terreno común bajo la
protección política de EE.UU., armada con el fin de derrocar al
gobierno democrático de Venezuela y aplastar la revolución bolivariana
del pueblo venezolano.
Las conexiones y el interaccionar
entre criminales y terroristas desde dentro y fuera del país, entre los
dirigentes políticos de alto nivel de Washington, los traficantes
callejeros de droga, y los contrabandistas "camellos", les proveen a la
elite internacional de voceros y músculos para la lucha callejera y los
francotiradores.
Los blancos de ataque de los terroristas no
son elegidos al azar; ni son causados por una ciudadanía con bronca que
protesta por las desigualdades sociales y económicas. Los blancos,
elegidos cuidadosamente, son los programas estratégicos que sostienen
al gobierno democrático; primero y por encima de todo, los ataques se
enfocan contra las instituciones sociales de masa que forman la base
del gobierno. Esto explica porqué las bombas terroristas destruyen
clínicas de salud para los pobres, escuelas públicas y centros de
alfabetización de adultos en los barrios, las tiendas de comida
subsidiadas por el estado y el sistema de transporte público. Todas
estas instituciones forman parte del vasto sistema de bienestar social
puesto en funcionamiento por el gobierno bolivariano. Ellos son los
cimientos que sostienen el voto masivo a favor en 18 de las 19 últimas
elecciones y del poder popular en las calles y en las comunidades. Al
destruir la infraestructura de la red de bienestar social, los
terroristas intentan romper el vínculo social entre el pueblo y el
gobierno.
Los terroristas atacan el legítimo sistema nacional
de seguridad: principalmente, la policía, la Guardia Nacional, a los
fiscales públicos y otras autoridades encargadas de salvaguardar a los
ciudadanos. Los asesinatos, ataques violentos y amenazas contra
funcionarios públicos, el uso de artefactos incendiarios contra
edificios y transporte público apuntan a crear un clima de miedo y
demostrar que el estado es débil e incapaz de proteger la vida diaria
de sus ciudadanos. Los terroristas quieren proyectar la imagen de
"poder dual" al tomar espacios públicos y bloquear el comercio
regular... y al ejercer "el gobierno de las calles usando armas". Por
encima de todo, los terroristas quieren desmovilizar y reducir las
contra-demostraciones populares al bloquear calles y dispararle a
quemarropa a los activistas involucrados en actividades políticas en
barrios en conflicto. Los terroristas saben que pueden contar con el
respaldo de los aliados políticos de la oposición "legal", quienes les
proveen la base para las protestas en la vía pública, las que sirven
como escudo para los asaltos violentos y como un pretexto para escalar
el sabotaje.
Conclusión
El fascismo,
básicamente el terrorismo armado con el fin de derrotar por medios
violentos al gobierno democrático, es una amenaza real e inmediata en
Venezuela. El día a día, los altibajos de la lucha callejera y los
incendios no dan una dimensión real de la amenaza. Como lo hemos
señalado, los respaldos estructurales y organizativos de fondo, que
explican el auge y el crecimiento del fascismo son mucho más
significativos. El desafío de Venezuela es lograr cortar las bases
económicas y políticas del fascismo. Desafortunadamente, hasta hace
poco tiempo, el gobierno había sido demasiado delicado frente a las
críticas hostiles de las elites internacionales y nacionales que
defienden a los fascistas -en nombre de las "libertades democráticas".
El gobierno de Venezuela tiene enormes recursos a su disposición para
extirpar la amenaza fascista. Incluso si un accionar firme causara una
reacción negativa de los amigos liberales del exterior, la
mayoría de los defensores de la democracia creen que es responsabilidad
del gobierno actuar contra la oposición que continúa incitando a la
rebelión armada.
Recientemente, hubo signos claros de que el
gobierno de Venezuela, investido de un poderoso mandato democrático y
constitucional, ha avanzado en la toma de conciencia de la amenaza
fascista y que actuará con determinación para frenarla en las calles y
en las oficinas.
La Asamblea Nacional ha votado para quitarle
la inmunidad a Corina Machado, diputada de la Asamblea Nacional, para
que esta pueda ser juzgada por incitación a la violencia. El Presidente
de la Asamblea Nacional Diosdado Cabello ha presentado documentación
detallada que prueba el rol de Machado como organizadora y promotora de
la rebelión armada. Numerosos alcaldes de la oposición, que respaldaron
activamente a francotiradores, pandilleros e incendiarios, fueron
arrestados y enfrentan cargos legales.
La mayoría de
venezolanos, al verse confrontados con la ola de violencia fascista,
respondió apoyando el enjuiciamiento de los funcionarios involucrados
en el sabotaje. Los servicios de inteligencia venezolanos, al igual que
la ciudadanía, piensan que sin una acción firme del gobierno, los
políticos de la "oposición" seguirán promoviendo la violencia y
amparando a los asesinos paramilitares.
El gobierno se ha
dado cuenta de que está involucrado en una verdadera guerra, planeada
por un liderazgo centralizado y ejecutada por operativos de manera
descentralizada. Los dirigentes legislativos han comenzado a entender
la psicología política del fascismo, la que interpreta los
ofrecimientos de conciliación política del presidente y la tolerancia
judicial como debilidades a ser explotadas con el uso de más violencia.
El avance más significativo para detener la amenaza fascista
reside en el reconocimiento por parte del gobierno de la conexión entre
las elites parlamentarias y de negocios y los terroristas fascistas:
que los especuladores financieros, los contrabandistas y los grandes
acaparadores de alimentos y otros bienes esenciales forman parte del
mismo grupo que puja por el poder en conjunto con los terroristas,
quienes ponen bombas en los mercados públicos y atacan los medios de
transporte de comida hacia los barrios pobres. Un trabajador
revolucionario me dijo después de una escaramuza callejera: "¡Por la
razón y la fuerza no pasarán!"...
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
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