Luis Hernández Navarro
La Jornada
En
tres ocasiones, narcotraficantes, terratenientes y mineros quisieron
asesinar a Semeí Verdía Zepeda. No tuvieron éxito. Delgado y con
sombrero, sagaz, el comunero nahua de Santa María Ostula salió con vida
de los atentados. Sin embargo, el domingo 19 de julio no tuvo suerte.
Ese día, a las 10 de la mañana, elementos del Ejército lo detuvieron en
el poblado de La Placita, a pesar de no tener orden de aprehensión en
su contra.
Semeí, primer comandante de la policía comunitaria de Santa María
Ostula y coordinador general de las autodefensas de los municipios de
Aquila, Coahuayana y Chinicuila, fue trasladado en helicóptero hasta
Morelia. Se le acusa de
probable violación a la Ley de Armas de fuego y explosivos y su probable participación en delitos relacionados con la destrucción de material electoral.
Ese 19 de julio, un pelotón se presentó en los parajes de El Duin y
Xayakalan, donde la policía comunitaria de Ostula y los grupos de
autodefensa de la costa-sierra mantienen puestos de vigilancia. Los
soldados aventaron sus vehículos contra los retenes, realizaron
disparos e intentaron detener a varios miembros de la comunidad.
Más tarde, integrantes del Grupo de Coordinación Michoacán trataron
de apresar al tesorero del comisariado de bienes comunales de Santa
María Ostula. No pudieron hacerlo pero, en cambio, hurtaron radios de
comunicación que utiliza la comunidad para resguardar su territorio y
el sello del consejo de vigilancia.
Horas después, a las 5 de la tarde, las fuerzas federales y
estatales agredieron los retenes colocados por miembros de la comunidad
en las encargaturas de Xayacalan y El Duin, que se encuentran sobre la
carretera 200, Lázaro Cárdenas-Manzanillo. Con sus vehículos impactaron
los retenes de la policía comunitaria e incendiaron varias camionetas y
tráileres que se encontraban allí. Lanzaron gas lacrimógeno y
dispararon de forma indiscriminada a miembros de la comunidad.
Según reportan los comuneros, el saldo trágico de esta agresión fue
el asesinato del menor Iriberto Reyes García, de 12 años, de la niña
Neymi Natali Pineda Reyes, de seis, y Melesio Cristino, de 60. Otras
dos personas están heridas.
La detención de Semeí y el ataque militar-policial a los comuneros
es una traición: viola los acuerdos firmados entre la colectividad y el
gobierno, tanto el federal como estatal, en los que se asentó el
compromiso de respetar a la policía comunitaria local.
Ostula es una comunidad indígena en el municipio de Aquila,
Michoacán. Su nombre significa en náhuatl el lugar de las cuevas. Tiene
más de mil habitantes, en su inmensa mayoría comuneros indígenas, que
cultivan jamaica orgánica, papaya y tamarindo y desarrollan proyectos
de turismo ecológico alternativos. Sus playas son uno de los más
grandes centros de arribo de las tortugas golfinas, y un lugar muy
apreciado por los surfistas.
Ostula está asolada por la alianza del cártel de los Caballeros templarios, supuestos
pequeños propietariosy empresarios mineros, que han tratado de despojar a los indígenas de sus tierras, sus recursos naturales (minas de hierro) y su madera (especialmente del árbol sagrado de sangualica). Su orografía puede ser una muy importante base de operaciones para el traslado de drogas y armas.
Según el
Plan Regional Sustentable de Michoacán, el gobierno quiere construir
allí carreteras, puentes, hoteles y fraccionamientos residenciales sin
consultar a la comunidad. Pretende abrir el negocio a otros.
En su empeño por quedarse con estas riquezas, la alianza no ha
dudado en utilizar la violencia. Desde que en 2009 los habitantes de
Ostula se organizaron para defenderse han sido asesinados 32 comuneros
y desaparecido seis más, varios de ellos maestros bilingües.
Curiosamente, ninguno de los jefes de plaza de los Caballeros templarios que operaban en la región ha sido detenido. Todos siguen libres y buscan recuperar a como dé lugar ese rico territorio.
En junio de 2009, mucho antes del surgimiento de las autodefensas
michoacanas, los comuneros de Ostula suscribieron, junto a los
integrantes del Congreso Nacional Indígena (CNI), el Manifiesto de Ostula (http://goo.gl/jPaOyb
). El documento –de muchas maneras histórico– reivindica el derecho a
la autodefensa indígena, que después se extendió a muchos lugares del
país, asolados por el crimen organizado y la complicidad gubernamental
con éste. Dos semanas más tarde de la firma, centenares de comuneros
recuperaron más de 700 hectáreas ilegalmente ocupadas por caciques
mestizos ligados al narcotráfico.
Fue cuando los indígenas de Ostula, de acuerdo con sus sistemas
normativos, formaron su policía comunitaria para defenderse a sí mismos
y proteger sus tierras y territorios. Semeí Verdía, su primer
comandante, fue elegido el 8 de febrero de 2014, en una asamblea
general a la que asistieron mil 200 personas. En 2010 había tenido que
huir de su pueblo porque intentaron matarlo mientras jugaba futbol.
Durante años estuvo a salto de mata en Jalisco, Colima y Veracruz. En
ese tiempo dos tíos suyos, maestros, fueron asesinados.
La policía comunitaria de Ostula restableció ejemplarmente el orden
y expulsó a los narcotraficantes de la región. Pero los criminales, que
se refugiaron en otras comunidades, están al acecho, esperando la
oportunidad de controlar nuevamente la región. Por eso el ataque
militar-policial contra los comuneros y la detención de Semeí Verdía,
violando los acuerdos firmados entre comuneros y autoridades
gubernamentales, es una traición. En los hechos, le abre el terreno al narco para
sentar allí nuevamente sus reales, y facilita a los grandes empresarios
la posibilidad de hacer pingües negocios sobre terrenos comunales, sin
consentimiento de sus genuinos dueños.
Trágicamente, Ostula nos recuerda que en este país quienes se
defienden del crimen organizado son atacados por el gobierno, mientras
los delincuentes están libres e impunes. No hay que hacerse bolas: el
responsable de los asesinatos de dos niños y un adulto en esa comunidad
indígena fue el Ejército.
Twitter: lhan55
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