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Cuando no se puede
borrar la historia, hay que tratar de reescribirla, dándole un sentido
radicalmente opuesto al que tuvo en la realidad. Eso intenta la derecha
latinoamericana con respecto a los gobiernos progresistas de este siglo
en el continente.
Después de la euforia con la propuesta
neoliberal, que resolvería todos los problemas de nuestros países,
reduciendo el Estado a su proporción mínima, promoviendo el dinamismo
del mercado, vino la depresión por el agotamiento prematuro del modelo.
No hay cómo poner en duda el éxito de los gobiernos antineolibrales,
entonces hay que borrar ese tramo de la historia, descalificar a sus
personajes y hacer como si no hubieran existido. Es necesario para que
la historia (o, mejor, el fin de la historia) siga su curso, para que el
pensamiento único trate de imponer de nuevo sus verdades
incuestionables y que el Consenso de Washington refuerce su carácter
consensual.
Eds necesario para que los gobiernos puedan aplicar
los mismos esquemas fracasados, varios años después, como si nada
hubiera pasado, poniendo la culpa de su nuevo fracaso en los gobiernos
anteriores, que solo sirvieron para eso, para desviar a la economía del
buen camino.
La historia ya había terminado. Solo quedaba la
insistencia de algunos líderes para intentar reabrirla, buscando caminos
imposibles, a contracorriente. Buscando distribuir el ingreso cuando de
lo que se trata el neoliberalismo es de concentrarla. Expandiendo el
mercado interno de consumo popular, cuando de lo que se trata es de
reducirlo. Afirmando políticas externas soberanas, cuando de lo que se
trata es de ser subordinados. Recuperar el rol activo del Estado, cuando
de lo que se trata es de disminuirlo a su dimensión mínima.
Total,
lo que ha pasado en este siglo en varios países del América latina ha
sido simplemente un mal entendido, un paréntesis de equívocos en el
camino inexorable de la economía global. De lo que se trata, entonces,
no es solamente de retomar el buen camino, sino también de eliminar a
todos los indicios de esos intentos antineoliberales, para que nadie más
sea llamado a engaño y busque contradecir el Consenso de Washington y
violar el pensamiento único.
No ha pasado nada en la Venezuela de
Hugo Chavez. Fue tan solamente el uso exorbitante del precio alto del
petróleo para enriquecer a funcionarios de gobierno y ganar aliados
externos a cambio de petróleo.
No ha pasado nada en Brasil, salvo
el despilfarro de recursos públicos para distribuir renta a contramano
de la búsqueda de competitividad. No ha pasado nada en Argentina, salvo
algo similar a lo de Brasil. Bolivia sería la misma en la época de
Sánchez de Losada y en la época de Evo, salvo la propaganda
gubernamental. Ecuador sigue siendo el mismo de siempre, a pesar del
gobierno de Rafael Correa.
No se discute el carácter de esos
gobiernos, no se los compara con otros, porque la discusión sería muy
incómoda. Se trata entonces de descalificar a los líderes que han
comandado esos gobiernos. Todos populistas, irresponsables con el
equilibrio de las cuentas públicas, corruptos. Basta con eso para borrar
a sus gobiernos, a sus políticas sociales re distributivas, al
prestigio de sus políticas externas soberanas, del apoyo popular que han
tenido. No se trata de un debate histórico, político, económico,
social, de ideas, sino simplemente de encargar al Poder Judicial, a la
policía, a los medios, de destruir sus reputaciones, acumulando
sospechas, aunque nunca comprobadas. Lula, Cristina Kirchner, Hugo
Chavez, Evo Morales, Rafael Correa, Pepe Mujica, son descalificados, se
intenta destrozar sus imágenes en los pueblos de sus países, para
esconder que esos pueblos son víctimas del consenso neoliberal y de las
derechas latinoamericanas, que no logran construir alternativas de
gobierno que no sean el retorno al modelo fracasado en América latina y
en todo el mundo.
Entonces hay que reescribir la historia, borrar
períodos, líderes y gobiernos, para retomar la idea de que no habría
alternativa a sus caminos accidentados, que han producido las peores
catástrofes en cuanto país han gobernado.
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