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lunes, 30 de enero de 2017

La llamada del siglo: Trump contacta a Putin para un G-2


Bajo la lupa
Alfredo Jalife-Rahme
La Jornada 
Más allá de los respetables asuntos domésticos y las disputas regionales, en términos puramente geoestratégicos la llamada de 45 minutos del presidente Trump al zar Vlady Putin se podría calificar de la llamada del siglo XXI que, a mi juicio, inicia la construcción del andamiaje de un G-2 entre Estados Unidos (EU) y Rusia, y que, en una fase ulterior, debería incorporar a China para un G-3 y así asentar el nuevo orden tripolar del siglo XXI con sus respectivas esferas de influencia cuando han renacido los nacionalismos y las soberanías en medio de la catástrofe de la cruel globalización financierista antihumana y antidemocrática.
Pese a la viciosa rusofobia del establishment en EU, Trump deseaba establecer relaciones fantásticas (¡supersic!) con Putin.
Ya el zar Putin había felicitado a Trump por su elección.
Ocho días después de su juramento sobre dos Biblias –la de Lincoln y la de su madre escocesa anglicana– Trump contactó a su homólogo ruso: la llamada del siglo XXI.
La amplitud de los temas abordados por los mandatarios Trump y Putin, por lo que se ha dejado permear hasta ahora (https://goo.gl/Mscc86), delata una agenda global de alcances geoestratégicos, más que bilateral propiamente dicho.
El abordaje de la seguridad global y la no-proliferación son la piedra de toque del G-2 que se inscribe en el abordaje simultáneo del contencioso nuclear de Norcorea –del que no puede ser dejado fuera China– y del programa civil pacífico nuclear iraní, que Trump, en alianza con el primer ministro israelí Netanyahu, desea rescindir, lo cual pondría en tela de juicio el acuerdo del P5+1, es decir, de los mismos EU y Rusia, al unísono de Gran Bretaña (GB), Francia, Alemania y China, a los que desea dejar fuera de la jugada el polémico presidente 45 de EU.
Cuando ya empezó la colaboración entre Trump y Putin con bombardeos coordinados contra el Estado Islámico en Siria, su principal cooperación se centra en el combate al yihadismo global –si es que no consigue descarrilarlo el establishment: tanto del Partido Republicano como del Partido Demócrata, totalmente controlado por el creador del caos global: George Soros (https://goo.gl/eyL9dj).
A mi juicio, los temas regionales abordados comportan necesariamente un acuerdo global de carácter bipolar en el Olimpo geoestratégico, hoy compartido por Rusia y EU, desde el punto de vista de la supremacía militar y nuclear global, donde resalta el contencioso de Ucrania, que forma parte de la cosmogonía existencial de Rusia.
En referencia a Medio Oriente, se abordaron cuatro temas candentes: el terrorismo yihadista, la situación en Siria, el conflicto israelí-palestino y el programa nuclear iraní.
El acuerdo contra el combate al yihadismo global en Medio Oriente goza de pleno acuerdo entre Trump y Putin, quienes también, por la naturaleza de las cosas, como dirían los clásicos griegos, acomodarán sus intereses en Siria, mientras el contencioso israelí-palestino y el programa nuclear iraní (ya acordado con Obama) pueden causar algunas fricciones nada insuperables cuando Putin mantiene óptimas relaciones con Israel, Irán y la Autoridad Nacional Palestina, mientras la política de Trump es una fotocopia del irredentismo racista de Netanyahu.
¿Se podrá liberar Trump de la hipoteca de Netanyahu?
The Financial Times, portavoz de la agónica globalización financierista que sería sepultada por el G-2 entre Rusia y EU, destaca que la llamada cubrió la restauración de los lazos económicos (https://goo.gl/ZzUoBO).
Los dos máximos mandatarios militares nucleares del planeta no abordaron el levantamiento de sanciones de EU contra Rusia –quizá por la espera de la aprobación de varios miembros del gabinete Trump, donde no figura ningún latino, por el Congreso–, pero acordaron restaurar los lazos económicos (sic) y comerciales (sic) mutuamente benéficos entre los círculos de negocios (¡supersic!) de ambos países, que podrían adicionalmente (sic) estimular el desarrollo seguro de relaciones bilaterales.

Foto
Vladimir Putin, presidente de Rusia, habla, el miércoles pasado,
a estudiantes de la Universidad Estatal de MoscúFoto Ap
Según filtraciones de funcionarios del Congreso de EU, el equipo del Trump ha esbozado una orden ejecutiva para levantar las sanciones contra Rusia, que habría sido redactada por personal de carrera del Consejo de Seguridad Nacional (https://goo.gl/z5fcGW).
Se hace camino al andar y la llegada de Rex Tillerson, ex mandamás de Exxon Mobil, al Departamento de Estado desenterraría el magno acuerdo petrolero de Rusia y EU (https://goo.gl/PkD6V4).
Las piedras de toque de la arquitectura de un G-2 entre Trump y Putin pasan por el combate común contra el yihadismo global (https://goo.gl/3boHdw).
¿Abandonaría Trump la doctrina trasatlántica de contención de la OTAN contra Rusia?
Trump y Putin acordaron reunirse próximamente muy probablemente en Reikiavik (Islandia).
Un día antes a la llamada del siglo XXI, el presidente puritano WASP (https://goo.gl/b92FwW) recibió antes que nadie a la premier de GB, Theresa May, con quien salió agarrado de la mano como si fueran novios, en claro mensaje de la renovación de la relación especial de las dos máximas potencias anglosajonas del Atlántico norte.
Como Trump, la premier británica declaró renunciar al cambio de régimen ajeno y a cesar de reconfigurar el mundo (https://goo.gl/xTYy9g).
Trump desea establecer un acuerdo comercial expedito con GB como compensación por el Brexit: algo así como la consolidación del bloque geoeconómico de la anglósfera: EU, GB, Canadá, Australia, Nueva Zelanda, etcétera.
La reacción en Francia, del candidato a la presidencia del partido gobernante, Emmanuel Macron, ha sido feroz: fustigó el vasallaje (sic) de GB con Trump cuando EU no podrá más coorganizar la globalización ni ser el gendarme del mundo con la Unión Europea (UE), ya que el desequilibrio de cosas construidas durante tantas décadas y el repliegue de EU no garantizan más la seguridad de Europa.
A juicio de Macron, GB rompe su equilibrio dentro de la UE, mientras se produce un verdadero desequilibrio del mundo, lo cual reclama una Europa más fuerte (https://goo.gl/VWYJRc).
Tras llamar a Putin, Trump habló con el desgastado presidente francés, François Hollande, y la agazapada canciller Angela Merkel, quien lo invitó a la cumbre del G-20 en Hamburgo en julio. Trump aceptó la invitación.
Si por sus reacciones los conoceréis, algunos mandatarios de la dislocada UE han arremetido más contra Trump que contra Putin, cuando quizá ya se huelan que un G-2 aplicado a Ucrania los podría dejar fuera de la jugada. En una cumbre del Club Med, Hollande urgió contrarrestar las acciones de Trump mediante la unidad europea (https://goo.gl/E8Pa8J).
Durante la conferencia común con la premier británica, Trump declaró que si pudiéramos tener buenas relaciones con Rusia y China (¡supersic!), eso sería una tremenda ganancia.
El problema del G-2 anhelado por Trump, a instancias de Kissinger (https://goo.gl/upo1RR), es que deja fuera a China, con quien Rusia ha establecido una alianza estratégica.
Hoy quien posee las mejores cartas geoestratégicas es Putin; no Trump, quien no tiene salida más que aceptar un G-3 con China. It is not so bad.
Twitter: @AlfredoJalifeR_
Facebook: AlfredoJalife

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