Con un
esquizofrénico replay que reza “todas las opciones están sobre la mesa”:
las guarimbas, el Consejo de Seguridad de la ONU, la OEA, el cártel de
Lima, la imposición de “sanciones”, la “crisis humanitaria” de las
fronteras, el bloqueo económico y financiero, etc., los principales
halcones del pentágono imperialista (Donald Trump, Mike Pence, Mike
Pompeo, Elliott Abrams, Marco Rubio) que operan el hasta ahora frustrado
golpe de Estado continuado contra Venezuela, antes de decidir si van a
jugar o no su última carta —la intervención militar directa, en
coalición, por ejemplo, con Colombia o bien a través de un ejército de
mercenarios a sueldo— desencadenaron un brutal cyber attack
electromagnético el 7 de marzo, dirigido desde las ciudades de Houston y
Chicago según denunció el presidente venezolano Nicolás Maduro Moros, y
aseguró por su lado un colaborador de la revista de negocios
estadunidense Forbes, Kalev Leetaru (https://orinocotribune.com/forbes-very-realistic-thinking-us-government-launch-a-cyber-attack-against-venezuelas-electricity-grid)
al admitir que ese ataque pudo provenir del extranjero, contra las
instalaciones del complejo hidroeléctrico “Guri” en el Estado Bolivar
del país con efectos gravísimos para la mayor parte de la población
nacional que quedó sin energía eléctrica durante casi 5 días y con
problemas de abastecimiento de agua potable entre otros males en
hospitales, hogares y escuelas, además de los problemas y trastornos del
transporte público y las telecomunicaciones del país, como internet y
las redes sociales.
Los comandantes imperialistas, el
innombrable y sus operadores de la llamada “oposición” se vanagloriaron
de esta acción terrorista-genocida y celebraron que después de la caída
de estos elementos de la infraestructura vendría casi automáticamente,
como por arte de magia, la del presidente Nicolás Maduro y por
consiguiente echaban loas a viento en popa por la toma territorial y
política del país. Todo ello en un ambiente en el que Rusia denunciaba
movimiento de tropas de Estados Unidos en las cercanías de las fronteras
venezolanas del Caribe (véase Telesur del 12 de marzo de 2019).
La ultraderecha apátrida venezolana, cómplice de esta acción criminal,
por boca del innombrable anunció con bombo y platillo que la restitución
de la energía eléctrica vendría concomitantemente con la caída del
“régimen dictatorial” de Maduro. Asimismo hacían planes para la entrega
de las instalaciones eléctricas y los recursos naturales del país a las
empresas trasnacionales estadounidenses para acordar contratos y
convenios de “ayuda” con el Fondo Monetario Internacional (léase
neocolonial) tipo Argentina, para endeudar al país y restituir la
nefasta Cuarta República neoliberal que sumergió a esa nación en una
profunda crisis en todos los órdenes desde finales de la década de los
cincuenta del siglo pasado.
El golpe eléctrico -como se ha
denominado esta nueva guerra cibernética que es parte integrante de la
actual guerra híbrida que desarrolla Estados Unidos y los sediciosos
medios corporativos de comunicación contra Venezuela y otros países
progresistas según lo anunció el presidente Maduro en su mensaje a la
nación en cadena nacional el 12 de marzo— cuyo objetivo era crear caos,
convulsión social y disturbios generalizados (como anunció con sarcasmo
el senador fascista Marco Rubio desde la comunidad de su cuenta Twitter,
fue derrotado por el Gobierno bolivariano, anotándose un indudable
triunfo, si bien parcial, dentro de la estrategia imperialista
contrarrevolucionaria en curso, que se hace extensivo al conjunto del
pueblo y de los trabajadores electricistas que lo lograron controlar y
superar en tiempo récord.
A la par, en esa rueda de prensa el
presidente Nicolás Maduro anunció la conformación de una comisión
especial de investigación del ciberataque contra el sistema eléctrico
nacional y la incorporación de especialistas internacionales en esa
labor. En este sentido informó que solicitará el apoyo de la ONU y de
países con tecnología y experiencia en ciberataques como China, Rusia,
Irán y Cuba. Esto ya de por sí introduce un nuevo elemento fenoménico
relativo a la constatación del declive del unilateralismo del
imperialismo estadounidense que arrastra desde mediados de la década de
los setenta del siglo pasado y el arribo a una nueva fase caracterizada
por el multipolarismo dinámico y cada vez más sobredeterminante de las
relaciones internacionales que tiende a modificar el antiguo esquema
denominado “centro/periferia” en las relaciones internacionales, tanto
en lo que concierne al nuevo papel de los países dependientes y
subdesarrollados de la periferia que aún conservan ese estatus, como en
la relación de estos con las nuevas potencias en ascenso: Rusia, China.
India e Irán al influjo del proteccionismo redivivo y trasnochado de
Estados Unidos que acentúa sus funciones represivas y de violencia como
“métodos de gobernanza” en el ámbito global.
El chavismo, en la
defensa de lo que consideran la revolución bolivariana —sin discutir
por ahora si se trata de una vertiente dentro del capitalismo o fuera
del él, en el socialismo— para contrarrestar el golpe en curso ha
implementado su estrategia, hasta ahora exitosa, en el frente exterior
político-diplomático, en el del sistema de alianzas con China y Rusia,
Turquía e Irán, entre otros, pero también en el interno que para
nosotros es el fundamental. De este modo todo confirma que lo que en
esencia hasta ahora ha contrarrestado la concreción del golpe
imperialista y evitado el desplazamiento del chavismo del bloque de
poder bolivariano ha sido, más que los factores externos identificados,
la unidad cívica-militar y la movilización popular, aún en el entorno
doméstico de la fuerte crisis económica —exacerbada por la guerra
económica— derivada, en gran medida, de una economía hasta ahora
sustentada en la renta petrolera y en la determinación estructural de
los precios de los hidrocarburos, con tendencia a la baja, en el mercado
mundial.
Ello es congruente con las expectativas finalmente
frustradas que tenían puestas desde un principio en el innombrable los
halcones del pentágono, todas malogradas: la división del ejército
bolivariano, el masivo apoyo popular al golpismo para derrocar al
Gobierno, la introducción de la llamada “ayuda humanitaria” por la
frontera con Colombia mediante la violencia y las guarimbas, la
“adhesión” de la población a la causa opositora de sectores chavistas
“descontentos” por la carestía y la escasez de los productos de primera
necesidad, la “amplia aceptación” al advenimiento de una “transición a
la democracia” “garantizada” y tutelada por Estados Unidos utilizando
para ello al innombrable y sus secuaces fascistoides: la famosa
“democracia gobernable, viable y restringida” promulgada por los
ideólogos neoliberales del Departamento de Estado desde Kissinger hasta
Huntington pasando por Lipset y Fukuyama y que fue completamente
superada por la democracia participativa y directa de Hugo Chávez y el
bolivarianismo chavista que es verdadero veneno para los halcones del
pentágono y la oligarquía de Venezuela al grado de constituir, junto con
el intento de apropiarse de los recursos naturales y energéticos por
las transnacionales estadounidenses, otro de sus objetivos fundamentales
consistente en destruir y erradicar ese “mal ejemplo” como lo afirmó el
magnate de la Casa Blanca en el relance de su campaña electoral para el
año entrante al atacar, como en la mejor etapa de la Guerra Fría y del
macartismo anticomunista, al socialismo como la “causa” de todos los
“males” de la humanidad escondiendo que estos se derivan de la propia
dinámica del capitalismo y del imperialismo como sistema mundial.
De aquí que la furiosa embestida continuada por el imperialismo
estadounidense contra la revolución venezolana esté envuelta en el
retorno del monroísmo bajo la consigna emblemática de “américa para los
americanos” pero ahora frontalmente dirigida contra las potencias en
ascenso, particularmente China, que en los últimos años han acentuado su
presencia en América Latina y el Caribe, es decir en el “patio trasero”
de los gringos que lo consideran de su exclusiva propiedad.
Todo lo anterior echa por tierra los enfoques reduccionistas que
circunscriben el análisis de la situación venezolana a aspectos técnicos
o a factores meramente macroeconómicos como la caída de los precios de
las materias primas, de los alimentos y de los energéticos, el déficit
fiscal del gobierno, la insuficiencia de la planta productiva, la
(hiper)inflación interna, el dólar paralelo, la especulación monetaria,
etc. Al igual que los neoliberales, ignoran los factores
ideológico-políticos, subjetivos y humanos, así como su imbricación en
el desempeño y construcción de la conciencia de clase (parafraseando a
Georg Lukács), en la movilización popular de calle y en la resistencia
contra el golpe con un decidido apoyo al Gobierno legalmente constituido
a través de elecciones.
La conciencia antiimperialista, que
entre las clases pudientes simplemente no existe, juega el rol central
en la actual coyuntura crítica-política del proceso bolivariano en el
entorno contradictorio de la intervención y acoso del imperialismo y de
la crisis capitalista mundial a la que ninguna nación latinoamericana,
subdesarrollada y dependiente puede escapar sin enfrentar, resistir y
superar para sus pueblos y trabajadores sus terribles consecuencias
depredadoras y antihumanas.
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