@alfreserramanci
Las elecciones del 19 febrero en Ecuador son algo más que unas elecciones cualesquiera. Esta cita trasciende la política interna. A nivel regional, lo que está en juego es la hipótesis del fin de ciclo. Si gana la Revolución Ciudadana, no habrá evidencia empírica electoral que sirva como base para seguir proclamando que los procesos de cambio llegaron a su punto final. Pero si se pierde, entonces, será difícil argumentar lo contrario.
Hasta el momento, en clave electoral presidencial, en la América latina progresista la derecha sólo ha sido capaz de ganar una vez en los últimos quince años. 1 de 24. Un porcentaje pírrico del 4%. Entre Lula y Dilma obtuvieron 4 victorias en Brasil. Néstor y Cristina vencieron 3 veces en Argentina; Macri fue el único que logró ganar en las urnas como representante de la derecha. En Venezuela, entre Chávez y Maduro, fueron 4 victorias. Entre Tabaré y Mujica, 3 en Uruguay. Evo ha vencido en las últimas 3 citas electorales. En Nicaragua, Ortega va por la tercera victoria consecutiva. Y en Ecuador, hasta el momento, Correa ganó en las 3 últimas ocasiones.
Sin embargo, este patrón de victorias electorales se ha visto parcialmente contrarrestado por lo acontecido en los dos últimos años. Tanto en clave electoral como en lo político y económico, ha habido un reflujo de los procesos de cambio. Se perdieron dos citas electorales importantes no presidenciales: legislativas en Venezuela y referéndum en Bolivia. Y también es cierto que se observa un relativo desgaste en cuanto al entusiasmo y respaldo de las mayorías si es que lo comparamos con lo que sucedía hace una década. No obstante, este desencanto emergente no se traduce inmediatamente en presidentes de derecha en aquellos países progresistas.
Es por todo ello que lo que enfrenta Ecuador va más allá que la elección entre dos modelos antagónicos de país. Además, esta vez, ante la ausencia de Correa como candidato presidencial, también se pone en tela de juicio la cuestión de la sucesión después de fuertes liderazgos. Recientemente, en Argentina, la apuesta Scioli no salió bien. Y ahora en Ecuador, la Revolución Ciudadana tiene el desafío de ganar sin Correa como candidato. Lenin Moreno es quién tiene la tarea de hacerlo frente a dos opositores que representan lo mismo pero con caretas distintas. Lasso y Viteri vienen a representar bicefálicamente una propuesta regresiva para Ecuador. Al igual que sucediera en Argentina, ambos no lograron llegar a acuerdos para formular una candidatura de Unidad. Esta opción unitaria, tan de moda en Venezuela, sigue siendo el deseo desde afuera para doblegar las propuestas progresistas. Pero por el momento, en cada país, las derechas están más fragmentadas de lo que quisiera el poder económico internacional.
Ecuador probablemente seguirá siendo el laboratorio para que la derecha continúe buscando escándalos que logren cambiar la agenda de campaña. Lo hicieron con Evo; lo hicieron con Cristina; y lo han hecho permanentemente contra el chavismo. Y seguramente, ya tendrán preparados algunos ases bajo la manga para enlodar las próximas semanas de campaña. De hecho, ya han aterrizado en suelo ecuatoriano los asesores de Clinton y Obama para empezar la guerra sucia contra la Revolución Ciudadana. Y por su lado, Viteri ha comenzado a recitar el manual de siempre pero con una performance más próxima en la onda Capriles-Macri. Es decir, los globos de colores no tardarán en llegar. Y en el caso de Lasso, atrapado por su pasado de banquero, apela a otro clásico: que nadie pague impuestos. Ambos procuran ganar con maniobras arcaicas pero presentándose como lo nuevo.
Falta apenas un mes para saber qué pasará finalmente. Todo parece indicar que la Revolución Ciudadana seguirá siendo la fuerza más votada. El interrogante está en saber si tendrá votos suficientes para ganar en primera vuelta. La batalla electoral es en Ecuador, pero toda la región está pendiente de lo que ahí suceda. Si gana un banquero, el neoliberalismo rancio podrá sacar pecho; si gana Viteri, la “nueva” derecha presumirá de sus habilidades de seducción electoral; pero sí gana la Revolución Ciudadana, espero que los agoreros a lo Fukuyama callen por unos meses y se dediquen a otro tipo de profecías.