La actualidad de Carlos Marx después de trascurrido más de siglo y medio de su crítica al capitalismo (desde una visión científica del socialismo)
Narciso Isa Conde
La actualidad de Carlos Marx después de trascurrido más de siglo y medio de su crítica al capitalismo (desde una visión científica del socialismo) y de su propuesta de sociedad comunista, se relaciona con el hecho de que la evolución del capitalismo a lo largo de este periodo histórico, lejos de restarle méritos a sus aportes esenciales, los confirma con creces.
Propiedad capitalista, capital como relación social, ley del valor, explotación del trabajo asalariado, plusvalía, reproducción simple y ampliada, concentración de la propiedad, polarización social, ejército de desempleados, lucha de clases y poder, el estado como instrumento de dominación de una clase sobre otra, alienación, crisis cíclicas, revolución, emancipación social, internacionalismo burgués e internacionalismo proletario. . . no solo son conceptos y categorías vigentes sino además potenciadas, acrecentadas, multiplicadas, metamorfoseadas en grande por la dinámica del capitalismo como sistema de dominación integral.
Conceptos y categorías elevadas incluso a niveles espectaculares con el surgimiento del imperialismo y su evolución hacia una especie de súper-imperialismo, por el impacto de los nuevos patrones de acumulación técno-científicos, las nuevas formas de alienación, la “financierización” de los procesos de acumulación y la incorporación y subordinación a mayor profundidad de otras formas de opresión (patriarcal, racista, adulto-céntrica, medio ambiental, xenofóbica, militarista, guerrerista) y de ciertas relaciones precapitalistas de producción, junto a modalidades y mecanismos de alienación impensables en el siglo IXX.
Marx fue no solo un científico social, sino además un visionario de alto calibre.
La propiedad capitalista no solo se ha concentrado en las esferas estrictamente nacionales, sino que ha asumido una dimensión colosal y ha trascendido a escala planetaria.
Las ganancias capitalistas se han multiplicado hasta crear contrastes abismales, el ejército de desempleados ya no está integrado exclusivamente por los/as asalariados/as expulsados/as de los procesos productivos y distributivos, por los avances tecnológicos y las crisis cíclicas, sino que se agregan las más diversas formas de desempleo abierto y encubierto, permanente y temporal, hasta conformar a una enorme población excluida, en la que abundan seres humanos que ni siquiera han podido ingresar a la esclavitud asalariada clásica, generaciones que nunca pudieron ingresar al proletariado industrial, comercial, bancario, ni a las empresas de servicios; condenados todos/as a diversas formas de subsistencia y sobre-explotación inestables.
Y mientras el capital se ha concentrado, su contraparte se ensanchó, dispersó y diversificó en grandes proporciones. Las fuerzas sociales explotadas, súper-explotadas, excluidas y oprimidas por el capital son inmensas y muy variadas, sobrepasando con creces al proletariado clásico.
Aquellos juicios de Marx sobre la tendencia destructiva del capitalismo y frente a la tragedia humana provocada por ese modo de producción, palidecen mientras este sistema de dominación avanza hacia su senilidad, tornándose cada vez más cruel, violento y depredador:
“Finalmente –decía entonces este genial pensador-, a medida que los capitalistas se ven forzados, a explotar en una escala cada vez mayor los gigantescos medios de producción ya existentes, viéndose obligados para ello a poner en juego todos los resortes del crédito, aumenta la frecuencia de los terremotos industriales, en los que el mundo solo logra mantenerse a flote sacrificando a los dioses del averno una parte de la riqueza, de los productos y hasta de las fuerzas productivas; aumentan, en una palabra, las crisis. Estas se hacen más frecuentes y más violentas, ya por el solo hecho de que, a medida que crece la masa de producción y, por tanto, la necesidad de mercados más extensos, el mercado mundial va reduciéndose más y más. . . . Menos mercados nuevos que explotar….pero el capital no vive solo del trabajo. Este amo, a la par distinguido y bárbaro, arrastra consigo a la tumba los cadáveres de sus esclavos, hecatombes enteras de obreros que sucumben en las crisis. (C. Marx y F. Engels, Obras Escogidas, Tomo I, paq 177, Editorial Progreso, Moscú 1973)
El neoliberalismo ha potenciado todas las dinámicas explotadoras, excluyentes, contaminadoras, depredadoras y destructivas de la gran propiedad privada capitalista y del estado que le sirve; fenómeno que en la periferia dependiente de los grandes centros capitalistas se expresa con especificidades dramáticas en cuanto a los sujetos oprimidos y excluidos, y en cuanto a la dimensión de la tragedia social y humana.
En estos países la lucha de clases abarca sujetos populares inexistentes en el pasado e incorpora temas globales y sectoriales cruzados por ella, que resultan vitales para la emancipación plena de los seres humanos y la salvación del planeta.
Por otra parte, el rol del estado en la dominación, lejos de desaparecer, asume modalidades nacionales y trasnacionales más efectivas para defender los intereses del capital corporativo y de la gran propiedad privada.
Como nos dice Iñaki Gil de San Vicente”:
“La tendencia de los Estados capitalistas actuales va en dirección a poderes burocratizados fuertes, cada vez más separados de la vida parlamentaria formal, con estrechas conexiones internas con las organizaciones burguesas privadas, y crecientemente coordinados con y/o supeditados a otros Estados más poderosos y a los grandes gigantes financieros transnacionales, que también están unidos a corporaciones industriales” (“ESTADO Y DOMINACIÓN”.- TEXTO ESCRITO PARA LA CHARLA DEBATE EN EL CSO LA TRABA, EUSKAL HERRIA 7-I-2011)
Las crisis previstas no han cesado como tampoco las reestructuraciones del sistema, más cuando las alternativas revolucionarias no cuajan. Pero además las grandes crisis actuales van más allá de las crisis cíclicas de sobreproducción y de las meramente económicas y sociales, o simplemente financieras.
Las periódicas respuestas del capitalismo a sus propia crisis generan crisis cada vez mas estructurales, sistémicas, multifacéticas (financieras, económicas, sociales, política- institucionales, ambientales, urbanistas, militares). Crisis de existencia de la humanidad, crisis que sobrepasan, no para negarlo, una parte los pronósticos de MARX.
“Nueva crisis”, como afirma Iñaki Gil de San Vicente:
“Sufrimos una crisis nueva porque nunca la civilización del capital había desarrollado a la vez tantas contradicciones irresolubles y tantas fuerzas destructivas. El capitalismo es como el brujo que no puede controlar las fuerzas infernales que ha conjurado, sino a costa de generar mayores hecatombes futuras” (“¿A qué crisis nos enfrentamos?”- EUSKAL HERRIA 2011-III-6)
O en otras palabras una mega-multi-crisis. Una “crisis de la civilización burguesa”, como denomina el profesor argentino Jorge Beinstein, la crisis mundial en desarrollo:
“…nos encontramos ante una crisis sistémica. Yo prefiero hablar de crisis de civilización, es decir de la civilización burguesa que presenta múltiples aspectos: económico-financiero, ambiental, energético, alimentario, militar, y cuyo motor se encuentra en el centro del mundo: los Estados Unidos. Es una crisis global que viene siendo preparada desde hace unas cuatro décadas. El despegue de la decadencia del sistema puede ser establecido en el lustro que va desde 1968 a 1973 cuando concluyó la prosperidad de la postguerra. Estamos ahora en el comienzo de lo que muy probablemente será un largo período de turbulencias, marcado por la declinación general del sistema”. (“Crónica de una crisis anunciada”.-Entrevista en “La Revista del CC” Edición 4, año 2, diciembre 2008).
Y si hablamos de la experiencia estatista como “alternativa” supuestamente “socialista” al capitalismo, no es difícil encontrar en múltiples textos de Marx, Engel y Lenin la idea de que la expropiación por el estado de los medios de producción y distribución en manos de capitalistas privados debía ser un paso hacia la socialización, hacia el predominio de lo social y del interés colectivo; y, en perspectiva, hacia la negación del Estado a través de su progresiva extinción.
Igual los clásicos marxistas concibieron el estado de transición al socialismo y al comunismo como un conjunto de instituciones bajo control de la sociedad, garantía fundamental de libertad.
“Libertad consiste – enfatizó Marx- en convertir al estado de órgano que está por encima de la sociedad en un órgano completamente subordinado a ella, y las formas de estado siguen siendo hoy más libres en la medida limitan la “libertad del estado” (C. Marx.- Critica del programa de Gotha, Obras Escogidas C. Marx / F. Engels, tomo III, pag. 22), Editorial Progreso, Moscú, 1974).
Marx entendía la “dictadura del proletariado” como la mediación en la transición revolucionaria del capitalismo al socialismo, en tanto poder del proletariado para erradicar la herencia capitalista y su dominio de clase; como democracia proletaria, esto es, democracia socialista.
En su formulación teórica el concepto “dictadura del proletariado” no implicaba un estado negador de las libertades, sino todo lo contrario: un estado bajo control de la sociedad, como recurso de libertad. Se refería a la hegemonía social, a la hegemonía de clase dentro de un proceso preponderante democrático y participativo.
De ahí sus elogiosas valoraciones de la “Comuna de París” y su exaltación de sus aleccionadoras esencias democráticas: elección, revocación, ausencia de privilegios, control social, auto-organización y poder popular.
En otro orden, a aquellos que hoy hablan de una “sociedad del conocimiento” y de post capitalismo dentro del capitalismo; que afirman la supuesta superación del modo de producción capitalista a partir de la reducción de la explotación de la fuerza de trabajo por el impacto de la “cuarta ola tecnológica”, el viejo Marx le respondió de manera contundente hace 150 años a través de la voz profética de los “Grundrisse”:
-“El tiempo de trabajo directo – afirmó entonces- desaparece como algo infinitamente pequeño en relación con el producto”.
“El plus trabajo de la masa –agregó- ha dejado de ser condición para el desarrollo de la riqueza social, así como el no trabajo de unos pocos ha cesado de serlo para el desarrollo de los poderes generales del intelecto”.
El proceso de avance continuo de los instrumentos de trabajo y del impacto de la ciencia en la dinámica capitalista – según Marx- ve al “ser humano productivo” convertirse progresivamente en “un regulador del proceso de producción”, provocando a la vez el “empequeñecimiento” del robo del tiempo del trabajo ajeno, aunque no así el robo del producto del mismo.
Predijo así el impacto modernizador de la ciencia en los procesos productivos y en la reducción progresiva del trabajo necesario, pero siempre “cabeza abajo”, potenciando las lógicas capitalistas de la desocupación, el trabajo precario, la contratación aleatoria y el despido precoz. Y así ha sido.
Precisado todo esto en relación con la actualidad del pensamiento de Marx es posible reafirmar el carácter imprescindible de su creación teórica para abordar lo relacionado con las transiciones revolucionarias al socialismo en nuestra América, tanto en los países de capitalismo neoliberal como en el caso de la evidente crisis del estatismo burocrático que ocupa un sitial importante en el trascendente debate que tiene lugar en la Cuba actual, dado el colapso de ese tipo de modelo en los países de Europa Oriental y en la URSS. (Marzo 2011, Santo Domingo).
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