CELAG
América
Latina continúa en disputa geopolítica. El Grupo de Lima es resultado
de ello. La conformación de este bloque de 12 países americanos
(Argentina, Brasil, Canadá, Chile, Colombia, Costa Rica, Guatemala,
Honduras, México, Panamá, Paraguay y Perú) tuvo lugar el pasado 8 de
agosto de 2017. La razón de ser de este nuevo grupo es el intento de
acabar con otros dos espacios en la región: UNASUR y CELAC. Frente a una
agonizante OEA y una Alianza del Pacífico que no logra despegar, el
Grupo de Lima es la fórmula elegida como instancia política regional
para reinstaurar el orden conservador.
La Historia se repite. El
gen de nacimiento de este nuevo espacio geopolítico es el intento de
aislar a Venezuela de la misma manera que en su momento la OEA lo
hiciera con Cuba. El Grupo de Lima nace para adherirse a los Estados
Unidos y Europa en su cruzada anti Venezuela. Es decir, la región
americana necesitaba tener su propia arma para destruir a Venezuela, de
la misma manera que lo están intentando los otros dos bloques
occidentales. La OEA no lo logró porque viene deslegitimándose desde
hace años, y porque ni siquiera cuenta con los votos suficientes para
obtener ningún resultado efectivo. En consecuencia, se crea este nuevo
espacio sin sostén legal de ningún tipo, pero que sí parte de una sólida
coincidencia: procurar conseguir desde afuera aquello que no se puede
alcanzar por la vía interna democrática.
De la misma forma que
ocurrió con la Alianza del Pacífico, Estados Unidos tampoco aparece como
miembro explícito en el Grupo de Lima. Esta es una modalidad diferente
empleada en el siglo XXI para crear nuevos espacios supranacionales en
América latina tutelados desde el Norte. La creciente imagen negativa
que Estados Unidos ha ganado entre la ciudadanía latinoamericana durante
los últimos años, les obliga a evitar salir en la foto. Son nuevos
tiempos, pero con las mismas viejas intenciones.
El objetivo más
concreto del Grupo de Lima es poner punto y final al Gobierno chavista
en Venezuela por la vía no democrática. La forma directa será el
desconocimiento como presidente de Nicolás Maduro si éste resulta
vencedor en las próximas elecciones del 20 de mayo. Esto implica, en un
sentido estricto, desconocer la democracia de un país miembro
latinoamericano y su soberanía. Y, por tanto, se inaugura así una
peligrosa disputa abierta en la región sobre lo que significa la
democracia. Y esta es la verdadera meta-objetivo del Grupo de Lima: ser
juez y parte en la región, siendo notario de lo ajeno en función de sus
propios criterios e intereses. Así, pueden pontificar lo que es
democracia y lo que no lo es. Y a partir de ahí, llevar a cabo su
presión, su ruptura de relaciones diplomáticas y mayor bloqueo comercial
y financiero. Todo con la única intención de alterar el orden político
por la vía no democrática, no electoral.
Otra buena pista para
conocer al Grupo de Lima es su silencio frente al actual encarcelamiento
de Lula para sacarlo de la carrera electoral por métodos no
democráticos. No ha habido respuesta ni la habrá. En el caso de Brasil,
el grado de su democracia se mide por otro rasero. Poco importa que el
actual representante de Brasil, Temer, no haya sido electo. O que el
nuevo presidente peruano, Vizcarra, tampoco haya tenido que pasar por
las urnas. El sentido de la democracia para este Grupo es tan “light”
que no existe preocupación alguna por este dato: el porcentaje promedio
de respaldo en las urnas de los presidentes miembros es únicamente del
16,47%. O sea, solo 16 de cada 100 posibles electores en cada país
eligieron a los que hoy comandan un Grupo que da lecciones de
democracia.
En definitiva, este nuevo bloque responde a una nueva
fase histórica del intento de restauración conservadora. Lo que no se
obtiene por las urnas, se procura conseguir por otras vías. El Grupo de
Lima expresa, de esta manera, otro paradigma extremadamente peligroso de
relaciones exteriores para la región, que se basa en estar en contra de
los principios internacionales del reconocimiento a la libre
autodeterminación de los pueblos. La injerencia no democrática es el
camino elegido por parte de estos nuevos gobernantes en detrimento del
fomento al diálogo. Esto supone un gran retroceso para la integración
regional que rememora a aquellas tristes huellas del pasado más lúgubre.
¿Quién nos asegura que el Grupo de Lima no busque otra fórmula para
desconocer la próxima presidencia de Evo si vuelve a ganar en Bolivia?
¿Señaló algo el Grupo de Lima acerca de la inconstitucionalidad de la
consulta que tuvo lugar en Ecuador? ¿Interpuso alguna reclamación ante
la falta de papeletas en las últimas elecciones en Colombia? ¿Se
pronunciará el Grupo de Lima si se efectúa otro fraude electoral en
México contra López Obrador? Seguramente no. Seguramente la democracia
les importa bien poco cuando la propuesta es otra.
Alfredo Serrano Mancilla, @alfreserramanci, Director Celag, Doctor en Economía.
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