Rubén Aguilar Valenzuela (*)
MEXICO DF - El pasado 25 de marzo se cumplieron dos años de que los expresidentes Fernando Henrique Cardoso (Brasil), César Gaviria (Colombia) y Ernesto Zedillo (México) dieran a conocer el estudio “Drogas y democracia: hacia un nuevo paradigma”. El paso del tiempo confirma sus afirmaciones.
El texto, que marca un antes y un después en la discusión, planteaba el fracaso de la guerra contra las drogas por parte de los gobiernos y la necesidad de un cambio de estrategia para enfrentar el problema. Indicaban también que ésta debería seguir luego de un amplio debate social.
La propuesta, ahora más válida que antes, es que los gobiernos deben dedicar menos énfasis a la represión y enfocarse más en la educación y la salud. Adelantaba la necesidad no sólo de despenalizar el consumo de la marihuana, sino de avanzar en su legalización.
El texto (www.drogasydemocracia.org) documenta el fracaso de la política de represión y abunda en razones para demostrar, tal como ahora sucede en México, que después de años de guerra no se había reducido la producción, el consumo aumentó y cada día las drogas costaban menos.
La estrategia centrada en la represión, como la adoptada por el presidente Calderón, no resuelve el problema, sino que crea otros, indica el documento, como el aumento de la violencia, la inseguridad, la corrupción y hace todavía más rentable el negocio para los narcotraficantes.
Un artículo de El País, al día siguiente que se dio a conocer el texto, afirmaba: “La ofensiva militar desencadenada por el presidente de México, Felipe Calderón, contra los cárteles de la droga de su país es el mejor ejemplo de la gravedad del problema”.
El gobierno mexicano descalificó lo dicho por los expresidentes y siguió en su guerra fallida. Si Calderón hubiera invitado a los firmantes del texto a oír sus razones, tal vez habría cambiado su estrategia. En ese entonces y también ahora se negó al diálogo con los que ya habían estado en su lugar.
La propuesta de los expresidentes se fundamenta en tres grandes líneas de acción: en primer lugar, tratar el consumo de drogas como un problema de salud pública a la manera que lo hacen las sociedades más desarrolladas. Estados Unidos es un ejemplo.
En segundo lugar, reducir el consumo mediante educación y campañas de información como se hace con el alcohol y el tabaco, que han dado buenos resultados sobre todo con el último. En tercer lugar, cuando no exista otra alternativa, focalizar la acción represiva sobre las organizaciones del crimen organizado.
La estrategia del presidente Calderón ha ido en sentido contrario a lo que señalan las evidencias y estudios de los especialistas. Todo indica que seguirá así hasta el fin de su mandato. ¿Por qué tanta cerrazón? Si quiere solucionar el problema tiene que elegir otro camino.
(*) Columnista de ContraPunto
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