Quo vadis Brasil (y America latina)
Se necesita hoy más que
nunca un balance de las políticas económicas seguidas por los gobiernos
populistas-progresistas latinoamericanos. Comprender las causas de su
fracaso es una condición sine qua non tanto para combatir las políticas
económicas y sociales de los gobiernos actuales como para no repetir los
errores cometidos.
Los gobiernos populistas progresistas en
América Latina de la década de 2000 no fueron iguales. Sus referencias a
la Nación y los llamados al nacionalismo, con su corolario a la
denuncia de la política estadounidense, no fueron los mismos en los
casos de Lula o Chávez-Maduro, pero tuvieron puntos en común: una
redistribución del ingreso a favor de los más pobres y vulnerables, un
esfuerzo más o menos sostenido en cuestiones clave para la cohesión
social como son la educación y salud, una relativa indiferencia hacia la
desindustrialización, un aumento en corrupción, la incapacidad de
pensar en el futuro y apostar por las nuevas tecnologías, el crecimiento
de una economía rentística por la lógica de una creciente
reprimarización: mayor dependencia a los precios de las materias primas
sometidos a los riesgos y cambios de la situación de los países
asiáticos, enriquecimiento (corrupción) por la inserción en el circuito
de la renta más que por el del trabajo y su explotación.
Los tres
países emblemáticos de América del Sur son Brasil, Argentina,
Venezuela. Pero el populismo progresista no se limitó a estos países.
Los países andinos por su parte innovaron por el reconocimiento de los
derechos en la sociedad civil de la población autóctona excluida y sin
esperanza. En los casos de Brasil, Argentina o Venezuela, los procesos
desembocaron en crisis económicas, a veces considerables, y con
alteraciones políticas . En el caso de Brasil fueron precedidas por un
golpe institucional contra un presidente reelecto.
Brasil ha
entrado en una profunda crisis, la más grande desde la década de 1930. A
diferencia de lo que afirma el discurso gubernamental , su origen no ha
sido la caída del precio de las materias primas, sino que ésta aceleró
una crisis que estaba surgiendo mucho . Por su parte, Argentina vio caer
el impulso de crecimiento , luego éste se volvió negativo y, para peor,
no pudo controlar los aumentos de precios, limitar la fuga de
capitales. Invento un nuevo índice de precios que subestimó la
inflación, aumentó el número de medidas administrativas cada vez más
discrecionales para limitar las importaciones y las salidas de capital, y
pasó de ser una economía una economía regulada a una dirigida.
Venezuela
se ha convertido en una caricatura, hundiéndose en la hiperinflación,
una desindustrialización masiva, un aumento considerable de la pobreza,
un éxodo enorme , una democracia que solo tiene el nombre ya que las
violaciones constitucionales se multiplican a voluntad , una explosión
en la tasa de homicidios. Represión feroz, multiplicación de las medidas
discrecionales con su participación en el acaparamiento de la propiedad
privada y el aumento de la corrupción, la victimización para
responsabilizar todos los males al extranjero, por lo tanto Estados
Unidos, fueron las únicas respuestas de gobierno de Maduro para
continuar en el poder.
Ciertamente más de uno, habiendo apoyado
ayer a estos gobiernos, no se reconocerá en este diagnóstico. Ello es un
poco como ocurrió a la izquierda, anteayer estalinizada, que se negó a
creer en los crímenes de Stalin y vio en quienes desde la la izquierda
los denunciaba como aliados del imperialismo. Desafortunadamente sabemos
lo que ha significado esta ceguera y sus consecuencias en la caída de
las utopías movilizadoras.
Hoy en día, se trata de no cometer los
mismos errores nuevamente y ello debe ser un ” beneficio de
inventario”. La ola derechista que viene prevaleciendo no logra hacer
volver al crecimiento en forma significativa ni frenar la inflación que
deriva en creciente pobreza (Argentina). Se multiplican las medidas
antisociales y se cuestionan crecientemente toda una serie de logros
sociales. Movilizarse contra estos gobiernos es necesario, pero pensar
que podría conquistarse el poder sin hacer previamente la evaluación de
los propios errores conlleva un error mayor . La historia nunca conserva
los mismos platos y deja parafraseando a Marx: la historia se repite
primero como una tragedia, luego como una farsa.
La campaña presidencial, la corrupción y la polémica sobre la marcha de la economía
Son
dos temas aparentemente distintos entre sí, pero que sin embargo
relacionadas. De hecho, la economía brasileña se encuentra altamente
reprimarizada y financiarizada desde los años 90, luego del fin de la
hiperinflación (1994). La fuerte demanda de materias primas de los
países asiáticos, especialmente China, llevó a Brasil, un país dotado de
grandes recursos naturales, a especializarse cada vez más hacia la
explotación de estos, beneficiándose tanto de los mayores precios como
del crecimiento de los volúmenes exportados
La restricción
externa se ha reducido enormemente y los sucesivos gobiernos pueden
haber supuesto que estaba desapareciendo. Sin embargo, la vulnerabilidad
se mantuvo, aunque cambió de forma. La apreciación del tipo de cambio
debido a las entradas de divisas (superávit de la inversión de cartera,
balanzas comerciales positivas, entradas de capitales y / o de inversión
directa), precipitaron una desindustrialización latente. La balanza
comercial de productos industriales elaborados pasó a ser cada vez más
negativa, y a partir de la crisis 2007-2008 se mantuvo en superávit sólo
para los productos industriales de baja tecnología. El superávit de la
balanza comercial general se fue reduciendo muy rápidamente para llegar a
erosionarse totalmente en víspera de la gran depreciación de la moneda
nacional tras la crisis de 2014 a 2017. El deterioro pudo ser cada vez
menos compensado por la venta de materias primas.
Entonces, ¿cómo
están relacionadas las dos preguntas? Una economía que deriva su
riqueza de una mayor reprimarización por el aumento de la explotación de
la extracción de materias primas supone una cada vez menor
significación de la fuerza de trabajo. La actividad económica se vuelve
más rentista. En una economía así, el enriquecimiento de los individuos y
las participantes se basa sobre todo en la capacidad para inscribirse
en el circuito rentístico, combinando trabajo y capital para extraer una
mayor plusvalía. Por lo tanto, es comprensible que dichos regímenes de
crecimiento puedan alentar el aumento de la corrupción. La corrupción
por supuesto no se explica por ello y puede tener otros orígenes
históricos más o menos específicos, y puede ser ayudada asimismo por un
sistema electoral que impulsa la compra de legisladores de votos, como
se observa en Brasil.
Pero en este contexto la reprimarización
ofrece la oportunidad y los medios para un tramo de la corrupción que
sale al descubierto con el Lava Jato y el uso de las empresas públicas
(Pétrobras...) o las grandes obras (Odebrecht…). Aunque para todos los
países especializados en la explotación de materias primas los precios y
volúmenes de exportación crecieron, no todos son iguales, y algunos
están más fuertemente afectados por el aumento de la corrupción, otros
menos. Algunos utilizan una parte de los fondos de pensión para
financiar planes sociales (corrupto, pero redistribuye), otros para
alimentar la fuga de capitales (corrupto y todo para sí mismo). En
Brasil, la industria no ha desaparecido. Cierto es que se debilita: el
tejido industrial es cada vez menos competitivo, las “joyas” cada vez
más amenazados y la economía cada vez más vulnerable, pero sigue siendo
relativamente fuerte. Lo es menos Argentina y menos todavía Venezuela.
La reprimarización afectó al sector industrial cuando podría haber
servido como medio para fortalecer las economías, como lo hizo, por
ejemplo Noruega. La lógica casi implacable de reprimarización es la
apreciación de la moneda nacional, la consiguiente disminución de la
rentabilidad de la industria (en tanto las importaciones son menos
costosas y las exportaciones se expanden). La inversión productiva tiene
un bajo crecimiento al competir con la rentabilidad de actividades
tales como la construcción y finanzas, y las rentísticas en general. Con
una inversión insuficiente para incorporar nuevas tecnologías, el
crecimiento de la productividad crece en forma extremadamente baja, las
industrias que producen productos sofisticados están cada vez más en
riesgo tanto en Brasil como en otros países de América Latina, ¿se
pierde la revolución digital, volviéndose más dependiente y
probablemente cosechando los aspectos negativos del empleo y los
ingresos del trabajo?
Esto explica por qué la recuperación que se
viene produciendo en Brasil desde finales de 2017 es débil y volátil,
al contrario de lo que muchos economistas suponen. Se realiza en un
tejido industrial debilitado pero todavía lo suficientemente potente
como para que con la fuerte devaluación de la moneda nacional, el
déficit de la balanza comercial de la industria de procesamiento se
reduce de forma rápida y sustancialmente, lo que indica una capacidad de
rebote industria. El tejido industrial, aunque debilitado, por lo
tanto, conserva la capacidad de responder a la demanda internacional
cuando la competitividad aumenta nuevamente. Sin embargo, esta capacidad
es frágil porque no se basa en un aumento de la productividad laboral.
¿Cuáles son las perspectivas? Si el tejido industrial conserva esta
capacidad de rebote es porque no ha sido completamente destruido: la
complejidad ha disminuido, las ventajas comparativas reveladas se han
deteriorado, pero Brasil todavía conserva algunas joyas.
En
Brasil, se observa que las industrias de alta tecnología –y sobre todo
las de tecnología media- experimentaron un aumento importante en la
producción hasta la víspera de la crisis de 2008. Por el contrario, el
crecimiento de las exportaciones es alto que en productos de tecnología
media-alta y tecnología media-baja, Brasil es cada vez menos capaz de
encajar en la división internacional del trabajo en este sector. Sin
embargo, en general y por sector, tanto la disminución de la complejidad
de las exportaciones como las ventajas comparativas disminuyen más o
menos según el país. Las capacidades de rebote existen, pero son más
débiles y débiles. Una recuperación sostenible del crecimiento es
posible. Implica fortalecer los sectores prometedores del futuro y no
debilitarlos.
Está claro que los países latinoamericanos se han
perdido la nueva revolución industrial adoptando una actitud
relativamente pasiva hacia la globalización y las rentas que podrían
derivar de ella. Esta manera fácil es rendirse. Se alcanzan los límites
de los modelos rentistas. Ahora es el momento de una nueva forma de
ingresar a la división internacional del trabajo. Esto implica nuevas
alianzas de clase, las únicas capaces de asumir políticamente una
reforma fiscal sustancial, una distribución del ingreso menos desigual,
una política industrial menos clientelista. El camino es empinado, es el
único posible.
Desde este punto de vista, la desaceleración del
comercio internacional, el aumento del proteccionismo, puede ser una
oportunidad para optar por otro modelo de desarrollo. Las dificultades
económicas actuales son el agotamiento de los patrones de crecimiento de
la década de 2000 y la falta de preparación de los gobiernos para
enfrentar dificultades previsibles. Estas dificultades estructurales
requieren medidas estructurales. No hay resultados técnicos para estas
dificultades. Los resultados son de naturaleza política. Si estas
medidas no se tomaron antes, fue porque dieron lugar a fuertes
conflictos de intereses. La política de tipo de cambio tenía sus grupos
de presión, los de una negativa a proceder a una reforma fiscal real
tenían los suyos, más o menos lo mismo, y así sucesivamente.
La
desaparición (temporal) de la restricción externa en la década de 2000
ha hecho que sea menos urgente a estas reformas estructurales, para
eludir las contradicciones, hacer posible tanto la reducción de la
pobreza como la proliferación de los multimillonarios. Ello se está
pagando hoy. Además, si estas medidas no se toman, o se toman
parcialmente, es probable que se requieran medidas convencionales de
ajuste impositivo, reducción del gasto público y mayor liberalización de
los mercados, que se han utilizado muchas veces en el pasado.
Terminarán cuestionando las débiles ganancias sociales de la década de
2000 sin poder garantizar su eficacia.
Con una inversión
insuficiente para incorporar nuevas tecnologías, la productividad crece
extremadamente baja, las industrias que producen productos sofisticados
están cada vez más en riesgo y, al final, Brasil, sino también otros
países de América Latina, ¿Pierden la revolución digital, volviéndose
más dependientes y probablemente cosechando los aspectos negativos del
empleo y bajos ingresos del trabajo? Esto explica por qué la
recuperación que se viene produciendo desde finales de 2017 en Brasil es
débil y volátil, al contrario de lo que muchos economistas pensaban. Se
realiza en un tejido industrial debilitado pero todavía lo
suficientemente potente como para que con la fuerte devaluación de la
moneda nacional, el déficit de la balanza comercial de la industria
manufacturera se reduce rápida y sustancialmente, lo que indica cierta
capacidad de rebote industrial.
El tejido industrial, aunque
debilitado, conserva la capacidad de responder a la demanda
internacional cuando la competitividad aumenta nuevamente. Sin embargo,
esta capacidad es frágil porque no se basa en un aumento de la
productividad laboral.
¿Cuáles son las perspectivas? Si el tejido
industrial conserva esta capacidad de rebote es porque no ha sido
completamente destruido: la complejidad ha disminuido, las ventajas
comparativas reveladas se han deteriorado, pero Brasil todavía conserva
algunas joyas. En Brasil, se observa que las industrias de alta
tecnología, y sobre todo las de tecnología media-alta observaron un
crecimiento hasta la víspera de la crisis de 2008. El impulso se
desplazó para ser cada vez mayor en productos de tecnología media y
media-baja. Brasil es cada vez menos capaz de encajar en la división
internacional del trabajo en sectores más sofisticados Tanto la
disminución de la complejidad de las exportaciones por sector como las
ventajas comparativas cayeron en forma más o menos significativa
Las
capacidades de rebote existen, pero son más débiles. Una recuperación
sostenible del crecimiento es posible. Implica fortalecer los sectores
prometedores del futuro y no debilitarlos. Está claro que los países
latinoamericanos se han perdido la nueva revolución industrial adoptando
una actitud relativamente pasiva hacia la globalización y las ventajas
que podrían derivar de ella. Esta es una manera fácil de rendirse. Se
alcanzaron límites de los modelos rentísticos.. Ahora es el momento de
una nueva forma de ingresar a la división internacional del trabajo.
Esto implica nuevas alianzas de clase, las únicas capaces de asumir
políticamente una reforma fiscal sustancial, una distribución del
ingreso menos desigual, una política industrial menos clientelista. El
camino es empinado, es el único posible.
Desde este punto de
vista, la desaceleración del comercio internacional, el aumento del
proteccionismo, puede ser una oportunidad para optar por otro modelo de
desarrollo. Las dificultades económicas actuales son el agotamiento de
los patrones de crecimiento de la década de 2000 y la falta de
preparación de los gobiernos para enfrentar dificultades previsibles.
Estas dificultades estructurales requieren medidas estructurales. No hay
recetas técnicas para afrontar estas dificultades. Las salidas son de
naturaleza política. Si estas medidas no se tomaron antes, fue porque
dieron lugar a fuertes conflictos de intereses. La política de tipo de
cambio tenía sus grupos de presión, los que rechazaron a proceder a una
reforma fiscal real tenían los suyos, más o menos lo mismo, y así
sucesivamente. La desaparición (temporal) de la restricción externa en
la década de 2000 hizo suponer que eran menos urgentes estas reformas
estructurales, para eludir las contradicciones, hacer posible tanto la
reducción de la pobreza y la proliferación de los multimillonarios.
Ello
se está pagando hoy. Además, si estas medidas no se toman, o se toman
parcialmente , es probable que se exijan medidas convencionales de
ajuste impositivo, reducción del gasto público y mayor liberalización de
los mercados, que se han utilizado muchas veces en el pasado.
Terminarán cuestionando las débiles ganancias sociales de la década de
2000 sin poder garantizar su eficacia.
Además, la respuesta a Quo Vadis
Latinoamérica depende más que nunca de revoluciones políticas, con el
objetivo de poner los mercados al servicio de los hombres y no los
hombres al servicio de los mercados y eficacia.
El establishment, las reformas laboral y previsional “luego de años de populismo del PT”
En
general, las políticas económicas propugnadas por el «main stream»
hegemónico buscan fortalecer la liberalización de la economía en varias
áreas: la del mercado laboral mediante una mayor flexibilidad (contrato
menos permanente, facilidades para el rápido despido, “Informalización
de empleos formales”), medidas a favor de la terciarización (la empresa
elimina algunas de sus actividades en beneficio de otras que utilizan
una fuerza de trabajo menos protegida) y un mayor control de los
desempleados; asignaciones a las que tienen derecho; reforma fiscal que
favorece una reducción de los impuestos directos pagados por las
empresas y un alivio más o menos consecuente de los costos indirectos
que financian la seguridad social, impuestos más bajos para los sectores
con mayores ingresos, aumento de los impuestos indirectos sumado a una
simplificación destinada a universalizar el impuesto al valor agregado
pagado por todos los ciudadanos, incluidos los pobres y vulnerables;
limitación de los derechos de pensión justificada por el envejecimiento
de la población.
Se observa en ciertos países que la reforma del
sistema de pensiones pretende instituir o incluso fortalecer el sistema
de capitalización privada a expensas del sistema de distribución. Este
no es todavía el caso de Brasil al menos directamente, pero
Indirectamente la reducción de las pensiones lleva a que aquellos que
puedan darse el lujo de suscribirse a sistemas suplementarios privados.
Por
último, la limitación del gasto público -fuera de los destinados a
pagar el servicio de la deuda pública- con la introducción de una regla
de oro (reducción automática del gasto público tan pronto como el
déficit presupuestario alcanza un cierto porcentaje del PBI), siendo que
las reducciones no pueden aplicarse a los servicios de la deuda, y se
apunta a presupuestos esenciales como educación y salud. La filosofía
general de estas medidas es limitar la solidaridad nacional tanto como
sea posible y favorecer el individualismo. En este sentido, son
reaccionarias. Sólo pueden conducir a un fortalecimiento de las
desigualdades de ingresos en un país que se caracteriza por un grado de
desigualdad ya muy alto, mucho más alto que en los llamados países
avanzados.
Las políticas activas y de mayor apertura económica y financiera y la exclusión social
¿Son
efectivas las medidas tomadas por el gobierno ilegítimo de Temer?
Pueden serlo en parte, pero a costa de una mayor exclusión de una gran
parte de la población. Lo pueden ser en forma general por surgir luego
de un período de recesivo significativo de una economía poco abierta
largo de disminución del crecimiento económico economías poco abiertas
(tal como ocurre en los países emergentes asiáticos relativamente
protegidos , la globalización no significa la apertura completa de la
economía). Una reducción de la demanda interna no es favorable para la
rentabilidad a pesar de los menores costes laborales, siendo su
disminución en principio descompensado negativamente por mayores costos
unitarios.
Ello es el resultado del aumento de la capacidad de
producción ociosa provocada por la propia reducción de la demanda
interna. Esta efectividad es por lo tanto limitada. Por el contrario,
las medidas tomadas por los gobiernos de Lula II y Dilma I trataron de
promover el incremento del salario mínimo muy por encima del lento
crecimiento de la productividad del trabajo, aumentaron el gasto social y
por lo tanto redujeron la pobreza extrema y la desigualdad de ingresos
al menos el 95% de la población (los ingresos del 5% restante más rico
aumentaron relativamente pese a las afirmaciones en contrario de los
discursos oficiales).
Estas medidas han permitido un pequeño
aumento en las tasas de crecimiento, pero también han dado lugar a un
mayor déficit en la balanza comercial de la industria manufacturera al
perder ésta competitividad último por el aumento de los salarios reales
por la apreciación de la moneda no acompañada por un aumento mayor en la
productividad. Así que la pregunta es la siguiente: ¿podemos aumentar
los salarios más allá del lento crecimiento de la productividad del
trabajo, promover la redistribución de los más ricos a los más
vulnerables sin ver regresar la tensión externa y las crisis que genera?
La
respuesta es positiva, pero no es fácil de implementar. Supone el
rechazo de una apreciación de la moneda nacional. Ello es posible
mediante el uso de mecanismos de esterilización de divisas (en sí misma
una fuente de la deuda pública) o depreciación (que puede generar
precios más altos). Una política industrial agresiva dirigida a
seleccionar algunas ramas y ayudarlas a aumentar la productividad
laboral. No es por supuesto fácil de implementar, ya que exige tiempo,
el tiempo antes de que los efectos positivos del aumento de la
productividad aparezcan pueden ser largos. Este cambio puede ser e una
fuente de conflicto especialmente con el sector financiero que se
beneficia con la apreciación de la moneda y las altas tasas de interés.
La
elección hecha por Lula I y II fue intentar mezclar el agua y el fuego,
promoviendo tanto .la expansión de los ingresos y del nivel de vida
simultáneamente de los más pobres y los más ricos: el ser madre pobre y
padre de los ricos, que era posible gracias a la bonanza que permitió
evitar enfrentar contradicciones sociales. Los efectos negativos sobre
la rentabilidad de las empresas – en contraste con el discurso del
gobierno, la crisis precedió la caída de los precios de las materias
primas , y no es este último fenómeno el que la causó la crisis, sino
que si la precipitó.
La disminución del margen de maniobra
determinó la política económica errática de Dilma (un día tratando de
depreciar la moneda y otro apreciándola). La caída de su popularidad y
la victoria para un segundo período a partir de una agenda anti
neoliberal que, una vez obtenida la victoria sería olvidada el día
siguiente… Demagogia, la demagogia que se paga en términos de caída de
la credibilidad y el apoyo a Dilma y al PT cuando era necesario
movilizarse para oponerse al golpe de Estado institucional.
Se
debe comprender que no se puede afrontar una la crisis negando la
realidad. La definición de una política económica para un país como
Brasil (esto también cabe para otros países) debe partir del
reconocimiento que no se puede vivir en el aislamiento. La globalización
está presente, es un proceso implacable, debemos cambiar las reglas,
pero no podemos negarlo. De todas formas, no puede pensarse una política
económica más inclusiva que promueve la calidad de vida de los más
pobres y los más vulnerables al margen de la globalización. Debe
reconocerse su significación, ya que, de no ser así, ésta penetra por la
ventana y sus efectos sobre los más vulnerables son más desastrosos.
Podemos
en lo inmediato cambiar las reglas: administrar el tipo de cambio a
través de la esterilización, tomar medidas proteccionistas temporales
para sectores estratégicos. Estar abierto sí , pero , como en Asia, con
un portero en la puerta de entrada . Se puede ser más abierto y al mismo
tiempo capaz de controlar la apertura. Sobre este tema, hay mucho que
aprender de los países asiáticos. Esta es la clave para conducir una
política social necesaria.
Los BRICS y un eventual cambio de posicionamiento geopolítico de Brasil
Los
Brics han fortalecido el poder de negociación con respecto a los países
avanzados, inclusive en relación a la OMC. Es algo positivo. Dicho
esto, Brasil sufre una doble asimetría con respecto a China: exporta
productos primarios mientras que importa productos manufacturados; pesa
poco en el comercio de China. En tanto China cuenta mucho en los
intercambios de Brasil desde que se convirtió en su primer socio
comercial.
En otras palabras, el subimperialismo brasileño ha
encontrado un subimperialismo mucho más poderoso que él, y ese es el
problema: cómo seguir beneficiándose de las relaciones con China sin
sufrir las consecuencias en términos de desindustrialización, retorno de
la restricción externa, etc. Creo que esto requiere un fortalecimiento
del Mercosur y políticas apropiadas con respecto a la Unión Europea.
Pero ésta es una historia diferente
Salir del estancamiento
económico a largo plazo y las desigualdades insostenibles no es tomar un
camino fácil. No hacerlo es aumentar las dificultades actuales. Pero,
¿no fue escrito algún día que el pesimismo de la razón podría mutar en
el optimismo de la voluntad?
Pierre Salama. Profesor universitario, Université de París XIII, CEPN-CNRS, latinoamericanista.
Traducción de Jorge Marchini para el Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE, www.estrategia.la).
No hay comentarios:
Publicar un comentario