Javier Buenrostro
Desde
hace algunos años durante la Semana Santa se lleva a cabo el Viacrucis
Migrante, una caravana con la mayoría de integrantes centroamericanos
que busca llegar a la frontera de México con Estados Unidos. Este
Viacrucis Migrante tiene dos propósitos principales:
- Huir de la violencia que se vive en sus comunidades de origen y pedir asilo al gobierno estadounidense.
- Crear conciencia de las dificultades y maltratos que suelen padecer los migrantes en su trayecto.
Este
año la caravana de migrantes no parecía diferenciarse de las de otros
años: alrededor de mil personas, la gran mayoría mujeres y niños (bebés
incluidos) procedentes casi todos de Honduras, aunque el inicio del
trayecto fue Tapachula, Chiapas. Pero algo fue distinto este año. Hace
una semana Donald Trump
escribió con la agresividad que lo caracterizan sus mensajes en las
redes sociales. "Es mejor que la gran caravana de gente de Honduras, que
viene a través de México hacia nuestra frontera de 'leyes débiles', se
detenga. El TLCAN está en juego, así como las ayudas extranjeras para
Honduras y los países que permiten que esto suceda. ¡El Congreso debe
actuar ahora!", fue lo que tuiteó el mandatario estadounidense el martes
3 de abril.
The big Caravan of People from Honduras, now coming across Mexico and heading to our “Weak Laws” Border, had better be stopped before it gets there. Cash cow NAFTA is in play, as is foreign aid to Honduras and the countries that allow this to happen. Congress MUST ACT NOW!
En
140 caracteres calificó de delincuentes a niños de brazos, amenazó a
varios países, pretendió darle órdenes al Congreso de su país y
condicionó un acuerdo comercial que lleva vigente 24 años y que en estos
momentos es renegociado por los tres actores involucrados: Canadá,
Estados Unidos y México. La agresividad de Trump no es algo nuevo. Tan
solo en estos días ha actuado de manera provocadora y
arrogante contra China por la posible guerra arancelaria que se viene y
contra Rusia por cuestiones derivadas de la guerra en Siria.
La respuesta del presidente Peña Nieto fue un mensaje
de cinco minutos a los mexicanos pero cuyo destinatario evidente era
Trump. En una cadena de desaciertos totales (como la recepción del
empresario estadounidense como jefe de Estado cuando todavía era
candidato, la llamada telefónica que transcribió The Washington Post una semana después de la toma de posesión de Trump o el intercambio de febrero pasado donde llamó loco al presidente mexicano) este mensaje fue sobrio y correcto, y se refirió a las voces del Ejecutivo, del Senado y de los candidatos presidenciales condenando las declaraciones de Trump.
La respuesta de Trump no se hizo esperar. Mandó 1.600 efectivos de la Guardia Nacional
a los estados fronterizos de Arizona, Texas y Nuevo México que tienen
gobernadores republicanos. El gobernador demócrata de California, Jerry
Brown, se mostró desconfiado de la iniciativa presidencial y en general
de la políticas migratorias de Trump, como la de suspender el programa
DACA (Deferred Action for Childhood Arrivals). La intención de Trump
sería la de mandar
entre 2.000 y 4.000 efectivos a la frontera con México para tratar de
impedir el paso de más migrantes o drogas hacia Estados Unidos. Esto
como una medida intermedia hasta que el muro que se pretende construir
pueda estar terminado.
La política exterior estadounidense que se
define en Twitter, resulta ser de naturaleza confusa y sin mucho
sentido. Después de la crisis financiera que vivió Estados Unidos en
2008 y la posterior recesión económica, más migrantes mexicanos y
centroamericanos han regresado de Estados Unidos a sus países de origen
que los que pretenden ingresar a él. El costo económico de mandar a
militares parece ser mucho mayor que los beneficios, sin referir que
3.000 efectivos para cubrir una frontera de más de 3.000 kilómetros
parece poco efectivo. Entonces, ¿cuál sería la principal motivación de
estas declaraciones y acciones del presidente de los Estados Unidos?
La popularidad de Trump
Todo
parece indicar que la principal motivación es política. En noviembre de
este año se renovará el Congreso de los Estados Unidos y como en la
mayoría de las elecciones intermedias de otros países, estas suelen ser
una especie de referéndum sobre el desempeño de los presidentes en su
primera etapa. Trump se encuentra en el mínimo histórico de popularidad según una encuesta
reciente, con una desaprobación del 80% en Washington DC y del 60% o
más en los estados de Massachusetts, California, Illinois y Nueva York.
En un escenario normal el partido del presidente de los Estados Unidos
suele perder alrededor de 30 escaños en las elecciones intermedias, algo
considerado normal ante el desgaste del ejercicio del poder. Con los
índices de rechazo al presidente Trump, no sería raro ver que los
republicanos perdieran sin dificultad 40-45 asientos y con esto la
mayoría del Congreso. La apuesta de los republicanos será tratar de mantener el control del Senado
con la disputa de estados claves que votaron por Trump en 2016, como
Missouri, Dakota del Norte o Indiana. Aunque esto también se ve
complicado.
De aquí a noviembre veremos a Trump repetir el mismo discurso de odio
que lo llevó a la Presidencia para no perder el control del Congreso y
evitar que los demócratas puedan ponerlo en el banquillo de los acusados
con un probable caso de destitución (impeachment). Hay que entender que
Trump sigue actuando como candidato y no como presidente. Cada vez que
plantea un conflicto con Rusia por Siria, con China por las medidas
arancelarias o con México por el muro y los problemas fronterizos no
busca erigirse como un líder internacional, sino que le habla a sus
bases: al Cinturón del óxido (Rust Belt) en el Medio Oeste, a los
hombres blancos sin estudios y a los conservadores.
México y el TLCAN
Pero
México también se encuentra en un proceso electoral y la agresividad
del vecino del norte no trasmite nada bueno en las negociaciones del
Tratado de Libre Comercio para América del Norte (TLCAN) ni para el
candidato oficialista. El pasado lunes 9 de abril, Peña Nieto ordenó a
todas las secretarías de Estado evaluar cada mecanismo de colaboración con el gobierno de Estados Unidos
y el día siguiente hubo una conversación entre Roberta Jacobson
(embajadora estadounidense hasta mayo) y miembros de la Secretaría de
Relaciones Exteriores (SRE). Es poco probable que Peña Nieto opte por
una estrategia de enfrentamiento directo, pero tal vez la relación
cordial y hasta sumisa con la que se había actuado en el pasado se ponga
en una pausa para evitar mayor desprestigio del gobierno ante los
ciudadanos mexicanos.
Se vislumbraba que los términos
de la renegociación del TLCAN se anunciarían en la primera semana de
mayo. Ante las amenazas de Trump ya no hay nada seguro. Lo mejor que
podría hacer este gobierno es suspender las negociaciones, ya que a
menos de tres meses para contar con un nuevo presidente hay la sombra de
que los acuerdos se estén haciendo desde la debilidad, el miedo o la
indiferencia de un gobierno en retirada. Cualquier compromiso carecerá de legitimidad ante la ciudadanía,
salvo que el candidato oficialista resulte vencedor, algo bastante
improbable ya que se sitúa en un lejano tercer lugar en las encuestas y
con el mayor porcentaje de opiniones negativas y de rechazo.
La
condena al chantaje económico de Trump debe ser categórica a pesar de
la asimetría de las economías. La dignidad y el respeto no deben de
estar a negociación como si fueran aranceles a las mercancías. México
también tiene otras opciones
para diversificar su economía, como ejemplo están la Alianza del
Pacífico, el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP, por
sus siglas en inglés) o el Área de Libre Comercio de la Región
Asia-Pacífico (FTAAP), que será la región con mayor dinamismo e
intercambio comercial en el siglo XXI.
Las declaraciones y opiniones
expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor
y no representan necesariamente el punto de vista de RT.
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