Alzan la voz en la COP25
La cuenca amazónica, uno de los enclaves más amenazados por la depredación del hombre, acusan
Madrid. Después de 25 años de escuchar promesas
incumplidas y propuestas huecas de contenido, jóvenes y pueblos
indígenas alzaron la voz en la cumbre del clima que se celebra en Madrid
(COP25) para expresar su hartazgo y su rabia por la inacción de los
gobiernos y de las principales economías del mundo, ante la degradación
del planeta por el cambio climático.
Lo hicieron por separado, pero el mensaje era el mismo: seguirán
presionando en las calles, defendiendo sus territorios, sus ríos, sus
océanos y sus bosques, aunque en ello les vaya la vida. Y no cejarán
hasta que
en lugar de oírnos, finalmente nos escuchen de una vez.
En el mismo espacio de cien metros cuadrados en el que se desarrolla
la COP25, alternan los miembros más activos de la sociedad civil,
científicos, activistas, líderes territoriales, indígenas, observadores y
participantes en conferencias, debates, seminarios y encuentros.
Los 196 representantes de gobiernos mantienen reuniones discretas y
están negociando prácticamente en secreto las conclusiones finales de la
cumbre, en las que fijarán su grado de compromiso con el mensaje
lanzado estos días.
Una de las voces más beligerantes y combativas de los últimos años es
la de la organización juvenil Friday for Future, que envió a una
nutrida representación de activistas de los cinco continentes para
insistir en que el planeta agoniza.
Greta Thunberg, joven activista sueca, es la cara más visible de esta
plataforma ciudadana, si bien hay miles de jóvenes por el mundo con el
mismo mensaje.
Joel Peña es mapuche, tiene 17 años y acudió a Madrid para exponer no
sólo lo que padece su generación por lo incierto de su futuro, sino
también para expresar el malestar de las comunidades indígenas –él
pertenece a una de las más perseguidas del continente– para lanzar una
alerta mundial sobre el gravísimo deterioro de los derechos humanos en
Chile, con el gobierno de Sebastián Piñera.
“Estamos alzando la voz de las comunidades indígenas porque lo que
está pasando en Chile es síntoma de un problema global. Es consecuencia
de un sistema económico criminal que viola los derechos humanos y todos
los días arrasa con pueblos y recursos naturales.
Australia está ardiendo y eso es el cambio climático, la destrucción de nuestra tierra. Por eso queremos no sólo que nos oigan, sino que nos escuchen de una vez.
Leah, de Canadá, expresó su hartazgo ante
las mentiras de los últimos 25 años (desde que se celebran cumbres climáticas). Y encima el mundo occidental se enorgullece de una supuesta historia de logros. Pero me pregunto dónde está ese éxito: ¿En el imperialismo criminal? ¿En la dominación y explotación de los pueblos indígenas de los últimos 500 años? ¿En la muerte de nuestras tierras?
Haluka, de Nigeria, añadió que su continente, África, es el que más sufre los efectos del cambio climático y
por eso no vamos a parar de movilizarnos, de exigir en las calles a los gobernantes medidas para que actúen de una vez.
Al clamor de los jóvenes se sumaron los pueblos indígenas, entre
ellos los que forman parte de la Cuenca Amazónica, uno de los enclaves
más amenazados por la depredación del hombre, pero también por las
políticas que impulsan gobiernos como el de Jair Bolsonaro en Brasil.
Robinson López, dirigente del cambio climático y biodiversidad de la
Coordinadora de las Organizaciones Indígenas de la Cuenca Amazónica,
explicó que la región está en grave riesgo, no sólo por la proliferación
de incendios, sino también por la
militarización, explotación y desplazamientos forzados por megaproyectos que destruyen el territorio de culturas enteras. Se calcula que en los últimos años se han perdido 2.5 millones de hectáreas del Amazonas por el fuego, la contaminación de los ríos por mercurio y la persecución sin tregua contra los líderes territoriales.
Greenpeace confirmó que el colapso del mar, debido al uso de
combustibles fósiles, se está produciendo a velocidad vertiginosa y a
gran escala, ya que altera la estructura y las funciones de los
ecosistemas y provoca el calentamiento del agua, el aumento del nivel
del mar y la acidificación y desoxigenación del océano.
La vida de entre 100 y 300 millones de personas podría verse amenazada si la crisis de los océanos continúa a este ritmo.
Armando G. Tejeda
Corresponsal
Periódico La Jornada
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