Tatiana Coll
El 2019 es un año de importantes
aniversarios en la historia del siglo XX. Aniversarios que arrojan un
significado valioso para enfrentar la incierta turbulencia de los
cambios en el siglo XXI. Se reproducen problemas, conductas, miradas,
pero también objetivos, combates y esperanzas. Una revisión honesta y
lúcida sería necesaria como merecido homenaje. En estas pocas líneas
sólo es posible un atisbo de ciertas ideas.
El 80 aniversario de la derrota de la guerra civil española y el
inicio del masivo éxodo de algunos connotados personajes, pero de
cientos de miles de anónimos luchadores. A los hijos de este exilio nos
heredó un presentimiento so-bre un pasado no vivido, pero en-carnado a
través de recuerdos vividos. A algunos nos heredó la pasión por los
cambios, la certeza de la historia como transformación, laterquedad
sobre las convicciones aun en los momentos trágicos y heroicos. Siempre
recuerdo a mi padre envuelto en grandes discusiones, muchas de ellas con
gritos apasionados, sobre qué se hizo, quién lo hizo y qué resultó. La
unidad inexistente entre comunistas, socialistas, anarquistas,
trotskistas, republicanos fue su herencia también. La viví en carne
propia y muy claramente durante el gobierno de Allende en Chile y
enriquecida aún más con nuevos
ismos, socialcristianos, miristas, desarrollistas, maoístas y otros.
El 70 aniversario del triunfo de la revolución china, tras el cruel
fracaso asestado por Chang KaiChek a los comunistas, descrito por André
Malraux en La condición humana. La larga marcha que nos heredó
la famosa estrategia de ir al pueblo y aprender del pueblo, de la
revolución ideológica-cultural, de arrancar a un pueblo de la esclavitud
milenaria. Pero también contradicciones complejas como la invasión a
Vietnam, el apoyo al Khmer Rojo, la división del campo socialista, la
Banda de los cuatro ysobre todo a Deng Tsiao Ping y elrevisionismo.
Arranqué mi militancia en la Liga Comunista Espartaco y los años 69 y 70
me dejaron sobre todo un gran cariño por aquellos compañeros y un
recuerdo de las condiciones necesariamente clandestinas en que
trabajábamos, armando en la madrugada aquel periódico en un pequeño
cuartucho, las visitas a los de la Ho en Puebla, perseguidos en
Topilejo, pero no recuerdo cuáles eran
los cinco artículos más leídos del presidente Maoque teníamos que aprender de memoria.
El 60 aniversario de la herética revolución cubana, que desde el
inicio cimbró y trastocó los cánones tradicionales de todos los
ismos; una revolución antidictatorial, radicalmente nacionalista y popular, antimperialista –que nunca creyó que el tigre fuera de papel como dijeron los chinos–, fincada en el pensamiento y las experiencias nuestroamericanas y que por ello mismo se convirtió en socialista, como la única forma de defender eficazmente las conquistas del pueblo. Una revolución en la periferia que desafió al
sujeto históricotradicional, que levanta un pueblo entero, que como un torrente barrió con las lacras lacerantes que les impuso el capital financiero yanqui desde su irrupción en 1898, convirtiendo el destino de Cuba en azúcar, prostíbulos y dictaduras.
Revolución que nos ha demostrado mil veces que es posible construir
la unidad y preservarla, sin esconder la crítica, la reflexión y el
debate. Unidad basada en una mirada siempre apegada a la realidad, al
imperativo de las condiciones sociales, políticas y económicas realmente
existentes y no a esquemas teóricos. Basta seguir momentos claves como
como los ocurridos en los años 61 y 62, cuando la lucha contra el
sectarismo, la crítica a los acuerdos que pusieron fin a la crisis de
octubre, la Primera y la Segunda Declaración de La Habana, el puntual y
devastador análisis del fracaso de la Zafra del 70, los debates en los
cinco años siguientes, la consulta para la Constitución, la creación del
Poder Popular y sus características de revocabilidad y rendición de
cuentas, el periodo de la década de los 80 de rectificación de errores,
entre otros.
Desde que bajé del avión la primera vez que fui a Cuba, para
integrarme a las brigadas internacionales que apoyaban la batalla de la
zafra de los 10 millones, obviamente estimulada por el recuerdo de las
que estuvieron en España, sentí ese vendaval caribeño, nos recibían
grandes carteles coloridos: trabajo, libertad, dignidad. Todos los
establecimientos en La Habana estaban cerrados y un cartel anunciaba
El colectivo de este centro de trabajo se ha ido a la zafra. Fuimos a cortar caña durante un mes con la brigada latinoamericana; conocimos guatemaltecos , brasileños, uruguayos, salvadoreños, chilenos, venezolanos, estadunidenses, bolivianos. Nuestra América entró para siempre en mi verdadera convicción y compromiso tanto racional como sentimental.
Posdata: el otro, el 100 del PCM, sería más significativo si en vez
de la autocomplacencia predominante, retomara un sincero análisis de sus
acciones y posturas: releer el proletariado sin cabeza, revisar sus
expulsiones, explicar el documento presentado en la reunión de los
partidos de latinoamericanos celebrada en La Habana en 1975, reflexionar
sobre su incondicional suscripción a las decisiones de la Tercera
Internacional stalinista y después al eurocomunismo, la perestroika y,
como señala Luis Hernández, su pecado original: no comprender las raíces
revolucionarias de Nuestra América.
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