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lunes, 16 de enero de 2017

Apunta 2017 hacia un mundo multipolar



Emir Sader
La Jornada 
La era de la hegemonía estadunidense y del neoliberalismo es, por definición, un tiempo de turbulencias e incertidumbres. Nadie ni nada permite prever con un mínimo de certeza el futuro inmediato. Menos aún el de mediano y largo plazos. Pero el cúmulo de acontecimientos permite proyectar 2017 como un año en el que se dibujará, con más claridad, el surgimiento de un mundo multipolar.
El final de la guerra fría hizo al mundo retroceder al periodo histórico de hegemonía británica, en el que una potencia tenía el dominio mundial. La decadencia británica fue antesala de un tiempo de disputas hegemónicas: primero entre Estados Unidos y Alemania, con dos guerras mundiales de por medio, y después entre Estados Unidos y la Unión Soviética, en el escenario llamado guerra fría.
La desaparición de la Unión Soviética hizo que la humanidad volviera a un mundo unipolar, esta vez con la hegemonía imperial estadunidense. No tardó en anunciarse que la historia terminaría desembocando en que dicha hegemonía traería consigo la economía capitalista de mercado y la democracia liberal como horizontes insuperables de la historia. Seguiría habiendo acontecimientos, pero estarían aprisionados definitivamente en dicho marco. En lugar de ir hacia adelante, la historia retrocedería y quedaría congelada.
La superioridad militar, económica, política e ideológica de Estados Unidos no permitiría alimentar ilusiones en otra dirección. El fin del socialismo, que sería el futuro de la humanidad en la concepción derrotada, relegaba ese tipo de sociedad al museo de la historia como un largo paréntesis finalmente concluido. La economía capitalista pasaba a ser la economía, la única posible, así como la democracia liberal la única posible.
Sin embargo, la paz americana no trajo el final de los conflictos bélicos, sino su multiplicación, al tiempo que el reino del mercado no trajo de vuelta el crecimiento económico, sino una recesión prolongada. Como resultado de esas contratendencias han surgido gobiernos antineoliberales, como en América Latina, y fuerzas que se coordinan por la construcción de un mundo multipolar, como las congregadas en los Brics.
Un episodio que parecía ser simplemente uno más del ejercicio de la superioridad militar de Estados Unidos y sus aliados del bloque imperialista occidental –como ya había ocurrido en Afganistán, Irán y Libia–, el de la destrucción del gobierno de Siria, como paso previo al bombardeo de Irán, terminó promoviendo una gran reviravuelta que, sumado a otros fenómenos, apunta hacia el surgimento de un mundo multipolar.
Estados Unidos no había logrado crear las condiciones para el bombardeo contra Irán, ni dentro ni con sus aliados externos. Rusia aprovechó para proponer un proceso de negociación entre Estados Unidos e Irán, que tuvo éxito desarticulando los planes bélicos de Israel, apoyado por Arabia Saudita, y poniendo en práctica el primer proceso de resolución pacífica de un conflicto bélico importante en el mundo, en mucho tiempo.
Este éxito fue el preámbulo que permitiría también una resolución de la aparentemente interminable guerra en Siria. Arabia Saudita, contra dichas negociaciones con Irán, intensificó el apoyo al llamado Estado Islámico (EI), que se ha vuelto la fuerza fundamentalista y terrorista que pasó a amenazar no sólo a gobiernos de Medio Oriente, sino a todo el mundo con sus acciones terroristas. Como uno de sus efectos, la guerra en Siria quedó polarizada entre el EI y el gobierno sirio, sacando definitivamente del escenario a supuestas fuerzas moderadas de oposición, usadas como pretexto por Estados Unidos para apoyar intentos de derribar al gobierno sirio. El acuerdo entre Rusia, Turquía e Irán, apoyado por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, encaminado hacia la derrota militar del EI, por intervención decisiva de las tropas rusas, promovió un nuevo acuerdo de paz, esta vez sin Washington.
A este nuevo horizonte se suma la alianza alrededor de los Brics, con Rusia y China como protagonistas esenciales, como fuerzas que promueven el fortalecimiento de modelos de desarrollo económicos con distribución de renta, como contrapartida del agotamiento del neoliberalismo y la prolongada recesión en que ha desembocado ese modelo.
El Brexit y la victoria electoral de Trump en las elecciones estadunidenses apuntan hacia retrocesos en el proceso de globalización con políticas proteccionistas.
La combinación de esos factores tendrá en 2017, con la retirada de Gran Bretaña de la Unión Europea y la toma de posesión de Donald Trump, haciendo lo que ya se venía dibujando con el agotamiento del modelo neoliberal, la incapacidad de Estados Unidos de concluir las guerras de Afganistán e Irak y su impotencia frente a la extensión de los conflictos bélicos en toda la región, así como el fortalecimiento de Rusia como actor político y militar global, un nuevo escenario mundial.
Un nuevo escenario tiene que ser para América Latina un espacio de oportunidades para salir definitivamente del modelo neoliberal y de la hegemonía estadunidense, buscando profundizar alianzas que promuevan la solución pacífica de los conflictos y apoyen políticas de desarrollo con distribución de renta. Brasil, Argentina, México y todos los países del continente tienen que decidir dónde quieren ubicarse en ese nuevo escenario mundial.

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