Juraima Almeida
El resultado electoral del 2 de octubre representa el éxito absoluto de la estrategia golpista, Más que una derrota del Partido de los Trabajadores, fue una victoria del bandolerismo político, jurídico, policial y mediático sobre la democracia, en medio de una apatía generalizada. El progresismo, en crisis, asume la autocrítica y son los movimientos sociales los que encarnan la resistencia al golpe, mientras tres candidatos de derecha se perfilan en la lucha por la presidencia en 2018: los ya perdedores Aecio Neves y José Serra, y el gobernador paulista Geraldo Alckmin.
Las abstenciones, votos nulos y en
blanco fueron los victoriosos en nueve capitales del país: Sao Paulo,
Rio de Janeiro, Belo Horizonte, Porto Alegre, Curitiba, Belén do Pará,
Cuiabá, Campo Grande y Aracaju. O sea, que candidatos vencedores o que
van a disputar la segunda vuelta el 30d e octubre, obtuvieron menos
votos que la suma de abstenciones, nulos y en blanco.
Fue una
victoria incontestable de las elites y de su discurso, del corrosivo
trabajo de criminalización de la política que los medios hegemónicos y
golpistas vienen repitiendo día a día, en los últimos 14 años. La única
capital conquistada por el PT fue Rio Branco en el estado Acre.
Los
resultados han mostrado importantes cambios respecto a las anteriores
elecciones de 2012. Hubo un fuerte retroceso electoral del PT (del 60%,
de 17,2 millones de votos a 6,8 millones), pero también del PMDB
(Partido del Movimiento Democrático de Brasil). Asimismo, se verificó
el crecimiento del PSOL (Partido Socialismo y Libertad, de izquierda) y
el fortalecimiento del PSDB (Partido de la Social Democracia Brasilera).
De
las 644 alcaldías que poseía el PT, sólo 256 (más siete en disputa para
el segundo turno) quedaron en sus manos. Perdió distritos electorales
importantes como Sao Paulo –y Guarulhos, Sao Bernardo do Campo, Osasco,
en el llamado Gran Sao Paulo- Goiana, Sao Jose dos Campos, Uberlandia, Joao Pessoa.
Pero
al partido del presidente Michel Temer no le fue mejor. En dos de los
distritos más importantes del país, Rio de Janeiro y San Pablo, y sólo
ganó una capital de Estado, Boa Vista, en Roraima.
Para destacar,
la actuación del PSOL, una escisión del PT, y el PSDB, que se alzó con
Sao Paulo, así como otras ciudades importantes del “cinturón rojo”
–bastión histórico del PT y de Lula- Santos y Sao Jose dos Campos, y
llegór a la segunda vuelta en otras capitales como Belo Horizonte,
Porto Alegre, Belem, Manaus, Maceió, Porto Velho, Cuiabá y Campo Grande.
El
número de prefecturas obtenidas por el PSDB pasó de 701 en 2012 a 793, y
19 de sus candidatos disputarán el segundo turno. En número de votos,
los “tucanos” crecieron un 27% (llegando a 17,6 millones de electores).
Y
el actual gobernador del Estado de Sao Paulo, Geraldo Alckmin, ha
surgido como el candidato natural del PSDB para disputar la presidencia
en 2018. Fue el mentor de la candidatura del empresario y presentador
televisivo Joao Doria (ganador en Sao Paulo), dejando en el camino,
aparentemente, a dos perdedores ante Dilma en las dos últimas
elecciones: Aecio Neves y Jose Serra, actual canciller.
Lo que
quedó en evidencia es que la llamada izquierda, dispera, perdió ante el
discurso de la antipolítica o la no-política, a favor de la derecha
ideológica del PSDM y la DEM, y el corrupto partido de Temer y Cunha, el
PMDB.
Carta Maior señala que en este primera vuelta fueron
elegidos 23 millonarios. El más rico,Vittorio Medioli asumirá en la
mineira Betim ; João Dória (PSDB), el segundo más rico, venció en São
Paulo y ACM Neto (DEM) en Salvador de bahía. Apenas una mujer, de las
2105 que compitieron, salió victoriosa en las capitales de estado, y 672
fueron electas como alcadesas (prefectas)de otras ciudades menores en
esta primera vuelta.
Fue una campaña infame. En el último mes de
la breve campaña electoral de 45 días, Brasil sufrió el más
impresionante bombardeo de su historia contra un partido político:
jueces, incluso del Supremo Tribunal Federal, procuradores y fiscales
del Ministerio Público y comisarios de la Policía Federal se dedicaron a
inundar las elecciones con temas policiales, en especial
incriminatorios del ex presidente Lula de Silva y contra la depuesta
mandataria Dilma Roussef.
Los resultados muestran un cuadro de
apatía general, pero sobre todo entre los jóvenes, y de una violenta
dispersión de las fuerzas de izquierda. El expresidente uruguayo José
Pepe Mujica, señaló, con precisión (pero quizá a destiempo) que “el peor
enemigo de la izquierda es la división interna“ y dejó en claro que
“jamás se debe pactar con la derecha”.
Sin duda, la estrella del
PT y de Lula han menguado demasiado, mientras sigue, contundente, el
avance de las élites reaccionarias. Esta derecha golpista no es un
bloque homogéneo, y en la carrera presidencial hacia 2018,donde Aecio
Neves, Jose Serra y Alkim aparecen como los principales candidatos, se
disputará no sólo en el nuevo mapa político sino sobre todo en cómo el
PSDB y el PMDB dirimirán sus diferencias y apetencias dentro de un
gobierno ilegítimo que comparten.
Autocrítica y resistencia
Llegó
el momento para una profunda y dura reflexión de los movimientos
populares: ¿Por qué luego de casi tres lustros de gobiernos del PT, de
ganar cuatro elecciones presidenciales, no se hicieron esas reformas
políticas imprescindibles para que hubiera una real democracia? La
crisis devastó la credibilidad de todo el sistema político, liquidó la
legitimidad del Congreso, propagó la falta de creencia en el sistema
judicial e hizo que el pueblo sepa que no basta votar y ganar cuatro
elecciones para que el mandato presidencial sea respetado.
Frei
Betto, en una valiente autocrítica, señala que en 13 años no se promovió
la alfabetización política de la población ni se trató de organizar las
bases populares. Tampoco se valoró los medios de comunicación que
apoyaban al gobierno y, mucho menos, se dio un paso hacia la
democratizar los medios.
Tampoco se adoptó una política económica
orientada hacia el mercado interno: una una mejor distribución de la
renta, pero no una redistribución. Y se confió en el enemigo, en los
economistas neoliberales, absteniéndose de realizar cualquier reforma
estructural, como la agraria, la fiscal y la previsional. “Ahora somos
víctimas de la omisión en cuanto a la reforma política”, dice Betto.
No
se puede construir una democracia sólida con una estructura electoral
que permite la elección de un Congreso como el actual, con esta Justicia
corrupta, con este monopolio de los medios de comunicación. La falta de
reformas estructurales, constitucionales, hizo posible esta aberración.
Ese
pueblo, sobre todo los sectores más marginados, comienzan a sacar sus
propias conclusiones sobre la crisis. Pese a que también se abandonaron
los movimientos y/o cooptaron a sus dirigentes para ocupar cargo,
mientras se cerraban las escuelas y los centros de formación de
militantes.
Ganar elecciones se volvió más importante que promover
cambios a través de la movilización. “Llegó pues la factura de los
errores. Y en las calles del país la reacción al golpe no tuvo fuerza
para evitarlo”, dice Frei Betto.
Hoy son -nuevamente- los
movimientos sociales los que conforman estos espacios más amplios, redes
de diálogo y debate, de articulación, apuntando a un necesario frente
único progresista, plural, que desde un balance sincero y sin sectarismo
de los tres últimos gobiernos del Partido de los Trabajadores, se
rebele para impedir los retrocesos que la derecha golpista pretende
promover.
Liquidado el mandato de Dilma se abre la temporada para
que se alcance otro objetivo del golpe: eliminar a Lula da Silva del
escenario político brasileño y asegurar a las oligarquías de siempre la
reconquista del poder. Ya la corrupta Policía Federal lo indició sin
pruebas, y el paso siguiente será ponerlo a disposición de la saña
persecutoria de un juez provinciano de primera instancia.
Siempre
es más fácil denunciar que construir. Ahora, nuevamente los movimientos
sociales trabajan para construir una nueva izquierda para luchar por una
nueva democracia –participativa-, por una nueva sociedad más equitativa
e igualitaria, por la democratización de la comunicación… por el
futuro.
Son conscientes que no basta con rescatar nostalgiosamente
los progresos de los años petistas. Como dice el uruguayo Aram
Aharonian, “hay que construir una nueva esperanza colectiva, desde
abajo, hombro con codo, ladrillo a ladrillo. Lo único que se construye
desde arriba, es un pozo”.
Juraima Almeida
Comunicadora y docente universitaria brasileña, investigadora asociada del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico
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