Carlos A Villalba °
La piba platense se convirtió en mujer patagónica, la militante fue
abogada, la esposa del intendente de una ignota Río Gallegos se
convirtió en “primera ciudadana” de ese marido y terminó,ella misma,
como Presidenta del país entre 2007 y 2015. Desde el llano, y
multiacusada por actos de corrupción durante esa gestión, eligió el
camino menos lineal para construir el espacio político multisectorial
que terminó derrotando, en tiempo récord, al peor gobierno de la
Argentina constitucional.
Arrancó en aquel anochecer de una Plaza de Mayo repleta cuando, en
lugar de despedirse,construyó el piso en el que apoyó la reconstrucción
del espacio de las mayorías nacionales; meses después. Definió la
estrategia en una mañana de lluvia otoñal ante los Tribunales de
Comodoro Py rodeada de las columnas nutridas que la acompañaron a su
primera comparecencia judicial. La única escala con “lógica partidaria”
que se permitió fue la irrupción de su Unidad Ciudadana, con la que
logró imponer su candidatura a senadora nacional, sin preocuparse por
abandonar la sigla del Partido Justicialista en la provincia de Buenos
Aires.
Un año después volvió a aquella ruta mucho menos formal desde la
plataforma de lanzamiento de la presentación de su libro “Sinceramente”
en la Feria del Libro de la Ciudad de Buenos Aires; cuajó la decisión de
darle el centro del escenario electoral a Alberto Fernández y el armado
de un Frente de Todxs al que logró transferirle el 100% de sus votos en
el triunfo ante el oficialismo del PRO, la Unión Cívica Radical, la
Coalición Cívica y las decenas de miles de millones de dólares del Fondo
Monetario Internacional (FMI) invertidos en sostener un “dólar
electoral” que terminó de hundir el barco de la economía argentina.
El lunes 2 de diciembre terminó el periplo, lo hizo en el mismo
edificio en el que había empezado todo, con una de las declaraciones
judiciales más duras de la historia nacional. Entre las 9 y 50 y las 13 y
40 dio una clase magistral sobre la “guerra jurídica” (lawfare) a la
que es sometida la dirigencia latinoamericana que se opone a los
designios de las corporaciones económicas. Explicó la maniobra del
gobierno saliente dedicada a “condenar el gobierno de Néstor Kirchner y
traer de vuelta al Fondo Monetario Internacional” para “robarse todo,
mientras endeudaban al país”.
Dio precisiones acerca de la maniobra organizada contra ella y muchos
de sus colaboradores por la “mesa judicial” del Poder Ejecutivo que
“hasta decidía quién iba preso, quién no iba preso, qué empresario había
que apretar para sacarle la empresa”, sentenció que “ Todo este plan
fue ideado para una feroz e inédita persecución”, con el apoyo de “la
Oficina Anticorrupción y la UIF (Unidad de Información Financiera) para
impulsar las causas judiciales» y se despidió del tribunal enrostrándole
que “Preguntas van a tener que responder ustedes, no yo».
Solo restan las juramentaciones, de Cristina Fernández de Kirchner
como vicepresidenta y de Alberto Fernández como mandatario, y el baño de
multitudes compartido, en el Congreso, la Avenida de Mayo y la Plaza de
todos los festejos del peronismo y de todas las protestas y las luchas
que, también, encabezó ese movimiento a lo largo de una historia de
resistencias, denuncias y sacrificios durante más de 60 años.
Después
será el tiempo de Alberto Ángel Fernández, el abogado y profesor
universitario de 60 años, que gobernará un país que tiene un Ejecutivo
tan unipersonal como hiperpresidencialista, acompañado de representantes
de todos los actores que contribuyeron a la derrota del gobierno que
más daño hizo en menos tiempo en la Argentina posdictatorial.
Gravedad y futuro
El guión que le armaron a Mauricio Macri para intentar replicar el
sábado 7 aquella “despedida de Cristina” del 9 de diciembre de 2015, al
igual que el paraíso sucesorio que describió la derrotada gobernadora
bonaerense, María Eugenia Vidal, en el que mintió sobre el destino del
endeudamiento externo de su distrito, no pueden disimular la tierra
arrasada en que convirtieron al país los cuatro años de la coalición
neoliberal Cambiemos.
No hay dibujo posible que permita tapar el bosque siniestro de
desempleo, retroceso del salario real, jubilaciones y pensiones,
crecimiento de la pobreza a más del 40% con una indigencia cercana al
9%, lo que implica un total aproximado de 18 millones de personas;
inflación del 60% anual, una deuda pública tan impagable como
condicionante del futuro económico del país; caída del PBI superior al
10% entre 2016 y 2019, y de 3 puntos solo en el año en curso, junto a
una desindustrialización galopante y pérdida alarmante del valor
patrimonial de las empresas.
Ese es el escenario del presente y no otro, ni el de los “vetos” o
las imposiciones ni el de las peleas internas en el Frente de Todxs, un
espacio tan amplio que difícilmente pudiera no tener contradicciones,
tanto en el armado de las listas en su momento, como en el gabinete
nacional en el presente de este largo “interregno” que ya termina.
Ante esa estructura económica determinante, Fernández, el Presidente,
decidió alistar a sus bomberos para apagar los fuegos más dolorosos del
hambre, la enfermedad, el frío…; a sus constructores de espacios
económicos cercanos a quienes padecen más necesidades y, también, a los
ingenieros de las grandes construcciones macroeconómicas que necesita
una economía devastada. En el armado de esa tropa intervinieron todos, y
todas, y se usaron criterios de selección técnicos, territoriales, de
confianza, partidarios, sectoriales, intentando incluso respetar los
principios de paridad de género de los que la Argentina es orgullosa
abanderada.
Lo que suceda en los próximos cuatro años que duran los mandatos
presidenciales desde que Carlos Menem y Raúl Alfonsín transaron el
recorte de dos años y la posibilidad de una reelección, que Macri
desperdició, será vital para argentinas y argentinos y decisivo para que
este inminente gobierno de transición sea plebiscitado por el voto con
la extensión por otro período o con su retiro de la Casa Rosada.
Quienes ya sacan punta a los lápices que dibujan los escenarios de
futuras desestabilizaciones no tienen en cuenta una situación obvia: el
fracaso de Fernández sería el fracaso de Fernández e implicaría la
destrucción de una fuerza legislativa alcanzada, vale decirlo, en base a
los votos que decidieron cuántos senadores y diputados tiene cada
sector.
Ese daño convertiría a esa herramienta poco menos que “maléfica” en
una cáscara vacía, dentro de espacios que acostumbran desgranarse en
cuanto los rayos de nuevos soles iluminan el palacio del Conhgreso, y
hasta podría llevarse puesto el, hoy, futuro promisorio de las flamantes
estrellas jóvenes del firmamento peronista: Alberto Massa, Máximo
Kirchner y Alex Kicillof.
En
las últimas jornadas la disección de los mínimos gestos de Cristina
Kirchner ocupa espacios cada vez más amplios en los productos de las
corporaciones mediáticas. Una de esas notas dio en el clavo, pero
enterrando la cabeza en la pared. “El síndrome de Cristina”, con el que
Eduardo Van der Kooy, una de las plumas más influyentes del diario
Clarín, alude a la nueva vicepresidenta por “haber recuperado una libido
de poder”, algo que deberá administrar “sin padecer las abstinencias,
para evitar entrar en colisión, en algún momento, con Alberto”.
En realidad el uso de la jerga “psi” fuera de contexto, pareciera
aludir a sí mismo, si se atiende a que cinco días después de esa nota
volvió a la carga para dedicarse a tergiversar la situación judicial de
la ex mandataria y afirmar que su “personalidad indomable”, “careció y
parece seguir careciendo de algún factor inhibitorio”.
Muchos periodistas de esa empresa se sorprendieron durante la noche
del 11 de agosto en que las internas ya empujaron a Alberto Fernández,
de manera informal, hasta la Presidencia de la Nación, cuando Héctor
Magnetto, el capo del grupo de medios más importantes de la Argentina,
una de las corporaciones más beneficiadas durante la gestión Macri, les
sonrió con la ironía de un “ustedes perdieron, yo no…”
Aludiendo a los “manuales de estilo” del periodismo, tardó poco en
bajar la instrucción de brindarle un “trato presidencial” a quien sería
el próximo jefe del mismo Estado del que tanto se benefició la
corporación.
Sin embargo, y tal vez porque una cosa sean los generales y otra los
coroneles, la misma pluma obsesionada con las lecturas psicológicas no
se privó en la jornada del miércoles 4 de afirmar que la “futura misión
(del mandatario electo), producto del acuerdo por el cual resultó ungido
candidato a presidente, consistirá en liberar a la mujer y sus hijos de
las amenazas de la Justicia en causas de corrupción”, en alusión a
Cristina, Máximo y Florencia Kirchner.
Por encima del desatino de considerar que la construcción de un
espacio multisectorial y multipartidario como pocas veces se logró en el
país, respaldado por el pronunciamiento popular de millones de votos,
constituye una mera herramienta de operación “judicial”,el “análisis”
vuelve a ignorar la gravedad de la situación de esta Argentina que deja
Macri. Por otra parte, la misma que, en su contracara, ya muestra al
inminente ex mandatario contra las cuerdas de 144 denuncias en su
contra, según el registro de sorteos de causas de Comodoro Py hasta el
pasado 21 de noviembre.
El estudio “Landaburu, Feder, Carrió, Mayer &
Rosental” y el bufete de Alejandro Pérez Chada, abogado personal de
Macri, ya tamizan las causas abiertas, descartan algunas, sopesan
riesgos y trazan estrategias defensivas. Saben que las carpetas
rotuladas como Correo, Peajes, Autopistas del Sol, Macri Air, Panamá
Papers, Parques Eólicos y Lavado de Activos, que totalizan negociados
por unos 12.000 millones de dólares, son las más “picantes”.
La mayoría de ellas presentan el talón de Aquiles de un gobierno de
gerentes o accionistas de corporaciones que, convertidos en
funcionarios, atendieron desde los dos lados del mostrador, y pueden
llevar a su cliente a pasear por los mismos pasillos que gastan ahora
Cristina Kirchner y distintos funcionarios de su administración.
Actuar con impunidad y creerse inmune y a resguardo
del paso del tiempo, parece tan necio como sería sentarse sobre un
triunfo electoral sin intentar encaminar la nave hacia un desarrollo con
producción e inclusión y sin observar las respuestas de los pueblos
vecinos a los que los ajustan al compás de la batuta del Norte, casi tan
absurdo como no comprender lo ya dicho… el fracaso de Fernández sería
el fracaso de Fernández.
* Periodista y Psicólogo argentino. Investigador asociado al Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (http://estrategia.la). Miembro de La Usina del Pensamiento Nacional y Popular (http://www.usinadelpensamientonacional.com.ar)
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