Ángel Guerra Cabrera
La Jornada
Contra todo pronóstico, el no se
impuso en el plebiscito sobre el acuerdo de paz en Colombia. Pero fue
por un pelo y con 63 por ciento de abstención. La diferencia entre las
dos opciones no llega a 54 mil votos. Estadísticamente, un empate
técnico. De modo que no es rigurosa la afirmación de que
Colombia votó por la guerra. No caigamos en las trampas del sentido común
democráticoimpuesto por las clases dominantes y su maquinaria propagandística.
En cuanto se conocieron los resultados del plebiscito, tanto el
presidente Juan Manuel Santos como el comandante Timochenko, líder de
las FARC, ratificaron su voluntad de cumplir con el acuerdo, muestra
inequívoca de que su voluntad de paz es inquebrantable.
Por supuesto, que el sí no lograra no sólo ganar, sino
hacerlo contundentemente, no es políticamente conveniente para la paz.
Pero no por ello va a naufragar el acuerdo de La Habana después de tanto
esfuerzo, de la altura de miras y altas dosis de voluntad política con
que se negoció por el gobierno, las FARC y todos los actores nacionales e
internacionales coadyuvantes en el proceso.
El magnífico proyecto de transformación social, cultural y política de Colombia plasmado en La Habana tras seis años de duro trabajo,
concesiones mutuas y la tesitura humana de perdón y reconciliación con
que fue teñido por la activa participación de las víctimas de uno y otro
lado, no puede ser echado a la basura . Sólo por respeto a esas
víctimas ya sería indecoroso no continuar la lucha a brazo partido por
que continúen callados los fusiles y por que callen para siempre.
Por lo demás, el documento conserva todo el valor jurídico nacional e
internacional que tenía antes del plebiscito. Más aún, la Corte
Constitucional de Colombia consigna en reciente sentencia que la
consulta plebiscitaria no tiene efecto jurídico alguno y que la paz es
un derecho
contramayoritariopor ser esencial a la dignidad.
Santos convocó a un gran diálogo nacional con todas las fuerzas políticas, particularmente con los partidarios del no,
representados fundamentalmente por los ex presidentes Álvaro Uribe y
Andrés Pastrana, con quienes se reunió este miércoles para analizar las
vías que permitan llegar rápidamente a un acuerdo definitivo sobre la
base del documento de La Habana, puesto que la incertidumbre política
creada después del plebiscito pone en peligro la paz. Era la primera vez
en seis años que Santos y Uribe se dirigían la palabra.
Las FARC ante el nuevo escenario han expresado desde La Habana
su voluntad de abrir el acuerdo a la renegociación. Es obvio que la
organización guerrillera no aceptará modificaciones que conlleven una
paz indigna, sin justicia social y que no reconozca la condición de
actores políticos de sus miembros, pero ya ha demostrado reiteradamente
su disposición a escuchar y tomar en cuenta otros criterios, a
flexibilizar sus posturas, a pedir perdón honestamente a sus víctimas.
Incluso Timochenko dirigió una memorable carta a Uribe en mayo en que lo
invitaba a dialogar personalmente sobre la paz.
El gran peligro ahora es que Uribe intente utilizar la pírrica victoria del no para
tratar de arrodillar a las FARC con peticiones absurdas e incumplibles,
como meter tras las rejas a sus jefes principales o negarles el derecho
a la participación política. Enemigo jurado de la revolución
bolivariana, el ahora senador es uno de los exponentes más corruptos,
fanáticos y reaccionarios de la derecha pro imperialista en nuestra
región, un hombre estrechamente ligado –como su entorno inmediato– al
paramilitarismo y a los pingües negocios que proporciona la guerra. Está
animado de un odio visceral que lo conduce a pensar que con el
contrario no hay más solución que aniquilarlo, como lo ha caracterizado
la ex candidata presidencial y firme partidaria de la paz Ingrid
Betancourt, quien fue cautiva de las FARC durante seis años.
Uribe sirvió de centro articulador de la campaña de miedo y odio
previa el plebiscito a la que se sumaron muchos medios de derecha en
nuestra región, con CNN a la cabeza.
El miércoles hubo manifestaciones en varias ciudades de Colombia de los partidarios del sí, a
las que se sumaron en Bogotá miles de estudiantes de 15 universidades
públicas y privadas que impulsan la primera movilización estudiantil en
muchos años, la marcha universitaria por la paz, pues aseguran que no
quieren un día más de guerra en Colombia. Continúa el cese del fuego
bilateral.
Twitter: @aguerraguerra
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