En los primeros 100
días de 2018, el ejército intervino en Río de Janeiro. La compañera
Marielle Franco fue brutalmente asesinada, la violencia fascista atentó
contra la caravana de Lula, el comandante del ejército y otros cinco
generales amenazaron públicamente con un golpe militar, el Supremo
Tribunal Federal, violando la Constitución, decidió recluir a Lula.
¿Cómo entender esta dinámica creciente de violencia judicial, militar
y fascista? ¿Cuál es su fuerza y cuál su debilidad? ¿Cómo enfrentarla?
No es posible vencer esa contrarrevolución neoliberal si no partimos del
concepto de dictadura neoliberal. Ésta puede ser sintetizada como aquel
régimen en el cual el Poder Ejecutivo es ejercido ilegítimamente, el
Legislativo perdió cualquier vínculo de representación y el Poder
Judicial decide arbitrariamente, sin atenerse a la Constitución.
En este régimen de dictadura neoliberal las elecciones de 2018 están
reguladas y tuteladas para no permitir a victoria de una candidatura
antigolpista. Desde el punto de vista de las instituciones, no hay
límites para esa voluntad dictatorial de orientación neoliberal. La
Suprema Corte, el Superior Tribunal de Justicia y el Tribunal Superior
Electoral están, mayoritariamente, articulados en esa dirección. La
fuerza de esta voluntad política está en la unidad, en relación con el
programa de consolidar en Brasil un Estado neoliberal.
La contrarrevolución puede y debe ser derrotada mediante la lucha
democrática, que ponga en movimiento a su base social, un frente único
que impulse la movilización de calle, su potencia de voz, articulada a
su potencia electoral. Pero esta voluntad democrática no ha sido
ejercida plenamente por causa de la ilusión constitucional, de raíz
liberal, que prioriza la lucha en la temporalidad y en el terreno de las
instituciones y leyes de la democracia brasilera que, sin embargo, hoy
no tienen más validez.
Esa ilusión, de fondo liberal, se ha manifestado desde 2015 de cuatro
modos: la ilusión de la conciliación de clases, la parlamentaria, la
electoral y la jurídica.
La primera llevó al gobierno de Dilma Rouseff a ceder la política
económica a la conducción neoliberal creyendo que dividiría y
neutralizaría la amenaza golpista, lo cual fue una decisión fatal, pues
le retiró el apoyo popular a su gobierno. La ilusión parlamentaria llevó
a creer que el golpe podría ser detenido con un mínimo de votos en el
Congreso Nacional, entregando la articulación institucional a Michel
Temer. La ilusión electoral se manifestó principalmente desde mediados
2017 con la centralidad que se le dio a las elecciones presidenciales de
octubre de 2018, apostando a que la victoria de Lula derrotaría el
golpe, como si éstas pudieran realizarse en condiciones de normalidad
democrática. Finalmente, la jurídica se manifestó recientemente con
fuerza, con la ilusión de que una mayoría en el Supremo Tribunal
evitaría la reclusión de Lula.
La crítica a esas ilusiones no significa, es evidente, la negación de
intentos por pactar con sectores del capital, de luchar decididamente
por una articulación parlamentaria antimpeachment, de lanzar a
Lula de candidato a la presidencia y realizar caravanas, así como de
utilizar todas las herramientas jurídicas disponibles. Significa que
tales acciones tuvieron que estar desde comienzos de 2015, subordinadas a
la formación de un amplio movimiento político unitario de masas en
defesa de la democracia. Aquellas acciones pudieron tener otro resultado
si hubieran estado apoyadas por ese movimiento unitario y democrático
de masas.
Raíces de una ilusión
La ilusión de que la contrarrevolución neoliberal puede
ser vencida en su propio terreno tiene, en primer lugar, una base real.
La dictadura neoliberal ya formó su poder: controla todas las
instituciones centrales del Estado, incluso los aparatos de coerción.
Pero no formó, ni estableció, ni mucho menos legitimó las instituciones
de reproducción de su poder. Por eso, ella hace de la excepción su
regla, la jurisprudencia de la excepción se ha transformado en
paradigma. Ha sido así todo el proceder de la operación Lava jato contra el PT y Lula y las decisiones del Supremo Tribunal Federal, cuando el impeachment en 2016 y ahora con la prisión de Lula.
Hay una segunda razón: el proceso histórico de adaptación de las
izquierdas a la lucha prioritaria por dentro de las instituciones del
Estado. Hay, finalmente, una tercera razón: los casos de violencia que
citamos al comienzo. Muestran la forma en que los neoliberales piensan
compensar su falta de legitimidad, combinando violencia judicial,
amenaza militar y acción directa fascista. Es un fenómeno que viene
creciendo. Es necesario entender esta novedad antes de que sea tarde.
Neoliberales y fascistas
Hay una relación funcional entre neoliberalismo y fascismo. Una política tan violenta de exclusión y apartheid
social necesita justificarse sobre bases de prejuicios racistas,
antipopulares y patriarcales. Hay también una afinidad cultural: ambas
no aceptan disputar democráticamente con la izquierda. Los neoliberales
optan por neutralizarla asfixiando la democracia; los fascistas, por
exterminarla. En Brasil está en curso una combinación de violencia
institucional judicial y violencia abierta fascista.
La legitimación del discurso del odio como libertad de opinión
prevalece en la Suprema Corte de Estados Unidos y, por analogía, en su
similar brasileña. Ese discurso unifica neoliberales y fascistas en una
escalada de violencia contra la izquierda brasileña. Crea su base de
masas, su repertorio y hace que sus acciones reproducidas por los medios
sean ejemplares. Tiene en la figura del extremista militar retirado
Jair Bolsonaro, racista, homofóbico y machista, su candidato mejor
situado en las encuestas actuales.
Las escenas de resistencia en el Sindicato de los Metalúrgicos en Sao
Bernardo fueron fundamentales para la creación del frente antifascista,
que tiene su continuación ahora en Curitiba en la vigilia frente a la
cárcel donde Lula está preso. Su reivindicación central es la libertad
de Lula y su base política es la defensa de los derechos humanos y la
democracia.
Ese frente es, desde su origen, nacional e internacional. Está
abierto a todos los demócratas, es ecuménico y pluralista. Es de masas y
debe buscar enraizarse en las bases. Se basa en la conciencia de que es
necesario detener la escalada de la violencia ahora, antes de que
desarrolle su capacidad de destrucción masiva.
* Profesor de la Universidad Federal de Minas Gerais (Brasil)
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