El hoyo negro de Peña Nieto
Correspondencia de Prensa
El
hoyo negro por el cual se fugó de su celda carcelaria de modo
hollywoodesco Joaquín Guzmán Loera, El Chapo, se difundió a escala
planetaria por todos los medios masivos. Era el símbolo mismo de la
humillación que con su fuga inflingía nuevamente el más peligroso y
famoso delincuente del continente americano al Estado mexicano, en esta
ocasión de modo especialmente patético al humillar al presidente Peña
Nieto quien hace un año y medio, con motivo del segundo encarcelamiento
de El Chapo, había declarado muy ufano que “una segunda fuga sería algo
verdaderamente más que lamentable, sería imperdonable”. Su reclusión se
hizo en la cárcel del Altiplano, la de mayor seguridad de México, donde
debería quedarse a cumplir su sentencia tal y como lo expresó en ese
momento el entonces también patético procurador de la República Murillo
Karam (el que se “cansó” investigando la desaparición de los 43
normalistas de Ayotzinapa), quien respondió así a las peticiones de
extradición que le había hecho Washington al gobierno del Zócalo-Los
Pinos: “a Estados Unidos (EUA) se irá cuando yo decida, El Chapo debe
quedarse aquí para cumplir su sentencia y después lo extraditaré. O sea
de aquí a 300 o 400 años, será por un buen tiempo”. Como todo el mundo
sabe sólo duró un año y medio en prisión.
Esa noche del sábado 11
de julio, mientras despegaba Peña Nieto con su numerosa comitiva de
cientos de personas en la cual iba más de la mitad de su gabinete de
secretarios de Estado –incluido descuidada y ligeramente el de
Gobernación, jefe de la seguridad nacional--, rumbo a París para
participar como invitado de honor en las festividades del 14 de julio
del gobierno francés, en el altiplano de Almoloya de Juárez, El Chapo
levantaba la plancha de cemento del piso de su regadera y se introducía
en el hoyo negro de la entrada del túnel que, kilómetro y medio de por
medio, lo llevaría al otro hoyo negro de la salida del túnel que lo
condujo a la libertad. Volando en medio del Atlántico se enteró el
presidente Peña de la fuga y se enfrentó a un dilema infernal que sólo
le ofrecía algo menos peor, o un verdadero desastre si regresaba a
México dejando plantado al presidente Hollande que lo había invitado a
participar junto a él en las festividades conmemorativas de la fiesta
nacional de Francia, pero al aterrizar en París, como finalmente
decidió, le ha costado la profundización catastrófica de su crisis
gubernamental con el alud de críticas, burlas e insultos que le ha
caído encima por parte de los millones de mexicanos, incluidos sectores
burgueses generalmente favorables a su administración, que consideraron
esta decisión como la encarnación misma de la nula sensibilidad
política característica de un presidente que anda en las nubes.
Los adjetivos que se han acumulado para definir la situación actual del
gobierno de Peña Nieto abarcan todo el diccionario con el común
denominador repetido hasta la saciedad de corrupto y mil veces
corrupto. Un ejemplo típico y original de este tipo de declaraciones
que inundaron los medios y atiborraron las redes sociales es el
siguiente comentario de Raúl Vera, obispo de Saltillo, Coahuila: “Creo
que tenemos que hacerle un monumento al Chapo Guzmán porque de un
plumazo y de manera transparente ha demostrado el tamaño de la
corrupción de Estado mexicano.” (La Jornada, 13.07.15). El flujo
principal de las explicaciones de la situación tan vulnerable y
deteriorada de estructura gubernamental mexicana corre en esa
dirección, atribuyendo prácticamente a genes corruptores la condición
de los mexicanos. Peña Nieto varias veces ha explicado que se trata de
“un rasgo cultural” que se viene arrastrando en la historia de México
desde hace siglos. Hay ocasiones en que los comentarista expresan
opiniones apocalípticas: “o nos salvamos combatiendo la corrupción o
acabamos comiéndonos unos a otros” (Maurico Merino, El Universal,
14.07.15.) Muy pocos son los que se alzan por arriba de las cuestiones
personales y buscan en las relaciones sociales las consecuencias de
estos comportamientos, insertos en el tejido mismo de la sociedad
capitalista y sus estructuras políticas represivas y antidemocráticas.
Muy fácil es, incluso sin encuestas, demostrar que la abrumadora
mayoría de los mexicanos y mexicanas cree que El Chapo compró su fuga a
las autoridades y no sólo a la de los tres o cuatro custodios del penal
que ya han sido detenidos y seguramente se quedarán allí mismo
prisioneros, sino a funcionarios de afuera del penal y colocados muy
arriba de los niveles gubernamentales. Por ejemplo, se sabe que los
ingenieros constructores del túnel contaron con los planos del penal
para realizar su obra con la perfección que lo hicieron, lo cual les
permitió hacer llegar el túnel exactamente al rincón donde se
encontraba la regadera de la celda, planos que sólo los habrán
conseguido de funcionarios de muy arriba. Es imposible construir
durante meses un túnel en una prisión de alta seguridad, cárceles que
están dotadas de sensores que reportan inmediatamente de excavaciones
en sus terrenos. ¿Cuál fue el precio? Las cifras difieren pero todas
son de dos dígitos y se denominan en dólares y no en pesos mexicanos.
También se recuerda que el gobierno de Peña, como se señaló arriba, se
negó a extraditarlo a EUA, con argumentos prepotentes que hoy deberán
hacer sonrojar a muchos funcionarios. El hombre que ha llegado a
introducir a EUA dos toneladas de cocaína y diez mil toneladas de
mariguana al mes a través de más de sesenta túneles construidos a lo
largo de la frontera de tres mil kilómetros entre los dos países, es
para la DEA, la CIA y el FBI uno de los “enemigos públicos” más
importantes. Obviamente lo querían en sus cárceles y dudaban de la
capacidad de las cárceles de México, incluso de las de “alta
seguridad”, para asegurarlo adecuadamente. Y tenían razón.
El
Chapo sabe mucho de lo que se cocina en la alta política de la
burguesía mexicana y de su Estado, seguramente una de las razones que
pesó el año pasado para negar a Washington la extradición fue
precisamente el temor de muchos políticos priistas y panistas por igual
de que hablara todo lo que sabe al otro lado. Hoy la cabeza de El Chapo
tiene un precio muy alto (el gobierno de Obama ha ofrecido 20 millones
de dólares) que hace casi imposible que no haya muchos que más que
desearían obtenerlo. A partir de su fuga está amenazado de ser
denunciado ante el menor descuido. Una auténtica cacería humana va tras
él, lo cual puede culminar en su reaprehensión o también en su
ejecución, dado el tamaño de la afrenta que ha hecho al Estado y el
interés de éste por eliminarlo de una vez por todas.
Analistas
más profundos y perspicaces son más realistas y ensayan explicaciones
que brotan precisamente del tinglado material en el que se asienta hoy
la sociedad mexicana cuya economía es una de las más abiertas, sino es
que la más abierta, del mundo: México es el país que ha firmado más
tratados de libre comercio. Esta situación ha significado, a partir de
la firma del Tratado de Libre Comercio con EUA y Canadá en 1994, la
destrucción de la agricultura mexicana, la subordinación completa del
mercado interno a los mecanismo del comercio exterior, la puesta de la
banca en manos de extranjeros en su abrumadora mayoría
(estadounidenses, españoles, ingleses), la transformación de la
industria nacional en una industria maquiladora cuyo ejemplo más
notable es la “industria” más importante del país, la automotriz, una
industria de maquila volcada por completo al mercado externo. Las
“reformas de estructura” de tercera generación han llevado en el
gobierno de Peña Nieto este curso a su culminación más aberrante: ya se
han abierto las industrias energéticas nacionalizadas claves a las
transnacionales, sin gran éxito por otra parte como se ha constatado en
estos días durante la primera ronda de licitaciones petroleras.
Ante la mermada situación de una economía golpeada directamente con el
descenso de los precios del petróleo y el estancamiento del crecimiento
económico de más de dos décadas, no sería una especulación desmesurada
tratar de que hubiera una reactivación a través del tráfico de drogas
que se calcula tiene un voraz mercado en el país vecino que puede
reportar anualmente 20 mil millones de dólares. ¿No podría El Chapo,
uno de los cien hombres más ricos del planeta según la revista Forbes,
ser un factor de tal reactivación? Para ello, a pesar de sus dotes de
organizador desenrollados desde la prisión, en libertad su capacidad de
gran capitalista de la industria de la droga se podría desplegar con
más fuerza. Estas ideas que son más que especulaciones las hacen
analistas serios y conocedores. (Véase la columna “Dinero” de Enrique
Galván Ochoa, en La Jornada, 14.07.2015).
Lo que no toman en
cuenta de modo interesado la abrumadora mayoría de los comentaristas en
los medios de comunicación dominantes es la raíz profunda que determina
la situación de devastación social imperante en México, la causa
fundamental de la existencia de El Chapo y de cientos, miles de
personajes menos famosos que él pero insertos en los mismos quehaceres
de la delincuencia organizada. La situación de miseria en que se
encuentra la mayoría de la población, del desempleo masivo que hace que
millones de jóvenes ni estudien, ni trabajen (los tristemente famosos
“ninis”) y el consecuente ascenso de la delincuencia masiva que se ha
apoderado de amplios sectores de la sociedad. Una desigualdad que
engendra la concentración exacerbada de los ingresos y el surgimiento
de un poder capitalista que sobredetermina por completo a un Estado que
se ha deslizado en forma acelerada en el curso neoliberal de las
desregulaciones, las privatizaciones, los ataques a conquistas sociales
y que recurre cada vez más a los métodos represivos policíacos y
militares.
En una escalofriante investigación económica,
Gerardo Esquivel ha mostrado con cifras devastadoras el grado
impresionante al que ha llegado actualmente la desigualdad y el
desequilibrio socioeconómico en México. El 1 por ciento de la población
controla el 21 por ciento de los ingresos nacionales y el 10 por ciento
controla el 69 por ciento de la riqueza. En las dos últimas décadas el
ingreso per cápita promedio de la población creció 1 por ciento pero el
de la fortuna de los seis hombres más ricos del país se multiplicó
cinco veces. En 1996 la riqueza de estos 6 hombres era de 26 mil
millones de dólares, hoy es de 142 mmdd. En el año 2002 la fortuna de
los 4 hombres más ricos de México: Carlos Slim (América Móvil, TelMex,
etc.), Germán Larrea (Grupo México –minas, Cananea, etc.--), Alberto
Bailleres (Grupo Peñoles –minas, metalurgia--) y Ricardo Salinas Pliego
(TV Azteca, Elektra, Banco Azteca) equivalía al 2 por ciento del PIB,
hoy equivale al 9 por ciento. (El Informe de Esquivel en www.nexos.com.mx/?p=25322).
La fuga de El Chapo se produjo sólo cinco semanas después de las
elecciones del 7 de junio pasado. Para los escritores, periodistas y
voceros de todo tipo al servicio del régimen ese día significó “una
gran victoria de la democracia nacional”, “por fin salían buenas
noticias de México para que el mundo apreciara otra cara del país”, “la
noche quedaba atrás”. Tlatlaya, Ayotzinapa, la “Casa Blanca” parecían
superadas. Los fraudes, las trapacerías, el escandaloso despilfarro de
cientos de millones de pesos de los partidos gobernantes parecían poca
cosa ante unas elecciones concurridas por millones y en que había
descendido en algunas décimas el tradicional enorme abstencionismo
electoral. Hoy nadie se acuerda de ellas y muchos deben reconocer que
la democracia no puede prosperar en medio de la corrupción rampante y
la desigualdad abismal reinante.
La crisis de la fuga de El
Chapo parece ser un jalón más hacia el precipicio de un gobierno ya
exhausto a la mitad de su sexenio. ¿Qué sigue? Obviamente cambios en el
gabinete, maquillaje de emergencia a un presidente que es una estrella
oscura, apagada cuya torpeza se ha convertido en un serio problema para
la rosca de los poderosos que lo rodean y determinan sus políticas y
que no pueden sino preocuparse de tantos problemas en el tapete, como
el de la incapacidad gubernamental para domesticar a los maestros que
se resisten a ser víctimas pasivas de una “reforma educativa” cuyo
objetivo, confesado por los significativos empresarios de Mexicanos
Primero, es despedir a cientos de miles de ellos.
La
demostración de impericia y superficialidad de los máximos
representantes gubernamentales como el secretario de Gobernación, la
Procuradora de la República, el jefe del equipo de seguridad nacional
se hicieron patentes en estos días. “Los más importantes funcionarios
mexicanos de procuración de justicia y seguridad nacional miran un hoyo
y nos invitan a verlo. Habrá tours. Aquí, en este hoyo, yace la
reputación de un gobierno, se podría leer a la entrada”. (Carlos Puig,
Milenio, 13.07.2015).
Los hoyos negros del túnel de El Chapo
ya son en menos de una semana símbolos que permanecerán como
expresiones de la corrupción y el escándalo que afectan a las
instituciones estatales: gubernamentales, jurídicas, policiacas y, last but not least,
militares. Escándalos recurrentes cada vez más frecuentes. Hace un año
en Tlatlaya y en dos meses, el 26 de septiembre, se conmemorará el
primer aniversario del otro escándalo mayor ocurrido durante la masacre
de seis personas, entre ellos tres estudiantes y la desaparición de
otros 43 estudiantes de Ayotzinapa en la noche de Iguala. Es lo que
Karl Marx definió como “el escándalo del Estado”. El escándalo estatal
que es sustancial a la política burguesa y que el Capital
hipócritamente considera ajeno, típico de “los políticos” pero sin el
cual no hay capitalismo posible. Las palabras de Marx siguen tan
actuales hoy como hace cerca de 150 años cuando fueron escritas en sus
escritos sobre la guerra civil en Francia:
El Estado, que en
apariencia se hallaba por encima de la sociedad, era en realidad el más
escandaloso de sus escándalos y, al mismo, tiempo la matriz de toda su
putrefacción.
* Militante de la Liga de Unidad Socialista (LUS) Correspondencia de Prensa - boletín informativo - germain5@chasque.net
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