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sábado, 28 de abril de 2018

Esperanza vs. miedo. La campaña electoral en Colombia


Política de la vida vs. política de la muerte. La campaña del exalcalde de Bogotá pugna por instalar como eje de la elección el sentimiento anti-establishment de los ciudadanos comunes contra las élites. En su relato, el Estado colombiano está cooptado desde siempre por una élite corrupta que bloquea el desarrollo, privilegiando los intereses económicos de una minoría que mantiene al país sumido en la exclusión.
Petro es un candidato atípico en términos de los “manuales de moda” del marketing político. Lejos de discursos y performances prefabricados, Petro asume el rol de candidato-profesor, explica la historia del país y se posiciona como un referente intelectual al estilo Melenchon o Sanders. Su campaña de infundir esperanza como antídoto al miedo está siendo profundamente efectiva en interpelar a los jóvenes. Es el contrapunto perfecto de Iván Duque, siempre impostado y sujeto al guion de su padrino político.
En sus discursos, Petro asocia violencia a desigualdad social, y reemplaza el eje izquierda-derecha, que no le resulta favorable, por el de política de la muerte versus la política de la vida. Así confronta la política de la élite tradicional con la que propone una “Colombia Humana” -tal el nombre de su movimiento- donde introduce fuertemente la agenda medioambiental para un modelo de desarrollo sostenible. Para contrarrestar su asociación en el imaginario al fantasma “Venezuela/castrochavismo”, se desmarca buscando igualar los resultados del modelo extractivista venezolano con la propuesta económica de las élites colombianas.
En el actual contexto de deslegitimación de las instituciones, Petro representa y canaliza el sentimiento de hartazgo generalizado con la política tradicional colombiana. Tras sufrir un atentado durante un acto en la fronteriza ciudad de Cúcuta, su gira nacional no se aminoró, sino que parece tomar cada día más impulso en las plazas públicas de todo el país. En cada acto de fondo se escucha el cántico de las multitudes desafiando a las maquinarias: “a mí no me pagaron, yo vine porque quise”. Acto tras acto, Petro alimenta la retórica épica de lucha ciudadana contra el poder político de las élites.
En el contexto de Colombia, el sólo hecho de que un candidato como Gustavo Petro pase a segunda vuelta constituiría una hazaña electoral y política. Para crecer, su principal desafío de aquí en adelante será lograr movilizar el voto joven para sacarlo del abstencionismo y atraer al segmento de potenciales votantes que comparte con el exgobernador de Antioquia, Sergio Fajardo. Se trata del segmento de electores con una opinión positiva de Petro y que podrían llegar a votarlo, pero que a la hora de elegir se inclinan por el antioqueño. A ese objetivo se orienta la elección de Ángela María Robledo, actual diputada del Partido Verde y de perfil progresista, como fórmula presidencial de Gustavo Petro.
En definitiva, el crecimiento de Petro en las próximas semanas en parte depende de que Fajardo deje de aparecer como una opción viable, una tendencia que se viene observando en los últimos sondeos y que podría seguir profundizándose. Ello no es descartable, porque si bien Fajardo es el candidato a priori, mejor posicionado en términos de imagen y transversalidad del voto, su propia condición de indefinición ante temas clave y las tensiones internas en su coalición lo desdibujan y hacen esos apoyos más endebles.
En este contexto abierto, con el trasfondo de la transición hacia la paz, el crecimiento de la candidatura de Petro y el entusiasmo que genera entre los más jóvenes son un buen augurio para el progresismo colombiano y pueden abrir la posibilidad de despertar a la política a esa mayoría silenciosa que hasta ahora parece resignada. La campaña electoral termina en junio, pero la verdadera disputa política por superar el marco del miedo y la violencia apenas está comenzando.

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