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sábado, 16 de marzo de 2019

El cyber attack, el “innombrable” Guaidó y la Revolución Bolivariana


Con un esquizofrénico replay que reza “todas las opciones están sobre la mesa”: las guarimbas, el Consejo de Seguridad de la ONU, la OEA, el cártel de Lima, la imposición de “sanciones”, la “crisis humanitaria” de las fronteras, el bloqueo económico y financiero, etc., los principales halcones del pentágono imperialista (Donald Trump, Mike Pence, Mike Pompeo, Elliott Abrams, Marco Rubio) que operan el hasta ahora frustrado golpe de Estado continuado contra Venezuela, antes de decidir si van a jugar o no su última carta —la intervención militar directa, en coalición, por ejemplo, con Colombia o bien a través de un ejército de mercenarios a sueldo— desencadenaron un brutal cyber attack electromagnético el 7 de marzo, dirigido desde las ciudades de Houston y Chicago según denunció el presidente venezolano Nicolás Maduro Moros, y aseguró por su lado un colaborador de la revista de negocios estadunidense Forbes, Kalev Leetaru (https://orinocotribune.com/forbes-very-realistic-thinking-us-government-launch-a-cyber-attack-against-venezuelas-electricity-grid) al admitir que ese ataque pudo provenir del extranjero, contra las instalaciones del complejo hidroeléctrico “Guri” en el Estado Bolivar del país con efectos gravísimos para la mayor parte de la población nacional que quedó sin energía eléctrica durante casi 5 días y con problemas de abastecimiento de agua potable entre otros males en hospitales, hogares y escuelas, además de los problemas y trastornos del transporte público y las telecomunicaciones del país, como internet y las redes sociales.  
Los comandantes imperialistas, el innombrable y sus operadores de la llamada “oposición” se vanagloriaron de esta acción terrorista-genocida y celebraron que después de la caída de estos elementos de la infraestructura vendría casi automáticamente, como por arte de magia, la del presidente Nicolás Maduro y por consiguiente echaban loas a viento en popa por la toma territorial y política del país. Todo ello en un ambiente en el que Rusia denunciaba movimiento de tropas de Estados Unidos en las cercanías de las fronteras venezolanas del Caribe (véase Telesur del 12 de marzo de 2019).
La ultraderecha apátrida venezolana, cómplice de esta acción criminal, por boca del innombrable anunció con bombo y platillo que la restitución de la energía eléctrica vendría concomitantemente con la caída del “régimen dictatorial” de Maduro. Asimismo hacían planes para la entrega de las instalaciones eléctricas y los recursos naturales del país a las empresas trasnacionales estadounidenses para acordar contratos y convenios de “ayuda” con el Fondo Monetario Internacional (léase neocolonial) tipo Argentina, para endeudar al país y restituir la nefasta Cuarta República neoliberal que sumergió a esa nación en una profunda crisis en todos los órdenes desde finales de la década de los cincuenta del siglo pasado.
El golpe eléctrico  -como se ha denominado esta nueva guerra cibernética que es parte integrante de la actual guerra híbrida que desarrolla Estados Unidos y los sediciosos medios corporativos de comunicación contra Venezuela y otros países progresistas según lo anunció el presidente Maduro en su mensaje a la nación en cadena nacional el 12 de marzo— cuyo objetivo era crear caos, convulsión social y disturbios generalizados (como anunció con sarcasmo el senador fascista Marco Rubio desde la comunidad de su cuenta Twitter, fue derrotado por el Gobierno bolivariano, anotándose un indudable triunfo, si bien parcial, dentro de la estrategia imperialista contrarrevolucionaria en curso, que se hace extensivo al conjunto del pueblo y de los trabajadores electricistas que lo lograron controlar y superar en tiempo récord.
A la par, en esa rueda de prensa el presidente Nicolás Maduro anunció la conformación de una comisión especial de investigación del ciberataque contra el sistema eléctrico nacional y la incorporación de especialistas internacionales en esa labor. En este sentido informó que solicitará el apoyo de la ONU y de países con tecnología y experiencia en ciberataques como China, Rusia, Irán y Cuba. Esto ya de por sí introduce un nuevo elemento fenoménico relativo a la constatación del declive del unilateralismo del imperialismo estadounidense que arrastra desde mediados de la década de los setenta del siglo pasado y el arribo a una nueva fase caracterizada por el multipolarismo dinámico y cada vez más sobredeterminante de las relaciones internacionales que tiende a modificar el antiguo esquema denominado “centro/periferia” en las relaciones internacionales, tanto en lo que concierne al nuevo papel de los países dependientes y subdesarrollados de la periferia que aún conservan ese estatus, como en la relación de estos con las nuevas potencias en ascenso: Rusia, China. India e Irán al influjo del proteccionismo redivivo y trasnochado de Estados Unidos que acentúa sus funciones represivas y de violencia como “métodos de gobernanza” en el ámbito global.
El chavismo, en la defensa de lo que consideran la revolución bolivariana —sin discutir por ahora si se trata de una vertiente dentro del capitalismo o fuera del él, en el socialismo— para contrarrestar el golpe en curso ha implementado su estrategia, hasta ahora exitosa, en el frente exterior político-diplomático, en el del sistema de alianzas con China y Rusia, Turquía e Irán, entre otros, pero también en el interno que para nosotros es el fundamental. De este modo todo confirma que lo que en esencia hasta ahora ha contrarrestado la concreción del golpe imperialista y evitado el desplazamiento del chavismo del bloque de poder bolivariano ha sido, más que los factores externos identificados, la unidad cívica-militar y la movilización popular, aún en el entorno doméstico de la fuerte crisis económica —exacerbada por la guerra económica— derivada, en gran medida, de una economía hasta ahora sustentada en la renta petrolera y en la determinación estructural de los precios de los hidrocarburos, con tendencia a la baja, en el mercado mundial.
Ello es congruente con las expectativas finalmente frustradas que tenían puestas desde un principio en el innombrable los halcones del pentágono, todas malogradas: la división del ejército bolivariano, el masivo apoyo popular al golpismo para derrocar al Gobierno, la introducción de la llamada “ayuda humanitaria” por la frontera con Colombia mediante la violencia y las guarimbas, la “adhesión” de la población a la causa opositora de sectores chavistas “descontentos” por la carestía y la escasez de los productos de primera necesidad, la “amplia aceptación” al advenimiento de una “transición a la democracia” “garantizada” y tutelada por Estados Unidos utilizando para ello al innombrable y sus secuaces fascistoides: la famosa “democracia gobernable, viable y restringida” promulgada por los ideólogos neoliberales del Departamento de Estado desde Kissinger hasta Huntington pasando por Lipset y Fukuyama y que fue completamente superada por la democracia participativa y directa de Hugo Chávez y el bolivarianismo chavista que es verdadero veneno para los halcones del pentágono y la oligarquía de Venezuela al grado de constituir, junto con el intento de apropiarse de los recursos naturales y energéticos por las transnacionales estadounidenses, otro de sus objetivos fundamentales consistente en destruir y erradicar ese “mal ejemplo” como lo afirmó el magnate de la Casa Blanca en el relance de su campaña electoral para el año entrante al atacar, como en la mejor etapa de la Guerra Fría y del macartismo anticomunista, al socialismo como la “causa” de todos los “males” de la humanidad escondiendo que estos se derivan de la propia dinámica del capitalismo y del imperialismo como sistema mundial.
De aquí que la furiosa embestida continuada por el imperialismo estadounidense contra la revolución venezolana esté envuelta en el retorno del monroísmo bajo la consigna emblemática de “américa para los americanos” pero ahora frontalmente dirigida contra las potencias en ascenso, particularmente China, que en los últimos años han acentuado su presencia en América Latina y el Caribe, es decir en el “patio trasero” de los gringos que lo consideran de su exclusiva propiedad.
Todo lo anterior echa por tierra los enfoques reduccionistas que circunscriben el análisis de la situación venezolana a aspectos técnicos o a factores meramente macroeconómicos como la caída de los precios de las materias primas, de los alimentos y de los energéticos, el déficit fiscal del gobierno, la insuficiencia de la planta productiva, la (hiper)inflación interna, el dólar paralelo, la especulación monetaria, etc. Al igual que los neoliberales, ignoran los factores ideológico-políticos, subjetivos y humanos, así como su imbricación en el desempeño y construcción de la conciencia de clase (parafraseando a Georg Lukács), en la movilización popular de calle y en la resistencia contra el golpe con un decidido apoyo al Gobierno legalmente constituido a través de elecciones.
La conciencia antiimperialista, que entre las clases pudientes simplemente no existe, juega el rol central en la actual coyuntura crítica-política del proceso bolivariano en el entorno contradictorio de la intervención y acoso del imperialismo y de la crisis capitalista mundial a la que ninguna nación latinoamericana, subdesarrollada y dependiente puede escapar sin enfrentar, resistir y superar para sus pueblos y trabajadores sus terribles consecuencias depredadoras y antihumanas.
* Adrián Sotelo Valencia es sociólogo, profesor-investigador del CELA-FCPyS-UNAM. 

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